Sofía, Verónica y Raul. Parte 1. Los protagonistas By Dan the diverman dmmbsr@gmail.com Una historia de infidelidad y músculos desde todos los puntos de vista. ----------------------------------------------------------------------- He decidido escribir una historia diferente. Narro los mismos hechos desde el punto de vista de cada uno de los protagonistas. La experiencia me ha encantado, pero no se si es algo personal, Agradecería mucho que me comentaseis vuestras impresiones; siempre son bienvenidas las críticas y los comentarios. ----------------------------------------------------------------------- …Raúl… Podría decir que este año está siendo aciago. Mi vida hasta ahora había discurrido muy feliz. Mis padres me pudieron pagar una carrera en el extranjero, apenas con 29 años ya soy un arquitecto con trabajo, que en estos tiempos que corren es milagroso, pero mi especialización en rehabilitación histórica, unido a las relaciones de mi familia con determinados órganos de poder, me ha abierto muchas puertas. Conocí a Verónica al llegar a España, simplemente coincidimos en el tiempo y en el espacio; cuando monté mi estudio usé los servicios de una empresa de mobiliario de oficina y Verónica fue la comercial que me atendió. La primera vez que la vi aparecer por la puerta me encandiló, su metro ochenta, melena larga rubia, cuerpo atlético y sonrisa embaucadora, me enamoraron, ni que decir tiene que terminé comprando prácticamente todo el catálogo; cuando terminé mi relación laboral con ella le pedí una cita y contra pronóstico aceptó. Salimos durante cuatro años, que los recuerdo como los más felices, éramos la pareja perfecta, hasta el punto que decidimos casarnos. Decidimos que la mejor manera de invitar a la gente a la boda era personalmente, poco a poco, así que nos dedicamos durante más de un año a visitar a cada uno de los familiares y amigos para informarles de la buena nueva, así Verónica podría conocer a mis amigos de la infancia y yo podría conocer a sus viejos amigos. Éste proceso me llevó a conocer a Juan, un antiguo novio de Verónica, era un chico bien parecido, y las dudas de Verónica me hacían concluir que la ruptura no había sido limpia, pero los dos teníamos claro que nuestra relación estaba muy por encima de antiguos amores. No podía estar más equivocado; desde la visita a Juan, Verónica nunca fue la misma, pude ver como poco a poco se fue alejando de mi lado, las conversaciones eran escasas, incluso el tiempo que pasábamos juntos se iba reduciendo hasta que un día los sorprendí en mi propia cama engañándome, cuando faltaba apenas un mes para la boda. Tarde no más de una semana en cancelarlo todo, mudarme a otro piso y empezar a olvidarme de Verónica, aunque eso no iba a ser fácil. Llamé a cada uno de mis invitados para comunicar que la boda no se celebraría, sin dar más explicaciones; uno de mis amigos, Olivier, con el que había compartido los años más felices de la infancia, me insistió mucho en que pasase el verano con él, en el Rompido, Huelva. Ni que decir tiene que no me apetecía, pero lo cierto es que necesitaba una salida, las tardes se me hacían muy largas, las noches aun más; así que me decidí a aceptar su invitación, cogí el coche y tras ocho horas aparecí en la puerta de su casa; se trataba de un chalet a la orilla de la ría. Al llamar escuché como mi amigo bajaba a recibirme apresuradamente, al abrir la puerta, y ver mi cara comprendió mi estado de ánimo. -Este verano vamos a pasárnoslo muy bien, tengo planeadas muchas cosas, pero no te quedes en la puerta, pasa, quiero enseñarte la casa, y me tienes que contar, cuando te repongas del viaje, lo que ha pasado, y sobre todo, en que puedo ayudarte. -Ya habrá tiempo, lo cierto es que me gustaría olvidarme de lo que ha pasado; cuando lo supere te contaré con detalle los avatares que me han traído aquí. Me quita mi bolsa de viaje, se la cuelga al hombro y empieza a caminar en dirección a la puerta de la casa. Ahora que la veo un poco mejor, se trata de una casa de corte moderno, con mucho cristal, distribuida en dos plantas, y con lo que parece un sótano, que sorprendentemente no tiene acceso de vehículos, tan solo se adivina por unas ventanas bajas y un patio ingles que se ve al fondo. La puerta es de madera maciza, bordeada de cristales; ya antes de acceder al interior, se adivina un espacio diáfano, con vistas a la ría. Cuando llegamos a la puerta, ésta se abre abruptamente, y aparece una chica, de quizás 1,70m, guapísima, pelirroja, quizás unos 25 años, con una piel blanca, llena de pecas, ojos verdes y una sonrisa de oreja a oreja. -¡Cuanto tiempo! -dice mientras se me abalanza y me da dos besos- a juzgar por tu expresión no recuerdas quien soy, ¿verdad? -Lo siento, la verdad es que no te ubico, y no me lo perdono, no debería olvidar a una chica tan guapa. Se sonroja mientras Olivier le espeta -Por favor Sofía, deja a Raúl, no ves que está agotado del viaje, ya tendrás tiempo de hablar con él. Se retira tímidamente, mientras me disculpo por mi torpeza. -Perdona Sofía, no te había reconocido, la última vez que te vi eras tan pequeña que no me esperaba que te hubieses convertido en la mujer que eres ahora. Se sonroja aun más, mientras Olivier se apresura a pasar delante de ella y entrar en la casa; miro de reojo a Sofía, para ver como nos sigue con la mirada, la puerta me impide verla con más detalle; pero si puedo ver como sonríe, parece que le haya gustado mi reacción al verla. -No hagas caso a mi hermana. Se alegró mucho cuando le dije que venías a visitarnos; creo que aquí se aburre un poco y cualquier visita le entusiasma. Si se pone muy intensa, no dudes en decírmelo, te puedo garantizar que puede ser muy pesada. Lo miro sonriente -No parece que me pueda molestar, realmente creo que necesito estar activo, hablar con gente, quizás venga bien tener alguien cerca para relevarte cuando te canses de escucharme. Nos reimos, ya me siento mejor, ya ha merecido la pena el viaje. Aprovecho para ver el resto de la casa, se trata como se adivinaba desde el exterior de una planta bastante diáfana, un gran espacio dividido con pequeños escalones, que separan el espacio del comedor, del estar y de lo que parece un lugar de trabajo, todo abierto a una gran cristalera que se asoma hacia la ría y la manga de arena que hay enfrente. Justo delante de la casa, hay un embarcadero, con una planeadora, y ahora que me fijo, la ría está llena de barcos, la playa es diminuta, por lo que supongo que aquí, para disfrutar del agua, será necesario usar alguna embarcación. La parte de atrás del salón, muestra dos puertas, que supongo serán la cocina y algún aseo. A la derecha hay una escalera escultórica, de acero y vidrio que asciende a la segunda planta, donde se puede ver un balcón que asoma al doble espacio en el que nos encontramos. Las paredes están adornadas con motivos náuticos, grandes cuadros de barcos, cuadros de nudos, fotos de faros; está claro que en esta familia el mar está muy presente. -Sígueme, te enseñaré tu cuarto -dice mientras subimos la escalera. Ahora puedo ver que en la planta alta hay tres puertas únicamente, me lleva a la central, entramos se trata de un dormitorio en suite, con un baño cerca del acceso y una estancia de tamaño importante, con un pequeño balcón, que abre hacia la entrada a la casa. -Creo que aquí estarás cómodo, es un sitio muy tranquilo, descansa un poco si quieres, nosotros estaremos abajo, cuando quieras te reúnes con nosotros.-Dice dejando la bolsa sobre la cama. Me doy una ducha relajante, me tumbo sobre la cama, me centro en la tranquilidad, pierdo la noción del tiempo, cuando veo que empieza a oscurecer, me calzo unas chanclas y bajo a estar con mis anfitriones; bajo la escalera y veo a Olivier sentado en el porche trasero con un portátil, no veo rastro de Sofía; quizás sea así mejor. -Muy buenas, creo que se me ha hecho un poco tarde. -No te preocupes, tienes que estar cansado. Siéntate, tenemos que ponernos al día. -Dice indicándome que me siente frente a él.- Te puedo ofrecer algo de beber, hoy ha hecho calor y estarás sediento. Le pido una cerveza y cuando regresa le explico con todo lujo de detalles lo que ha sido mi vida en estos últimos años; como no podía ser de otra forma, empatiza conmigo, me anima. Pedimos una pizza y continuamos al fresco hasta altas horas de la noche; echaba de menos hablar con un amigo. Escuchamos como se abre la cancela de la parcela -Debe ser mi hermana, pensé que llegaría algo más tarde. Como te digo, me da la sensación de que aquí se aburre, apenas conoce a nadie. Escuchamos como se acerca por el lado de la casa y en la oscuridad de la noche resuenan sus tacones acercándose, el silencio acentúa la intriga, estamos los dos callados, esperando que aparezca. En mi caso, estoy ansioso por ver su aspecto. No decepciona, se ha enfundado un vestido negro, con algo de brillo, con un escote que le llega hasta el ombligo, dejando una visión clara de sus abundantes pechos, el pelo se lo ha recogido en dos coletas, que unido a las pecas le dan un carácter juguetón. El vestido se ciñe a la cintura, y desciende hasta las rodillas, donde se pueden ver las mallas que dan lugar a unos tacones de no menos de 10 cm, el contraste de su blanca piel con el negro vestido, y con el pelo rojo es muy evocador; pero lo que más me llama la atención son sus abdominales, se pueden ver bastante desarrollados. Sube hasta donde nos encontramos, con un andar sensual, provocando, me doy cuenta que no le he quitado ojo a esos abdominales hasta que la tengo a un metro de distancia. Me doy cuenta del ridículo que estoy haciendo cuando escucho: -Aquí arriba Levanto la mirada para ver la cara de un ángel, sonriente. -Me alegro de que te guste mi modelito, hoy no he tenido mucho éxito, solo se me han acercado maromos más calientes que el palo de un churrero. -dice con tono jocoso -Bueno, no me extraña, desde luego, si no estaban calientes, ya los has calentado tu. Estás arrebatadora. -digo justificando mi comportamiento incívico. Sofía sonríe alagada, mientras veo como Olivier se levanta -Yo estoy reventado, mañana podríamos salir a navegar un poco, me gustaría enseñarte esto; os dejo solos para que os pongáis al día. -dice mientras se mete en la casa. Nos despedimos y me quedo sentado donde estaba; veo como Sofía sustituye al hermano, se coloca enfrente mía. Me esfuerzo por no mirar su abundante escote, me centro en la belleza de su cara. Charlamos sobre lo humano y lo divino, me cuenta que éste año terminará la carrera y que no tiene claro su futuro; hablamos de las posibilidades laborales para una economista ahora mismo. Cambiamos a temas personales, le pregunto por sus amoríos, me sorprende, insiste en que aún no ha encontrado a nadie suficientemente bueno. Lo cierto es que está en posición de exigir; no solo por su cuerpo o por su cara, también por lo que transmite, por su interior; sus modales son exquisitos, su conversación amena; es políticamente correcta, estoy bastante impresionado. Transcurren las horas rápidamente, hasta que decidimos que si queremos aprovechar el día mañana, sería mejor que nos acostemos. Nos despedimos y subimos cada uno a nuestro cuarto. —o—o— …Sofía… Mi nombre es Sofía, actualmente tengo 25 años, mis primeros recuerdos son en la playa, con mi familia; cada verano viajábamos a un sitio diferente, siempre íbamos los mismos, mi hermano Olivier, mis padres y unos amigos de mis padres con su hijo, Raúl. Calculo que esos recuerdos que tengo serían cuando ya tenía cuatro años, por lo que Olivier y Raúl tendrían nueve; al ser una chica muy introvertida, no solía relacionarme demasiado, y recuerdo que pasaba muchas horas al día sola, espiando a mi hermano y su amigo; año tras año lo mismo. No es que lo pasara mal, al contrario, ver lo que hacían los “mayores” era muy entretenido, disfrutaba mucho; no me daba cuenta que había generado una admiración por Raúl, quería gustarle, disfrutaba cada vez que me dirigía la palabra. Cenábamos todas la noches juntos, las dos familias, generalmente Olivier y Raúl hablaban todo el rato entre ellos, tan solo se dirijían a nosotros para pedirnos el pan o el agua, pero el día que Raúl me preguntaba como había pasado el día, o como estaba, o simplemente me decía el calor que había hecho, me hacía la niña más feliz del mundo. Pasaban los años, ellos ya tendrían los 10 u 11 años, por lo que empezaron a interesarse por las chicas, yo tendría 6 ó 7, por lo que no tenía posibilidades; las chicas que les gustaban eran mucho mas mayores, ya habían empezado a desarrollarse, y yo no era más que una niña chica; pero no podía evitar estar colada por el mejor amigo de mi hermano; cuando los veía seguir a un grupo de chicas, o cuando los veía mirar descaradamente a las jóvenes en topless, me sentía fatal; pero la verdad es que no tenía razón de ser, nunca conseguían nada, las chicas mayores buscaban a su vez a chicos aun más mayores, por lo que ni Olivier ni Raúl les interesaban. Al año siguiente, los padres de Raúl no pudieron venir, por lo que nos dejaron a su hijo con nosotros; realmente sería la primera vez que compartiésemos techo. Ese año fue distinto, podía verlo recién levantado, al salir de la ducha, al lavarse los dientes, para mi era un disfrute, pero era ya un adolescente, con las hormonas desatadas; por las noches escuchaba ruidos en su cuarto que entonces no comprendía muy bien, hasta el punto que me alarmaba, pero cesaba al rato y rara vez volvía a sonar. Por entonces en mi inocencia dada por la edad necesitaba saber lo que pasaba, así que una noche me escondí en su armario, cuando lo vi entrar casi me derrito, me había enamorado con tan solo siete años, al verlo en paños menores me quedé impresionada, vi como se tumbaba en la cama, se quedaba un momento en silencio y al rato, sacaba una revista de debajo del colchón; no entendía lo que estaba pasando, yo estaba a contraluz, por lo que no podía ver la portada de la revista, la ojeaba un rato, pero poco a poco noté como su pene cambiaba de forma, no entendía nada, los calzoncillos se levantaban abruptamente, llegado el momento, liberaba el pene y se lo tocaba, todo eso era nuevo para mi, no entendía muy bien lo que estaba pasando, aumentaba el ritmo, sin quitar ojo a la revista, hasta que llegado un punto salía un líquido blanco, salpicando por todas partes. Yo estaba ojiplática, mirando el espectáculo, pasado un rato volvía a esconder en el mismo sitio la revista y limpiaba todas las salpicaduras de aquel líquido. Me quedé en el armario esperando, no quería que se enterase que había estado escondida en su cuarto, así que cuando se durmió, salí sigilosamente y me fui a mi cama; esa noche no dormí demasiado; no sabía lo que había pasado, pero desde luego, quería ver qué era esa revista. Al día siguiente, se fueron mi hermano y Raúl a la playa, así que aproveché para colarme en su habitación y buscar debajo del colchón la revista, lo que vi me sorprendió muchísimo; se trataba de un ejemplar de una revista que no había visto nunca: Woman Physique World, en la portada había una chica en bikini, morena, supongo que de unos 40 años (después me enteré que no pasaría de 25), pero lo que más me llamó la atención fue que estaba flexionando un brazo y tenía más músculos que mi padre, me fijé en el nombre de la chica: Sharon Bruneau, Canadian Bodybuilding Star, no se me olvidará aquello. No sabía que había chicas tan fuertes, con esos cuerpos. Ojee la revista, el interior estaba repleto de chicas como la de la portada, incluso con mayor musculatura. Dejé la revista donde la había encontrado y salí sigilosamente del dormitorio. No regresé en todo el verano. Aquella experiencia definiría mi vida desde entonces —o—o— …Verónica… Me llamo Verónica, mi historia la podría resumir en un par de lineas. Me crié en una familia bastante humilde, mi aspecto me granjeó muchas posibilidades; podríamos decir que no había ninguna chica más atractiva que yo en el barrio; los chicos siempre me abordaban, pero para salir del agujero donde me había criado, tenía que cuidar con quien me enrollaba. Siempre fui consciente que dependía de mi aspecto para triunfar en la vida, por lo que me he cuidado siempre muchísimo, he pasado incontables horas haciendo ejercicio, no he comido nada que tenga dudas si me puede sentar bien o no, no he fumado nunca; no bebo más que lo imprescindible; duermo un mínimo de ocho horas diarias; en otras palabras, mi vida está dedicada a mi cuerpo. Hace unos años conocí a Juan, era el chico más atractivo de mi entorno, éramos la pareja perfecta, captábamos las miradas de propios y extraños, se veían las miradas lascivas, el deseo en cada vistazo. Nuestra relación era muy intensa, derrochábamos pasión; en la cama éramos insaciables. El único problema era económico, apenas llegábamos a fin de mes; mi trabajo como dependienta en un supermercado y su trabajo como reponedor en la misma cadena, no nos permitía grandes dispendios, cuando llevábamos más de un año saliendo decidí que necesitaba salir con alguien con más poder adquisitivo, alguien que me diese todos mis caprichos, que como no podía ser de otra manera, eran carísimos. Una mañana, una compañera, me comentó que estaban buscando a una comercial para vender mobiliario de oficina, así que me llamé para concertar una entrevista y me presenté con la ropa más sexy que tenía. Cuando vi mi competencia por poco me muero de la risa, le sacaba una cabeza a cada chica; los hombres me miraban con temor; había visto esas miradas antes; mi cuerpo suele causar pavor, mis curvas, mis abundantes pechos, mi larga melena, pero sobre todo mis músculos tonificados impresionan demasiado. Esperé mi turno, mientras veía como uno a uno entraban a la entrevista. Cuando llegó mi momento, desplegué todos mis encantos; afortunadamente el entrevistador era un hombre, de mediana edad, al ver como me miraba me ajusté los pechos, y el trabajo era mío, creo que no me miró a la cara ni un momento, mis tetas lo habían embaucado; tampoco era la primera vez. La entrevista consistió en la negociación de cuanto era mi sueldo. Una semana después ya estaba trabajando con ellos. Con diferencia era la que más vendía; era muy difícil no ceder a mis encantos. Cuando mi cliente era un hombre, era facilísimo, cuando era una mujer se complicaba, pero enarbolaba la bandera del poder de las mujeres, y rara vez fallaba; logré una cartera de clientes importante; sin embargo el trabajo no tenía aspiraciones, mi sueldo había llegado a un límite y no era suficiente. Por fin, un día, me encontré con un cliente, Raúl; era un arquitecto que estaba abriendo su primer estudio; era un encanto, no me costó venderle casi todo el catálogo, estaba colado por mis huesos; coqueteé con él todo lo que quise, quería que me pidiese salir, era evidente que además de guapo, tenía poder económico, con su cartera me podría retirar y dedicarme a vivir la vida que me merecía. Un día, en una de las visitas lo sorprendí ojeando una página web donde aparecían chicas musculosas, eso me hizo comprender como debía jugar mis cartas. Aumenté mis entrenamientos, no solo para lograr un cuerpo aún más fuerte, o para conseguir una musculatura mayor; lo que buscaba era que él supiese que pasaba tiempo en el gimnasio; un día me llamó por una demora y le expliqué donde estaba, y le indiqué que en el momento que terminase me pasaría a solucionar el problema. Así, que sin ducharme, salí del gimnasio, vestida, como no, con la ropa más sexy que tenía, la que me garantizaba toda la atención posible; corrí hasta casa para dejar el coche y llevarme la bicicleta, quería estar radiante cuando me viese, así que en vez de ir paseando fui corriendo a lo que me daban las piernas; cuando llegué a su oficina estaba empapada en sudor; pude ver como se excitaba al verme; ya había conseguido lo que quería, lo tenía a mis pies. -Perdona Raúl, me has cogido en el gimnasio y solo tenía la bicicleta a mano, he venido todo lo rápido que he podido, no quiero que mi cliente favorito tenga ningún problema. -dije de la forma más juguetona que se me ocurrió, sin disimular los sonoros jadeos que me provocaba la falta de aliento.- Si no te importa me gustaría sentarme, tengo las piernas totalmente destrozadas. -Decía mientras me acariciaba mis musculosas piernas, hinchadas del ejercicio que acababa de hacer; su erección era evidente. -No sabía que tuvieses unas piernas tan fuertes. -dijo inocentemente -Bueno, las piernas no son mis mejores músculos, normalmente los oculto, no suelen gustarle a nadie -dije mientras flexionaba el brazo, sabiendo la reacción que tendría mi imponente brazo sobre él. Se quedó petrificado; mostrando una fingida timidez relajé el brazo. -¿Vés?, eso es lo que pasa cuando un chico ve mis músculos, se quedan cortados y salen corriendo. Había picado el anzuelo, empezó a balbucear algo ininteligible, mientras miraba boquiabierto mi musculatura. Yo disimuladamente agarré el catálogo más pesado, mientras flexionaba al máximo el bíceps, como si fuese necesario para tal fin. Tardó un rato en reaccionar, yo ya le estaba hablando de los envíos, a sabiendas que no me podía escuchar, lo había dejado KO. Días después me pidió que le echase un pulso, me hice la sorprendida, pero acepté, era parte del juego, posiblemente le gustase ser dominado. Realmente nunca me había costado ningún trabajo conquistar a cualquier hombre, incluso había roto parejas muy estables; había usado todo tipo de artimañas, usado cualquier situación, cualquier prenda de ropa, casi siempre haciéndome la encontradiza, la inocente comercial arrebatadora, generando los malentendidos necesarios para destruir la más estable de las parejas; pero nunca me había encontrado con un tipo que pudiese disfrutar de mis músculos, que aunque no eran gigantescos, eran imponentes, y la fuerza que contenían era descomunal para una chica con mi aspecto. El pulso fue muy satisfactorio, notaba su excitación, mantuve la posición, jugué con él cuanto pude, flexionaba mi brazo bajo la manga, haciendo saltar las costuras, como si me costase mucho trabajo vencerle; cuando lo creí necesario empecé a empujar gradualmente, poniendo cara de mucho esfuerzo hasta que lo vencí. La realidad es que no me costó el más mínimo esfuerzo, fue mucho más sencillo de lo que hubiese pensado. -Te has dejado ganar, como alguien como yo podría vencer a un hombretón como tú. -Dije con la mirada y la voz más seductora que tengo. Notaba como se sonrojaba -En absoluto, me has vencido limpiamente, he echado el resto, y no he podido contigo, eres mucho más fuerte de lo que pensaba Me reí un poco, jugando con él, con sus sentimientos. A continuación, cuando me marchaba, él se levantó, y no pudo disimular la mancha que había dejado en su pantalón, se había corrido encima, no me había pasado nunca que un hombre se excitase tanto conmigo. Poco después terminamos de amueblarlo todo y entonces, por fin, me pidió una cita; salimos a cenar a uno de los mejores restaurantes de la ciudad, mi aspecto era arrebatador, no quería que tuviese ninguna duda de lo que tenía delante, jugué con él, usé todo mi erotismo para embaucarlo, esa noche me pidió sentir mis músculos. -Pero tengo que confesarte que me gustas, y si te muestro mis músculos, o sientes su dureza, quizás te asustes, ya me ha pasado antes. -Dije con el tono más inocente que pude -Creeme cuando te digo que cuanto más duros, cuanto más grandes, más cerca me tendrás, no pienso salir corriendo nunca. A continuación flexioné lo mejor que pude mi brazo derecho, el más desarrollado, saltó un bíceps algo más pequeño que una pelota de tenis, pero muy duro, el posó su mano encima y noté como me apretaba; lógicamente la dureza del músculo era mucho mayor que su apriete, por lo que se quedó muy complacido; yo mientras tanto ponía cara de vergüenza, intentando disimular la falsa timidez que vendía. Noté como se excitaba, empezó a acariciarme, pude notar como se corrió nuevamente; que fácil iba a ser esta relación, lo tenía en mi bolsillo, podría comer de mi mano si de haberlo querido. Comenzó una relación muy fructífera; en poco tiempo Raúl ganaba suficiente dinero como para mantenernos a los dos; por fin pude dejar de trabajar, y dedicarme a vivir; empecé a darme los lujos que yo quería; estuvimos saliendo durante cuatro años, viajando, saliendo a comer a los mejores sitios, con los mejores vestidos, las mejores joyas; todo el dinero que ganaba era para mí. Era feliz. Respecto a la vida sexual era satisfactoria, no alcanzaba los niveles de Juan, pero lo pasábamos bien. Decidimos casarnos, en el proceso de invitación de gente, fuimos recorriendo a todos nuestros familiares y amigos, nuestra relación era tan fuerte que no me pesaba enseñarle el barrio donde me había criado, presentarle a mis familiares, que distaban mucho socialmente del ambiente en el que él se había criado; incluso me permití presentarle a alguno de mis ex-novios, incluido Juan. Cuando lo vi recordé los buenos momentos que pasábamos en la cama, el disfrute que suponía follar toda la noche, llegar al orgasmo incontables veces; eso fue mi perdición, no caí en que Juan seguía inmerso en el agujero del que yo había salido, seguía trabajando en los mismos supermercados, con el mismo sueldo mísero que tenía cuando lo dejamos. No pasaron ni dos días cuando aprovechando un viaje de negocios de Raúl lo llamé, necesitaba acariciar su cuerpo, fornicar toda una noche nuevamente, así que comenzó la relación de infidelidad que terminaría cuando Raúl nos sorprendió un mes más tarde en la cama, intenté explicarle, pero era tan evidente lo que había pasado que no había justificación. No me creyó cuando le dije que le quería, que había sido un desliz, algo pasajero, que era el hombre de mi vida, no me creyó. En dos días se había mudado, y ahora me encuentro sin trabajo, sin alguien que me mantenga y para colmo, sin Juan. Tras lo que pasó con Raúl, Juan me confesó que me había desarrollado demasiado, me dijo que era demasiado dura para él, no comprendía porqué las mujeres iban al gimnasio, porqué desarrollaban sus cuerpos; así que tampoco logré mantenerle a él; en poco más de un mes me habían dejado dos hombres, los dos únicos que me han dejado. Como toda mi vida, tengo muy claro lo que tengo que hacer, voy a buscar a Raúl y lo reconquistaré, tengo demasiadas armas para que alguien como él no caiga nuevamente rendido a mis pies. Tengo que ser muy sutil, como siempre, no se trata de empezar a llamarlo a acosarlo, no me puede ver desesperada. Elaboro un plan, en el que me vea casualmente, feliz, no tendré porqué estar acompañada, no se trata de eso, quizás sea mejor estar sola, dar algo de pena. Comprenderá cuando me vea el daño que me hizo, pero sobre todo, el daño que se hizo a él mismo. Me reuno con un maromo en el gimnasio que me pasa esteroides anabólicos, me da indicaciones; tengo que crecer, se que si logro unos músculos suficientemente grandes, Raúl no tendrá opción. Tengo mucho tiempo al día, así que paso doce horas diarias entrenando, en menos de un mes ya tengo mucho más volumen que antes, aun así no he perdido mis encantos de siempre, sigo siendo el centro de atención. Me sorprendo mirándome en el espejo de casa, flexionando cada músculo, me gusta mi reflejo, el poder que encierra mi cuerpo es tremendo. Veo por su cuenta de twitter que pasará el verano en Huelva, así que me busco un transporte barato y un alojamiento de intercambio, no puedo permitirme pagar un hotel. Consigo un viaje compartido y un sofá muy cerca de donde se alojará Raúl. Todo lo consigo nuevamente con mi aspecto; la foto que uso en mis perfiles me siguen abriendo todas las puertas. Me acomodo en el Rompido, en un piso no muy grande; mi anfitrión es un chico de unos 20 años, mide una cuarta menos que yo; al ver mi estampa se amilana, lo domino. Como otros tantos, mis abundantes tetas lo distraen del todo, lo abstraen hasta el absurdo; me cambio y me pongo la parte de arriba de un bikini amarillo, mínimo, que contrasta con mi piel morena; la visión de mis pechos es abrumadora; juego con él, tardo un par de horas en que me cambie del sofá cama a la habitación de sus padres, ausentes en un viaje del Inserso. No tardo en averiguar donde se hospedará Raúl, veo que tiene buenos amigos, la casa es imponente, me dedico a estudiar el entorno, veo las costumbres de su amigo; tengo que medir muy bien mis pasos antes de que llegue Raúl; todo deberá parecer casual. —o—o— …Sofía… Poco después de encontrar aquella revista me empece a informar sobre lo que había pasado, hablé con alguna amiga, y las más mayores me explicaban que los chicos hacían esas cosas como un alivio sexual, generalmente mirando revistas pornográficas. Aquello me aclaró las cosas, el chico que me gustaba no buscaba una chica simplemente guapa, o alta, o delgada, buscaba una chica fuerte, con músculos, si podía ser, mayores que los suyos, eso era lo que le gustaba, y eso sería lo que iba a motivar mi día a día desde aquel momento. En las revistas que tenían mis padres encontré ejercicios para fortalecerme. Con siete añitos empece a realizar flexiones, abdominales, corría cuando podía, todo muy descontrolado, pero con un objetivo claro: desarrollar mi cuerpo al máximo. El paso de los meses no mermó mis ganas, mi ilusión, de echo, al ver los progresos aumenté las repeticiones, los minutos que corría, la cantidad de escaleras que subía, era todo un juego. Cuando llegó el siguiente verano no hospedamos a Raúl, esta vez, sus padres habían venido, así que se quedó con ellos. Me hubiese gustado fisgar en su cuarto, pero no tuve ocasión. Durante el verano lo espié, intentaba ver si le llamaban la atención las chicas musculosas, pero para mi decepción, no nos cruzamos con ninguna, de vez en cuando, cuando mi hermano le llamaba la atención sobre alguna chica despampanante, él miraba, pero ya no veía su mirada lasciva que si se apreciaba en mi hermano. Al regreso del verano logre reunir dinero para comprarme un set de mancuernas, no era mucho peso, pero me permitía entrenar músculos que antes me era imposible. No tarde en notar que la fisionomía me estaba cambiando, la espalda era cada vez más ancha, se me notaban los abdominales. Un día en el colegio se rieron de mis incipientes músculos, me dijeron que era un niño, aquel día regresé llorando a casa; mi madre, al verme me preguntó lo que había pasado, le confesé que llevaba tiempo entrenando porque quería tener músculos, no le dije porqué, tan sólo lo quería, y parecía que a los chicos del colegio no les gustaba una chica con músculos como los míos. Para mi sorpresa, mi madre me reconoció que ya lo sabía, que llevaba tiempo notando como me estaba desarrollando, sabía que me entrenaba, sabía también que tenía pesas en casa y que las usaba mucho; aquello me cogió por sorpresa, pero lo mejor fue, que lejos de desalentarme, me ánimo aún más, buscamos un gimnasio que aceptase a una niña de ocho años con ganas de muscularse, y por fin encontró un pequeño gimnasio en el que aprendí todo lo que sé sobre musculación. Mi entrenador me enseño todas las técnicas. Me reguló la alimentación, hasta el punto que controlo la cantidad de grasa corporal y el ejercicio aerobicos para que la musculatura no se defina demasiado; al fin y al cabo estamos en una sociedad en la que la musculatura en general no está bien vista, pero el caso de las mujeres es aún peor. Con doce años ya era mas fuerte y grande que mi hermano, recuerdo con ilusión como alentada por mi madre hicimos un campeonato de pulsos en casa, vencí a cada uno de los miembros de mi familia, pero con diferencia, lo más satisfactorio, fue machacar a mi padre. Cuando lo vencí flexioné mi bíceps al máximo, dejando visible todo su poder, mi padre alcanzo mi brazo con su mano y apretó incrédulo, no entendí porqué hacia eso, pero no cesé mi flexión. Aquello me motivó aún más. Lamentablemente no volví a ver a Raúl, con la adolescencia dejó de acompañar a sus padres, y ni mi hermano ni él nos acompañaban. Los veranos eran aburridos, me dedicaba a correr por la playa, aprovechaba el equipamiento que ponían en los paseos marítimos para hacer todo el ejercicio que podía. Cuando apretaba el calor nadaba innumerables horas, todo era poco para cultivar mi cuerpo, estoy segura que por aquel tiempo, si Raúl me hubiese visto se habría masturbado con mi imagen, sabía que era su sueño húmedo. Lamentablemente no hubo ocasión para enseñarle en lo que me había convertido. Redoblé mis entrenamientos, mi ritmo de crecimiento aumentó, supongo que la adolescencia juntó a mi desarrollo como mujer, me ayudó, pero con 18 años, cuando empecé la carrera era la mas fuerte del gimnasio, aunque mi musculatura la lograba esconder bastante bien a voluntad, tenía claro que un aspecto musculoso me cerraría muchas puertas. No cejé en mi empeño, ya había tirado la toalla respecto a Raúl, suponía que algún día encontraría algún chico que le gustase mi cuerpo, con el que disfrutase como había supuesto que disfrutaría con Raúl. Me había convertido en una chica muy atractiva; había heredado los pechos de mi rama materna, el ejercicio los había reducido un poco, pero dado que no realizaba demasiado ejercicio aeróbico, seguía teniendo unos pechos que eran muy llamativos, más aún en chicas que practicaban deporte como yo. He conocido a muchos chicos, pero los pocos que aguantan un par de citas salen corriendo cuando se enteran del poder que almacena mi cuerpo. Me he acostumbrado a ser la guardaespaldas de mis amigas, cuando salgo con ellas y no me apetece compañía masculina, basta con realizar un par de flexiones cuando me intentan abordar, y salen disparados. Cuando un moscón no deja tranquila a alguna de mis amigas, me hace una señal y en un instante me deshago de él. Noto como el paso de los años hacen mella en la esperanza de mis padres de que encuentre pareja, son conscientes de la dificultad extra que es para mi, el encontrar a un hombre adecuado. En la Navidad de este año recibí una noticia que me deprimió un poco, en la reunión familiar de noche buena, Olivier nos informo que Raúl se casaría en primavera; aunque ya había tirado la toalla con él, tenía la vana esperanza de que quizás algún día caería rendido a mis pies. Me refugié en el ejercicio físico nuevamente, me fortalecí aún más. Cuando terminaba el curso decidí pasar el verano en la casa de mi hermano en El Rompido, el gimnasio que monté en el sótano hace años me vendría bien para despejarme, quizás haya llegado el momento de empezar a mostrar mi cuerpo, de dejar de ocultarme, incluso me podría plantear competir. Cuando llegué al chalet lo primero que me sorprendió fue la noticia de la cancelación de la boda de Raúl, pero lo que más me gustó fue que iba a pasar unos días con nosotros, tenía que lograr seducirlo, y se me antojaba especialmente complejo tras una ruptura como la que había tenido. Mi hermano se preocupó muy mucho en advertirme de que no molestase a Raúl; él sospechaba que yo siempre había sentido algo por él, no podía haber acertado más. Estoy ansiosa, tengo muchas ganas de ver a Raúl nuevamente, han pasado muchos años, he cambiado muchísimo; la última vez que lo vi, apenas tendría 11 años. Escucho el timbre, me tiembla el pulso, me duele el estómago, corro a una ventana, lo tengo que ver, quiero verificar que el recuerdo que tengo de él no ha variado. No me decepciona, su aspecto es radiante; su expresión es de suma tristeza, pero sigue teniendo ese “no se qué” que me enamoró desde muy temprana edad. Vienen caminando hacia la puerta, no puedo más, corro a abrirles, no puedo disimular mi alegría al verle. -¡Cuanto tiempo! -digo mientras me abalanzo y le doy dos besos- a juzgar por tu expresión no recuerdas quien soy, ¿verdad? -Digo algo decepcionada al ver su cara de sorpresa -Lo siento, la verdad es que no te ubico, y no me lo perdono, no debería olvidar a una chica tan guapa. ¡Me encanta!, no ha perdido su ser, cada palabra que dice se me clava en el corazón. Mi hermano me pide distancia, ya me ha dejado claro que no quiere que avasalle a su invitado, cuando pasa empujado por mi hermano le escucho decir -Perdona Sofía, no te había reconocido, la última vez que te vi eras tan pequeña que no me esperaba que te hubieses convertido en la mujer que eres ahora. Nada a cambiado, me derrite cada palabra que pronuncia, me quedo sin palabras mientras siguen caminando hacia el salón, cierro la puerta. No puedo borrar la sonrisa de mi boca, mi hermano baja después de haber ensañado la habitación a Raúl y me espeta: -Raúl está agotado, además como sabes, lleva una mala racha; me gustaría charlar con él; ¿porqué no sales esta noche?, y así nos dejas un rato de intimidad, ya tendrás tiempo de estar con él. No me gusta el plan, no me divierto cuando salgo, aquí no tengo apenas amigos, y cuando salgo no paran de abordarme los maromos; pero comprendo a Olivier, asiento a regañadientes. Me arreglo para salir, me pongo lo más sexy que puedo, espero que Raúl me pueda ver esta noche cuando regrese. La noche transcurre como las pocas noches en las que he salido. Me dirijo al mejor bar del pueblo, me siento en la barra, donde está la única chica que conozco, se trata de Sara, una despampanante rubia de 1,80 m, con unos pechos mayores que los míos, cerca suya no llamo la atención, por lo que disfruto estando allí sentada charlando con ella. Veo como le entran toda suerte de babosos, ella flirtea con cada uno, se consigue una propinas impresionantes. No creo que nadie en el pueblo sepa la tendencia sexual de mi amiga, y la verdad es que en un sitio tan pequeño no es fácil que te gusten las chicas, más aún para un bellezón como ella. -Estas arrebatadora, ¿has decidido que hoy sea el día? ¿Hay algún hombre afortunado cerca? -dice coqueteando conmigo- sabes que cuando quieras probar cosas nuevas estoy disponible, -dice mientras se ajusta las tetas, dando un espectáculo que no pasa desapercibido en el entorno masculino. -Realmente sí hay un chico, pero lo estoy cocinando a fuego lento, esta noche quiero que me vea así -digo contoneandome, mostrando mi generoso escote, ella sonríe. -Lástima, tenía la esperanza que te hubieses vestido así para mi, sabes que me muero por tus huesos, adoro tu musculatura. Reímos las dos. Durante las horas que estoy allí me abordan varias veces, en cada caso agradezco el halago pero rechazó la invitación, cuando la noche avanza y el grado etílico de los maromos va aumentando, empiezan a no entender que es lo que quiero decir con mis continuos rechazos. El último que me abordó fue un insensato, que tras mi rechazo osó agarrarme por el brazo con fuerza, instintivamente flexioné, abriendo su mano, imparable ante el crecimiento súbito de mi gigantesco bíceps. -¿Pero que pasa aquí?, ¿Acaso hay un campeonato de chicas con músculos o qué? -dice balbuceando, mientras se aleja no sin echarme miradas de repulsa mientras espeta algún insulto que no logro oir. Me pica la curiosidad, no suele haber chicas musculosas por aquí, quizás tengamos una nueva vecina con la que compartir mi gimnasio. Busco a Sara, me doy cuenta de que está excitada, cuando se acerca me toca el brazo, aún hinchado de la última flexión, lo vuelvo a flexionar para su deleite. Ella se muerde el labio inferior. -No es justo que un cuerpo como el tuyo no lo pueda disfrutar alguien como yo -dice desde el corazón- Deberías sacar tus músculos a pasear más a menudo, son espectaculares. -Ya sabes que no quiero ser el centro de atención de nada, y una chica con músculos llama demasiado la atención, y generalmente, para mal. Por cierto, el maromo que acabo de despachar me ha dado a entender que hay otra chica con músculos por aquí, ¿Sabes algo? -Si, hoy ha venido una chica despampanante, algo más alta que yo, aunque llevaba unos tacones espectaculares. Sus pechos eran como los míos, pelo Rubio, largo, morena de piel, pero lo mejor era su cuerpo, tenía músculos por todas partes, y no se molestaba en disimularlo. Cuando llegó llevaba una chaqueta puesta sobre un micro bikini amarillo, se veían sus abdominales perfectamente marcados, ha retado al mas fuerte del bar a un pulso, se han apostado dinero y cuando estaban dispuestos se ha quitado la chaqueta, ha flexionado sus brazos y se veía que disfrutaba con la reacción de pánico de su oponente. El pulso ha durado un par de segundos. Ha cogido el dinero y ha salido. La situación me ha puesto a 100. -¿Sabes algo mas de ella? Quizás podríamos entrenar juntas algún día. -Ya quisiera yo, pero la próxima vez que la vea intentaré enterarme de algo, quien sabe, quizás le gusté alguien como yo. -Me voy a poner celosa -digo riéndome. Pago mis copas y me marcho a casa, no quiero llegar demasiado tarde y arriesgarme a que Raúl se haya acostado; sería una pena desperdiciar este vestido Cuando llego a casa veo luz en el porche, así que accedo directamente a la parte trasera, intento ser sigilosa, pero los tacones hacen demasiado ruido, me ajusto el vestido, miro hacia abajo para ver el escote que me baja hasta el ombligo; estoy arrebatadora. Al girar la esquina veo que me están esperando, ambos en silencio, aun no me pueden ver; aminoro el paso, me muevo lo más sensualmente posible, acentuando en cada movimiento el baile de mis pechos, subo la escalera, me fijo como Raúl se queda hipnotizado mirando mis abdominales, los flexiono un poco, se que le ponen aún más que mis tetas; no me decepciona. -¡Aquí arriba!. -le digo para llamar su atención, no puedo parar de sonreír, ha mordido el anzuelo; ha merecido la pena todo lo que he hecho hasta ahora- Me alegro de que te guste mi modelito, hoy no he tenido mucho éxito, solo se me han acercado maromos más calientes que el palo de un churrero. -Digo jugando con él. -Bueno, no me extraña, desde luego, si no estaban calientes, ya los has calentado tu. Estás arrebatadora. -Dice de la manera más sincera. No me puedo sentir más halagada, mi hermano se levanta, espero que no le siga Raúl, me gustaría charlar con él un rato. Veo que no se mueve, así que tomo asiento, hecho los hombros para atrás acentuando el escote, funciona, no me quita ojo. Hablamos durante horas, pero me llama la atención cuando me saca el tema de mi situación sentimental -¿Debes tener algún chico que se derrita por tus huesos? -Me pregunta Raúl -Realmente no, aún no he encontrado al chico perfecto. -Le contesto inocentemente -Pero no puede ser, deberías tener una montón de chicos cortejándote todo el día, llamándote, intentando robarte una sonrisa, quizás un beso. Lo miro con dulzura, no ha cambiado, sigue enamorándome. -Realmente los pocos chicos que se han atrevido a acercarse, lo hacen porque les gusta mis curvas, no son capaces de ver más allá de mi escote; para mi eso es muy frustrante; tengo que demostrar continuamente quien soy, porque la etiqueta de “Barbie” la llevo en la frente. No se, quizás la persona más cercana sea la adecuada; pero hasta ahora no he recibido ofertas. -Digo juguetonamente. Veo como reflexiona tras cada frase que digo, pero es demasiado inocente, no se da cuenta de como le tiro los tejos; continuamos la conversación por otros derroteros. Al rato decidimos que es demasiado tarde, así que nos despedimos y nos subimos a dormir. —o—o— …Verónica… Mi estancia en El Rompido, por decirlo de alguna manera, está siendo enriquecedora. El gandul que me hospeda intentó tocarme hace un par de días, sin pensarlo ni un momento le di tal puñetazo que lo dejé con la mejilla sangrando, inconsciente en el suelo durante un par de horas, lo usé para descansar los pies mientras veía su patética televisión. Esta violencia no la había necesitado nunca, y he de reconocer que me excita. El poder que tengo sobre toda esta caterva de inútiles me pone a 100, quien sabe, igual tenga una vena dominatrix oculta. Cuando despertó cambió el rol de nuestra absurda relación, ahora hay una situación de dominación y servilismo; en mi presencia tiene que estar a cuatro patas o de rodillas, de vez en cuando le infrinjo daño físico; está lleno de magulladuras. Es la primera vez que me pasa esto, pero mi cuerpo me pide guerra, mis músculos rabian por golpear a alguien; aprovecho cuando estoy en casa para ejercitarme con las ridículas pesas de mi anfitrión. Cuando le dejo mirar como me entreno, el babea como el anormal que es. Por las noches tengo una rutina, me pongo arrebatadora, muestro todos mis atributos; me pongo los tacones más altos que tengo, tapo mis brazos y la mitad alta de las piernas, no quiero espantar a nadie, pero dejo bien visibles mis tetas, ellas me han abierto demasiadas puertas como para ocultarlas, son mi mejor escaparate. Salgo a la calle, le saco prácticamente una cabeza a todos, no hay macho ni hembra que no se pare a mirarme, la situación me excita. La idea es andurrear por el entorno de la vivienda en la que se aloja Raúl, buscando algún atisbo de su rutina, intentando hacerme la encontradiza. Para disimular, voy a bares, donde me granjeo alguna bebida insinuandome al primero que se me acerca; cuando he conseguido lo que quiero, lo suelo dejar tirado. Si el pollo en cuestión merece la pena, me lo he llegado a beneficiar en la playa, pero tan solo para aliviar mi tensión sexual, que estos días es muy alta. Tras esto suelo regresar a casa donde el servil de mi anfitrión debe esperarme despierto para lamerme las botas. Solo se podrá acostar cuando yo esté acostada, y siempre en el suelo bajo mi cama. Lo poco que he podido ver a Raúl ha sido en el porche de la casa de su amigo, es muy difícil hacerme la encontradiza si no sale de casa. Tendré que alargar mi estancia y esperar a que se anime a salir. Regreso a la pocilga donde me hospedo, veo al atontado que al verme se arrodilla como es su deber -No me pegues por favor, mis padres llegan hoy y no saben que estás aquí, ¡necesito que salgas! -dice entre sollozos Me rio escandalosamente, noto la cara de preocupación de mi anfitrión. No me costará deshacerme de los viejos, no pienso preocuparme por cambiar mi estatus en esta casa por un contratiempo tan tonto. -¿A que hora llegan tus padres? -pregunto inquisitiva -En menos de media hora, el autobús ya ha llegado, me han llamado desde la estación. -Bien, dejemos las cosas claras. Yo no me voy a ninguna parte. Tu vas a dejarte de comportar como el imbécil que eres. Vamos a decirles a tus padres que soy una novia que te has echado, y que dentro de poco regresaré a mi casa. Ten en cuenta que si haces algo mal, tendré que castigarte, y todo lo que te he hecho será ridículo en comparación con lo que te viene encima; y no pienses que a tus padres los dejaré en paz, ellos también recibirán. Él me mira atemorizado asintiendo. Recojo mis cosas del dormitorio de los padres, las traslado al dormitorio del chico, me visto de una forma más decente, pero sin disimular mis encantos, nos sentamos en silencio en el salón a esperar la llegada de los viejos. Escuchamos la llave, mi anfitrión se levanta a la velocidad del rayo, yo lo sigo muy calmada. Los padres son bajitos, mayores de lo que hubiera pensado a juzgar por la edad del atontado que me acogió. La reacción del padre al verme no podría haber sido más predecible, se le ha caído la mandíbula al suelo, la madre también es predecible, me mira con cara de odio. Me presento con el tono más inocente que puedo forzar, no puedo ser mas sexy, noto como el padre tiembla cuando desciendo sobre él para darle dos besos. La madre refunfuña cuando hago lo mismo. Les cojo las maletas y los acompaño a su dormitorio, les voy hablando bondades de su hijo, de lo bien que nos lo pasamos juntos; continúo así durante un buen rato. La semilla ya está plantada, no tienen duda de que su hijo y yo somos pareja, esta noche les daré el motivo que necesitan para irse a otro sitio. Cenamos los cuatro, me intereso por sus vidas, necesito que confíen en mi. El papel de niña buena me gusta tanto, me pone en control de la situación; el padre no logra articular palabra, apenas come, no aparta la vista de mi escote, la madre me interroga a la mínima, no le gusto, pero es normal, no me sorprende; y el hijo me devora con la mirada, con una sonrisa bobalicona, parece mentira lo fácil que es de manipular. Cuando terminamos de cenar, alargo un poco la sobremesa, pero llegado el momento, acaricio la mano de mi anfitrión, asegurándome que la madre se de cuenta, me acerco al oído sutilmente y le susurro que deberíamos irnos a la cama. No he podido ser más convincente, se levanta a la velocidad del rayo, nos despedimos alegando que tenemos mucho sueño y desaparecemos en su cuarto. Esta noche no la olvidará ni el atontado de mi anfitrión ni los babosos de sus padres. Me desnudo lentamente, provocando con cada movimiento, le voy susurrando con la voz más sensual lo que quiere oír, eyacula antes de haberlo tocado; hago caso omiso, cuando estoy totalmente desnuda le ha vuelto la erección, me tumbo sobre él, y follamos ruidosamente. No cedo a su cansancio, estamos no menos de cuatro horas, la última vez no logro que se excite, pero sigo haciendo los gemidos como si estuviese llegando por enésima vez al orgasmo; él, aunque agotado, sigue hipnotizado por mi cuerpo; ya no solo mira mis tetas saltando, mira cada centímetro de mi piel, mis músculos; aún estoy caliente, así que lo quito de un manotazo de la cama, me tumbo y le exijo que me lama el sudor. Él obedece, mientras lame cada músculo me masturbo para liberar la tensión sexual que acumulo. Los ruidos no cesan hasta que quedo satisfecha. Son las tres de la mañana. Al día siguiente, nos levantamos a las 11, sobre la mesa de la cocina hay una nota «Nos hemos vuelto al pueblo, aquí hace demasiado calor, no logramos dormir, disfrutar del verano. Te quieren Mama y Papa» ¡Misión cumplida! Me acerco a mi siervo y le doy un manotazo para dejar las cosas claras, rueda por el suelo agarrandose la cara. -Lo de anoche era para que tus padres se marchasen, aún así disfruté; si me sirves bien, lo repetiremos, así que no hagas tonterías. No osa contestarme, asiente humildemente sin levantar la mirada del suelo. ¡Que divertido es esto!. Continuará... Siguiente parte: Algo de amor lésbico e insinuaciones musculares.