Operación músculo por Gloria las chicas de operación triunfo prueban su fuerza Fue idea de Geno, que había participado en alguno de los concursos de pulsos que se organizaban en la taberna de su padre, y Gisella se convirtió en su entusiasta rival. Geno tenía más brazo, pero a Gisella no le gustaba perder ni al dominó, y si no la tumbaban en un par de segundos daba guerra como una leona. Y con la zurda estaban tan igualadas que tenían que recurrir a Vero o a Chenoa para que arbitrase. Gisella no quería saber nada de reglas, para ella la cosa consistía en doblar o ser doblada, y como era de torso esbelto y ancha de hombros constituía una enemiga formidable. Por encima los pulsos con Geno le sirvieron de motivación en el gimnasio y cuando todos, incluso Rosa con su sesión especial, se marchaban a la ducha, ella cargaba más peso y se metía otra hora extra. En las mesas corridas de la cafetería se sentaban frente a frente, se enganchaban una pierna por debajo cruzando las pantorrillas, fundían concienzudamente los puños y desarrollaban sus batallas entre gruñidos mientras Chenoa se comía sus yogures o la Vero las miraba con desdén paseando sus musculitos en una de sus camisetas recortadas con el ombligo al aire. Gisella se levantaba más temprano, cogía sitio, se metía el almuerzo de tres personas entre pecho y espalda y recibía a Geno ya con el codo sobre la mesa. La morenaza, somnolienta y despeinada, se preparaba un litro de zumo, se bebía la mitad, y todavía con el cerco de naranja sobre los labios, asía la huesuda mano de Gisella y empezaban la batalla. A los profesores les encantó la idea, y emparejaron a la Fergó, con sus enormes manos, contra la mole de Rosa, y Natalia le pidió a Verónica probar sus musculitos. Rosa empotró a la Fergó contra la chapa de un sólido y sonoro mazazo y se levantó tapándose la boca en un gesto de sincera preocupación mientras Nuria se agarraba la mano dolorida. Natalia se lo tomó muy en serio. Vestida con espectacular ropa deportiva ajustada, estuvo calentando y haciendo estiramientos mientras Verónica se remangaba su camiseta de algodón por encima del hombro para dejar al aire su impresionante brazo y aguardaba sentada a la mesa mascando chicle. Verónica le ofreció la mano abierta, mirando para otro sitio, y Natalia enganchó dedo a dedo apretando hasta que se le pusieron blancos debajo de las uñas. Nina dio la salida. Natalia se dobló con un rugido de esfuerzo, tensa de la nariz a la punta de los pies. Verónica, sin dejar de mascar el chicle, contempló desafiante los esfuerzos denodados de la cría por hacerle ceder al menos un milímetro, sin éxito. Cuando los gruñidos y cabeceos de Natalia empezaron a aburrirle empezó a tumbarla despacito, mirándose su propio brazo hinchado. Chenoa se mordía los labios y asentía con la cabeza. Sólo los últimos centímetros parecieron exigir de la Vero poner sus músculos al máximo rendimiento. Natalia inclinada al lado contrario y aferrada a la mesa con las uñas no se rendía. Nina y los demás la animaban con entusiasmo, sólo Chenoa parecía absorta contemplando el brazo de Vero doblar los nudillos de Natalia hacia abajo y posarlos lentamente sobre la chapa. Vero se agarró la manga y mirando a la cámara del techo cerró el puño sacando músculo, sin dejar de darle al chicle. Guau, exclamó Chenoa apretando los labios. Rosa, Rosa, Rosa, empezaron a corear los demás anticipando un duelo auténticamente nivelado. Sin tiempo de reposo, Vero se encaró a Rosa y las dos amigas se amasaron las manos hasta encontrar un agarre satisfactorio. Los dedos de Verónica se hundieron en las grandes manazas carnosas de la Rosa, cuya corpulenta humanidad parecía inabordable incluso para la hermosa musculitos. Nina envolvió los puños de las contendientes y los giró paralelos al antebrazo, desbaratando el agarre ventajoso de la experimentada Verónica. Al salto Rosa se abalanzó con todos sus muchos kilos con sorprendente agilidad y dobló a Verónica hasta los 45 grados. La Vero resopló, miró al cielo, estrujó el rostro y empezó a levantar la mole de Rosa hasta devolverla al punto inicial, logrado lo cual volvió a mascar su chicle tranquilamente. Los gritos de apoyo a Rosa redoblaron su intensidad. El esfuerzo sostenido empezó a hacer mella en la grandullona, cuyo rostro se veía cada vez más congestionado, mientras Vero imperturbable, mantenía su acerada mirada desafiante. Descansa, descansa, le recomendaba Nina a Rosa, échate adelante y descansa. Chenoa, situada justo al lado de Verónica, estiró los dedos como para tocar aquel hermoso bíceps cincelado en piedra, pero se contuvo. Vero ladeó la cabeza como disculpándose ante su voluminosa y congestionada amiga tiró de ella hasta meter el puño enemigo doblado contra su muñeca y la tumbó en tres impresionantes tirones. Rosa se desparramó sobre la mesa, Vero se incorporó y la levantó para abrazarla y darle un beso. Tras su exhibición en el minitorneo, Verónica empezó a ser frecuentada por Chenoa, pues parecía claro que Geno ya no podía con la espléndida Gisella y ésta pronto buscaría nuevas oponentes. En efecto, en sus duelos mañaneros Gisella ya ganaba con más frecuencia que perdía con la derecha y se mostraba intratable con la izquierda, con la que podía tumbar a Geno una y otra vez hasta aburrirse. La morena estaba perdiendo peso, mientras a Gisella los titánicos duelos parecían hacerla más y más vigorosa. Se había hecho un tatuaje en la espalda y vestía tops que le permitiesen lucir su nuevo y poderoso físico. El combate definitivo ocurrió una mañana, en que Gisella que tenía a su rival atrapada a unos cm de la derrota, pero sin rematarla, alargó la mano libre al bote de palomitas. Geno humillada pegó un desesperado latigazo y se lesionó la muñeca. Sin rival, la nueva super-Gisella paseaba como un fiera enjaulada. Ni Rosa ni la Fergó querían saber nada más de pulsos, y a Natalia se la ventiló sobre el piano en una fracción de segundo. Así que cuando Chenoa, con un top blanco brillante y mirada de escorpión se sentó frente a ella y extendió la mano Gisella tardó en reaccionar. Chenoa nunca había querido echar pulsos, era más pequeña y odiaba el gimnasio. Cuando la vió colocar los dedos clavando la punta en la base de su pulgar se sintió incómoda. Al ver a Verónica acodarse entre ellas e intercambiar una mirada cómplice empezó a comprender. Habría estado recibiendo entrenamiento de la musculitos. Técnicas, agarres y niñerías por el estilo. La solución era simple, pensó, explotar con todo al salto y romper la mesa con sus nudillos. Era más grande y más fuerte que Chenoa, no tenía de que preocuparse. Vero palmeó la mesa como señal y Gisella embistió brutalmente. Su puño avanzó imparable seguido de su hombro tatuado, hasta que un latigazo de dolor le hizo abrir los ojos. Chenoa se había deslizado bajo la mesa usando el peso de su cuerpo para girarle la muñeca de modo que todo el empuje de la embestida de Gisella tiró de su antebrazo para un lado mientras Chenoa le doblaba la mano en sentido contrario y como resultado la articulación de su muñeca se dobló como si fuese de goma. Sin darle tiempo a reaccionar Chenoa se incorporó y cargando con el hombro invirtió la suerte del combate, abalanzándose con tal brío que casi se monta sobre el brazo doblado de la rubia tatuada. Contraída casi en posición fetal Chenoa tiró del puño atrapado de Gisella con inesperada fuerza bruta. El todopoderoso brazo de Gisella empezó a temblar y Chenoa redobló su embestida. Carga... ilegal... masculló Gisella temblorosa. Verónica se sopló el flequillo. Que puntillosa te veo ahora, cariño. Agarró a su tiradora del hombro y la obligó a soltarla. Gisella se reclinó hacia atrás resoplando. Chenoa, con el flequillo pegado a los ojos estaba furiosa. Por qué me paras ahora, ya la tenía. Tranquila cariño, Vas a ganarle limpiamente, puedes con ella. El segundo agarre llevó su tiempo. Gisella ponía la mano, Chenoa la agarraba vigorosamente, Vero miraba a Gisella y rompía el agarre al menor síntoma de molestia por parte de la rubia. Finalmente Gisella, mordiéndose los labios y con el hombro pegado al puño, asintió. Las dos chicas se abalanzaron a lados opuestos, dejando atrás las manos enlazadas. El doble gancho se resolvió a favor de Gisella. La lógica parecía imponerse, y el potente físico de la rubia lucía espléndido frente a la más menuda Chenoa. Si lograba forzar un poco más el puño de Chenoa y meterlo bajo su hombro lo aplastaría de un solo golpe. Pero la mallorquina con cara de muñeca era dura de pelar. Verónica imperturbable, acodada y balanceando los pies le hacía gestos de aliento con la cabeza. Tranqui, cariño, no puede contigo. Mucho músculo y poco cerebro. Está reventándose. Va a empezar a temblar como un flan y entonces la tumbas. Chenoa, rugiendo como una pantera aguantaba el tirón clavando las uñas en el hueso del pulgar de Gisella. Pero ésta había acabado con la forzuda Geno a base de coraje. Quizá no tuviese muchas ideas claras, pero una no le merecía duda, tirar y tirar hasta doblarla. Fue Chenoa, empapada en sudor, quien empazó a temblar primero. Gisella aprovechó el signo de debilidad para lanzar otra descarga. La muñeca de Chenoa cedió, sus dedos se ablandaron y a Gisella se le escurrió la presa y se estampó dolorosamente sobre la chapa. Chenoa no parecía en condiciones de continuar, pero Gisella se había hecho daño en los dedos y tampoco estaba fresca precisamente. Vero las agarró de las muñecas y les juntó las palmas. Vamos, chiquitas, la definitiva, y mirando a Chenoa le guiñó el ojo. A pesar del agotamiento, Chenoa estuvo más rápida y ganó una ventaja vital. A Gisella enjugarla empezó a parecerle tarea de titanes. Como una tía tan menuda podía tener tanta fuerza? Se batió valientemente, pero Chenoa no paraba de dar tirones y cambiar de posición arrastrándola milímetro a milímetro. Cuando quiso darse cuanta le tenía el puño preso bajo las tetas. Te rindes? Gisella miró al suelo. Te rindes? Con un gemido palmeó la mesa con la mano libre, en señal de sumisión. Pero no la soltó. Di: Chenoa es más fuerte. Lanzó un ataque desesperado pero todas sus articulaciones estaban dobladas en posición de desventaja y Chenoa la controlaba por completo, sin acabar de tumbarla. Di: Chenoa es más fuerte. Vamos, no oigo! Verónica se reclinó en la silla inspirando profundamente y dando pataditas en el aire. Chenoa... es ... más fuerte. Soltó Gisella, y rompió a llorar. Chenoa levantó la mano y Verónica le dio una sonora palmada.