LAURA, UNA EMPRESARIA INCREIBLE, PARTE 2 Por Esper, esper_cl@yahoo.com El desafío y el honor del pago de las apuestas. Tal cual lo habíamos planeado, pasamos el sábado juntos. La posibilidad de que durmiéramos juntos se produjo. Ese domingo decidimos ir a almorzar al club Regatas que queda en el mismo Lima en la costa. Laura era socia de él Llegamos temprano con la idea de pasear un rato antes de almorzar. Entramos al bar donde se pasaba previo al restaurante. En una mesa había cuatro hombres de alrededor de 35 años. Estaban con tenida deportiva y raquetas de tenis en el suelo. Seguramente habían jugado un partido de dobles. Dos de ellos estaban frente a frente con los codos sobre la mesa, con las manos tomadas, forcejeando. Laura los conocía a todos y se detiene para saludarlos. Los dos que no estaban en la contienda de vencidas, saludan a Laura. Al cabo de unos instantes uno de los que estaba forcejeando logra vencer al otro. Saludan a laura también. Laura: Hola chicos, gusto de verlos. Les presento a Anselmo. Yo: Hola, gusto de conocerlos. Veo que tienen un lindo club acá. Notan mi acento y me preguntan si soy chileno. Les dije que si. Comenzamos a conversar unos instantes y Laura les contó que estaba trabajando en Lima en la cadena de tiendas chilena. En general se veían cordiales, salvo uno de ellos llamado Leandro. Era uno de los dos que miraba mientras otros dos de ellos hacían vencidas. Leandro: Ah, eres de los chilenos que ahora nos invaden económicamente. Creí que el no pensaba eso de verdad, sino que estaba buscando ser pesado y poco amigable. Yo: Francamente no lo llamaría invasión económica, sino negocio y prosperidad para ambos países. Leandro: Eso que dices es economía barata. Yo: Pues, no voy a decir nada más. Vine a relajarme acá y no a discutir. Leandro: Jajá jajá, Típica respuesta de chileno. Pienso que son muy débiles, apuesto que cualquier de nosotros te gana en vencidas. Yo: Quizás si, quizás no Leandro: vamos te reto a una vencidas. Yo: Otro día, ahora vamos a almorzar. Leandro: Estás dejando mal a tu país, dejas la impresión de que los chilenos son unos cobardes. Me quedé mudo un par de segundos y lo miré. Pensé que no me quedaba más remedio que aceptar su reto. El tipo se veía bastante fuerte. En eso interviene Laura. Laura: ¡estás siendo mal educado, Leandro! Esa no es la forma como tratamos a los extranjeros. Leandro: No te enojes Laura. Se trata sólo de vencidas, pero creo que tu amigo se nos acobardó. Laura: Veamos Leandro, te propongo algo. Mi amigo es más fuerte que yo, así que si quieres hacer vencidas con él, tendrás que hacerlas conmigo primero. Si me ganas, luego las harás con él. Leandro se quedó mudo, perplejo. Sus amigos comenzaron a reír. Laura: Vamos, Leandro. ¿Aceptas mi desafío? Gáname a mi primero y Anselmo es todo tuyo. Leandro: Laura, Laura. Se que estás en buena forma, pero eres mujer, y, perdona que te lo diga, pero los años no pasan en vano. Laura: ¿Qué edad tienes? Leandro: 34 años, ¿porqué? Laura: Bien no tendrás miedo que una "vieja" de 47 años como yo te venza. No me gustaría usar contigo la palabra "cobarde", como lo hiciste hace un rato. Para mi resultaba claro que esa insinuación de Laura era como decirle cobarde sin decírselo, y que el tipo iba a tener que enfrentarla, sin alternativa. Leandro. Como quieras Laura. Hagamos vencidas. Laura se sentó frente a Leandro. Se tomaron de la mano y comienza el duelo. Leandro intenta hacer fuerza para mover rápido el brazo de Laura. Para su sorpresa, no lo logra. La mira y lo único que ve es una sonrisa. Laura (dirigiéndose a mí): Vamos a ir a almorzar luego, Anselmo. Esto no lo toma más de un minuto. Una vez que dijo eso, comienza aplicar fuerza y dobla el brazo de Leandro en dos segundos, sin que él pudiera oponer resistencia. Laura: Bien. Esto ya se terminó. Mira entonces a los amigos de Leandro, recorriendo con su mirada la de ellos uno por uno. Parecía estar diciendo "¿alguien más quiere hacer vencidas conmigo?". Ninguno de los otros tres quiso interpretar de esa forma la mirada de Laura. Laura: Vamos Anselmo. Hasta la vista chicos Ellos se despiden de ella con un "chao Laura", casi en coro, sin decir nada más. Nos fuimos y nos sentamos en la mesa. Yo: Nunca dejas de asombrarme. ¿Crees de verdad que soy más fuerte que tú? Laura (me toma la mano y sonríe): Pues, ¿qué crees tú? Yo: Creo que podría cargarte de dos de las formas como lo hiciste ayer conmigo, pero pienso que tú eres mucho más fuerte y te admiro por eso. Laura (me da un beso en los labios): Gracias, eres muy halagador. Yo: me siento muy a gusto contigo. Y no es tanto porque seas fuerte, simplemente siento que congeniamos muy bien, Y me gustas mucho. Laura: Pues, yo pienso lo mismo. Se que te atrae mucho mi fuerza, pero lo importante es que nos sintamos a gusto el uno con el otro. Nos volvimos a besar Laura: pasando a otro tema, mi hija Fernanda quiere celebrar su cumpleaños el próximo sábado con una parrillada en nuestra chacra en la Cieneguilla. Va a invitar a sus amigos. Yo: ¡qué bien! ¿Y piensas ir? Laura: Claro, ella quiere que yo esté y yo también quiero estar con ella. Además como van a ir bastantes jóvenes de su edad, quiero estar presente para que no haya problemas. La mayoría son chicos sanos y educados, pero uno nunca sabe... Yo: Pienso que tienes razón. Laura: Te quisiera pedir que estés con nosotros ese día, y así aprovechamos de compartir con las chicas. Yo: me da mucho gusto que me pidas que esté allá. Cuenta conmigo para ese día. Terminamos de almorzar. Cuando salimos del restaurante nos encontramos nuevamente con los cuatro de las vencidas. Estaban conversando en la mesa. Al vernos uno de ellos, que se llamaba Carlos, dice: "Laura, nos impresionó como le ganaste a Leandro. Eres realmente muy fuerte, queremos que hagas vencidas con el resto del grupo". Los otros tres, incluyendo a Leandro nos miraron como asintiendo lo que decía Carlos. Laura: ¿Están locos? No soy una profesional de las vencidas, ni artista circense, ni nada por el estilo. Así que olvídenlo. Carlos: Vamos Laura. De todas formas vas a hacerte famosa en el club. Laura: ¿Quéeeeeee? ¡Oigan! lo de las vencidas fue sólo un juego entre nosotros. No quisiera hacerme famosa como mujer fuerte. Espero que no lo anden comentando por ahí. Carlos: Vamos Laura. Haz vencidas con nosotros y te prometemos que esto nadie más lo sabrá. Ante el último comentario de Carlos, los demás la miraron como respaldando lo que decía su vocero del grupo. Lo dicho por él, más que una amenaza pareció una negociación. Así fue como lo quiso entender Laura, al menos. Vi que ella pensaba unos instantes. Laura: Vamos viendo. Hagamos lo siguiente. Yo voy a hacer vencidas con uno de ustedes. Si gano, los espero a los cuatro mañana lunes a las 19 en mi departamento para que me limpien los ventanas por dentro. Carlos: No, el trato es que si haces vencidas, ganes o no, no vamos a contarlo. Laura: Señores, ustedes son unos caballeros, si cuentan lo de las vencidas me voy a molestar con ustedes y pensaré que no lo son. Con lo último que dijo, Laura sacó de la negociación el tema que los muchachos pudieran contar lo logrado por ella. Fue su primer triunfo. En eso interviene Gustavo, otro de los integrantes del grupo. Gustavo: Tienes razón Laura. En nombre del grupo me comprometo a que no lo contaremos. Los otros tres asintieron Leandro: ¿Y si tú pierdes las vencidas? ¿Cómo piensas pagar la apuesta? Laura (reaccionando rápido): Pues, los invitaré a los cuatro a un buen restaurante. Hubo entonces una pequeña deliberación entre los muchachos. Aceptaron la apuesta de Laura. Carlos: Trato hecho. Tenemos que ver ahora, quien de nosotros va a ser tu contendor. Laura: Eso decídanlo entre ustedes. Empezó la segunda deliberación del grupo, esta vez sobre quien iba a ser el contendor. Leandro quedo descartado, pues ya había hecho vencidas con Laura. Los otros tres estaban ansiosos por ser el representante, ya sea que ganara o perdiera. Finalmente lo decidieron tirando un dado y el que obtuviera el número más alto enfrentaría a Laura. Roberto, el cuarto integrante, fue el escogido por el azar. Era un tipo de mi porte más o menos y muy atlético. Después supimos que eso fue esperanzador para el grupo, puesto que en vencidas previas Roberto había vencido a Leandro. Se sentaron frente a frente para iniciar las vencidas. Laura: Bien Roberto, ¿con cuál brazo quieres que lo hagamos? Roberto: Con el izquierdo (seguramente pensó que ese sería el brazo más débil de ella). Laura: Bien, adelante Comenzó el forcejeo. Estuvieron unos 30 segundos sin mover el brazo el uno del otro. Luego Roberto empieza a tomar ventaja. Logra doblar el brazo de Laura hasta que éste se detiene a unos 10 cm. de la mesa. Intenta un esfuerzo adicional para rematar la competencia, pero no lograba que la mano de ella tocara la mesa. A todos nos parecía que eso era al último esfuerzo de Laura, desesperado, para no perder. Carlos: creo que nos estamos ganando una cena. Vamos pensando cual restaurante vamos a escoger. Entonces Laura mira fijamente a Carlos con una sonrisa enigmática. Manteniendo la mirada comienza a hacer fuerza. En un segundo los brazos de los contendores vuelven a la posición vertical del inicio del enfrentamiento. Se detiene unos instantes, y en otro segundo el dorso de la mano de Roberto toca la mesa. Laura había ganado una vez más. Se sueltan de las manos y cada uno se la soba. Laura: ¿Saben chicos? Me acabo de acordar que no les dije algo: soy zurda. Los cuatro y yo estallamos en una carcajada. A esas alturas de la reunión Laura ya no era una rival, sino una persona centro de mesa que nos estaba haciendo pasar todos un rato muy entretenido. Leandro: eres grandiosa Laura, te felicito. Roberto: Si, Laura, y mañana estaremos a las 7 de la tarde en tu departamento para limpiar los vidrios. Carlos: Así es, el honor es el honor. No te vamos a defraudar. Nos consideras unos caballeros, y queremos que sigas pensándolo así. Gustavo: Vas a tener las ventanas más transparentes de todo Lima. Te mereces eso y mucho más. Laura: Son muy lindos, chicos. Los espero mañana. No hagan compromisos para después porque mi depto es grande. Pónganse de pié que les voy a dar un abrazo y beso a cada uno. Los muchachos se pusieron de pié y disfrutaron el beso y abrazo de Laura. Yo: Nos vemos chicos. "chao Anselmo" dijeron al unísono. Nos fuimos y comenzamos a comentar lo ocurrido. Yo: ¿Es que nunca me vas a dejar de impresionar? Laura: Son buenos chicos, los conozco hace años y les tengo bastante cariño. El mismo Leandro, no es mal tipo, a pesar de las estupideces que te dijo. Yo: Ambos sabemos de negociación por nuestros trabajos. Y tú negociaste muy bien con ellos. Me fijé mucho en la tratativa más allá de la vencida misma. Laura: Si, tienes razón. Ahora bien, de habrás dado cuenta que fue una negociación en la que todos ganamos. Yo logré que me limpien las ventanas y ellos pasaron un rato agradable. Yo: Si, y yo también. Laura: Y además les voy a tener una rica cena después. Voy a prepararles unas pastas italianas que son mi especialidad. ¿Vienes mañana? Cuento con eso. Yo: Si, con el mayor gusto. Si quieres te llevo unos vinos. Laura: Me parece bien. Llegué como a las 18 del lunes al depto de Laura. Ella me pidió que acompañara a Martina, su hija mayor, la que mide 1,88, a comprar algunas cosas al supermercado. Volvimos exactamente a las 19. Nos encontramos con los cuatro muchachos, en la entrada del edificio. Habían decidido llegar juntos. Los cuatro estaban ataviados con traje y corbata, por lo que se notaba que habían vivido una jornada de trabajo. Cada uno cargaba un bolso deportivo. Yo deduje de inmediato que traían ropa apropiada para llevar a cabo la faena de limpieza. Martina los conocía a todos. Nos saludamos. Martina (Con extrañeza): ¿Y a que vienen acá a esta hora y con bolsos deportivos? Carlos: Pues venimos a limpiar las lunas de tu departamento. Luna es como denominan a los vidrios en Perú. Martina: ¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿quéeeee???????????? Martina estaba muy asombrada. Sabía que los cuatro muchachos pertenecían a familias adineradas, de la alta sociedad de Lima la que era bastante clasista, y no podía entender que su madre los hubiera contratado para eso. Leandro: Si, a eso venimos. Digamos que hicimos un "trato" con tu mamá. Varios de los que estábamos nos pusimos a reír. Martina seguía desconcertada. Subimos los 6 al ascensor. Los hombres, incluyéndome, medíamos entre 1,74 y 1,83, por lo que destacaba la mayor estatura de Martina. Estaba con tacones, los que pese a que no eran muy altos, bastaban para que superara 1,90. Martina: Bueno. No entiendo ¿alguien me puede explicar que ocurre? Yo: Es como dicen ellos, Martina. Vienen a limpiar las lunas. Es un poco largo de contar, luego tu mamá o yo lo haremos. Roberto: ¿Ves, Martina? Es como te decimos, No estábamos bromeando, aunque lo parezca. Llegamos al depto. Laura los saluda con un beso cálido a cada uno. Les da la bienvenida y les dice donde cambiarse. Leandro se queda unos instantes y comienza a hablar. "Sabes Anselmo, te voy a decir lo siguiente y quiero que Laura lo escuche. Creo que ayer estuve grosero contigo, y me quiero disculpar por eso." Yo: Bien amigo, disculpas aceptadas Nos dimos un apretón de manos. Laura comenzó a darles las indicaciones de donde limpiar. Les mostró la sala y los dormitorios a Carlos y a Gustavo. Ellos dos se quedaron trabajando. Por coincidencia, a Roberto y Leandro, que fueron los dos a quienes Laura derrotó en vencidas les correspondió el gimnasio. Se quedaron atónitos unos instantes al ver la cantidad de máquinas y pesas. Roberto: Y este lugar, ¿qué es? Laura: Bueno, lo que ves, es un gimnasio y todas esas máquinas y pesas son para hacer ejercicios. Leandro: ¿Y eres tú quien las ocupas? Laura: Mis hijas y yo, claro que soy yo quien más las ocupa. Leandro: Ahora entiendo la fuerza que tienes y como nos venciste. Laura (se ríe): Claro, no creerás que mi fuerza es gracias a una crema mágica para las manos. Todos nos reímos con ese comentario. Laura: tenemos que mover esta máquina de pesas. Acto seguido me da un guiño sin que Roberto y Leandro lo noten. Entonces toma una barra de acero con pesas en los dos extremos. No entiendo mucho de esos aparatos, pero vi que el mas grande de los rodillos tendría unos 30 cm. de diámetro, le seguía otro de unos 25 cm. y el más pequeño tenía unos 20 cm. Debían pesar una enormidad. Laura había cogido las pesas con las dos manos Estaban a la altura de su barriga y las sujetaba con los codos doblados. Laura: Leandro. Por favor toma este aparato y déjalo en el rincón. Pero ten cuidado que pesa mucho. Leandro tomó la barra con las dos manos. Laura comienza a bajar las manos poco a poco sin soltar las pesas, para que le peso pasara a Leandro y conforme lo hacía la pesa iba acercándose al suelo. Se veía que éste no iba a ser capaz de sostenerla como Laura. El aparato quedó finalmente en el suelo. Leandro tuvo que pedirle ayuda a Roberto para moverlo. Roberto: Eres increíblemente fuerte, Laura. Leandro: Si, ¿porque no nos haces una demostración?. Laura: No señores, al menos no por ahora. Una demostración les costaría varias limpiezas de lunas. Eso último nos provocó a todos una carcajada. La limpieza terminó algo pasada las 21. Cuando terminaron, Laura les dijo que se asearan, ya que les tenía preparada una cena. Nos sentamos en la mesa. Éramos siete en total ya que Martina nos acompañó. En un momento anterior le habíamos explicado a ella el motivo de la visita de los cuatro. Me correspondió abrir el vino y servirlo. Carlos: Bueno, si me permiten quiero dirigir el brindis en nombre de los cuatro. Y brindo por nuestra nueva reina amazona Laura: Gracias Carlos, eres muy amable. Carlos (mira a Martina): Y por nuestra princesa amazona también brindamos. Martina. Huy, ¡que galante!, gracias. Yo: Yo, que he sido testigo del desafío, brindo por el honor y la caballerosidad del pago de las apuestas. "Gracias Anselmo, salud" dijeron los cuatro amigos. La cena estuvo muy agradable y alegre, llena de bromas, respuestas y contra respuestas. Me quedé con la idea de que Laura había ganado cuatro admiradores, que le serían muy fieles en el futuro. El tiempo me daría la razón, pues Laura iba a enfrentar próximamente problemas un tanto más serios. Continuará....