La entrenadora The Trainer Unknown author Translation by Rol Rever Special translation for Diana The Valkyries site Mir ndome en el espejo me di cuenta que me estaba haciendo viejo. Me hab¡a mantenido sin aumentar de peso y luc¡a bien cuando estaba vestido pero parado ah¡, desnudo, en toda mi gloria, era obvio que estaba perdiendo terreno. Siempre he estado atento a mi estado f¡sico y me he preocupado por hacer ejercicio, pero me faltaba disciplina para entrenarme de verdad. Incluso hab¡a acumulado en mi s¢tano suficiente cantidad y variedad de equipos como para abrir un gimnasio, pero a juzgar por lo que el espejo reflejaba no lo estaba aprovechando. La idea de contratar a un entrenador personal me hab¡a estado dando vueltas en la cabeza. Alguien que me forzara a permanecer en un estricto r‚gimen de entrenamiento. Esta vez la idea no me sali¢ por un o¡do pues resolv¡ hacer algo al respecto. Pas‚ el d¡a en el trabajo, entusiasmado por el gran estado f¡sico que iba a obtener. Camino a casa me detuve en un gimnasio reci‚n inaugurado en la vecindad donde viv¡a para ver si ellos me recomendaban un entrenador. El sitio era como un club de baile con sudor. Musculosos hombres y mujeres se ejrcitaban al ritmo del sonido que emanaba de los alto parlantes. Menos mal que mi fl cido cuerpo de 1,73 mts de estatura permanec¡a oculto bajo el elegante vestido con que suelo ir a trabajar. Pregunt‚ a la recepcionista si ellos conoc¡an alg£nentrenador personal a domicilio. Ella se¤al¢ sobre mi hombro y dijo algo pero el estridente sonido de la m£sica a alto volumen, me impidi¢ escuchar. S¢lo alcanc‚ a oir la palabra "ella". "Ella" era una visi¢n para nunca olvidar. Estaba practicamente encima de una mujer ligeramente sobrepasada de peso que luchaba con la m quina de ejrcicios. Me daba la espalda, pero la vista de su cabello rubio, dorado y brillante, cayendo hasta la mitad de la espalda era suficiente para detener la respiraci¢n. Pero lo m ximo era su trasero. Redondo y firme se balanceaba a medida que ella se mov¡a, los m£sculos gl£teos se insinuaban a trav‚s de sus apretados shorts. Debajo de su trasero perfecto hab¡a un par de piernas largas, esculpidas y musculosas. Yo no hab¡a pensado en una entrenadora mujer. M s bien hab¡a visionado a un tipo rudo y acuerpado que me avergonzar¡a por comparaci¢n impuls ndome a entrenar con ah¡nco. Pero una entrenadora era una idea novedosa e intrigante, por decir lo menos. Despu‚s de todo si ten¡a que esforzarme con sacrificio en un duro entrenamiento ¨por qu‚ no hacerlo m s agradable con algo hermoso a la vista? Mentalmente constru¡ mi discurso: "Hola, estoy buscando un entrenador personal; necesito alguien que haga visitas a domicilio donde tengo buen equipo". Toqu‚ su hombro y alcanc‚ a balbucear algo sobre "buscando un entrenador" cuando ella me cort¢: "espera a la entrada, terminar‚ en 15 minutos". La manera abrupta como me interrumpi¢ fue una bendici¢n, pues me salv¢ de la embarazosa situaci¢n de tartamudeardelantede la m s hermosa mujer que yo hab¡a visto en mi vida. La apretada camiseta corta que llevaba puesta apenas tapaba su busto firme y erguido que casi me tropieza cuando ella volte¢. Su abd¢men desnudo se ve¡a hermosamente bronceado y con m£sculos muy bien definidos. Pero lo mejor era su rostro. Dos ojos azul intenso cuya mirada penetrante me taladraba y casi me volv¡a gelatina. Esper‚ en la entrada pensando si me hab¡a metido en algo de lo que tendr¡a que arrepentirme despu‚s. Decid¡ jug rmela y ver que pasaba. Ella lleg¢ y se detuvo a unos tres metros de m¡, examin ndome f¡sicamente, escrut ndome todo con la mirada. Luego se sent¢ en el brazo del sof en el cual yo estaba sentado, mir ndome desde su altura. Finalmente solt‚ mi discurso preparado, m s o menos. Sonriendo se present¢ como Donna. Explic¢ que ella tambi‚n trabajaba a domicilio pero sobre ciertas bases. La primera sesi¢n de entrenamiento era instruccional y motivacional, dijo. Ser¡a bastante larga. Ella ten¡a tiempo el pr¢ximo s bado. Enseguida acept‚ la cita. S¢lo faltaban 3 d¡as para el s bado. Los pas‚ haciendo dieta y ejercicios para estar en la mejor forma posible para nuestro encuentro. Sin embargo, tras la cena, me encontr‚ pensando sobre ese firme y exuberante cuerpo y esa hermosa cara. Finalmente me dorm¡ con su imagen en mi cabeza y mi pene en la mano. Se demor¢ una eternidad la llegada del s bado. A la hora acordada ya estaba yo junto a la puerta de entrada vestido en mi nueva sudadera y zapatillas deportivas esperando que sonara el timbre. Cuando lleg¢ enseguida abr¡ la puerta, con excitaci¢n. Para mi decepci¢n Donna estaba vestida con una sudadera holgada y bastante usada. Obviamente, esto era s¢lo un negocio. Bueno, de esperanzas tambi‚n se vive. La gui‚ al s¢tano. Pareci¢ complacida con los equipos de entrenamiento que all¡ ten¡a. Pasamos la mayor parte de una hora y media haciendo variados ejercicios. Me ense¤¢ la secuencia adecuada de ejercicios. Me asombr¢ como un peque¤o cambio de postura puede implicar un cambio notable de trabajo muscular. Donna me hizo un calendario e incluso un horario que yo deb¡a seguir estrictamente. Yo estaba impresionado por sus conocimientos y estaba complacido de mi decisi¢n de embarcarme en este programa. Me dijo entonces que hab¡amos terminado la parte instruccional de la sesi¢n y que ahora iniciar¡amos la parte motivacional. Dijo tambi‚n que necesitaba conocer como se ve¡a realmente mi cuerpo para poder medir mi progreso futuro. Me dijo entonces que me quitara el su‚ter, camiseta, pantalones de sudadera, zapatos y medias. Esto me dej¢ con apenas unos calzoncillos de nylon. "Tienes potencial", dijo. "No mucha grasa; con algo de trabajo empezar s a mostrar alguna musculatura". Entonces, sin previo aviso, ella se quit¢ su sudadera, quedando s¢lo con un peque¤o bikini que parec¡a de cuero. El sujetador apenas cubr¡a sus pezones y las tiras parec¡an a punto de romperse por la turgencia de sus senos. La parte de abajo del bikini a duras penas cubr¡a los labios vaginales evidentemente afeitados. Ella flexion¢ sus poderosos m£sculos e hizo varias poses de fisicoculturista, dici‚ndome que eso era a lo que yo deb¡a aspirar. "Usualmente me gusta evaluar la fuerza y vigor de mis nuevos estudiantes", explic¢. "He encontrado una muy eficiente manera de hacer esto mediante la lucha cuerpo a cuerpo, puesto que combina ambos elementos. Para instar a mis estudiantes a hacer el m ximo esfuerzo yo generalmente ofrezco una peque¤a apuesta. Si ellos ganan yo ser‚ su esclava por una hora, pero si yo gan¢ ellos ser n los m¡os. ¨Interesado?" Me qued‚ sin palabras, apenas pude asentir con la cabeza. "OK, -sonri¢ enigmaticamente Donna- ­vamos! Ella me agarr¢ y yo la agarr‚ y ambos ca¡mos a la alfombra en una masa confusa de brazos y piernas. Yo estaba sorprendido. Ella no era tan fuerte como parec¡a. Quiz s podr¡a capturarme en una "llave" de lucha pero estaba seguro que podr¡a liberarme con no mucho esfuerzo. Con alguna pr ctica, de seguro podr¡a vencerla. Mi confianza empez¢ a flaquear como a los diez minutos de combate. Ya estaba respirando pesadamente y me dol¡an los brazos y el pecho del inusitado ejercicio. Donna me empuj¢ lejos de ella, haci‚ndome rodar por el tapete. "Pareces agitado, muchacho. Creo que es tiempo de dejar de tontear". Agarr ndome por el pelo me empuj¢ hasta sentarme en el piso, entonces rode¢ mi torso con sus fuertes piernas ­me hab¡a atrapado con unas "tijeras". Donna re¡a a medida que me esprim¡a con sus muslos poderosos. Me comenzaba a faltar el ox¡geno pues era incapaz de inhalar. Mi cabeza palpitaba y pens‚ que perder¡a el conocimiento. S¢lo entonces ella me solt¢. Tir ndome sobre mi espalda ella aprision¢ mis mu¤ecas entre sus gemelos y muslos y se coloc¢ "a caballo" sobre mi cabeza de cara a mis pies. Donna se baj¢ el bikini y abriendo sus nalgas clav¢ mi cara en su culo. Yo yac¡a bajo ella tratando desesperado de respirar siquiera una bocanada de aire, chupando el aroma de su ano y vulva. Apenas pod¡a medio respirar, yo luchaba como un gusano intentando liberarme. Donna meti¢ las manos dentro de mis calzoncillos y cogi¢ mis pelotas. Mientras apretaba la o¡ decir: "Creo que he ganado la pelea, pero tan s¢lo para estar segura de que est s de acuerdo, cuando consideres que est s derrotado puedes hac‚rmelo ver metiendo tu lengua en mi ano". Dio un fuerte apret¢n a mis bolas para enfatizar mi situaci¢n. Saqu‚ mi lengua y en medio de la oscuridad que envolv¡a mi cabeza busqu‚ su orificio. Lo encontr‚ y empuj‚ mi lengua tanto profundo como pude. Despu‚s de darle a mis huevos un £ltimo apret¢n, Donna me solt¢. Qued‚ acostado de espaldas, exhausto, abatido, completamente vencido. Graciosamente ella me dio la vuelta coloc ndome boca abajo. Entonces abri¢ su malet¡n deportivo y extrajo algo. Sent¡ que ella me torc¡a los brazos a mis espaldas y luego el fr¡o acero de unas esposas cerr ndose alrededor de mis mu¤ecas. Me volte¢ sobre mi espalda nuevamente y sent¡ que estaba amarrando algo a mis bolas y mi verga, pero no tuve fuerzas para levantar la cabeza y echar una mirada. Donna me jal¢ y me puso de rodillas. De pi‚ frente a mi, imponente y sudorosa, yo estaba excitado a pesar de mi condici¢n tan embarazosa. Fue entonces cuando me di cuenta lo que le hab¡a hecho a mi masculinidad. Cuando mi pene empez¢ a hincharse una correinte dolorosa surc¢ mi cuerpo. Vi que mi miembro estaba atrapado por un aparato que constre¤¡a mis test¡culos y pene. El dispositivo estaba cerrado con un seguro en la base del ¢rgano alrededor del escroto. Donna sonri¢ cinicamente. "S¢lo un peque¤o s¡mbolo de tu esclavitud, debilucho". Donna se quit¢ el bikini, observando mi mueca de dolor cuando el metal de mi restrictor de pene mord¡a la carne sensitiva. Para incrementar la tortura ella restregaba su cuerpo caliente y h£medo contra el m¡o, agarrando mi cabeza con sus manos, friccionando su vulva en mi rostro, rozando la punta de mi nariz con su cl¡toris erecto. Solt ndome, ella retrocedi¢ para admirar a su cautivo, su presa indefensa. "Torturar es divertido pero no hay como culear, cierto esclavo?" Yo estaba de rodillas ante ella mas interesado en perder mi erecci¢n que en responder su pregunta, pues el dolor era inaguantable. De todos modos ella no estaba muy interesada en una respuesta. Entonces fue a su maletin y sac¢ un gigantesco consolador de 25 cent¡metros y un cintur¢n (strap on dildo). Donna coloc¢ el dildo en su arn‚s, el cual manten¡a su pene de pl stico perfectamente erecto. Cuando se par¢ ante mi su falo se balanceaba delante de mis ojos. "Abre la boca y chupa, esclavo, ensaliva mi verga que ese ser el £nico lubricante que voy a usar en tu culo". Tomando mi cabeza por las orejas, Donna me penetr¢ por la boca una y otra vez hasta que su pene chorreaba mi saliva. Cuando me lo sac¢ me estremec¡ con s¢lo pensar en lo que vendr¡a a continuaci¢n. Donna me jal¢ bruscamente y me coloc¢ boca abajo y espernancado en la banca de ejercicios con pesas. Se coloc¢ detr s de mi y sent¡ la punta bulbosa de su verga gigante rozando mi esf¡nter indefenso. De repente, con una presi¢n firme que revelaba mucha pr ctica ella me penetr¢ profundamente. Sent¡ como si me fuera a partir en dos. Demasiado d‚bil para gritar, yo jadeaba y gem¡a calladamente a medida que Donna me culeaba, introduci‚ndome su duro pene en mi ano ardiente. Sus caderazos variaban, a veces lento y suave y otras veces tan violentos que mi cuerpo entero era lanzado hacia delante por su potente fuerza. "Con esos gemidos y lloriqueos pareces m s un cachorrito que un hombre. Pero eso est bien, al fin y al cabo los cachorros son buenos con la lengua; ¨eres bueno con la tuya, mi perrito esclavo?". Donna se quit¢ el dildo dej ndolo enterrado en mi culo. Volvi¢ a su malet¡n y extrajo una fusta de montar. Me levant¢ de la banca y me puso de rodillas junto al extremo. Donna tom¢ posici¢n en el borde de la banca, abri¢ las piernas y zamp¢ mi cabezo en su vulva h£meda. La orden de chupar fue enfatizada por el primer fuetazo. Mi trasero ya de por s¡ adolorido por el falo pl stico insertado hasta el fondo en ‚l, se convulsion¢ ante este nuevo ataque. Pero mi atenci¢n estaba centrada en la suave y palpitante vulva ante mis ojos. Lam¡ y chup‚ como si mi vida dependiera de ello, quiz s as¡ era realmente. Mi actuaci¢n era guiada firmemente por la lluvia de golpes que Donna me propinaba con su l tigo. Perd¡ toda conciencia del paso del tiempo a medida que el dolor y el placer entremezclados y el aroma y sabor de Donna inundaban mis sentidos. Donna estall¢ en un orgasmo y me lanz¢ hacia atr s, al piso. Vi en su mano derecha las llaves de mi restrictor de pene. Donna sonri¢ y me dijo: "Ahora tienes una decisi¢n que tomar. Puedo removerte el aparato e irme pero nunca me volver s a ver. Seguir s siendo el mismo mediocre gusano que siempre has sido, iinmerso en fantas¡as masturbatorias insatisfactorias. O puedes pedirme que te deje el arn‚s puesto cual cintur¢n de castidad. Te convertir s en mi esclavo, mi propiedad, sin la interferencia de tu peque¤o e in£til ¢rgano masculino tendr s el tiempo y la energ¡a completa para cumplir el extenso programa de entrenamiento que te pondr‚. Tu meta e inspiraci¢n ser complacerme plenamente. Tu decides." Gateando y arrastr ndome como un gusano, me estir‚ hasta los pies de Donna y puse mis labios sobre sus dedos en gesto de sumisi¢n total. "Bien", dijo, "Te llamar‚ ma¤ana con la fecha y hora de la pr¢xima sesi¢n. Espero que cumplas todas las instrucciones que te he dado. A medida que tus condiciones f¡sicas mejoren y te vuelvas m s atractivo te usar‚ como recompensa para mis chicas m s aventajadas, tambi‚n clientes de mis servicios de entrenadora. Donna me quit¢ las esposas, empac¢ sus juguetes en su malet¡n, se visti¢ y se fue. Poco a poco recuper‚ mis fuerzas, sub¡ las escaleras hasta la cocina. En la mesa encontr‚ una factura de Donna. Cuatro horas de entrenamiento, cuatrocientos d¢lares. TRANSLATION BY ROL REVER