TORERA By Cyrus Map Advertencia: Historia para adultos. Si no alcanzas la mayoría de edad legal debes abstener de seguir leyendo. Lo siento. Agradeceré vuestras opiniones: cyrus.map@hotmail.com TORERA En la suite imperial del Royal Magnolia, el más lujoso hotel de la ciudad, la noche fue muy movida. Sin cesar, un numeroso puñado de vigorosos individuos se habian turnado permanentemente para practicar el sexo con torera. La extenuación y el cansancio se había apoderado de todos, sin que Torera hubiera desfallecido ni por un momento. De hecho, todos se debatían dolorosamente, alguno incluso con heridas serias, puesto que la presión de los colosales músculos de la Maestra, aún a pesar de que ella contenía su fuerza, había resultado excesiva para demasiados. De pronto, el secretario de Torera irrumpió en la agitada alcoba: -"Disculpe, señora, es la hora". Con voz firme y gesto imperativo, aunque no maleducadamente, Torera ordenó a todos que abandonaran rápidamente la estancia. Lastimosamente y muy despacio, todos los orgullosos sementales que horas antes habían aceptado guasonamente los términos del envite, tuvieron que evacuar la sala para permitir que Torera se adecentara y se preparase para la inminente Fiesta. Los clarines de la Plaza anunciaron vibrantemente el inicio de la Corrida. Destacándose marcadamente en el grupo del Paseíllo, la imponente figura de Torera en traje de luces desencadenó en el respetable una inenarrable ovación. No era para menos. Los altos tacones de Torera elevaban a más de dos metros su impresionante figura. El ajustadísimo Traje de Luces no ocultaba, antes bien enaltecía, su escultural cuerpo. Las curvas femeninas estallaban rotundas por doquier, y la descomunal musculación exhibía su rutilante reciedumbre reforzando aún más la sensual feminidad de la Maestra.A pesar del tamaño, del gigantesco volumen de masa corporal, los movimientos elegantes y sinuoso de Torera, se asemejaban a los de una bailarina. Los muslos más recios, rellenos e impresionantemente definidos proyectaban con masiva presencia su naturaleza casi sobrenatural. Sobre un redondo y fortísimo trasero se erguía una cintura sorprendentemente esbelta que reforzaba aún más si cabe la anchura sin control de sus hombros, poderosamente destacados por rotundas esferas grácilmente erigidas sobre una espalda masiva que apenas ocultaba su rocosa esencia la ajustada chaquetilla del tarje de luces. La masa de pectorales monstruosamente proyectaba hacia delante y hacia arriba sus descomunales senos, tan recios que no precisaban de sujetador alguno para contraponerse orgullosamente a los dictados de la fuerza de la gravedad. Los pezones, grandes como dedos y contundentemente recios, infringían tanta presión sobre la rígida chaquetilla que esta era incapaz de ocultarlos y se mostraban desafiantes ante el anonadado público. Los brazos colosales, enfundados por unas mangas amorosas, enseñaban sus poderosas formas mientras inducían a pensar en una fuerza de vigor colosal dado el grosor insospechado que lucían. El rostro, dulce y delicado, culminaba con la gracia de unos labios carnosos y la profundidad marina de unos ojazos enormes, el aspecto clamorosamente sobremundano de Torera. Su larga cabellera rubísima, recogida en el moño reglamentario, reflejaba con dorados destellos los rayos de sol de aquella tarde estival. Torera se quedó en el centro del ruedo, mientras los clarines advertían el inicio de la Corrida. Las puertas se abrieron de par en par y un cuadrúpedo lustroso, de imponente figura. Se trataba de Azabache, el poderoso mihura, producto de la crianza más estricta, resultado de la más sabia ingeniería genética. Se trataba de un toro bravo puro, poseedor de todos los dones atribuibles a la más estricta caracterización del toro de corrida, pero al que la selección y la ciencia habían convertido en un monstruo enorme, de mas de dos mil quinientos Kilogramos de fibra, braveza, empuje, energía y músculo. La carrera de Azabache dejó el público sin aire, sus pezuñas lanzadas al galope producían un ruido sordo a la par que unas vibraciones amenazantes. Sus enormes astas eran gruesas como un árbol y terminaban en unas puntas afiladas y temibles. Azabache proyectaba la viva imagen del poder incontenible y la fuerza contundente del espíritu salvaje e indomable. Torera no se inmutó por la gigantesca fiera que tenía enfrente. Con talle herguido, gesto decidido y figura altiva, lo retó. Una tras otra fueron sucediéndose las elegantes capeas, que movieron al respetable a soltar sonoros -"Ooolé" Llegó la suerte de banderillas, que no pudieron clavarse, puesto que la acerada piel del toro destruía las puntas. Pero el bravo, enfurecido, cargó con fuerza imprevista, no contra Torera, sino contra el caballo del picador. A pesar del certero puyazo del jinete, la corneá del astado jurásico lanzó a caballo y caballero por los aires, a varios metros de altura. Azabache se propuso culminar su ataque destrozando al pobre picador que aturdido por el vuelo decubrió horrorizado e impotente la acometida del toro. Torera se interpuso entre ambos. Con sus manos agarró las astas del gigantesco animal, a pesar de que sus manos no podían abarcar, ni mucho menos, el diámetro del cuerno. Las leyes de la física, inexorables, no dejaron de actuar. 2500 Kg a la carrera no podían contenerse en seco por los 400kg de la matadora. Pero los pies, fuertemente clavados en el suelo, marcaron un fuerte surco que demostraba que la resistencia de la mujer era inmensa. Y apenas llegó a retroceder un metro. Azabache no pudo seguir adelante. Resoplando y mugiendo rabiosamente, no conseguía doblegar la chica. Pero torera contraatacó. Y Azabache comenzó a retroceder, furioso e impotente, bajo la fuerza incontenible de los músculos de la bella. Cuando quedó bien claro en qué campo se encontraba la superioridad, Torera giró las manos, obligando a girar la poderosa cerviz de Azabache. El enorme cuello de la bestia no pudo contraponer su fuerza muscular a la de la sobrehumana hembra. Y Azabache acabó derrumbándose estrepitosamente en el suelo. El respetable no pudo contener la risa, mientras se levantaba en estruendosos aplausos. Y llegó la suerte final. A la vista de la imposibilidad de rematar la faena con el estoque, visto qué había sucedido con las banderillas. Torera se inclinó por un sistema menos ortodoxo, pero igualmente eficaz. Nuevamente retó a Azabache. Cuando este embistió ferozmente con todas sus fuerzas, Torera le descargó un descomunal puñetazo. La cabeza del toro se ladeó grotescamente, mientras de su bocaza enorme salían grandes espumarajos de saliva. El público no daba crédito a sus ojos, y respondía con clamorosos -"Ooolés" cada derechazo de Torera. Azabache estaba ya tambaleante y casi exhausto. Pero forzado por su orgulloso machismo, de nuevo atacó a la mujer. Pero el tercer puñetazo de torera no pretendió simplemente aturdir el gigante. Como un cañonazo retumbó en toda la Plaza el golpetazo colosal, acompañado por un seco y también fuerte chasquido de los huesos del cráneo hundidos por la imparable fuerza de Torera. El público guardó un silencio sepulcral durante unos segundos Pero enseguida se desató una larguísima salva de atronadores aplausos. Torera saludó cortésmente. Y se dirigió hacia el cadáver de Azabache. Con ambas manos, consiguió cargárselo a los hombros. Y se dispuso a dar la vuelta al ruedo con su descomunal trofeo sobre ella. Y al llegar frente la tribuna presidencial, sacudido su cuerpo por el característico temblor de la atleta que hace acopio de energía, lentamente levantó los brazos, sosteniendo en vilo el inmenso toro muerto por encima de su cabeza. Con su trofeo asido de tal guisa, Torera dio lentamente la vuelta al ruedo desencadenando el frenesí más inenarrable ante un público exultante como nunca se había podido ver en esta histórica plaza. Cyrus Map