LA PERSONAL TRAINER Por Alejandro B. Traducción de Rol Rever Mirándome en el espejo me di cuenta que me estaba haciendo viejo. Me había mantenido sin aumentar de peso y lucía bien cuando estaba vestido pero parado ahí, desnudo, en toda mi gloria, era obvio que estaba perdiendo terreno. Siempre he estado atento a mi estado físico y me he preocupado por hacer ejercicio, pero me faltaba disciplina para entrenarme de verdad. Incluso había acumulado en mi sótano suficiente cantidad y variedad de equipos como para abrir un gimnasio, pero a juzgar por lo que el espejo reflejaba no lo estaba aprovechando. La idea de contratar a un entrenador personal me había estado dando vueltas en la cabeza. Alguien que me forzara a permanecer en un estricto régimen de entrenamiento. Esta vez la idea no me salió por un oído pues resolví hacer algo al respecto. Paso^Â el día en el trabajo, entusiasmado por el gran estado físico que iba a obtener. Camino a casa me detuve en un gimnasio recién inaugurado en la vecindad donde vivía para ver si ellos me recomendaban un entrenador. El sitio era como un club de baile con sudor. Musculosos hombres y mujeres se ejercitaban al ritmo del sonido que emanaba de los alto parlantes. Menos mal que mi fláccido cuerpo de 1,73 mts de estatura permanecía oculto bajo el elegante vestido con que suelo ir a trabajar. Pregunté^Â a la recepcionista si ellos conocían algún entrenador personal a domicilio. Ella señaló sobre mi hombro y dijo algo pero el estridente sonido de la música a alto volumen, me impidió escuchar. Solo alcancé^Â a oír la palabra "ella". "Ella" era una visión para nunca olvidar. Estaba prácticamente encima de una mujer ligeramente sobrepasada de peso que luchaba con la m quina de ejercicios. Me daba la espalda, pero la vista de su cabello rubio, dorado y brillante, cayendo hasta la mitad de la espalda era suficiente para detener la respiración. Pero lo máximo era su trasero. Redondo y firme se balanceaba a medida que ella se movía, los músculos glúteos se insinuaban a través de sus apretados shorts. Debajo de su trasero perfecto había un par de piernas largas, esculpidas y musculosas. Yo no había pensado en una entrenadora mujer. Más bien había visionado a un tipo rudo y acuerpado que me avergonzaría por comparación impulsándome a entrenar con ahínco. Pero una entrenadora era una idea novedosa e intrigante, por decir lo menos. Después de todo si tenía que esforzarme con sacrificio en un duro entrenamiento por que^Â no hacerlo m s agradable con algo hermoso a la vista? Mentalmente construí mi discurso: "Hola, estoy buscando un entrenador personal; necesito alguien que haga visitas a domicilio donde tengo buen equipo". Toqué su hombro y alcancé^Â a balbucear algo sobre "buscando un entrenador" cuando ella me cortó: "espera a la entrada, terminar^Â en 15 minutos". La manera abrupta como me interrumpió fue una bendición, pues me salvé de la embarazosa situación de tartamudear delante de la más hermosa mujer que yo había visto en mi vida. La apretada camiseta corta que llevaba puesta apenas tapaba su busto firme y erguido que casi me tropieza cuando ella volteé. Su abdomen desnudo se veía hermosamente bronceado y con músculos muy bien definidos. Pero lo mejor era su rostro. Dos ojos marrones cuya mirada penetrante me taladraba y casi me volvía gelatina. Esperé^Â en la entrada pensando si me había metido en algo de lo que tendría que arrepentirme después. Decidí jugármela y ver que pasaba. Ella llegó y se detuvo a unos tres metros de mí, examinándome físicamente, escrutándome todo con la mirada. Luego se sentó en el brazo del sofá en el cual yo estaba sentado, mirándome desde su altura. Finalmente solté^Â mi discurso preparado, m s o menos. Sonriendo se presentó como Carina. Explicó que ella también trabajaba a domicilio pero sobre ciertas bases. La primera sesión de entrenamiento era instruccional y motivacional, dijo. Sería bastante larga. Ella tenía tiempo el próximo sábado. Enseguida acepté la cita. Solo faltaban 3 días para el sábado. Los pasé^Â haciendo dieta y ejercicios para estar en la mejor forma posible para nuestro encuentro. Sin embargo, tras la cena, me encontré^Â pensando sobre ese firme y exuberante cuerpo y esa hermosa cara. Finalmente me dormí con su imagen en mi cabeza y mi pene en la mano. Se demoró una eternidad la llegada del sábado. A la hora acordada ya estaba yo junto a la puerta de entrada vestido en mi nueva sudadera y zapatillas deportivas esperando que sonara el timbre. Cuando llegó enseguida abrí la puerta, con excitación. Para mi decepción Carina estaba vestida con una sudadera holgada y bastante usada. Obviamente, esto era solo un negocio. Bueno, de esperanzas también se vive. La guié^Â al sótano. Pareció complacida con los equipos de entrenamiento que allí tenía. Pasamos la mayor parte de una hora y media haciendo variados ejercicios. Me enseñó la secuencia adecuada de ejercicios. Me asombró como un pequeño cambio de postura puede implicar un cambio notable de trabajo muscular. Carina me hizo un calendario e incluso un horario que yo debía seguir estrictamente. Yo estaba impresionado por sus conocimientos y estaba complacido de mi decisión de embarcarme en este programa. Me dijo entonces que habíamos terminado la parte instruccional de la sesión y que ahora iniciaríamos la parte motivacional. Dijo también que necesitaba conocer como se veía realmente mi cuerpo para poder medir mi progreso futuro. Me dijo entonces que me quitara el suéter, camiseta, pantalones, sudadera, zapatos y medias. Esto me dejó con apenas unos calzoncillos de nylon. "Tienes potencial", dijo. "No mucha grasa; con algo de trabajo empezarás a mostrar alguna musculatura". Entonces, sin previo aviso, ella se quitó su sudadera, quedando solo con un pequeño bikini que parecía de vinílico. El sujetador apenas cubría sus pezones y las tiras parecían a punto de romperse por la turgencia de sus senos. La parte de abajo del bikini a duras penas cubría los labios vaginales evidentemente afeitados. Ella flexionó sus poderosos músculos e hizo varias poses de fisicoculturista, diciéndome que eso era a lo que yo debía aspirar. "Usualmente me gusta evaluar la fuerza y vigor de mis nuevos estudiantes", explicó. "He encontrado una muy eficiente manera de hacer esto mediante la lucha cuerpo a cuerpo, puesto que combina ambos elementos. Para instar a mis estudiantes a hacer el máximo esfuerzo yo generalmente ofrezco una pequeña apuesta. Si ellos ganan yo soy^Â su esclava por una hora, pero si yo gano ellos serán los míos. Interesado?" Me quedé^Â sin palabras, apenas pude asentir con la cabeza. "OK, - sonrió enigmáticamente Carina- vamos! Ella me agarró y yo la agarré^Â y ambos caímos a la alfombra en una masa confusa de brazos y piernas. Yo estaba sorprendido. Ella no era tan fuerte como parecía. Quizá s podría capturarme en una "llave" de lucha pero estaba seguro que podría liberarme con no mucho esfuerzo. Con alguna práctica, de seguro podría vencerla. Mi confianza empezó a flaquear como a los diez minutos de combate. Ya estaba respirando pesadamente y me dolían los brazos y el pecho del inusitado ejercicio. Carina me empujó lejos de ella, haciéndome rodar por el tapete. "Pareces agitado, muchacho. Creo que es tiempo de dejar de tontear". Agarrándome por el pelo me empujó hasta sentarme en el piso, entonces rodeó mi torso con sus fuertes piernas me había atrapado con unas "tijeras". Carina reía a medida que me exprimía con sus muslos poderosos. Me comenzaba a faltar el oxígeno pues era incapaz de inhalar. Mi cabeza palpitaba y pensé^Â que perdería el conocimiento. Solo entonces ella me soltó. Tirándome sobre mi espalda ella aprisionó mis muñecas entre sus gemelos y muslos y se colocó "a caballo" sobre mi cabeza de cara a mis pies. Carina clavó mi cara en su culo. Se sentó en mi cara sin miramientos. Yo yacía bajo ella tratando desesperado de respirar siquiera una bocanada de aire, chupando el aroma de su bikini azul. Apenas podía medio respirar, yo luchaba como un gusano intentando liberarme. Carina metió las manos dentro de mis calzoncillos y cogió mis pelotas. Mientras apretaba la oí decir: "Creo que he ganado la pelea, pero tan solo para estar segura de que estés de acuerdo, cuando consideres que estás derrotado puedes hacérmelo ver metiendo tu lengua en mi ano a través de la bikini". Dio un fuerte apretón a mis bolas para enfatizar mi situación. Durante unos 25 minutos permaneció sentada en mi cara, jugando con mi respiración hasta tenerme al borde del desmayo o la muerte. Saqué mi lengua y en medio de la oscuridad que envolvía mi cabeza busqué su orificio. Lo encontré^Â y empujé^Â mi lengua tanto profundo como pude. Después de darle a mis huevos un último apretón, Carina me soltó. Quedé^Â acostado de espaldas, exhausto, abatido, completamente vencido. Graciosamente ella me dio la vuelta colocándome boca abajo. Entonces abrió su maletín deportivo y extrajo algo. Sentí que ella me torcía los brazos a mis espaldas y luego el frío acero de unas esposas cerrándose alrededor de mis muñecas. Me volteé sobre mi espalda nuevamente y sentí que estaba amarrando algo a mis bolas y mi verga, pero no tuve fuerzas para levantar la cabeza y echar una mirada. Carina me jaló y me puso de rodillas. De pie^Â frente a mi, imponente y sudorosa, yo estaba excitado a pesar de mi condición tan embarazosa. Fue entonces cuando me di cuenta lo que le había hecho a mi masculinidad. Cuando mi pene empezó a hincharse una corriente dolorosa surcó mi cuerpo. Vi que mi miembro estaba atrapado por un aparato que constreñía mis testículos y pene. El dispositivo estaba cerrado con un seguro en la base del órgano alrededor del escroto. Carina sonrió cínicamente. "Solo un pequeño símbolo de tu esclavitud, debilucho". Carina se quitó el bikini, observando mi mueca de dolor cuando el metal de mi restrictor de pene mordía la carne sensitiva. Para incrementar la tortura ella restregaba su cuerpo caliente y húmedo contra el mío, agarrando mi cabeza con sus manos, friccionando su vulva en mi rostro, rozando la punta de mi nariz con su clítoris erecto. Soltándome, ella retrocedió para admirar a su cautivo, su presa indefensa. "Torturar es divertido pero no hay como culear, cierto esclavo?" Yo estaba de rodillas ante ella mas interesado en perder mi erección que en responder su pregunta, pues el dolor era inaguantable. De todos modos ella no estaba muy interesada en una respuesta. Ento2nces fue a su maletín y sacó un gigantesco consolador de 25 centímetros y un cinturón (strap on dildo). Carina colocó el diodo en su arnés, el cual mantenía su pene de plástico perfectamente erecto. Cuando se paró ante mi su falo se balanceaba delante de mis ojos. "Abre la boca y chupa, esclavo, ensaliva mi verga que ese ser el único lubricante que voy a usar en tu culo". Tomando mi cabeza por las orejas, Carina me penetró por la boca una y otra vez hasta que su pene chorreaba mi saliva. Cuando me lo sacó me estremecí con solo pensar en lo que vendría a continuación. Carina me jaló bruscamente y me colocó boca abajo y esparrancado en la banca de ejercicios con pesas. Se colocó detrás de mi y sentíí la punta bulbosa de su verga gigante rozando mi esfínter indefenso. De repente, con una presión firme que revelaba mucha práctica ella me penetró profundamente. Sentí como si me fuera a partir en dos. Demasiado débil para gritar, yo jadeaba y gemía calladamente a medida que Carina me culeaba, introduciéndome su duro pene en mi ano ardiente. Sus caderazos variaban, a veces lento y suave y otras veces tan violentos que mi cuerpo entero era lanzado hacia delante por su potente fuerza. "Con esos gemidos y lloriqueos pareces m s un cachorro que un hombre. Pero eso está bien, al fin y al cabo los cachorros son buenos con la lengua; ¨eres bueno con la tuya, mi perrito esclavo?". Carina se quitó el dildo dejándolo enterrado en mi culo. Volvió a su maletín y extrajo una fusta de montar. Me levantó de la banca y me puso de rodillas junto al extremo. Carina tomó posición en el borde de la banca, abrió las piernas y zampó mi cabezo en su vulva húmeda. La orden de chupar fue enfatizada por el primer fuetazo. Mi trasero ya de por sí adolorido por el falo plástico insertado hasta el fondo se convulsionó ante este nuevo ataque. Pero mi atención estaba centrada en la suave y palpitante vulva ante mis ojos. Lamí y chupé^Â como si mi vida dependiera de ello, quizás así era realmente. Mi actuación era guiada firmemente por la lluvia de golpes que Carina me propinaba con su látigo. Perdí toda conciencia del paso del tiempo a medida que el dolor y el placer entremezclados y el aroma y sabor de Carina inundaban mis sentidos. Carina estalló en un orgasmo y me lanzó hacia atrás, al piso. Vi en su mano derecha las llaves de mi restrictor de pene. Carina sonrió y me dijo: "Ahora tienes una decisión que tomar. Puedo removerte el aparato e irme pero nunca me volverás a ver. Seguirás siendo el mismo mediocre gusano que siempre has sido, inmerso en fantasías masturbatorias insatisfactorias. O puedes pedirme que te deje el arnés puesto cual cinturón de castidad. Te convertir s en mi esclavo, mi propiedad, sin la interferencia de tu pequeño e inútil órgano masculino tendrá s el tiempo y la energía completa para cumplir el extenso programa de entrenamiento que te pondré^Â. Tu meta e inspiración ser complacerme plenamente. Tu decides." Gateando y arrastrándome como un gusano, me estiré^Â hasta los pies de Carina y puse mis labios sobre sus dedos en gesto de sumisión total. "Bien", dijo, "Te llamar^Â mañana con la fecha y hora de la próxima sesión. Espero que cumplas todas las instrucciones que te he dado. A medida que tus condiciones físicas mejoren y te vuelvas más atractivo te usar^Â como recompensa para mis chicas más aventajadas, también clientes de mis servicios de entrenadora. Carina me quitó las esposas, empacó sus juguetes en su maletín, se vistió y se fue. Poco a poco recuperé^Â mis fuerzas, subí las escaleras hasta la cocina. En la mesa encontré^Â una factura de Carina. Cuatro horas de entrenamiento, cuatrocientos dólares. TRADUCCIÓN BY ROL REVER Visit: http://www.groups.yahoo.com/group/sentadasentucara Mail: semc2v@yahoo.com