ZORAIDA By Cyrus Map DEDICATORIA: Dedico esta breve historia a mi amigo mexicano Jorge González, a quien sé que le gustan especialmente las historias de muscle growth...con espinacas. .... ZORAIDA BY Cyrus Map No era Zoraida una chica especialmente destacable. Aunque su rostro era suave y femenino y su cuerpo mantenía unas proporciones redondas y muy femeninas, su talla era minúscula, casi diminuta. Desde luego, sus compañeras en la escuela y luego en el instituto no habían dejado jamás de incordiarla con toda suerte de bromas acerca de su pequeñez. Aunque seria y trabajadora, Zoraida no dejaba de recibir con disgusto estas mofas permanentes de su entorno. Estando en plena adolescencia, su pequeñez destaca todavía más, en un medio donde ellas y ellos especialmente, ya comenzaban a destacar por sus tallas generosas. Las humillaciones y bromitas comenzaban a hacer mella en ella, hasta que una tarde, estando sola en su casa estudiando, no pudo contener la tensión y se desató en sollozos, maldiciendo su pequeñez y también a sus impertinentes compañeras de instituto. Zoraida se sentía sola y desesperada, se veía más pequeña que nunca y comenzó a creerse el ser más desventurado del mundo. Súbitamente un cegador destello iluminó su cuarto, produciéndole un súbito sobresalto que la dejó tendida inconsciente. En su inconsciencia tuvo un sueño realmente extraño, en el que vió como el resplandor era producido por una bellísima mujer de pelo rubísimo y facciones perfectas, la cual, dirigiéndose a ella la consoló diciéndole que era su hada madrina, y que los problemas de pequeñez se solventarían mágicamente gracias a unos toques de su varita mágica. Cuando Soraya despertó, sintió un poco de estupor y sobresalto por el sueño que había tenido. Pero quiso creer que era solamente un sueño, sólo eso, que el hada y la magia nada más eran resultado de su imaginación. Desde luego se palpó y se miró en el espejo, su talla seguía siendo la misma de siempre. El resplandor cegador ya era de más difícil explicación, pero podría tratarse simplemente de un rayo o un fogonazo del exterior que, en su estado turbado , le había podido parecer algo distinto. Con el pulso todavía algo acelerado, pero más tranquilizado por la racionalización de cuanto había soñado, regresó a su cuarto. Todo parecía como antes. ¿Todo?, no exactamente. Encima de su mesa había un objeto, una vulgar lata de espinacas en conserva, que ella no había traído, y raramente su mamá, pues no solían comprar apenas latas. Y menos aún de espinacas. No pudo dejar de sentir un pensamiento irónico: -" Y no serán las espinacas de Popeye, que mi me ha dejado ahí para mí?" Era algo absurdo. Lo sabía. Pero la lata estaba ahí, y unos minutos antes no había ninguna, y a fin de cuentas ¿qué perdía con probar? ¿quién iba a enterarse? Y Zoraida abrió la lata. La verdad es que odiaba las espinacas, peró comenzó a tragarlas. Curiosamente, esas espinacas parecían estar muy sabrosas sin dejar de saber a espinaca, y fue comiéndolas todas. Al principio, nada notó a excepción del agradable sabor de aquellas misteriosas espinacas. Pero pronto comenzó a notar algo turbador. Un ahogo en el pecho, unido a una sensación extraña de hinchazón en todo el cuerpo. Más adelante, a esa rara sensación de hinchazón se le sumó un agudo dolor general unido a una sensación de ardor, como si alcanzara una fiebre altísima. Sintiendo la quemazón, no pudo dejar de asustarse y se levantó de nuevo. Al llegar frente al espejo, algo raro sucedía, efectivamente, no había duda ¡había crecido! Pero la cosa no se paraba, el ahogo, la hinchazón , los dolores y los ardores parecían ir a más, mientras su cuerpo comenzaba a contraerse como si un volcán en erupción estuviera dentro de él. Zoraida seguía creciendo, pero no solamente en la talla, también en el grosor de su cuerpo, de sus brazos, de sus piernas. El aumento de tamaño no se detenía, sino que iba más allá, materializándose en un crecimiento muscular que sorprendía a Zoraida y hubiera dejado verdes de envidia a muchos culturistas. En una inenarrable explosión de poderío, sus músculos se convertían en montañas y mientras de su rocoso torso se destacaban unos enormes pechos, unos abultados abdominales, que parecían estar tallados en diamante, definían su espectacular cintura. La ropa de Zoraida había estallado tiempo ha, impotente para contener el poderío muscular de su inmensidad corporal. Los brazos se le componían con un montañosos bíceps contrapuesto por unos tríceps de gigantesca compactación. Unas venas poderosas, enroscadas como serpientes por debajo de su tersa piel, describían en sus enérgicos trazos una clara ostentación de poderío infinito. Las piernas se le convirtieron en dos raras y perfectas columnas en las que los magníficos músculos abrían su rotunda hegemonía mientras unos gemelos que ninguna imaginación podría suponer. Zoraida medía casi dos metros, y pesaba unos buenos trescientos kg de rocosa musculación. La metamorfosis fue terminando, y la chica, no recuperada de su estupos, no tan sólo no evitó, sino que gozó infinitamente mientras ofrecía su cuerpo ante el espejo. Su rostro seguía dulce y suave, por primera vez se encontró bella pero su cuerpo colosal le proporcionaba un inmenso placer. Mientras no cesaba de componer poses de tipo culturista encontró su nuevo aspecto irresistiblemente atractivo, y a pesar de su descomunal aspecto, increíblemente femenino aún. Pronto descubrió Zoraida que necesitaba probar la potencialidad de su nuevo cuerpo. Y vistiéndose como pudo, puesto que sus mayores prendas no le pasaban apenas por el cuello y el mayor de sus suéters parecía un minúsculo y provocativo "top", salió a la calle. No tardó en notar el estupor y la admiración que producía al pasar. Nadie quedaba indiferente ante ese imponente y sobrenatural aspecto. En la calle, algunos gritos confusos parecieron indicar que algo no funcionaba bien. Y unos golpezazos acompasados parecían marcar el paso de algún fiero gigante. Y eso era exactamente lo que pasaba. La multitud horrorizada emprendía la huída mientras una criatura de pesadilla avanzaba hacia ellos con sus amenazadoras fauces destrozando horriblemente los desafortunados transeúntes que atrapaba. Se trataba de un descomunal tiranosaurus rex dispuesto a sembrar el pánico . Zoraida comprendió que sus músculos poseerían un poderío parejo a su aspecto , y que era una buena manera de ponerlos a prueba mientras libraba la ciudad de esa criatura horrenda. Lanzando tristes gritos de auxilio, una madre caída al suelo en la fuga, veía horrorizada como la criatura se abalanzaba sobre su indefenso bebé. Pero algo detuvo al gigante. Era Zoraida, que asiéndole con el rabo, no le permitió avanzar ni un palmo más. Levantando sus descomunales brazos, en una especie de llave, consiguió voltear al gigante, que se derrumbó pesadamente al suelo. El dinosaurio pero, a pesar de su tamaño, demostró una agilidad sorprendente, pues rápidamente se irguió, y soltando un rugido estremecedor, se lanzó sobre la chica. Pero un descomunal puñetazo le hizo levantar la cabeza, mientras varias dientes saltaban, grotescas al suelo. Nuevamente el saurio lanzó su ataque...para recibir de nuevo otro descomunal manotazo que produjo el mismo resultado que el anterior. Todavía realizó el monstruo un tercer intento. Pero esta vez, Zoraida asió con sus manos las mandíbulas .Siguió un forcejeo de titanes. El tiranosaurio intentaba morder a la chica, pero los potentes brazos de ella le impedían cerrar la mandíbula de pesadilla. Durante unos segundos, la cosa pareció un empate. Pero pronto comenzó a abrirse la boca. Un poquito al principio. Algo más después. Hasta que , en un alarde de incontenible poderío femenino, Zoraida separó completamente los brazos, desgarrando completamente la quijada del reptil que, con un quejido grotesco, cayó exánime al suelo. El nuevo cuerpo de Zoraida, desde luego, se demostró bastante poderoso.