Pigarzos 9: María se desquita By Dan the diverman dmmbsr@gmail.com Cuando María descubre su erotismo, su superioridad sobre el resto. Espero a María en mi cuarto, intentando reposar mientras ella se cambia, aparece quince minutos después, hoy no va vestida como ayer, se ha puesto totalmente arrebatadora, ahora sus músculos se intuyen bastante, lleva una falda que le baja tan solo hasta la mitad de sus musculosos muslos, quedando el resto de la pierna tapada con unas medias que acentúan la musculatura, el calzado lo ha resuelto con unas botas altas que le llegan hasta la mitad de sus gemelos, de echo se deforman agresivamente por el volumen de sus piernas; ni me planteo si le molesta, pensar que el cuero pueda hacer resistencia contra su músculo es ridículo. La parte superior la ha resuelto con una camiseta muy ceñida con un escote suficiente para provocar un sueño húmedo en cualquier adolescente, la tensión de sus pechos hace que los abdominales pasen prácticamente desapercibidos, los brazos quedan tapados, pero no creo que fabriquen camisetas que no le queden ceñidas en esta parte del cuerpo; se le marca cada músculo, desde los hombros hasta los antebrazos, el espectáculo es orgásmico. Ella se fija en mi tienda de campaña, se acerca sensualmente “veo que a tu amiguito le gusta como me he vestido”, dice con su mirada pícara, mientras se inclina sobre mi, mostrándome el panorama de su escote y dándome un beso, “después jugaremos, ahora vamos a comprar”, dice ilusionada, me recompongo y la sigo hacia el coche. El viaje lo hace más tranquila, va disfrutando de la carretera, del paisaje, vamos charlando sobre las cosas que le gustaron ayer, sobre lo que querría ver hoy, y me confiesa que la ropa interior que usó anoche era de su hermana Inma, porque la que ella tiene no es sexy; me quedo abatido, “eso lo vamos a solucionar en un ratito, mi trabajo me ha dado algo de dinero y por ahora puedo gastar sin demasiado problema”, ella me mira sorprendida, “no te preocupes, lo puedo pagar, ten en cuenta que cada una de nosotras tiene un sueldo, trabajamos 12 horas al día prácticamente, de las cuales 4,5 horas son extras, por lo que los sueldos no son malos; además, como ya sabes, en Pigarzos no hay sitios donde poder gastarte lo que ganas, así que tengo bastante dinero ahorrado” me enseña una cartera llena de billetes de 100€, me quedo de piedra, “ayer cuando miraba los escaparates me fijé en los precios, y he cogido dinero para poder pagarlo todo, además, me gustaría invitarte a cenar, quiero que hoy sea un día muy especial, y por la noche, …, podríamos repetir, fue increíble”, ahora mismo estoy en una nube, esto dista muy poco de mi sueño erótico mas morboso. Llegamos a Pontevedra nuevamente, aparco por la misma zona. “Necesitaría un café, al final no he descansado y estoy un poco soñoliento”, ella me mira, “¿un café por la tarde?, en el pueblo solo lo tomamos por la mañana”, me encanta su candidez. En la cafetería se quita el abrigo y como cabía esperar llama la atención, son mas las caras de repulsa que las de excitación, pero lo que está claro es que son muy pocos los que permanecen impasibles, al tratarse de un recinto ruidoso no logro escuchar ningún comentario concreto, pero en cualquier caso me da igual, y tras su declaración, no creo que a ella le afecte lo que un borde le pueda espetar. María me insiste en que pida mi café, lo pido con hielo, ella me mira extrañada y pide otro; no quiero demorarme mucho, quiero ver como compra ropa, como me enseña los diferentes modelos, tiene que ser maravilloso, así que me preparo el café, lo vierto sobre el hielo, mientras ella me imita, realiza los mismos movimientos que yo, cuando se ha enfriado comienzo a beberlo, y veo como María duda, “¿No habías tomado un café con hielo antes, verdad?”, me mira preocupada, “no, el café lo tomamos caliente, y casi nadie lo toma solo”, bueno, pues espero que te guste, yo en esta época no le suelo poner hielo, pero no me quiero entretener, quiero que me muestres lo que te quieres comprar, me parece muy excitante”, continúo bebiendo, ella se moja los labios, saborea el café, yo termino el mío, y ella viendo que he terminado, se lo toma de un trago, pago los cafés y me levanto, indicándole que llegó la hora, ella está muy emocionada, lo transmite por cada poro de su piel. Es asombroso, mientras salimos, todos los ojos del bar están escudriñando el cuerpo de María, me llama la atención alguna mujer, que lejos de tener miradas de desaprobación, miran con lujuria. “¿Que te ha parecido el café?” digo para intentar distraerla de su entorno, “bueno, estaba un poco fuerte, pero para fuerte yo”, dice sonriendo levantando su brazo derecho y flexionando, aparece su portentoso bíceps, gigantesco; me contengo para no abrazarlo, apretarlo, sentirlo, intentar dentarlo, debo contenerme, estamos en un sitio público; me hace mucha gracia su sentido del humor, me río escandalosamente, ella cede su flexión cuando la manga empezaba a rajarse. Antes de salir del bar, me llama la atención que no pocos hombres se están tocando, casi todos ellos sonrojados, avergonzados, no nos quitan ojo, quieren memorizar cada instante de la visión que tienen delante. Parece que María permanece ausente de todas esas miradas, tocamientos, insultos, admiración, me encanta su candidez. Empezamos a caminar, buscando las tiendas que quiere, nos paramos delante de un Woman’s Secret, se emociona con cada conjunto, cada elemento que hay en el escaparate, nos dirigimos a la dependienta, cuando María se vuelve a quitar el abrigo se le desencaja la mandíbula, “Caramba, menudo cuerpo tienes, debes pasar muchas horas en el gimnasio”, María sonríe pero no le contesta, tan solo le pide lo que busca “Necesito ropa interior sexy para provocar a mi hombre”, dice mirándome sobre el hombro y guiñándome un ojo, ahora la dependiente se da cuenta de que no viene sola, “entiendo, tengo que ver que hay para tu tamaño, pero seguro que encontramos algo interesante ¿tiene algo pensado ó le traigo diferentes tipos para ver que es lo que más le gusta?”, no descifro su expresión, es quizás una mezcla entre envidia, celos y disimulo por su posición, “Realmente no tengo demasiada experiencia con este tipo de prendas, mi ropa interior es muy normal, y me gustaría estar arrebatadora, traigame lo que crea que me pueda sentar mejor”, contesta “bueno, no creo que haga falta mucho para que un cuerpo como el suyo le parezca arrebatador a su pareja”, nos da acceso al fondo de la tienda, “supongo que el caballero querrá ver como le sientan las prendas a la dama”, miro a María buscando su aprobación, ella sonríe, “por supuesto que querré verla”, “bien, pasen entonces al probador del fondo, hay un sofá donde se puede poner cómodo, vaya quitándose la ropa, la parte inferior no se puede probar, ahora le tomo medidas; le voy a ir trayendo diferentes modelos, para ver que es lo que más le gusta. El probador tiene una puerta, para garantizar la intimidad, está rodeado de espejos, por lo que cuando entro veo infinitas Marías, reflejadas hasta el horizonte, ella se queda maravillada por el efecto, al ver mi expresión realiza una pose de bíceps, sus brazos explotan en una montaña de músculos que me provocan la enésima erección, ella sonríe con el efecto que consigue “¿que te parece estar rodeado de miles de Marías, todas con este cuerpo?, dice mientras disfruta de sus múltiples reflexiones, no me molesto en contestar, cruzo mis piernas intentando disimular lo evidente. María deja su abrigo y bolso colgados de una percha y se quita la camiseta, el sujetador que lleva es de batalla, color piel, nada sexy, aunque la estampa es impresionante, se lo desabrocha, provocando que los músculos de los brazos y hombros salten en una orgía de fuerza y poder, cuando se lo quita, sus increíbles tetas se mantienen en su sitio, el sujetador está de adorno, sus pectorales aguantan su increíble volumen, me mira y me ve babeando, sonríe y empieza a bailar sus tetas, es hipnótico empiezo a humedecer, el pantalón no disimula la mancha, me salva de correrme que llaman a la puerta, María se acerca y abre quedándose escondida tras la puerta, no se da cuenta que es tal la cantidad de espejos que se la ve desde todos los ángulos, la dependienta le facilita una montaña de ropa mientras mira a los espejos “creo que todo esto es de tu talla, si quieres que te ayude a elegir déjame que te vea con las prendas puestas”, María recoge el montón de ropa agradeciéndole a la dependienta el servicio y cierra la puerta, mi atención está ahora mismo sobre el torso de María, me dedico a contemplar los movimientos de sus músculos mientras mira lo que le han traído, elige un sujetador, con una copa muy grande, pero de encaje, con transparencias, el bordado tiene un dibujo vegetal, al ponérselo le queda sorprendentemente bien, me mira “veo que apruebas el primer modelo”, miro mi entrepierna y ya ha pasado, era demasiado estímulo, se lo quita, lo aparta y busca otro sujetador, ahora coge uno deportivo, nada que ver con el anterior, este le intenta contener todo su pecho, le cuesta cerrarlo, cuando se lo pone aumenta aun más si cabe la imagen de poder que desprende “este no es sexy, pero es muy útil, me lo llevo también”, continúa con otros dorados, negros rojos, con más o menos bordados, encajes, cada uno más sexy que el anterior, la montaña de sujetadores que ha decidido que se lleva es importante, ahora coge una chaquetilla torera de encaje, negra con algunos lacios rojos, la mira como sin saber para que sirve “esto no es ropa interior, ¿para que sirve?” le indico que se lo ponga con mucho cuidado, pero me explica que es un tejido elástico, se lo coloca y la media manga le cubre la parte superior de los brazos, el tejido está muy tenso, empieza a flexionar el bíceps, pero parece que no va a aguantar, así que lo deja. La siguiente prenda es un corsé con liguero, se lo coloca con dificultad, sus formas son diferentes a la media de largo, la ayudo a abrochárselo, por fin se da la vuelta “¿que te parece?, ¿estoy sexy con esto?” dice poniendo una pose provocativa, “¿quieres que avise a la dependienta para que nos de su opinión?”, pienso que no es necesario una tercera opinión, está arrebatadora. Ella, sin esperar mi respuesta se acerca a la puerta, esta vez sin tapar nada, la abre de par en par, y me sorprende que la dependienta esté pegada a la puerta, le pide que entre, y se apresura. Tapo mi mancha con la chaqueta, no quiero que vea mi erección. Se apresura a entrar, y cuando está dentro, cuando ve los reflejos múltiples del cuerpo glorioso de María, se le cae la mandíbula al suelo, “sabía que eras grande, pero esto es un espectáculo”, veo como sus pezones se están poniendo duros “puedes flexionar esos brazos, me encantaría ver el tamaño que pueden coger” María juega con ella, dobla el brazo sin imprimirle tensión, aun así, la compresión hace que aparezca un bíceps impresionante, la dependienta acerca su mano, la posa sobre el músculo y exclama “es espectacular, gigantesco, y duro como una piedra” se está excitando, en ese momento María flexiona de verdad, la mano de la dependienta queda atrapada entre su bíceps y su antebrazo “no puede ser, nunca había visto a alguien tan grande” María le libera la mano, pero sigue bombeando su musculatura, lo siguiente que hace es bailar sus tetas, tensa los pectorales y el espectáculo es orgásmico, veo como la dependienta se empieza a tocar, y no tarda mucho en correrse delante nuestra, María está disfrutando mucho con todo esto, ella ya había percibido que a la dependienta le gustaba su cuerpo, coloca una mano bajo su mandíbula y se acerca, le da un beso en la boca, la dependienta convulsiona, yo me corro de nuevo, el poder que tiene María sobre los dos es inverosímil; cesa el beso, se retira lentamente sin dejar de flexionar sus músculos y pregunta a la chica, “¿que te parece este modelo?, ¿me sienta bien?”, ella tarda, se queda callada, ahora está procesando lo que ha pasado, veo como se sonroja, asiente con la cabeza, pero no dice nada, se acerca a la puerta y sale con premura. Media hora después María sale del probador con una buena montaña de cosas, la dependienta mira hacia el suelo, “¿te llamas Marta, verdad?” ella asiente sin levantar la cabeza, “me ha encantado lo que ha pasado ahí dentro, para mi es un halago que una chica tan guapa como tu se sienta atraída por mi cuerpo”, ella levanta la cabeza, está totalmente encendida, “pero es que no lo comprendes, yo soy heterosexual, tengo novio, nunca había sentido nada por una mujer, pero desde que has entrado por la puerta, me as puesto a 100. Siento mucho lo que ha pasado, espero que no se lleven una mala impresión de mi o de la tienda”, María se ríe “me llevo muy buena impresión de ti, y de la tienda también, pero sobre todo de ti”, no doy crédito al coqueteo, ahora vuelve a besarla, el beso dura un rato, me vuelvo a excitar. “Os voy a hacer el descuento de empleada, sois muy agradables, y me habéis hecho pasar un buen rato, si alguna vez pasáis cerca, no dejéis de entrar a saludar, porque con la ropa que llevas, tienes para una buena temporada. Ya en la calle, María me abraza y me besa “ha sido fantástico, ¿has visto como esa chica se excitaba con mi cuerpo?, me ha encantado la sensación de poder que tenía sobre ella, espero que no te haya molestado”, me mira poniendo una cara de perro apaleado, me río, “ha sido muy divertido, se derritió cuando te tocó, cuando sintió tu fuerza, tu dureza; supongo que no lo sabrás, pero cuando dos chicas se besan, se tocan, a casi todos los hombres nos enciende, es muy estimulante”, espero no haberla confundido, “ya me di cuenta que tu también llegaste, ha sido divertidísimo, pero continuemos, aún quiero comprar muchas cosas. Sigue como una niña con zapatos nuevos, lleva ya una gran cantidad de bolsas, pasamos por una tienda de ropa, se compra vestidos, faldas, camisas; está renovando el fondo de armario completo, cada vez vamos más cargados; empieza a anochecer, pero no se da cuenta, está tan centrada en sus compras, que el tiempo pasa rápido; cuando ya no podemos cargar con más bolsas nos dirigimos al coche, hay que liberarse de carga para poder seguir, llenamos el maletero y continuamos, ahora se percata de que ya se ha puesto el sol, estaba tan ensimismada que no se estaba dando cuenta del paso del tiempo. “Nos hemos perdido la puesta del sol”, dice con un tono tristón, “lo se, no quise interrumpirte, estabas tan feliz comprando ropa que no quise molestarte, pero no te preocupes, hay muchas puestas de sol. Dime ¿Que te apetece hacer ahora?”, ella me mira con una cara un poco traviesa, “me gustaría regresar al gimnasio de ayer, pero esta vez mostrarme, quiero humillar a todos esos musculitos debiluchos, se que te va a encantar, y para mi, también es un subidón ver como supero en cada músculo al borde que me insultó ayer.” Como supongo que el gerente estará por allí no creo que tengamos problemas en que vea a María entrenar; “Me preocupa que pese a tu seguridad, puedas encontrarte con demasiada gente que no le guste tu cuerpo, o tu fuerza, ya sabes lo que puede pasar”, me abraza “me encanta que me quieras proteger, pero soy más fuerte de lo que crees, los comentarios de la gente no me hacen daño, tampoco las miradas de desaprobación como las de la cafetería de antes”, no deja de sorprenderme, “bien, vamos para allá, pero necesitaremos parar en una tienda de material deportivo” Salimos hacia el gimnasio, cuando ya estamos llegando encontramos una gran tienda de artículos deportivos, por lo menos en esta tienda el personal no se sorprenderá de ver a una chica en forma, accedemos y automáticamente todas las miradas se dirigen a María, me tengo que acostumbrar a esto. Se nos acerca una chica que a su vez está muy en forma “No te había visto nunca por aquí, me acordaría de tu cuerpo, ¿a que gimnasio vas?” María la mira ilusionada, “realmente no voy a ninguno”, la interrumpo, “no somos de aquí, estamos de paso, pero le han dado ganas de entrenar un poco y no lleva nada de ropa de deporte”, contesta la chica, “ya veo, creo que tendremos algo de tu talla; ¿que es lo que buscas?, ¿quieres enseñar tu cuerpo o quieres ocultarlo?” María me mira con algo de inseguridad, “me gustaría mostrarlo, estoy muy orgullosa de él” dice mientras flexiona un poco el brazo “Menos mal, ocultar tus músculos debería ser delito, se va a formar un buen revuelo cuando aparezcas con lo que te voy a enseñar”, se mueve con agilidad por la tienda, va a tiro hecho, va cogiendo prendas por doquier, de colores muy llamativos, María está exultante, mientras paseamos por la tienda siguiendo a la dependienta, todas las miradas nos siguen, incluso algún cliente se acerca, quieren ver a María con más detalle, lo comprendo, yo haría lo mismo. El probador es muy estrecho, entra María sola, yo me quedo en las inmediaciones, pero me priva de ver nada, cuando sale del probador ya ha elegido lo que quiere, abonamos la ropa y salimos hacia el gimnasio, va muy decidida, parece que esté recreandose en lo que está por venir, saboreando cada instante de su demostración. Llegamos al gimnasio, nos atiende la misma chica imponente que nos atendió ayer, nos reconoce inmediatamente, “veo que regresáis, buena cosa. No me fijé ayer en tu estructura”, dice dirigiéndose a María, obviamente, para este tipo de chicas, yo soy invisible, “tu musculatura pinta bien, estoy seguro que cuando te vea el gerente te va a firmar un contrato para que vengas; con chicas como tu en el gimnasio, tendríamos esto de bote en bote, pero ¿en que puedo ayudaros hoy?", le decimos que queremos ver al gerente precisamente; ella lo llama con su teléfono, “en este gimnasio sobran maromos y faltan chicas cono tu”, continúa, “a más de uno le daba yo su merecido, pero bueno, todo se andará”, veo como llega el individuo que nos abordó ayer, al vernos se lleva una alegría tremenda, nos saluda efusivamente, no le quita ojo a María, “Me alegra que hayáis decidido regresar por mi gimnasio, ¿Qué puedo hacer por vosotros?”, María se adelanta, “me gustaría usar un día las instalaciones, querría probar a entrenar en este gimnasio, me agradó mucho su trato ayer, y quizás deberíamos hablar de negocios”, me quedo asombrado, le contesta el gerente “Por supuesto, faltaría más, Luisa la acompañará”; llama a la recepcionista “Luisa, encárgate de que a …, perdone, no me ha dicho su nombre”, María le informa, “a María al vestuario”, Luisa coge una toalla de debajo del mostrador, se la facilita a María y se van por el pasillo, mientras, el gerente se queda conmigo. “Como sabe el culturismo femenino está de capa caída, hacen falta más personas como María; a juzgar por su tono de voz, por su mandíbula, no ha tomado drogas, ¿verdad?, un gimnasio como este no puede estar representado por alguien que haya abusado de las drogas”, le contesto “créame cuando le digo que no las ha probado, todo el potencial que tiene es innato; hay algún problema en que podamos verla mientras entrena; pese a su tamaño, hay veces que se siente insegura, y estar conmigo la puede relajar”, “faltaría más, no me perdería ese espectáculo por nada del mundo, vamos arriba; además yo tengo especial interés en ver de lo que es capaz, si no os importa, me quedaré con vosotros”, subimos a la sala de musculación, el mismo panorama de ayer, el mismo ratio hombres/mujeres, el mismo tipo de desarrollo, veo que está el culturista monstruoso y el idiota que insultó a María, esto promete. “María necesita mucho peso para entrenar, ayer probó una máquina para ver si podría ser suficiente para ella, entonces lo que quiere hacer hoy es ponerse un poco a prueba, si no le importa, me encargaré yo mismo de su entrenamiento”, mientras digo esto escucho un revuelo en la sala, miro a ver que es lo que está pasando, y como no, María está haciendo su entrada, va vestida con unas mallas que le llegan a la mitad del muslo, calza unas deportivas con unos calcetines muy cortos, está totalmente definida, el color rojo brillante de la indumentaria aumenta aún más el volumen de su cuerpo, el abdomen lo lleva desnudo, se pueden contar cada una de las pastillas de sus abdominales, el volumen es prodigioso, lleva un top igualmente ajustado, sin mangas, el pelo lo sigue teniendo recogido en una trenza larga, que ahora lleva por delante, cuando salgo de mi trance me percato de que ya no hay ruido en el gimnasio, miro alrededor y todo el mundo ha dejado lo que estaba haciendo, no me preocupa lo que piensen, esa diosa que viene caminando hacia nosotros me quiere, esta noche me hará el amor a mi, no me creo mi suerte. Cuando está suficientemente cerca me acerco para explicarle como debería trabajar, pero se adelanta ella “que te parece el modelito que he elegido?, no quería que lo vieses en la tienda, quería sorprenderte aquí”, “estas increíble, como siempre, pero no se si te has dado cuenta, desde que has entrado nadie está haciendo nada más que mirarte, todos han dejado de hacer lo que estuviesen haciendo”, ella mira alrededor para ver todas las miradas escudriñándola, me mira con curiosidad “bueno, ahora me gustaría que probases las máquinas, le he explicado al gerente que quieres ponerte a prueba por lo que no pasa nada si quieres hacer una exhibición y levantar mucho peso”, ella sonríe, pensaba que la iba a cohibir; me dice emocionada “has visto si está el que me insultó ayer, me gustaría darle una lección”, le señalo con la mirada hacia donde está, debe ser el único que ha ignorado a María; está haciendo curls alternos de bíceps con dos mancuernas bastante más pequeñas que las que usaba ayer el gigantón, ella no lo puede remediar, se acerca al banco de mancuernas, busca las mayores que hay, agarra dos de ellas, los músculos reaccionan violentamente, se tensan, aún así me consta que no le cuesta ningún esfuerzo; busca un sitio cercano donde se garantice que el maromo de ayer la puede observar, empieza a realizar repeticiones, a un ritmo frenético, tarda no menos de cuarenta repeticiones en romper a sudar, pero no para, continúa sin desfallecer hasta que llega a doscientas repeticiones, en ese momento considera que ha sido suficiente, y lo deja, devuelve las mancuernas a su sitio, regresa al punto donde había realizado el ejercicio y frente al espejo realiza una pose de bíceps, esta vez han crecido, el ejercicio le ha supuesto un esfuerzo y desde luego ha dado resultados. Le pido una cinta al gerente para poder medirla, la saca de su bolsillo, “la llevo siempre encima”, me fijo que ha mojado el pantalón, no ha podido evitar correrse encima tras la demostración que acaba de hacer, aprovecho para medirla mientras flexiona “bíceps derecho 62 cm, bíceps izquierdo 62 cm, anuncio los valores en alto para que me escuche el aforo que cada vez es mayor, la cara del maromo de ayer es de ira, no se molesta en terminar sus series, se va a realizar press de banca, carga unos 150 kg en la barra y comienza, mientras María continúa flexionando, veo que casi todos en el gimnasio la siguen observando, el culturista gigantesco de ayer incluso está intentando imitarla, pero aunque es capaz de mover las mancuernas, no lo hace a la misma velocidad, ni mucho menos. María se desplaza ahora al press de banca pegado al del maromo, duplica el peso que el está levantando, se coloca en posición y comienza a repetir los movimientos que le ha vistohacer a él, solo que a una velocidad de vértigo; al igual que antes, no para, realiza cincuenta repeticiones sin descanso, por fin deja la barra en su posición, se incorpora y va en busca de más peso, me dice en alto “ni me he enterado, necesito algo que pese un poco más”, la carga hasta los topes solo con discos de los más grandes, la barra está ridículamente doblada, el gerente me mira preocupado, “necesitaría apoyo, se puede hacer daño”, cuando lo voy a tranquilizar, María se coloca bajo la barra y comienza su serie, mueve el peso con la misma velocidad que antes, no tiene ningún problema, veo que casi todos los usuarios del gimnasio están tocándose, el maromo ha dejado su sesión, se coloca en una máquina de abdominales, mientras tanto María continúa incansable, pierdo la cuenta cuando lleva cien repeticiones, pasado un rato lo deja, se incorpora con el top un poco sudado “¡esto ha sido increíble me ha encantado!, ¡creo que se me ha desarrollado aún más el pecho!, ¿tu que crees?”, la observo mientras flexiona sus pectorales, efectivamente se ven mayores, “si, han crecido, pero es normal cuando ejercitas, después regresarán a su posición, si insistes día tras día lograrás aún más volumen”, ella me mira encantada, se le está abriendo un mundo nuevo, vuelve a buscar al maromo, localiza una máquina similar y me susurra “¿como se usa esta máquina? parece muy complicada”, me río, y le indico los dibujos explicativos; “los abdominales no suelen aguantar mucho peso, voy a ponerte la mitad del rack, dime si es demasiado y lo bajo, ella asiente mientras se pone en posición, hace el movimiento, un poco ortopédico al principio, pero no tarda en coger ritmo, se para al rato y me indica que le meta mucho más peso, lo bajo aun mas, tras un par de repeticiones vuelve a parar “¿no se puede poner más peso?, apenas me entero”, coloco toda la carga, no tengo claro que alguna vez se haya usado tanto peso en esta máquina, ella continúa con sus movimientos, los abdominales empiezan a crecer, el espectáculo es increíble, sus abdominales, que ya eran grandes cuando estaban relajados, ahora son gigantescos, el maromo ya se ha ido a un press de piernas, María empieza a estar tan ensimismada que no quiere parar, le encanta, empieza a sudar, pero no para, cada repetición aumenta el volumen de su abdomen; en un momento dado lo deja, pero no creo que haya hecho menos de trescientas repeticiones, se levanta, “¡Me encanta! mira mis abdominales” los flexiona para enfatizar, con mi mano agarro una de las pastillas, apenas la aprieto y está dura como una piedra, está eufórica, se olvida del maromo, se va a la máquina mas cercana, se trata de pectorales, ya ni me molesto, le coloco el peso al máximo, ella se sienta mirando el dibujo y empieza a mover todo ese peso, la máquina se estremece por la velocidad, en cada repetición los pechos saltan; el espectáculo es orgásmico, ya hay un corro de gente alrededor de ella, salvo el maromo que sigue a lo suyo, el resto de usuarios se agolpan para ver lo que María está haciendo, cuando termina, el top está totalmente empapado, hace una serie de flexiones de pectorales, que vuelve a la gente loca, rompen en un aplauso, ella está que no cabe en sí, busca otra máquina, se trata de una para hacer dominadas se cuelga, hace treinta repeticiones y se deja caer, “Peso demasiado poco, esto no tiene gracia”, le indico que se puede colgar algunas pesas de un arnés, para que el esfuerzo sea algo mayor, me dice que mejor me cuelgue a su espalda, eso hago, da un bote, se coloca en posición y empieza a realizar las dominadas, las cuento una tras una, ni siquiera se molesta en llevar la respiración acompasada, no parece que se esté esforzando, miro al bíceps, éste explota en cada repetición, el espectáculo desde este punto de vista es maravilloso, mi miembro cobra vida nuevamente, empuja contra su espalda, ella lo siente, me mira de reojo y sonríe, pero todo esto sin parar, cuando llega a 200 se deja caer, se da la vuelta y me besa, busca otra cosa para hacer, no pasan ni treinta segundos y ya está sentada en el press de piernas, empieza a empujar, pero no encuentra reto, se baja y empieza a cargar de peso, pierdo la cuenta cuando llegamos a quinientos kilos, se coloca debajo y veo como empieza a empujar, hace una primera repetición lenta, la pierna se le hincha, se le define cada fibra del muslo, los gemelos también reaccionan, está empujando con todo lo que tiene, le miro la cara, y me está mirando sonriente, el movimiento lo está haciendo lentamente porque quiere, sabe la espectación que está generando, sabe como disfrutamos de sus músculos hinchándose poco a poco, cuando realiza la primera repetición empieza a coger velocidad, la máquina cruje ante cada patada que le imprime, la gente la anima, la alienta a que siga, cuando lleva unas cien repeticiones para "necesito más peso, me gustaría llegar al límite; Si hay un voluntario, se podría subir encima", el culturista más grande se abre paso, los demás nos apartamos, no vamos a contradecirle, se monta sobre el rack de platos y comienza de nuevo, esta vez a un ritmo más pausado, pero con la misma cara, sin esforzarse, el culturista está sentado a horcajadas, entre las pesas, su miembro está totalmente erecto, cuando lleva unas ciento cincuenta repeticiones llega al orgasmo, María sonríe cuando se da cuenta de lo que ha pasado, hace un par de repeticiones más y para, sale de la máquina y flexiona, los muslos se le disparan, el volumen es increíble, relaja, tiembla la pierna y flexiona nuevamente, la definición que alcanza es orgásmica, lanzo la cinta por su muslo derecho, 88 cm, le pido que flexione el izquierdo, aunque se cuanto va a medir, hace lo propio, la gente vitorea cuando lo hace, apunto 88 cm, mientras la mido la noto nerviosa, quiere continuar, la estoy entreteniendo, busca la siguiente máquina, se trata de una máquina para gemelos, al igual que las otras veces, la cargamos a tope, se pone en posición y comienza, nos brinda un espectáculo prodigioso, los gemelos crecen imparables, cuando lleva mas de cien repeticiones comienza a sudar, el brillo le confiere aun mayor definición, cuando se aburre lo deja, me tiro al suelo para medirla, gemelo derecho 58 cm, “espera, no la había flexionado", entonces lo flexiona y aumenta ante mis narices 64 cm, mido el izquierdo y la misma liturgia, 64 cm. Se nos hace tarde, debemos irnos, María me mira con desaprobación cuando le explico que debemos ir a cenar, pero lo comprende, regresa a los vestuarios, mientras se cambia, el resto de gente vuelve a sus ejercicios, el gerente se disculpa “yo voy a buscar unos pantalones limpios, estos los he dejado pringando” dice señalándose la entrepierna, evidentemente húmeda, me quedo solo, me doy una vuelta por la sala, quiero otear, ver al resto de gente, hacer tiempo en cualquier caso mientras María se ducha, veo a la única culturista femenina, hace una semana estaría babeando ante ella, ahora la veo de otra forma, veo el esfuerzo de cada repetición, el sudor detrás de cada esfuerzo, la musculatura bajo el sudor, aprecio de otra forma su deporte, la contemplo como realiza ejercicios de tríceps; aunque no hay comparación con María, su brazo es espectacular, cuando termina la serie relaja la concentración y me ve, “Tu compañera es espectacular, pero debería cogerla un entrenador profesional, ella no sabe como sacarle potencial a ese cuerpo, de echo me sorprende que haya conseguido esos músculos sin saber como usar las máquinas o como realizar la respiración, le falta mucha técnica. En cualquier caso, debo confesarte que me ha encantado, sobretodo cuando ha superado tan fácilmente a Iñaki, el chulo del gimnasio” dice señalándome al maromo de ayer; “si, ayer el tal Iñaki insultó a María, y tenía ganas de sacarle los colores, respecto a su forma de usar las máquinas lo se, yo también estoy sorprendido de como ha llegado a desarrollar un cuerpo así con la evidente falta de técnica, pero lo cierto es que sea como sea, tiene un cuerpo de campeonato”, ella me mira y sonríe, “si, así es, y muy atractiva, perdona, que mala educación, mi nombre es Sara”, dice alargando la mano “Mi nombre es Daniel, María es mi compañera” digo mientras me aplasta la mano, su fuerza es inverosímil, ella mira mi reacción a su demostración, mi amiguito no le defrauda, continúa "ya he visto como os corríais todos con ver sus demostraciones, sin excepción, tiene un erotismo que embauca, no solo a los hombres, sino a las mujeres también, las pocas que estábamos nos hemos corrido como vosotros, ha sido un espectáculo” comienza la siguiente repetición pero sigue charlando, ahora con más esfuerzo, entre jadeos; la situación es muy erótica. “Entiendo que es la primera vez que entrena aquí, ¿verdad?, creo que podéis presionar al gerente para que le pague un buen dinero; alguien como ella es un reclamo” al verla ejercitarse mi excitación va aumentando “si fuéramos más las culturistas que entrenásemos aquí, estaríamos rodeados de gente como tu, pagando las cuotas, manteniendo el gimnasio”, dice señalándome mi evidente erección, “no te avergüences, os pasa a muchos, y para mi es un halago que te excite mi cuerpo tanto; le dedico muchas horas para conseguir ese efecto”, dice mientras realiza una pose de máxima flexión, donde todos sus músculos saltan y se definen, comienza la siguiente repetición, vuelve a hablar entre jadeos, “ves aquel chaval de allí, el enclenque” dice señalándome con la mirada a un crío bastante flacucho, que está a mi derecha, dos máquinas más allá, y que nos mira con descaro “se llama Raul, lleva más de un año en el gimnasio, la semana pasada me preguntó si podía tocar mi bíceps, flexioné al máximo mi brazo, cuando puso la mano encima se corrió, le bastó sentir mi musculatura para eyacular; eso para mi es muy sexy. Si miras al fondo, hay un chico un poco más grande, también lleva detrás mía un tiempo; tras dudarlo muchas veces, un día se acercó y me retó a un pulso, pensé que me podría ganar, por lo que decliné el reto; pero entrené duro, y un par de meses después, cuando pensé que estaba preparada, me acerqué a él y ésta vez lo reté yo, él no daba crédito, cuando se produjo el enfrentamiento yo estaba exultante, me posicioné antes que él en la mesa, le indiqué, con toda la confianza que me daba mi cuerpo, que estaba preparada, que no tuviese miedo, el puso su brazo sobre la mesa, flexioné el bíceps un par de veces, el comenzó a temblar, agarre con fuerza su mano temblorosa, ya había ganado, y ni siquiera habíamos empezado; decidí jugar, darle un poco de ventaja, dejé que mi brazo cayese hasta la mitad, él ni siquiera vio mi cara de satisfacción cuando le detuve en seco, apreté un poco y devolví los brazos al centro, me costó menos trabajo del que pensaba, su cara era de sufrimiento, apenas sentía su empuje, mantuve la posición unos instantes mientras me planteaba que hacer, si ganarle lentamente, si aplastarle el brazo en un instante, si volver a darle esperanzas, en esa posición decidí empezar a tensar el músculo, el bíceps saltaba a mi voluntad, era demasiado para él, era hipnótico, por fin conseguí captar su atención, le susurré ’sabes que te gusta esto, disfruta de lo que está pasando’, el me miró desconcertado, se acababa de dar cuenta que hasta ahora yo no había realizado ningún esfuerzo, terminé con él rápido, le di con tanta fuerza que rodó por el suelo, me acerqué rápidamente, a socorrerle, temía haberle hecho daño, pero lo que vi me gustó, se había corrido, mi superioridad sobre él lo había excitado, lo agarré por los brazos y lo levanté, me disculpé. No le salían las palabras, y hasta ahora no se ha animado a acecharme nuevamente, aunque debo confesarte que me encanta. Como supondrás yo soy también un reclamo en el gimnasio, me pagan un buen dinero por venir cada día, y hago una ruta por los mejores gimnasios de Pontevedra, me lo he tomado como un trabajo, echo al día unas ocho horas, y cunde mucho, y sobretodo me esta sirviendo para moldearme este cuerpo” dice mientras flexiona su bíceps derecho y aparece un músculo de un tamaño algo más grande que una pelota de tenis, bastante mayor de lo que hubiese pensado, me resisto a tocarlo, no quiero ser descortés, pero ella me reclama “venga, anímate, mira lo duro que es, tócalo, aprietalo, se que estás deseandolo”, no logro vencer mi deseo, lo agarro, lo aprieto fuerte y no cede, es demasiado, me corro, ella se ríe mientras que comenta “¡otro más!, ¡eres un encanto!, sois los hombres como vosotros los que hacen que esto merezca la pena; lástima que estés cogido por María, ella me supera en todo, no soy rival”, dice mientras comienza otra repetición. En ese momento aparece María, se acerca y saluda, “estás radiante, te ha sentado muy bien hacer algo de ejercicio, mira quiero presentarte a Sara, ella es una culturista de alto nivel, después te comentaré lo que me ha dicho”, Sara deja de realizar el ejercicio cuando ve a María, se sonroja, le da la mano, veo como se tensa su antebrazo, pero la cara de María, a diferencia de la mía no cambia, no creo que se esté enterando que Sara le está apretando esperando una respuesta, le susurro a María “creo que debes apretar un poco la mano, te lo está pidiendo”, me mira asombrada mientras da un ligero apretón, su antebrazo se define, solo un instante, pero suficiente para hacer retorcerse de dolor a Sara “Uff, eres impresionante, que fuerza, ¿podría pedirte un favor?”, María asiente “¿podría sentir tus brazos?”, María se ha acostumbrado rápido a que le hagan esa petición, me facilita el abrigo y las bolsas que lleva y realiza una pose de bíceps, sus brazos suben hasta un nivel inverosímil, el espectáculo es grandioso, en ese momento Sara empieza a acariciar su músculo a través de la camiseta, pero veo como las costuras de la camiseta empiezan a ceder nuevamente, ella interrumpe su pose, la cara de decepción de Sara es evidente; María se quita la camiseta, me relaja ver que lo que lleva debajo es el sujetador deportivo que se compró antes, ahora su torso está visible, “No me puedo cargar mas camisetas, no me aguantan ni un día”, a Sara se la ve agradecida, más aun cuando reanuda su pose, parece una experta; Sara continúa por donde iba, veo que hace presión, ella tiene mucha más fuerza que yo, tengo curiosidad por ver si es capaz de dentar sus músculos, veo como tiembla, está haciendo mucha fuerza, pero no deforma en absoluto su brazo, los bíceps permanecen en su posición; veo como Sara se está excitando, le está cambiado la respiración, se acerca al bíceps con sus labios y lo besa, mientras con la otra mano acaricia sus abdominales, María sonríe ante su reacción, Sara continúa lamiendo su músculo, en ese momento María fuerza la flexión un poco más, el brazo le crece bajo la lengua de Sara, veo como convulsiona, como se corre delante nuestra, la abraza con fuerza, “veo que te ha gustado, me has halagado con tu reacción” Sara se retira avergonzada, María la besa, “no te avergüences, de verdad que me halagas con cada caricia, con cada beso”. No hay respuesta. Nos despedimos y en el camino de salida se nos cruza el culturista gigantesco, el que se corrió sobre el press de piernas, “antes de que te vayas”, dice dirigiendose a María “me gustaría comprobar una cosa, pero antes de nada me gustaría presentarme, soy Oscar, como veis, soy culturista profesional”, María extiende su mano, mientras yo digo “María y Daniel”, veo como Oscar al darle la mano a María se retuerce de dolor, María le está metiendo un apretón de manos muy fuerte, lo cesa cuando ve el rostro retorcido de Oscar, “perdona, pensé que querías que apretase, antes Sara me lo ha pedido”, dice apurada, “no pasa nada, esto viene a demostrar lo evidente, me ha llamado la atención lo fuerte que eres, nunca he visto a nadie levantar lo que levantas y menos al ritmo al que lo haces, es casi humillante, tengo claro que eres de largo más fuete que yo, pero en volumen te gano, mis músculos son mayores a los tuyos; esto parece incongruente, a más músculos mas fuerza, por lo menos, así debería ser. Esto me lleva a mi petición: me gustaría probar la dureza de tus músculos” María sonríe, se quita nuevamente la camiseta y flexiona un brazo, la erección sobre el pantalón de Oscar es evidente “Adelante, aprieta lo que quieras, pero después me permitirás a mi hacer lo mismo con tus bíceps”, el asiente mientras posa su mano sobre el bíceps, aún húmedo de los lametones y besos que le había dado Sara hace un instante, “cuando quieras”, yo estoy impaciente, ya que Sara no haya podido dentar sus músculos ha sido un subidón, pero Oscar es mucho más fuerte, estoy ansioso por ver lo que pasa, veo como empieza a apretar, su antebrazo se tensa, pero el músculo sigue inmóvil, exactamente igual que cuando yo aprieto, es como intentar deformar una roca, María no parece estar esforzándose, está sonriendo “me temo que no puedes deformarlo, apenas si siento que me estés apretando, pero si quieres, puedes probar otro músculo, quizás los gemelos, o los cuadriceps” Oscar se limita a asentir, María cesa su pose, se quita una bota y flexiona la pierna, las mayas que lleva acentúan cada curva; él se tira al suelo e intenta dentar sus músculos con el mismo resultado, noto como se corre, la dureza de los músculos ha sido demasiado para él, se queda tirado, acariciando las piernas, ya no aprieta más, “bueno, tu has disfrutado ya, creo que me toca a mi” Oscar se levanta, flexiona el brazo, ante nosotros aparece un músculo gigantesco totalmente definido, María posa su mano sobre él “buen volumen desde luego, pero lo que queremos ver es la dureza”, en vez de intentar dentarlo con un dedo, recoge la cabeza del bíceps con su palma y aprieta gradualmente, veo como poco a poco su antebrazo se va tensando, la expresión de Oscar refleja concentración, está echando el resto en su flexión; la presión de María va in crescendo, veo como la expresión de Oscar va mutando, parece que le duela lo que María le está haciendo, para no alargarlo más, María aprieta abruptamente, el músculo cede totalmente, veo como la carne se le escapa entre los dedos, como quien deforma una esponja de baño, me saca de mi trance el grito de dolor de Oscar “perdona, pensé que no te dolería, no he querido hacerte daño” dice María con su voz más inocente, más dulce, Oscar se agarra el brazo, “no te preocupes, me temía que pasase esto, eres demasiado fuerte para mi, pero aún no hemos terminado”, dice mientras sin soltarse el brazo flexiona una pierna, aparecen músculos por todas partes, su volumen es colosal; con certeza, nunca he visto a nadie tan grande “pero te voy a hacer daño nuevamente, no quiero”, dice María intentando librar a Oscar de más suplicio, “te dije que probarías la dureza de mis músculos y yo no falto a mi palabra”, dice casi entre llantos, le susurro a María, “está excitado, no te preocupes demasiado en hacerle daño, le gusta, le excita” digo señalando con la vista el paquete, totalmente erecto “bueno, como quieras, pero no te apretaré al máximo”, “¡No!, ¡debes echar el resto!”, asiento, María agarra el gemelo como hizo con el bíceps, empieza nuevamente a deformar el músculo, este no es tan duro como el bíceps, poco a poco sus dedos se van hundiendo en la carne, pero no para, el rostro de Oscar refleja mucho dolor, pero su miembro dice que disfruta con todo esto, nuevamente, llegado este punto María aprieta con todas sus fuerzas, llega prácticamente al hueso, el músculo fluye entre sus dedos como si fuese mantequilla caliente; el grito desgarrador le sirve a María para cesar, ahora parece asustada; en un minuto Oscar se recompone y flexiona la otra pierna, puedo ver los dedos de María marcados en los dos músculos que ha sometido a presión “he dejado para el final el más duro, no importa donde aprietes, mis piernas son de hierro”, creo que la está animando para que apriete con fuerza, María posa la mano sobre el músculo, recorre con su palma buscando un sitio donde aplastar, clava la punta de los dedos, eso produce un gesto de horror en la cara de Oscar, ya tiene agarre, ahora aprieta con su palma, al igual que los otros dos músculos cede sin dificultad, esta vez Oscar eyacula nuevamente, a la vez que cae redondo al suelo, está derrotado María se agacha para ver como está, Oscar le agradece la demostración y se disculpa; se aleja reptando. María me mira incrédula “me tendrás que explicar esto, no comprendo muy bien el comportamiento de esta gente”, sonrío. Continuamos saliendo, pero María se percata que aún no ha hablado con Iñaki, se acerca a la máquina donde está ejercitando sus bíceps, realmente sino fuese por su carácter, tiene un cuerpo envidiable “Por favor, déjame en paz, ya me has humillado suficientemente hoy”, María lo mira con desprecio, “He venido hoy solo para eso, quería humillarte, superarte en lo que tu eres más fuerte, he querido levantar más peso que tu en cualquiera de las máquinas, flexionar mis brazos para que entiendas lo que es volumen, y lo que me he encontrado, que no me lo esperaba, es una corte de admiradores, de echo el único que me ha despreciado aquí has sido tu; me gustaría ayudarte con tus inseguridades, no creo que lo que me dijiste ayer lo pensases realmente. He visto como miras a Sara, como disfrutabas cuando veías como se corría al tocar mis músculos. ¿Has intentado ser más simpático?, ¿dejar esa pose de chulo?, estoy seguro que tu entorno te apreciaría más” se inclina sobre él, mostrándole su abundante escote y le da un beso en la mejilla, “hoy estoy fácil, ¿quieres que haga algo por ti? ¿Quieres que te presente a Sara?”, él me mira dubitativo “Me avergüenza un poco pedirte nada después de haberte insultado ayer, pero realmente lo que me encantaría es que una chica me ganase a un pulso, realmente la fuerza física en el sexo femenino me pone mucho, y cuando he logrado que alguna chica acepte mi reto, nunca ha supuesto ningún esfuerzo el derrotarla”, María sonríe, pero antes de responder le propongo “vamos a hacer una cosa, vamos a proponérselo a Sara, si la ganas a ella, entonces podrás luchar con María”, María me mira con desaprobación, ella quería luchar con él, pongo mi mirada de ‘dame un respiro’, “bien, me encantaría, pero no creo que Sara pueda hacer nada contra mis brazos” dice flexionando un bíceps considerable, más grande sin duda que el de Sara. Voy a buscarla a su máquina, le explico lo que ha pasado, y ella acepta el reto, se acerca conmigo hasta la mesa donde ya nos esperan María e Iñaki; Sara se sienta enfrente a él, los usuarios del gimnasio, viendo lo que está pasando dejan lo que están haciendo y se amontonan alrededor de la mesa. Busco un buen punto de vista para disfrutar de la segura victoria de Sara. Enganchan sus manos, veo como la estrategia de Sara se repite, aprieta la mano de Iñaki, no puedo ver su cara, pero la sonrisa de Sara me indica que ya ha ganado, que lo tiene dominado; al igual que con el otro muchacho, deja su brazo caer hasta la mitad, donde lo para en seco, no deja de sonreír; Iñaki piensa que ya está todo echo, empieza a echar el peso sobre el hombro, su brazo tiembla; Sara aguanta esa posición algo más de un minuto, sin perder su sonrisa, cuando decide que ha sido suficiente, impulsa su brazo con mucha fuerza, su bíceps salta nervioso, la fuerza de Iñaki no es rival para el poder de Sara, machaca su brazo contra la mesa; todo este tiempo Sara ha estado mirando a los ojos de su presa, sin dejar de sonreír, ha disfrutado de cada instante “Guau, que fuerza tienes, me ha encantado, no pensé que pudieses aguantarme ni un segundo, y me has derrotado con una autoridad impresionante” Sara flexiona orgullosa su bíceps, es espectacular, no deja de mirar a su contrincante, éste lanza su mano sobre el abultado bíceps de Sara y lo acaricia, lo aprieta “guau, es durísimo, no me sorprende que me hayas machacado, no tenía ninguna posibilidad, ¿podemos repetir con la izquierda?”, Sara asiente, está disfrutando demasiado para cortar con esto, esta vez juega mucho más con el flexiona el brazo constantemente, dedica su concentración a flexionar y no a realizar la fuerza, mientras que Iñaki empuja con toda su alma, ella mantiene los brazos inmóviles en el centro, levanta su brazo derecho y se mira las uñas, como quien se aburre, “cuando quieras empiezas de verdad, esto es un poco aburrido”, me fijo ahora en la cara de Iñaki, está encendido, el cuello lo tiene lleno de venas y arterias, está realizando el mayor de los esfuerzos, Sara por otro lado parece demasiado relajada, es irreal; Iñaki consigue una pequeña ventaja, los brazos bajan a un ritmo constante, parece que va a ganar Iñaki pero cuando faltan un par de centímetros, se para, parece imposible que haya podido parar con ese ángulo. Ahora se aprecia mejor el bíceps de Sara diría que ha crecido respecto a hace un rato, parece mayor incluso que el de Iñaki, “¿como quieres que te gane?, me da la sensación de que te fallan las fuerzas, ¿quieres que te mantenga en esta posición en la que puedes tener esperanzas? ¿o prefieres que lleve las manos al centro lentamente?” dice mientras levanta suavemente los brazos, “¿o prefieres que sea algo rápido?”, dice mientras llega a un centímetro de ganar, regresa al centro, está claro que ha dejado su punto claro, no tiene rival, nunca lo ha tenido, devuelve los brazos al centro “usa los dos brazos, intentalo”, Iñaki la mira incrédulo, pero le hace caso coloca la otra mano y empieza a apretar, Sandra se concentra un poco, su bíceps vuelve a estar definido, un mar de venas lo riega, aguanta en esa posición con aparente dificultad unos segundos, hasta que dice “bueno, creo que ya es suficiente”, con eso y a toda velocidad vuelca los dos brazos de Iñaki, lo derrota sin paliativos, Iñaki está abatido, el público se disipa, nos quedamos tan solo los cuatro “Muchas gracias Iñaki, lo he pasado muy bien”, dice Sara con una voz juguetona, “no, gracias a ti, llevo años viéndote entrenar, sabía que eras muy fuerte, pero no tanto, me has barrido, has jugado conmigo como si fuese un pelele”, Sara se sorprende “y eso no te ha molestado, pensé que nos odiabas a las mujeres que entrenábamos nuestros cuerpos”, “es solo una pose, una inseguridad, lo cierto es que un cuerpo como el tuyo me pone a 100, me he corrido dos veces mientras echábamos los pulsos, y sentir tu bíceps, con su dureza, su tamaño, ha sido orgásmico”, le cambia la cara a Sara, no se esperaba esta reacción, miro a María con complicidad, nos alejamos y los dejamos solos, cuando vamos por la puerta miramos a ver que ha pasado y vemos a Sara levantando a Iñaki de la silla, dándole un beso muy apasionado. Continuará…