Madame Rebecca Steele – Parte III

Un sangriento final


<!Madame Rebecca Steele, Parte III – Un Sangriento Final>

<!by Chacho, chacho_world@hotmail.com>

<! El violento combate sexual entre Madame Rebecca y David ha dejado a la musculosa dominatrix al borde de una desgarradora derrota. El potente y excepcionalmente dotado macho ya anticipa su victoria, pero Madame Rebeca no se rendirá…luchará hasta que obtenga el preciado trofeo que tanto la obsesiona o muera en el intento…>




Algunas horas después, ya de día, Madame Rebecca despertó de su profundo sueño. Le dolía terriblemente todo el cuerpo.

Aparte del dolor de su trasero, que rebalsaba semen del macho, estaba toda magullada y moreteada. Esos apretones y la forma en la que David había estrujado su carne la habían dejado llena de moretones y cardenales.


Estaba segura que de no ser por su fortaleza física, el sádico macho la podría haber matado.


Vio que a su costado, David aun dormía profundamente. Lo miró. Era realmente un macho excepcional. Musculoso por donde se le viera y su enorme verga, aun en reposo como estaba, era simplemente increíble.


Sin embargo, al ver que el hombre empezaba a moverse, Madame Rebecca decidió actuar.

Aunque había tratado de vencerlo en la cama, era evidente que este súper macho podía doblegarla.


Así que con dificultad, se paró del lecho y tambaleante como si estuviera ebria se fue el baño.












































Al entrar al baño y cerrar la puerta, Madame Rebecca tuvo que apoyarse sobre el lavatorio del para no caer al suelo.

El dolor de todo su cuerpo era casi insoportable y al verse en el espejo, vio las marcas en su cara y las notorias magulladuras en todo su cuerpo.



Sin embargo, de inmediato recordó en el enloquecedor placer que la había hecho pasar David.

Si. Reconoció que nunca antes había sentido tanto placer como con este salvaje macho.


La intensidad del sexo y los golpes que el macho le había dado, casi la habían hecho perder la conciencia y su sexo y trasero le dolían espantosamente. Era claro que el sádico policía trataría de hacerle el máximo daño en la cama o incluso matarla.


Por un momento pensó en desistir de su intento por domar a esa autentica bestia masculina.



Esa era la obsesiva idea que la animaba a continuar. Además, aún no todo estaba dicho. Ella tenía que vencer!!.


Tuvo que agarrarse de las agarraderas para no dejarse caer a la tina. Al abrir la ducha, el agua tibia calmo un poco el dolor de su cuerpo. No obstante eso no era suficiente, su cuerpo le dolía demasiado.



Al salir de la ducha buscó en una de las múltiples y muy discretas alacenas del lujoso baño un compartimiento oculto donde había una amplia variedad de medicinas.

Tomó una ampolla que contenía un poderoso reconstituyente basado en una mezcla de esteroides y otras potentes drogas de acción reconstituyente con un aditivo de calmantes o painkillers, exclusivamente hecho para ella por un laboratorio medico.








































Ella los usaba algunas veces. Sólo que en este caso había una gran diferencia.


Siempre era ella quien se los daba a sus ocasionales amantes, en forma subrepticia claro, para que los hombres pudieran aguantar un poco más el ritmo frenético de sus siempre intensas sesiones de sexo violento, ya que la indómita energía sexual de su monumental cuerpo siempre los avasallaba dejándolos exhaustos antes de que ella se satisficiera del todo.


Hasta ahora en que evidentemente, todo había sido diferente.


El detective Manly no solo tenía un miembro portentoso, sino un vigor fuera de serie.

Sonriendo con malicia, anticipando lo que venía, se inyectó una doble dosis de la sustancia.



Luego tomó otra droga del cubículo. Esta era muy diferente. Era para David.


Al salir del baño sintiéndose mucho mejor, estaba decidida a agotar el extraordinario vigor físico del arrogante y poderoso macho que la esperaba a fuera. Ella lo exprimiría con su sexo. Lo derrotaría en la cama. La imagen magnifica de su sexual y estatutario cuerpo en el gran espejo de pared de su habitación la convencieron del todo.



La sustancia en la sangre de la mujer le había casi quitado el dolor y le había dado nuevas energías. Al ver al macho empezar a despertarse, llena de renovada excitación sabía que había llegado su momento.


Madame Rebecca fue al minibar de la habitación y preparó dos tragos. Cuidando de no ser vista por David, que ya se incorporaba en la cama, vació un polvo blanco en su copa.














































Dejando sus copas en la mesa de noche, la Madame se puso encima de él a horcajadas y empezó a besarlo suavemente en el cuello y lo hombros, aparentemente con ganas de iniciar nuevamente la sesión de sexo.

David la miró sorprendido. Pensó que estaría destrozada, sin fuerzas y adolorida. Aunque sabía que debajo de los exagerados atributos sexuales de la hembra, esos senos tan grandes como balones de basketball, esa diminuta cintura y su descomunal trasero, había un cuerpo en perfecta condición atlética, no pudo evitar sorprenderse de verla tan recobrada.




David admiró la visión que le regalaba la Madame. Ese abdomen labrado. Los notorios pero muy femeninos músculos de sus bíceps, hombros y cuello. Sus musculosas piernas de grosor extraordinario que se tensaron presionando su cintura.

Si. El cuerpo de Madame Rebecca era el de una increíble y súper voluptuosa amazona y seguro era eso lo que la ayudaba a resistir su brutal forma de hacer el amor. Pero aún así era increíble.


David iba a decir algo cuando la Madame volvió a besarlo con más pasión mientras agarraba sus brazos, aparentemente solazándose con su notoria musculatura.






David trató de asirla por la cintura, en un vano intento de sacársela de encima pero Madame Rebecca lo sujetó con relativa facilidad, convirtiendo las aparentes caricias en sus brazos en dos poderosas zarpas que lo atrapaban contra la almohada. Ahora, la fuerza de la hembra le parecía tremenda.



David como entre nubes, sintió que la mujer le abría los brazos en cruz y se los pegaba firmemente a la cama. No se dio cuenta cuando ni como apretó un botón oculto en el espaldar de la cama que hicieron aparecer unos grilletes en el lecho.










Aunque David ya empezaba a recuperarse, sus esfuerzos por recuperarse eran inútiles. No solo los grilletes sino las fuertes ancas de la monumental hembra lo tenían prisionero.







En ese momento, ya totalmente mojada e hirviendo de deseos, Madame Rebecca empezó a descender a la zona genital del engrilletado policía.


Tal como lo esperaba David, la ansiosa Madame engulló su miembro y empezó a chuparlo violentamente. David gimió de placer.







David se dijo a si mismo que Madame Rebecca era una maldita asesina pero que nadie le había practicado el sexo oral como ella.



Pero en ese momento y tras una nueva serie de bestiales succiones sobre su miembro, David eyaculó en la boca de Madame Rebecca, que no paró hasta hacer que David se vaciara completamente en su boca, tragando y tragando el espeso semen del macho hasta secar el generoso grifo.


Luego, sin darle un respiro, Madame Rebecca se encaramó nuevamente sobre él. Esta vez le iba hacer el amor como a ella le gustaba, con ella al control.











Madame Rebecca en éxtasis, sentía como se dilataba su sexo al recibir aquella fenomenal pieza de carne con ella ahora regulando el acto.



Por un momento, Madame Rebecca pareció quedarse quieta y luego de mirarlo profundamente con algo que a David le pareció furia, empezó a cabalgárselo bestialmente, con verdadera furia animal.










En ese momento, Madame Rebecca tuvo su primera serie de orgasmos y totalmente enloquecida de placer se incorporó sobre el macho, como queriendo clavarse aún más en la estaca de carne del macho.



David lamentó que sus manos estuvieran encadenadas y que no pudieran estrujar los enormes senos que bailoteaban sobre él al mismo tiempo que sentía que su miembro era casi triturado por la ardiente y húmeda vagina de la mujer.


En ese momento sin poder contenerse más, David eyaculó de nuevo en el interior de la hembra. La mujer, cuyos violentos orgasmos parecían haberla enloquecido, se fue de bruces sobre el pecho del macho al sentir su abundante venida.







Largos minutos después de que David ya hubiera terminado de vacearse, Madame Rebecca seguía como desvanecida sobre él. Ambos estaban laxos por tanto placer.


El miembro de David solo se había relajado en parte. Madame Rebecca no sabía si el macho estaba ya recuperado o si era los efectos de la droga que le había dado pero no le importaba. A pesar de su momentáneo cansancio, quería seguir gozando del macho.





La madura y monumental hembra besaba el cuello y el pecho del hombre mordisqueándolo mientras masajeaba el miembro viril del hombre.




Haciendo caso omiso a las quejas del hombre, la Madame siguió mordisqueando y besando el torso del hombre, descendiendo por el musculoso cuerpo de David, llegando a las ingles, observando absorta la enorme y enhiesta verga del hombre.


Excitadísima por el tamaño de la autentica serpiente que vibraba frente a ella, Madame Rebecca empezó a recorrerla con la boca.





En eso, por enésima vez, Madame Rebecca engulló completa la totalidad del pene del hombre empezando a chuparlo violentamente.

Aunque la anterior noche, la Madame ya le había hecho exhaustivas felaciones, David no dejaba de sorprenderse de que la mujer pudiera engullir la longitud completa de las trece pulgadas de su falo. Unos momentos después la Madame se saco el ya enhiesto y nuevamente plenamente erecto falo de la boca.










Pero en ese momento Madame Rebecca ya no escuchaba. Totalmente excitada, le empezó a hacer al hombre un rudo y abrasador masaje con los senos mientras sorbía el plenamente erecto miembro succionando con frenesí demencial.






Pero Madame Rebecca no lo escuchaba. Estaba totalmente en trance estrujando con sus senos el enorme miembro de David.




Madame Rebecca, tragaba todo el semen del macho sin perder una gota, estrujando sin la menor compasión los testículos del macho como queriendo exprimirlos.



Pero, anegada en orgasmos, la exuberante mujer no le hacía el menor caso. Parecía estar totalmente fuera de si, chupando y chupando el miembro viril del hombre como si no existiera otra cosa en el universo, mientras se convulsionaba en sus violentos orgasmos.













































Era totalmente increíble como la convulsionada hembra tenía hundido el enorme miembro viril hasta el mismo fondo de su garganta mientras su barbilla se entrechocaba con los adoloridos testículos del hombre.


Largos minutos después de esta torturante mamada, la tragedia ocurrió.





De una feroz y brutal dentellada, Madame Rebecca había cercenado salvajemente, de cuajo, el enorme pene del hombre, desde la misma base del miembro.



Acto seguido, totalmente desatada en violentos orgasmos, friccionando su sexo en las piernas ensangrentadas del hombre, Madame Rebecca empezó a reptar sobre él mientras este bramaba enloquecido de dolor.



La hembra, ignorando todo lo que no fueran sus intensos orgasmos, llegó a la altura de la cara de David y poniéndole la cercenada y sangrante verga junto a la cara, empezó a besarlos y mordisquearlos, alternando sus besos y mordiscos en la cara y en la sangrante verga de David.







































El espectáculo era terrible. La mujer estaba echada sobre David, frotando su sexo intensamente justo sobre la herida del hombre, mientras seguía gozando como poseída. El ensangrentado macho seguía dando terribles gritos de dolor mientras se desangraba por la herida de su zona genital que se había convertido en verdadero surtidor de sangre, que cubría a ambos.



Largo rato estuvo Madame Rebecca sobre el sangrante David, besándolo y acariciándolo aun excitada, frotando enérgicamente su sexo sobre la herida del hombre, produciéndole más dolor aún si es que eso era posible, hasta que pasados sus orgasmos y totalmente satisfecha, se quedo laxa sobre el macho que ya solo gemía en voz baja de dolor.


Varios minutos después, ya recuperada de su frenesí sexual, Madame Rebecca se incorporó en el lecho, quedando de rodillas sobre la cama y sobre el cada vez más débil David, con sus poderosas piernas a cada lado del malherido hombre.






Riendo diabólicamente Madame Rebecca, descendió del lecho y llamó a sus sirvientes que casi al instante llegaron a la habitación.



Con rapidez, al parecer acostumbrados a hacerlo, los hombres sacaron al ensangrentado David. Lo llevaban a su destino final.


Madame Rebecca, estaba desnuda y de pie en la habitación luciendo todo su excepcional cuerpo. Sus enormes senos, su estrecha y finamente musculosa cintura, sus amplias caderas y sus musculosas piernas, estaban manchadas de sangre y semen, ofreciendo un testimonio excitantemente tenebroso de lo ocurrido en ese violento combate sexual.


La monumental mujer sostenía victoriosa la verga sangrante del poderoso y prepotente macho que había gozado sexualmente y castrado brutalmente en el clímax de su placer.







































Epilogo


Días después Madame Rebecca estaba en su despacho viendo las noticias con sus más cercanos asistentes.


La televisión decía que en el departamento del detective Manly se encontraron vestigios de drogas asociadas a un cargamento recientemente interceptado por la policía. Se presumía que el detective que estaba desaparecido, había huido del país.




Luego de que sus asistentes se fueran, Madame Rebecca se dirigió a la pared de su estudio. Apretando un botón hizo que se abriera la entrada a una habitación secreta.


Al entrar a la habitación se acercó a la pared donde estaban sus preciados trofeos.






































Fin


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Muchas gracias a los administradores del sitio.

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