REENCUENTROS DE VECINOS HISTORIA 1 Elisa y Guillermo Por Esper, esper_cl@yahoo.es “Reencuentro de vecinos”, son historias de personas que fueron vecinos cuando niños en la calle “los gatos”. En esta historia 1 Guillermo encuentra a Elisa en la universidad. Ella es una chica alta y con conocimiento de artes marciales. **** EL REENCUENTRO EN LA SALA DE CLASES Este relato comienza en una universidad tradicional en Santiago de Chile en la carrera de economía. Era el mes de marzo y se iniciaba un nuevo semestre para los alumnos. La primera clase del tercer año correspondió a la cátedra de econometría. La mayoría de los alumnos se saludaron y conversaban amigablemente después de reencontrarse luego del periodo de vacaciones de verano. Uno de ellos, Guillermo, era nuevo puesto que se había trasladado de una universidad que estaba en la ciudad de Concepción. Sus padres se habían separado recientemente y el había optado por seguir viviendo con su madre y hermanos en la ciudad de Santiago, en la casa de sus abuelos. Su niñez la había pasado en Santiago y luego se fue a Concepción por el trabajo de su papá. Guillermo notó que todos sus compañeros se conocían y no parecían interesarse en conversar con él ni saludarlo. De todas formas no sintió rechazo ni comportamiento hostil. En un momento entró el profesor. Detrás de él entró una chica, la que sin duda era una alumna que venía a la clase. Esa chica era muy alta por lo que llamó la atención de sus compañeros. Sin embargo no la saludaron, lo que llevó a Guillermo a suponer que también era una alumna nueva. La chica se sentó a 4 puestos de Guillermo en la misma fila. Ella le pareció algo familiar a él aunque no estuvo seguro si se habían conocido antes. Comenzó la clase con la entrega de programas y el profesor destinó una buena parte a leerlo punto por punto y a comentarlo. Explicó que los alumnos tendrían que hacer algunos trabajos asistidos por el computador. Luego repasó conceptos previos de estadística para relacionarlos con las materias que iba a ver en el curso. Un poco antes del término de la clase el profesor pasó la lista para conocer a los alumnos y para comprobar que estaban inscritos en el curso. A Guillermo le tocó el turno de los primeros, puesto que su apellido comienza con la letra “A”. Cuando el profesor mencionó su nombre la chica lo empezó a mirar. Guillermo sintió el peso de la mirada. Luego en la letra “F” le tocó al turno a la chica cuyo nombre de pila resultó ser Elisa. Se miraron entonces y se reconocieron. “¡Memo!”, exclamó la chica. “¡Eli!” replicó Guillermo. Salieron de la sala y se abrazaron y besaron cálidamente como dos amigos que no se veían hace mucho tiempo. Guillermo: ¡Qué gusto me da encontrarte! Acabo de trasladarme desde Concepción. ¿Tú eres nueva acá también? Elisa: Si. Estaba viviendo con mi familia en Buenos Aires y llegamos el año pasado de vuelta a Santiago. Estudie 3 años economía allá y voy a seguir estudiando acá. Guillermo: Vamos a ser compañeros entonces, lo que me alegra mucho. Elisa: ¡Por supuesto! A mi también. Vamos a tener que hacer juntos los trabajos de econometría. Me acuerdo que tú eras muy bueno en matemáticas. Guillermo: Trato hecho. En la próxima clase nos anotamos juntos para el trabajo. Guillermo y Elisa se conocieron cuando eran niños, pues eran vecinos. El nombre de la calle en la que vivían es “los Gatos “ y está ubicada en un barrio de clase media alta de Santiago. Como todos, habían compartido muchos juegos en la calle y en la plaza cercana y se conocían con varios niños del barrio. Habían estado juntos en cumpleaños y tenían varias anécdotas infantiles. Dejaron de verse cuando a los 14 años Guillermo se fue a vivir con su familia a Concepción. Elisa era algo mayor que Guillermo y siempre fue más alta. El la recordaba de tez blanca con su pelo rubio oscuro rizado y largo, el que llevaba suelto a veces y con cola de caballo o trenza otras veces. Ahora su pelo lo llevaba más corto, tipo melena. Guillermo era de pelo castaño oscuro, tez algo morena y llevaba el pelo más largo que cuando niño y una barba de algunos días sin afeitarse. Probablemente el nuevo “look” de ambos les dificultó reconocerse. Elisa: ¿Tienes clases ahora? Guillermo: Tengo la hora libre, luego a las 12 tengo la clase de economía monetaria. Elisa: Yo también. Vamos a la cafetería entonces y nos tomamos un café. Guillermo: Vamos, y recordamos viejos tiempos. Se sentaron en una mesa y comenzaron a conversar amigablemente. Guillermo: Siempre fuiste más alta que yo. Antes eras más alta porque eras mayor y ahora eres más alta porque eres más alta simplemente. Elisa: Jajjajaa si ¿cuánto mides? Guillermo: 1,74, ¿y tú? Elisa: 1,82 Guillermo: Veamos. Yo acabo de cumplir 20 años. Tú debes tener unos 21 o 22. Elisa: tengo 21 y cumplo los 22 en junio. Guillermo: Y lo bueno para mi que ahora tengo mi guardaespaldas en la universidad, tal cual como lo fuiste en su momento. Elisa: Jajjajaa creo que nunca se te va a olvidar esa anécdota pugilística. Y yo tampoco la voy a olvidar. LA ANÉCDOTA PUGILISTICA Sucedió cuando Guillermo tenía 13 años. Había 2 niños que eran mellizos, a la fecha de unos 10 años. Eran bastante inquietos y algo molestosos, quizás más de lo común de chicos de esa edad. Habían tenido muchos altercados verbales con niños de la vecindad, entre ellos Guillermo. Una vez, este último fue colmado de paciencia y les dijo “pendejos de mierda”. En todo caso nunca hubo violencia física. Un día sábado Guillermo venía llegando a su casa como a eso del mediodía. Cuando pasó por fuera de la casa de los mellizos estaban estos en compañía de un primo que tendría unos 14 o 15 años, más alto y corpulento, bastante más desarrollado que Guillermo, quien a la fecha no llegaba a 1,60. Guillermo no recuerda bien las cosas que se dijeron, pero el hecho es que el primo le dio una bofetada. Cuando Guillermo lo increpó el muchacho mayor le dio varios golpes de puño y lo dejó con un ojo en tinta y con sangre de narices. Luego Guillermo se fue a su casa no sin antes decirle: “esto te va a costar caro”. El primo de los mellizos replicó: “cuando mis primos estén en la calle, tú te quedas en tu casa, o si no de daré otra paliza, recuérdalo”. En la tarde del mismo día Guillermo se encontró con Elisa, quien lo vio con las magulladuras en la cara. Elisa: ¿qué te pasó? Guillermo: Nada. Elisa: Memo, ¿cómo que nada? Tuviste una pelea. Anda, sabes que puedes confiar en mí. Cuéntame que pasó. Guillermo entonces le contó todo lo sucedido, y las amenazas que le había hecho el chico. Elisa: Mmmmm. Ese desgraciado se merece una lección. Guillermo: ¿Y quién se la va a dar? ¿Tú acaso? Elisa: Lo único que te digo es que merece una lección. Y la va a tener que recibir. Pasaron dos semanas. Un día en la tarde Guillermo fue a comprar a unos locales comerciales cerca de su casa. Se encontró con Elisa y decidieron irse juntos de regreso a sus casas. En el camino pasaron por una plaza, en el cual en ese momento no había gente. Guillermo vio venir en sentido contrario al chico que le dio la paliza. Ya habían averiguado que su nombre era Juan Carlos. Guillermo: Ese es el tipo. Su nombre es Juan Carlos. Elisa: Bien. Guillermo: No quiero irme por otro camino. No puedo andar arrancando de él. Elisa: No hace falta que lo hagas. No te preocupes. Quizás Elisa pensaba encarar a Juan Carlos, pero el caso fue que él lo facilitó. Cuando se cruzaron el muchacho se dirigió a Guillermo y le dijo en tono amenazador “Ten cuidado”. Elisa (dirigiéndose a Juan Carlos): ¿Cuidado con qué? Juan Carlos (algo asombrado): Él sabe. Elisa: ¿Él sabe qué? Juan Carlos: No es asunto tuyo. Elisa: Si es asunto mío. El es mi amigo y lo amenazaste. Y además el otro día le pegaste. Juan Carlos: Mira, yo hago lo que quiero y a ti no te tengo que dar explicaciones. Elisa: ¿O sea que estás dispuesto a pegarle de nuevo? Juan Carlos: Yo hago lo que quiero. Guillermo: Estás mal. No se debe ser violento como lo eres. Juan Carlos. Tú cállate imbécil o te doy otra paliza acá mismo. En esa fecha Elisa estaba próxima a cumplir 15 años. Aún le faltaban unos cuantos centímetros para su 1,82 definitivo, pero ya tenía una estatura imponente. Con todo, Juan Carlos era más alto que ella y corpulento. Elisa: ¿Por qué no intentas darme una paliza a mí? Juan Carlos: jajjaa, no me hagas reír. Eres mujer y puedo pegarle a hombres más grandes que yo. Elisa: Creo que no eres más que un cobarde. Y estás asustado. Juan Carlos: ¿Cobarde yo? Dicho eso tuvo la ocurrencia de mandarle un empujón a Guillermo, quien pierde algo el equilibrio y casi cae al suelo. Elisa entonces le da un golpe de puño que le da en la cara en pleno cachete. Juan Carlos acusa el dolor y se soba la parte adolorida. El intenta entonces darle un golpe de puño a Elisa, pero ella lo esquiva con facilidad. Siguen otros intentos de golpes, con el mismo resultado. Elisa le envía un golpe de puño, el que Juan Carlos elude, o más bien cree eludir porque al pasar el puño de Elisa de largo le da un codazo en la boca, la que empieza a sangrar. Juan Carlos se tomó entonces la boca adolorida. Elisa hace un amago de patada y cuando el chico baja las manos para detener la posible patada, ella le da una seguidilla de golpes en el pecho, la barriga y la cara, con lo que Juan Carlos cae al suelo. El se pone de pié y prueba con una sucesión de golpes de puño, los que Elisa desvía o esquiva uno tras otro, y ella logra encajar tres golpes más con lo que Juan Carlos vuelve a terminar en el suelo. El resultado fue que Elisa no recibió ningún golpe en tanto que Juan Carlos recibió unos diez de ella y terminó bastante magullado y adolorido. Juan Carlos: Está bien, ganaste esta vez, pero esto no se va a quedar así. Elisa: Si se va a quedar así. Porque si tengo que pelearme contigo otra vez vamos a encargarnos de que los mellizos y otros chicos vean la pelea, y te vas a arriesgar a quedar con mal con ellos. Ante eso Juan Carlos no supo que decir. Elisa: Mejor hagamos un trato. Demos nos todos la mano en símbolo de paz y no más peleas, que a nadie le ayudan. Juan Carlos: de acuerdo. Juan Carlos entonces le da la mano a Guillermo y a Elisa, y se va sin decir palabra. Una vez que se aleja los amigos comienzan a conversar. Guillermo: Es increíble todo lo que acabo de ver. ¿Eres karateca? Elisa: Si, pero promete que a nadie se lo vas contar. Guillermo: Lo prometo. ¿Qué cinturón eres? Elisa: Café, es el que está antes de llegar a negro. Y el examen para negro lo daré luego, y me siento en condiciones de aprobarlo. Guillermo: ¿Y no pensaste que quizás Juan Carlos podía ser karateca? Elisa: Mira amigo, un karateca nunca le va a pegar a un chico menor y mucho más bajo. Así que era lógico que no lo era. Todas las artes marciales tienen el predicamento que es para defenderse y nunca para abusar. Guillermo: Tienes razón. Después de esa paliza que Elisa le dio al chico, este no volvió a ser visto en la vecindad. Guillermo pensó que algo le dijo Juan Carlos a los mellizos, puesto que estos no volvieron a molestar ni a amenazar con palizas de su primo mayor. LOS AMIGOS SIGUEN CONVERSANDO EN LA CAFETERIA DE LA UNIVERSIDAD Guillermo y Elisa seguían tomando el café en la universidad y comentando esa anécdota pugilística. Elisa: ¿sabes? Me acuerdo que le conté a mi hermana mayor lo sucedido y me retó, me dijo que no debía haberme peleado, que lo mejor hubiera sido hablar con los padres de los mellizos o de él. Guillermo: Tú hermana mayor se llama Carla, ¿no es así? Elisa: Si, y cuando fue la pelea ella ya era cinturón negro. Guillermo: Quizás Carla tenía razón, pero Juan Carlos cambió totalmente después de eso. Elisa: ¿Cómo sabes? Guillermo: En las vacaciones de verano, hace un par de meses, me encontré con los mellizos en la playa. Ya están grandes y este año salen del colegio. Fue agradable y bien buena onda. Ellos se alegraron de verme y yo también. Elisa: ¿Y te dijeron algo de Juan Carlos? Guillermo: En un momento me preguntaron si yo sabía que le había pasado. Lo vieron llegar con moretones en la cara y el mismo les dijo que no era bueno pelear y que no debió haberme golpeado. Elisa: jajajajaj ¡qué buena! ¿Y les contaste algo? Guillermo: Nada, creo que eso quedará como un secreto entre él, tú y yo. Elisa: Es lo mejor. Guillermo: ¿Dónde estás viviendo? Elisa: En la misma casa donde fuimos vecinos cuando niños. Y no te había visto ahí así que supongo que vives en otra parte. Guillermo: Estoy viviendo donde mis abuelos, como a 10 cuadras de ahí. Mis papás se separaron. La casa donde vivíamos está arrendada Elisa: Entiendo. Vivimos cerca en todo caso. Guillermo: ¿Y seguiste practicando kárate? Elisa: Si, soy tercer dan, y te voy a pedir que no lo cuentes, igual que antes. Guillermo: Ok. No lo haré. ¿Te acuerdas que tú y tu hermana me estuvieron enseñando defensa personal después del incidente con Juan Carlos? Elisa: Claro que me acuerdo, era por si Juan Carlos te atacaba de nuevo. Pero al final no fue necesario. Guillermo: Pero me sirvió después. Elisa: ¿cómo te sirvió? ¿tuviste alguna pelea? Guillermo: En Concepción una vez en el colegio un compañero quiso pelearse conmigo, solamente porque le caía mal. Me dio un empujón y trató de golpearme. Recibí algunos golpes pero le esquivé otros y alcancé a encajarle un par, uno de ellos en la boca. Elisa: Sigue y ¿qué más? Guillermo: En eso los demás compañeros nos separaron a los dos. Como el compañero se dio cuenta que yo me sabía defender, no insistió más en pegarme. Elisa: Ja ja jajaja. Guillermo: Vieras como me acordé de ustedes en ese momento, y como les estuve agradecido. Como puedes ver las lecciones de tú y tu hermana al final me sirvieron. Me acuerdo que le sujeté el brazo igual como me enseñaron. Elisa: ¡Qué buen chico eres Memo! Lindo lo que me acabas de contar. Después de decir eso, Elisa se acerca a Guillermo y le da un beso en plena mejilla, sujetándole la cara. Guillermo notó en ese momento lo grande que era la mano de Elisa. Guillermo: Es bien grande tu mano por lo que veo. Elisa: Por supuesto. Si soy alta, y soy de pies grandes también. Calzo 42. Ella acerca su mano hacia Guillermo para que compararan tamaños. La mano de Elisa superaba la de Guillermo en largo y ancho y además era más gruesa. Guillermo: Debes ser bien fuerte. Elisa: Claro que lo soy. Además peso 78 kilos y no es gordura precisamente. Guillermo: ¿Estás con novio? Elisa: Si, se llama Javier y es un poco más alto que yo. Guillermo: ¿Es chileno? Elisa: Si, lo es. Nos conocimos hace unos 6 meses cuando llegamos de vuelta a Chile. Estudia derecho. Y tú, ¿tienes novia? Guillermo: No, estaba con una chica en Concepción, pero terminamos antes del verano. Elisa: Entiendo… Guillermo: ¿Y qué es de tu hermana Carla? Elisa: Ella tiene 26 años, no se ha casado y vive con nosotros. Es secretaria bilingüe y tiene un buen trabajo en una empresa extranjera. Dieron las 12, hora de la próxima clase y se fueron caminando juntos hasta la sala. LOS AMIGOS Y COMPAÑEROS HACEN TRABAJOS DE LA UNIVERSIDAD EN LA CASA DE ELISA Así pasaron días y semanas y los dos fueron retomando y desarrollando una amistad, a la vez que se transformaron en compañeros de estudio. A los trabajos de econometría se incorporó al grupo otra chica de la universidad, llamada Lisette. Las reuniones de trabajo se hacían normalmente en la casa de Elisa, ya que era la más grande. Guillermo era el que tenía mejor conocimiento y manejo de las materias, ya que siempre fue muy hábil en las matemáticas. Un día domingo estuvieron los tres trabajando en una de las tareas de econometría. Los padres de Elisa se encontraban fuera, al igual que su hermana, de modo que estaban los tres solos en la casa de Elisa. Se habían reunido en el comedor de la casa y estaban trabajando con dos computadores portátiles. A eso de las 6 de la tarde Elisa empieza a mostrar algunos signos de hastío de tanto trabajar. Elisa (dirigiéndose a los dos): Estoy cansada de tanto número. Salgamos un rato al jardín. Guillermo: Espera un rato, en una hora o dos a los sumo, habremos terminado. Elisa: No seas fanático. Todavía queda una semana para que se cumpla el plazo de entrega. Guillermo: Ten paciencia mujer, ya falta poco. Elisa: ¿Tú que dices Lisette? ¿Seguimos o salimos un rato? Lisette: No sé. Me da lo mismo. Decidan ustedes, yo soy más nueva en el grupo. Elisa: Bien, decidámoslo de alguna forma. Guillermo Bueno, mientras no sea a golpes de puños o patadas. Ambas se rieron de lo dicho por Guillermo. Lisette ya estaba enterada de que Elisa era karateca. Elisa se pone de pié y le dice a Guillermo que se pusiera de pie el también. Lo toma de la muñeca, con fuerza. Guillermo: ¿qué pretendes? Elisa: Solamente que nos relajemos un rato. Luego Elisa se agacha, toma a Guillermo por la pierna, manteniéndolo tomado por la muñeca, se incorpora y lo carga sobre uno de sus hombros. Guillermo: Ja jajajajjaa. ¡Estás loca! Elisa: Bueno, amigo, tú escoges. O nos vamos al jardín, o te tiro al suelo violentamente. Guillermo: Esto es trampa. Bueno, vamos al jardín. El comedor tenía una puerta que daba a la terraza, después de la cual seguía el jardín. Elisa mantenía a Guillermo cargado en su hombro y le dice a Lisette que abra la puerta del comedor para salir al exterior. Esta última accede y sale primero. Elisa sale con Guillermo cargado en sus hombros. Llegan al pasto y Elisa seguía con Guillermo cargado. Lisette reía con ganas sin dejar de mostrar algo de asombro. Lisette: Esto es lo que se llama una mujer fuerte. Guillermo: ¿Es que no me piensas bajar? Te vas a cansar teniéndome tanto rato en el hombro. Ella entonces mueve a Guillermo de modo que su peso queda repartido en sus dos hombros. Lo sujeta de una mano y por una pierna. Por si fuera poco, comienza a hacer flexiones de piernas, doblando las rodillas y alzándose con Guillermo cargado. Elisa: Puedo mantenerte un buen rato en mis hombros sin agotarme. Me cansa más la econometría que tu peso. Guillermo: jajajja así veo. Anda bájame. Elisa: ¿qué me das a cambio si te bajo? Guillermo: Lo que quieras. Elisa: mmm, anda, ocupa tu imaginación y dime que me vas a dar. Guillermo: bueno, te doy un beso en la mejilla. Elisa: Muy poco, tienen que ser dos besos en la mejilla y un abrazo. Y lo mismo para Lisette. ¿Estás de acuerdo Lisette? Lisette: jajjaja, si, por supuesto. Elisa baja a Guillermo y se soba los brazos y hombros. Guillermo: Bueno, primero le voy a dar el beso y abrazo a Lisette, porque quizás con que sorpresa me vas a salir. Las dos se ríen. Guillermo le da un cálido abrazo y dos besos en la mejilla a Lisette. Lisette: Mmm gracias. Elisa: Ya, te toca dármelos a mí ahora. Se acerca y le da un abrazo a Elisa tomando la por la cintura. Ella le coge sus manos y se las pone en los hombros de ella. Se agacha y alza a Guillermo por las piernas, con las él rodea el cuerpo de Elisa. En esa posición da dos besos bien intensos en la cara de Elisa. Luego lo baja. Elisa lo abraza por los hombros y le da un beso ella a Guillermo. Elisa: te quiero mucho, amigo. Guillermo: y yo a ti, amiga mujer maravilla. Lisette: Es impresionante lo que acabo de ver, te suponía fuerte dado tu estatura, pero no deja de impactarme. Si lo viera esto Javier tu novio, quizás se pondría celoso. Elisa: No debería ponerse celoso. Sabe que Guillermo y yo nos conocimos desde que tenemos uso de razón. Siempre fuimos amigos, y somos como hermanos. Lisette: ¿es la primera vez que lo cargas como lo hiciste? Guillermo: Si, es la primera vez, pero no estoy muy sorprendido, ya que se lo fuerte que es Eli. Elisa: Lisette ¿Quieres seguir asombrándote? Lisette: Claro. Elisa: ¿Cuánto mides y pesas? Lisette: 1,64 y 58 kilos. Pero si me vas a cargar a mí, eso ya no va a ser ninguna sorpresa. Elisa entonces cogió una silla y la puso en el pasto. Le dijo a Guillermo que se acercara, y que se mantuviera de pié con las piernas abiertas. Se inclina, mete su cabeza entre las piernas de Guillermo y se para con él en posición vertical cargado sobre sus hombros. Elisa: Sujétate Memo. Te voy a soltar. Guillermo obedece. Elisa: Lisette súbete a la silla. Lisette lo hace y se mantiene de pié. Elisa dobla sus brazos con el ante brazo en posición horizontal y le dice a Lisette que se suba. Se ve luego a Elisa cargando a los dos a la vez, a Guillermo sobre sus hombros y a Lisette en sus brazos. Los mantiene así durante unos 30 segundos, y luego baja a Lisette y a continuación Guillermo. Elisa: Bueno, eso es todo por hoy, ahora si me cansé. Lisette: ¡realmente impactante! Así, siguió desarrollándose la amistad de Guillermo y Elisa. Hay más que contar pero eso es tema de próximas historias.