MI ALUMNA PREDILECTA Por esper_cl, esper_cl@yahoo.com Un profesor universitario intima con una alumna, quien le muestra su musculatura y poderío. Soy profesor en una universidad que queda en Santiago, la capital de Chile. Enseño marketing en distintas carreras. Mi nombre es Martín y tengo 45 años. Soy divorciado y mis hijos viven con su madre. Una de mis actividades favoritas es dictar curso en la carrera de administración vespertina. Lo que ocurre es que la mayoría de los alumnos trabajan y aportan su experiencia a las clases. Es común que los alumnos me tuteen, puesto que algunos que me superan en edad Silvana fue mi alumna primero en la cátedra de Marketing I. Me acuerdo que aprobó sin dificultades. No tuve en ese semestre más contacto con ella que el que tuve con sus compañeros en general. Supe que era supervisora de ventas en una empresa de distribución masiva de alimentos, en la cual había hecho carrera como vendedora. Calculaba que tenía unos 30 años. En la cátedra de Marketing II, Silvana volvió a ser mi alumna. Una parte importante del curso eran un plan comercial que los alumnos debían desarrollar, por lo que eran frecuentes las visitas de ellos a mi oficina. En algún momento escuché comentarios de alumnos de que Silvana tenía fama de puta, y que en el pasado habría intercambiado notas por placeres sexuales con los profesores. No me quise tomar la molestia de creerlos o dudarlos y menos aún verificarlos, ya que la chismografía era una de las prácticas bastante comunes en la facultad. Por su trabajo, Silvana pasaba bastante tiempo en la calle visitando clientes. Por ello, aprovechaba de acudir a mi oficina, en promedio una vez por semana, a distintas horas del día. Era una mujer muy atractiva por lo que me agradaban mucho sus visitas, aunque atendía con la misma deferencia a todos sus compañeros. En las reuniones que teníamos me formulaba preguntas relacionadas con el trabajo que iba desarrollando y analizábamos los avances que me mostraba. Casi siempre, después de ello se quedaba conmigo un rato más y conversábamos diversos temas. Para describirla físicamente, la había apreciado una mujer de 1,78 (mi misma estatura) muy maciza, de tez morena clara, pero oscuro, ondulado y largo, labios gruesos. Por su contextura no se veía gorda, pese al gran tamaño de su cuerpo. Me llamaba la atención el gran tamaño de sus manos, sus gruesas muñecas, sin duda más que las mías, y un antebrazo que comenzaba a aumentar en la medida que se acercaba hacia su brazo. Normalmente andaba con mangas largas, por lo que no podía percibir el tamaño de sus brazos, los que me imaginaba que serían gruesos. A veces usaba tacones, y me excitaba tener que erguirme para darle un beso en la mejilla al saludarnos y despedirnos en mi oficina. Las pocas veces que las vi con faldas, noté unas piernas increíblemente fuertes y bien torneadas, sin el menor atisbo de grasas o celulitis. La relación que se fue desarrollando entre los dos fue cálida y cordial. En la medida que pasaba el tiempo nos fuimos contando distintos aspectos de nuestras vidas personales. Supe que era madre soltera de un niño de 5 años. También me contó que había hecho deporte toda su vida y que el basketball era uno de sus favoritos. Yo por mi parte le comenté que llevaba años separado, y que también había jugado basketball en el colegio y la universidad, siendo estudiante. Sin duda que ese deporte nos dio bastante tema de conversación. -xxx- Me acuerdo de un día viernes de comienzos de primavera, en el que las clases estaban suspendidas, por ser la semana de aniversario de la universidad. En la tarde me llama Silvana preguntando si podía pasar a conversar conmigo como a las 19 PM. Le dije que si iba estar y que la esperaría. Llegó a la hora convenida. El día estaba cálido. Vestía jeans, un polo y una casaca oscura, bastante femenina. Usaba tacones de unos 8 CMS, por lo que estaba bastante más alta que yo. No llegamos a conversar de asuntos académicos. A esa hora la facultad estaba casi vacía. No recuerdo como fue que se originó el tema de la fuerza física, en el cual se produjo la conversación que les voy a relatar. Yo: tu te ves bastante fuerte, pero es difícil que una mujer llegue a tener la fuerza de un hombre. Ella: (irónicamente) ¿eso crees? Estoy segura que tengo mucho mas fuerza que tú. Yo: ¿estás hablando en serio? Ella: Claro que si, ¿te lo demuestro? Hagamos vencidas. Yo: Bueno hagamos. Juntamos nuestras manos derechas y los codos sobre mi escritorio. Empecé a hacer fuerza. Más y más. No lograba mover el brazo de Silvana. Ella: (sonriendo) Vamos, haz fuerza, recuerda que dijiste que las mujeres no podíamos tener tanta fuerza. Sigo presionando, y en un momento ella comienza a hacerlo y siento una enorme fuerza incontrarrestable que me obliga a doblar mi ante brazo. Yo: Uf, me ganaste. Ella: Hagamos vencidas de piernas ahora. Yo: (sin entender). ¿ Vencidas de piernas? ¿Cómo es eso? Ella: Nos sentamos frente a frente. Yo pongo mis piernas entre las tuyas. Trato de separarlas y tu presionas hacia adentro para que no pueda hacerlo. Si logro abrir mis piernas gano, si me sujetas, tú ganas. Luego cambiamos roles. Había un par de sillas frente a mi escritorio para las visitas. Ella ocupaba una y yo me senté en la otra. Ella puso sus piernas entre las mías. Me dijo que empezara a hacer fuerza para que ella no pudiera separar sus piernas. Lo hice. Ella empezó a hacer fuerza y en un santiamén abrió mis piernas con las suyas contra mi voluntad. Ella: Ahora cambiemos. Pon tus piernas entre las mías y trata de abrirlas. Le hice caso. Puse mis piernas entre la de ellas y traté de abrirlas. Inútil esfuerzo, era como tratar de separar dos vigas de madera amarradas. Yo: (tratando de disimular mi excitación). Realmente eres muy fuerte, pensaba que lo eras. Pero nunca pensé que tanto. Ella: creo que nunca has visto mis brazos. Por razones que ya comprendes nunca los muestro. Siempre trato de taparlos. Incluso en el verano uso blusas y polos anchos. ¿Quieres conocerlos? "¡Vaya pregunta!", pensé. Por supuesto que quería. Se puso de pié y se quitó la casaca. Vi unos enormes brazos, gruesos y fuertes. Nunca había visto brazos tan fuertes en una mujer, y pocas veces en hombres. Su espalda era muy ancha, mucho más que la mía, cosa que en todo caso había notado. Se puso de espaldas a mí, levantó sus brazos. Los flectó y me dijo, anda conoce mi musculatura. Toqué sus brazos, luego su espalda y cintura. Estuve un par de minutos recorriendo su poderosa musculatura y deleitándome con ello. De haberla visto antes, no habría dudado ni en lo más mínimo que era más fuerte que yo. Yo: ¿Me dejas recorrer los músculos de tus piernas también? Ella: Adelante, y toca mi trasero también para que veas lo consistente que es. Y toca en directo. Ya había tenido bastantes sorpresas ese día, pero aquí vino una mayor. Cerró la puerta de mi oficina con seguro. Luego abrió sus jeans y los bajó. Sus diminutos calzones de color negro quedaron a la vista, y desde luego un par de piernas musculosas y esculturales. Ella: Anda, toca. Recorrí sus piernas con la palma de mi mano. Las sentí duras y gruesas. Luego presioné su trasero: A pesar de que ya conocía lo que estaba tocando, disfruté con deleite lo que percibían mis manos. Una mezcla de hormigueo y mareo recorrió mi cuerpo. Ella : toca mi trasero. Lo hice. Estaba detrás de ella. Dado que estaba más alta que yo, mi boca estaba a la altura de donde terminaba el escote trasero de su polo. Le dije: eres lo más increíble que he visto y besé donde termina la espalda y comienza el cuello. No puso objeción alguna. Entonces se dio vuelta. Ella: Martín, yo atraigo, ya me había dado cuenta de eso. Yo: La verdad es que si, y mucho, no voy a negarlo. Entonces me tomó de la cintura me sujetó con fuerza y me besó en los labios. Respondí su beso y movimos en contacto nuestras lenguas y labios. Ella: ¿Vives solo? Si: tengo un departamento en el que vivo sólo Ella: bueno vamos a conocerlo, si no tienes que hacer ahora. Yo: Vamos Ese día me había ido en metro al trabajo. Fuimos en el auto de Silvana. Salió ella primero, para evitar sospechas y chismes. A los minutos la alcancé en el estacionamiento. Cuando íbamos en el camino le tomé su cuello y pelo para acariciarla. Iba a besarla cuando ella me interrumpe. Ella: Corazón, quiero dejarte algo bien claro. Yo : Si claro, dime. Ella: Sé que entre algunos compañeros tengo fama de puta y de que les hago favores sexuales a los profesores, para que me regalen las notas. Pienso que lo has escuchado, ¿no es así? Yo: Si, lo he escuchado Ella: ¿y qué piensas? Yo: La facultad y en especial tu carrera es el templo de los chismes. Mientras las cosas no me consten, no las tomo por ciertas ni me tomo la molestia de averiguar si lo son. Ella: Buena respuesta. Ahora bien, quiero que sepas, que sé seducir y por otra parte soy capaz de sacarme notas y aprobar los ramos por mi misma. En especial contigo. Y las dos cosas no las mezclo porque soy muy orgullosa. No soy Santa Teresa de los Andes precisamente, pero, entregarme a cambio de notas nunca lo haría. Yo: ( con mucha sinceridad) Me parece excelente lo que dices, y me hace muy feliz. Y la verdad es que eso es lo que esperaba de ti. Llegamos a mi departamento. Al entrar y cerrar la puerta nos besamos apasionadamente. Ella: ¿ya que te gusta mi fuerza quieres que te cargue? Yo: Claro que sí, por favor. Me tomó primero de las piernas y me cargó sobre su hombro, luego me tomó en brazos como si fuera un niño. En esa misma posición me llevo al dormitorio. Hicimos el amor más de una vez. Fue fantástico. Eran como las 11 de la noche y estabamos conversando en mi cama. Ella: Bien, me tengo que ir luego. Yo: Una pregunta antes de que te vayas. ¿Qué te atrae en mi? Porque si hemos hecho lo que hicimos es porque algo te debo atraer. Ella: Bueno, me agradas mucho. Aparte que nada de feo eres, me gusta tu forma de ser, la que he percibido en tus clases. Denotas mucha calidez, sabiduría y aplomo. Y eso hace que me recuerdes a mi padre. Yo: Y cuéntame, ¿de donde sacaste tanta fuerza? Ella: (riendo) Muy fácil, mitad ejercicios y mitad genética. Bueno, me tengo que ir. Yo: me gustaría invitarte a comer mañana a un buen restaurante, ¿puedes? Ella. Bueno, llámame mañana. Se fue de mi departamento. No tenía claro si habíamos vivido un encuentro casual o iniciado una relación de pareja. No quise plantearle el tema en ese momento. Lo que fuera, quería disfrutarlo al máximo -xxx- Salimos a comer a un restaurante ese sábado. El restaurante era muy bueno aunque el barrio no lo era tanto. Había muchos clientes así que estacionamos relativamente lejos. Salimos tarde luego de una animada conversación y una cena muy agradable. Poco antes de llegar a mi auto había dos tipos esperándonos, uno de ellos mostraba un cortaplumas. El otro me dice: rápido, la cartera de la mina, tu billetera y los relojes. Las cosas sucedieron muy rápido entonces. El hecho es que en un momento vi que Silvana tenía tomado la muñeca del tipo. El cortaplumas ya estaba en el suelo y el tipo se estaba doblando como consecuencia de que Silvana le estaba doblando el brazo. Ella rápidamente se despojó de sus zapatos. Entonces el otro se acerca a Silvana para golpearla. Esta lo recibe con una fuerte patada en el estómago, la que le dio sin soltar al otro tipo. El antisocial cae al suelo quejándose de dolor. Yo: Vámonos rápido y hagamos la denuncia en carabineros. Ella: No, no los van a pillar y van a seguir delinquiendo. Déjame darles una lección mejor y que al menos hoy no sigan delinquiendo. Yo: ¿Estás loca? ¿Tú sola con dos? Ella: No estoy loca. Bueno, un poco loca (se ríe). Tú sólo mira. Esto no me toma más de dos minutos. Vigila y avísame si pasa algo. Mientras hablaba conmigo mantenía tomado de la muñeca la antisocial, se la torcía de modo que él no podía moverla. Luego le da un fuerte rodillazo en el estomago y un golpe de puño en plena cara. El tipo cae adolorido al suelo. A continuación se acerca el otro que ya se había puesto de pie. Se abalanza sobre ella dando golpes como un remolino, ella los esquiva, se hace un lado y le da una zancadilla de modo que el tipo cae el suelo. Cuando el tipo se reincorpora ella le manda una fantástica patada con su pié desnudo en su boca. Los tipos quedaron en el suelo demasiado adoloridos como para ponerse de pié. Ella: Ya, vamos nos. Yo: (aún estupefacto) ¿Cómo aprendiste a pelear así? No me digas que eres karateca además. Ella: Bingo, lo soy, y cinturón negro. Epílogo. Nuestra relación duró algunos meses, después de los cuales ella la terminó. Seguimos siendo amigos, y luego fui el profesor guía de tus tesis, a petición de ella. Luego me pidió que fuera yo quien le entregara su título en la graduación, cosa que por supuesto hice. De vez en cuando me visita y me hace sus demostraciones de fuerza. . Sus comentarios a esper_cl@yahoo.com