TRAS LAS MURALLAS DE LAS AMAZONAS por Plutarco de Malatesta CAPITULO V sus pensamientos fueron interrumpidos por la llegada de una guardiana que les indicó que la siguieran, llegaron junto a una puerta algo mayor que otras y la franquearon, entraron en una gran sala en penumbra, la cruzaron hacia el fondo mientras Mec observaba lo que allí había. Pudo ver que recreando distintos am- bientes, pero sin separación alguna, muebles y enseres se encontraban diseminados por la sala, vio una gran bañera, divanes , un lecho y asientos sobre los que hab¡a ropajes, objetos domesticos y una amplia superficie cubierta por las mu- llidas esteras que las amazonas empleaban para practicar, en interiores, su afi- ción por las competiciones de lucha. Había tambien alteras y armas, correajes y protectores de guerra. No vió a la mujer hasta que rodearon un enorme asiento de alto respaldo, sentada en él parecía ensimismada mientras extendía por sus bruñidas piernas una loción aceitosa, tenia los cabellos que contrariamente a lo habitual entre las amazonas ,eran muy cortos, húmedos, y por toda vestidura cubría su cuerpo, enrollado des- de las axilas hasta la mitad de los muslos, con un lienzo blanco. Acababa sin du- da de darse un baño y ahora cuidaba su hermosa piel, dorada por el sol, con un un- guento protector. Las portadoras del esclavo permanecieron respetuosamente a la espera de su re- acción. Cuando la mujer levantó la vista solo les hizo un gesto con el cuello en dirección a la puerta.SE dispusieron a abandonar la estancia, pero antes de ha- cerlo la que empuñaba la cadena de control del hombre la tensó hacia arriba has- ta hacerle quedar casi de puntillas, luego sacó la fusta que llevaba atravesada en el ancho cinto y le propino dos fuertes azotes en las corbas, lo que le hizo adoptar rapidamente la posición arrodillada, as¡ lo dejó, dando por cumplida la entrega del prisionero. La mujer siguió con lo que estaba haciendo como si se encontrase sola, frotaba ahora los brazos y el largo cuello, era un cuello esplendido fuerte y largo, que el corte de los cabellos hacía lucir en toda su belleza, él la observaba con di- simulo y pudo apreciar que aunque era delgada , tenia musculos fuertes y marcados, quedó livido cuando el paño calló y las manos de la mujer frotaron los bellisi- mos pechos herguidos y plenos, Mec pensó que nunca hab¡a visto pechos de mujer tan magnificos como entre las Amazonas y que esto debía deberse a los fuertes musculos que los sustentaban. La voz de ella le sacó de sus cavilaciones. -acercame mis ropas...- era una voz grave y gutural, como de una gran gata que ronronease Mec vió, en un asiento cercano, ropas, y supuso que se trataba de ellas, se le- vantó y acercó, se sintió levemente desconcertado pues había gran cantidad de prendas y accesorios de cuero, y no le parecía oportuno llevarlo todo de vez, amontonado, revolvió entre las ropas y escogió lo primero que supuso que ella necesitaría , la sucinta prenda con que las Amazonas cubrian el pubis y la corta túnica negra escotada y sin mangas, ella estaba ya de pié cuando él se le acercó con las ropas en la mano, eran de la misma estatura y sus miradas se cruzaron. ella le miraba inquisitivamente y él quedó prendido, por unos instantes, imnóti- camente, de sus ojos, Ella le sonrió dulcemente y su voz sonó serena y suave. -Un esclavo no debe mirar así NUNCA, a los ojos de su ama...- El tono de voz y la actitud empleada por ella, hizo a Mec sospechar que ella iva a- golpearlo, ellas le habian enseñado a temer ese dulce tono de voz. Cuando ella elevó la mano vió que tenia una fusta, delgada y negra El dolor fué agudo y al tocarse la mejilla vió que sus dedos estaban ligeramente manchados de sangre. !Está claro.?.- el tono seguia siendo familiarmente suave y dulce -si...- esta vez la fusta alcanzó el muslo. -¨si? si que...esclavo?.- -si ama..- -.veo que voy a tener que ocuparme de ti mas de lo que esperaba..mis ropas va- mos... la mujer levantó la pierna izquierda sin cambiar de posición, Mec comprendió y pasó por ella la abertura de la minuscula prenda, luego la subió hasta acoplarla en las caderas de la amazona, se puso de rodillas para trabajar mejor y anudó los estremos de los cordones en torno a la breve cintura. ella le observaba con los brazos en jarras. -.se te ha confiado a mi para que te reconvierta en el servidor personal de una centúride...,si de mí dependiera tu suerte sería otra.., un esclavo fugitivo de- beria ser desforzado tambien de las piernas, ..hasta que no pudiera sino arras- trarse y ser condenado a vagar, por los pasillos, con un paño sacando brillo a las baldosas, ..¨te gustar¡a eso? mmm?..- .-no..no ama.- un estremecimiento, que ella notó, le recorrió el cuerpo. la fusta acariciaba ahora el cuello y el hombro del hombre arrodillado, y la voz grave y profunda seguia siendo falsamente dulce. -.Afortunadamente para tí tu destino no depende de mí., pero hasta que te entre- gue a tu dueña me perteneces por entero, ¨Entendido?...-..si ama.- Las vestiduras iban siendo acopladas sobre la firme y voluptuosa anatom¡a de la mujer por las temblorosas manos de Mec, mientras ella se limitaba a reconvenirle cuando algo no se hacía a su gusto. Las breves prendas de tela ya habían sido colocadas y ahora él se afanaba con los mas dificiles protectores y atalajes de reluciente cuero negro. Hombreras , corpiño, rodilleras y coderas repujadas con hirientes pinchos, polainas y manoplas igualmente mortiferas y cuya dificultosa colocación para un inexperto, le costaron nuevos hilillos de sangre sobre la desnuda piel allí donde la implacable fusta lo alcanzaba. - ciñe mas esa cincha..torpe!- !!flass-!! - ajustalos a mis pechos,,así -!esclavo miserable!..!flass!..atalo bien a la pierna, ..esos pinchos deben que- dar en su sitio aun despues de usarlos una y otra vez para golpear... -Mi casco!.- Al fin la mujer estuvo vestida de pies a cabeza como una centúride lista para la guerra, magnifica y letal, así vestida, atraia e intimidaba, en mayor medida, a Mec. -ahora desvisteme...-Muchos días con sus noches pasó Mec en aquella sala, atado por el cuello, como un perro, a una columna cuando su ama se ausentaba y obligado a servirla en los mas mínimos detalles mientras recibía sus enseñanzas. Mec hacia esfuerzos por no llorar y la nariz le sangraba levemente y le dolia, se encontraba de rodillas ante la domadora sentada, recortando las uñas de sus pies, una falta de esmero le habia costado una patada, leve pero efectiva, y ahora , dolido y temeroso debía seguir con su comprometida labor.Ella ,que en ningún momento hab¡a perdido el tono calmoso de su voz, que tanto inquietaba a Mec, seguía, comosi nada hubiera pasado,desgranando sus indicaciones de como de- bería comportarse él, cuando fuese, finalmente, entregado a su autentica dueña. -tus manos serán leves como alas cuando debas tocarla, y tus ojos respetuosos..,cuidaras de sus ropas de sus armas y todos sus enseres, le perte- ás por entero y no cumpliras ninguna orden que contradiga una suya, excepto las de la misma reina.., mostrarás s tu sumisión alli donde estes.., a solas o pú- blicamente..con tus palabras y con tus gestos, si ella te castigase, tras los azotes o los golpes, besaras el suelo ante ella en señal de arrepentimiento.Puesto que le perteneces, cuidarás de tu aspecto como el de uno mas de sus enseres,..te presentaras ante ella limpio y vestido a la usanza de los esclavos personales.., algunos de ellos, con el beneplacito de sus dueñas, se acicalan con esencias olorosas y guirnaldas de flores, se rasuran y depilan o usan afeites para los ojos, a otros por el contrario no se les permite ningún adorno ni siquiera rasurarse totalmente, alguno incluso debe llevar permanente- mente en muñecas y tobillos los ceñidores metálicos de los grilletes ,siempre dispuestos para ser unidos por cadenas,... de ella dependerá , pero siempre debe- rás vestir la corta túnica y el collar de argolla distintivos de tu condición. Mec había terminado y ella se levantó, la cabeza de él quedó por debajo de los hermosos pechos desnudos. has comprendido bien?- !si ama..obraré siempre según tus indicaciones..- -.ahora levantate....- desnudate totalmente...- en pocos segundos el enclenque- cuerpo quedó expuesto a la mirada escrutadora de la domadora. C0locate aquí, ..en el centro.. donde pueda verte.. con las manos en jarras dió dos lentas vueltas alrrededor del hombre, se colocó fren- te a él y lo empujó; fué un pequeño empujón que no opstante hizo desplazar a Mec, ella sonrió torvamente y volvió a empujarlo, esta vez con mas fuerza , el hombre desnudo, con el miedo dibujado en su cara, se vió desplazado de nuevo hacia atras, ella avanzó muy lentamente tomando posesión del terreno ganado, siguió avanzando y él no tuvo mas remedio que retroceder hasta que , al fin, el frio muro se lo impidió. Él jadeaba pues su instructora apenas le habia dejado espacio y él se contraia, respirando entrecortadamente, para no llegar a rozarla. La domadora se habia calzado unos altos coturnos y superaba al hombre desnudo en estatura. Durante unos instantes ella le hizo sentir, sin necesidad de tocarle todo el peso de su autoridad sobre él. Dominandolo en silencio contra el muro de piedra. Luego , lentamente retrocedió un paso y extrajo de su cinto la fusta. Sin apartar sus ojos de los del esclavo tocó su pene con la rodilla. !¨que siginifica esto esclavo!?--!Flass!- !habla!-la mano izquierda de la amazo- na habia cruzado el rostro sujeto contra el muro por la fusta. -yo...ama..yo-Mec comenzó a sollozar compulsivamente, todo su cuerpo temblaba ostensiblemente, valbuceaba incapaz de coordinar las palabras. Desde que fuera capturado habia pasado de mano en mano de aquellas poderosas e implacables muje- res y cada una de ellas le habia arrancado, de cuajo y por la fuerza, un trozo de su seguridad, voluntad y entereza, cada vez mas inseguro y acobardado, mina- dos todos los soportes de su dignidad, sin defensas, se veia incapaz de abstra- erse a la fascinación, cada vez mas fuerte, que sus hermosas y energicas domina- doras le producian. Olvidados ya los intentos primeros de luchar contra esas sen- saciones, descendía sin freno, empujado por sus todopoderosas amas, a los sotanos mas profundos y oscuros de la degradación y la postración. había llegado al pun- to sin retorno donde sobraban las cadenas físicas, domado al estremo de ser in- capaz de elegir la libertad si le fuera ofrecido elegir, vencido su espíritu, como tantas veces lo había sido su fragil cuerpo, se entregaba sin reservas a una situación que por otra parte no podía controlar. -¨¡Esclavo miserable ! tu pequeño pene dice que gozas bajo el poder de tus amas pero yo te enseñaré a temerlo....- la domadora habia empujado hacia arriba el cuello sujeto obligando al hombre a quedar de puntillas para reducir la presión -si ama... -hazlo bajar...!ahora!.- la presión del mango de la fusta aumentó considerable- mente. -!vamos!.- sssi.. aama...- el tomó su sexo con ambas manos iniciando unas con- bulsiones pateticas en el estado en que se encontraba, sujeto contra el muro ca- si colgando apoyado apenas en las puntas de los dedos de los pies. Cuando acabó ella lo soltó, durante unos momentos quedó como exausto con la cabeza gacha y las manos apoyadas en las rodillas semiflexionadas, un ruido sordo llamó su atención, la fusta estaba en el suelo detras de las piernas de ella. -esclavo...- él levantó la cabeza, cuando apenas se había incorporado estuvo en la posición que ella quería, con la barbilla expuesta y bulnerable, Mec no lle- gó a percatarse de que la amazona se había colocado una manopla protectora de cuero en la mano derecha, pero si sintió el golpe, seco, preciso, que le hizo tambalearse y quedar aturdido, semiinconsciente, tambien vió, antes de perder el sentido por completo, y sin poder evitarlo, que ella se preparaba para repetir el golpe . Ella así lo hizo, algo molesta por haber fallado en su intento de hacerse con él con un solo golpe, pues era uno de sus favoritos, muchas veces practicado con esclavos, y se enorgullecía de su potencia y habilidad para conectar el gol- pe, fulminante y definitivo, suficiente en la mayoría de los casos. El segundo impacto fué inapelable y Mec quedó, desmadejado y sin sentido, tendi- do en el suelo. La cazadora, herguida junto a la pieza cobrada, la examinaba con satisfacción .Voluptuosas sensaciones la ocupaban al recorrer con su pié el ven- cido cuerpo del hombre y su excitacion paso el punto de no retorno cuando lo pu- so sobre el cuello. Las relaciones de indole sexual subyacentes entre las amazonas y sus siervos, solapadas pero homnipresentes.., se basaban en las conexiones que poder, dominio, fuerza, dolor y sumisión tienen con la sexualidad y que fomentadas por el contexto de lucha por el poder entre los sexos, enfrentados , antagónicos, que, resuelta con total claridad en favor de las mujeres, habia convertido lo que es una desviación en el conjunto de la hu- manidad, minoritaria pero siempre presente, en conducta generalizada.Así las mu- jeres, fuertes y entrenadas desde la niñez, crecian, seguras y firmes adoptando con gusto un papel dominante y considerando al macho un ser inferior, por el que sentian sin embargo una natural atracción que canalizaban por el camino de la dominación y la posesión, sabian que muchos de ellos aceptaban de buen grado su situación y que, el que no, podía ser domado hasta que lo estuviera. Como en todo había excepciones , generalmente fuertes guerreros enemigos, capturados,pe- ro tras los muros de las ciudades amazonas no habian fisuras ni modo de escapar a su control, tras ser habilmente desforzado el mas fuerte de los guerreros no podía enfrentarse con exito a una fuerte luchadora como lo eran todas las gue- rreras amazonas, as¡ si no aceptaba su condición de vencido paseaba su verguenza y su deshonra obligado a acatar las ordenes.Como la experiencia les hab¡a ense- ¤ado, muchos de los guerreros prisioneros podian ser domados y convertidos en su- misos esclavos deseosos de complacer a sus poderosas amas. los metodos para el control de la fertilidad de las amazonas no estaban total- mente perfeccionados en aquella epoca, y ninguna amazona permitia ser penetrada por un esclavo, si no era por los elegidos para ello cuando alguna de ellas era elegida para fecundar por las sacerdotizas. aparte de eso eran usados sin con- templaciones para satisfacerlas, y algunos de ellos obligados aaprender modos de hacerlo, por haber pasado multiples experiencias, eran autenticos expertos.Las ciudades amazonas eran amplias para su numero de habitantes y en ellas no exis- tía condensación de población, la mayoría de sus puertas estaban abiertas, y existían multitud de rincones donde buscando una cierta discreción e intimidad que era escrupulosamente respetada, las guerreras , que carecian, a diferencia de sus jefas, de cámaras privadas, usaban.. Alli podía ser conducido un prisionero joven y gracil, que habia despertado el deseo de la potente guardia,- encargada durante esos dias de un puesto por el que él, a la misma hora pasa.Un día, en su lugar el vé a otra, al girar una esquina ella está allí, esperandole, sonrie, si decir palabra le ha enganchado con un dedo por la argolla del cuello, sin dejar de sonreir le arrastra andando hacia atras, traspasan una puerta cercana que se cierra tras ellos... Cuando Mec terminó el periodo de instrucción bajo la estricta supervisión de la domadora, que ahora sabía que se llamaba Moara, era un esclavo totalmente capa- citado para ocuparse del servicio personal de una centúride, sabría ocuparse de su cabello, de sus ropas y sus armas, mantener sus habitaciones en perfecto es- tado y preparado el baño cuando le fuese ordenado, apresurarse a recoger los ali- mentos de las cocinas y servirlos cuando ella desearse comer en sus aposentos, sabria aplicar masajes relajantes y sensuales, asistirla en todo lo relacionado con su aseo personal y mantener el suyo propio siempre cuidado, sabria depilarse y acicalarse a la usanza de sus iguales. Habia sido enseñado a mantener una constante actitud de respeto y de manifiesta sumisión, a humillar la mirada ante la de su dueña y por último habia sido concienzudamente adistrado por la lasciva Moara en todos los secretos para satisfacer a cualquier mujer sin osar penetrar- la. Totalmente desnudo y con las manos pegadas a los costados, Mec se somete a la última inspección de Moara, los úlltimos días le han enflaquecido aún mas y está depilado por completo, rasurado y, según es habitual en los siervos, con el cabe- llo largo de la nuca delicadamente trenzado, su piel se muestra con un tono blanquecino, por la ausencia de sol, todo ello acentúa su aspecto endeble e ino- fensivo, frente a ello la gran hembra luce con un contraste violento.Vigorosa y poderosa, con todos los miembros entrenados y sólidos, ceñido el sugestivo cuer- po por correajes y cintos, el largo y musculoso cuello esbelto y contraido, los fuertes brazos en jarras, las largas piernas ligeramente abiertas y tensas dibu- jando bellos músculos, los erguidos y grandes pechos, con poderes ipnóticos para Mec, apuntando como armas directamente a su corazón.Ella sabe bien el efecto que causa en su pupilo, pero parece ignorar la completa erección que él mantiene. Se siente satisfecha de su obra y del aprovechamiento y perfecta disposición que manifiesta, ser sin duda un buen siervo y no le importaria quedarselo para su uso personal, tan sumiso y docil, deseoso de complacer...extrañamente hermoso en su debilidad..,.Sobre una repisa, al alcance de la domadora, hay un objeto de cuero y metal,ella lo toma y ciñe con el el flaco cuello del hombre, lo ha atraido hacia s¡ y el puede sentir el calor del vigoroso cuerpo y notar su fres- co aliento , sin poderlo evitar comienza a temblar ostensiblemente una vez mas. Cuando el lustroso y nuevo collar de argolla queda bien ceñido y sujeto, ella lo prueba jalando ..a un lado y a otro, arriba y abajo..obligando a moverse al de- vil esclavo a su antojo, cuando se cansa de hacerlo oscilar como a un muñeco de trapo, lo suelta, bajo la fina y brillante tela negra que cubre parcialmente sus pechos los pezones están iniestos, su obra esta terminada...solo queda rublicar- la. Moara extiende ante si sus manos..Mec comprende, frente a ella extiende las su- yas y las entrelazan, palmas contra palmas y dedos entrelazados, con un gesto de placer Moara tensa sus fuertes brazos, los ha abierto hasta ponerlos casi en cruz, por lo que los cuerpos se juntan , lentamente y paladeando las expresiones contradictorias y sucesivas de su prisionero de sobresalto, temor, dolor, admi- ración, deseo, entrega, verguenza...va doblegando las desforzadas muñecas, ha- ciendole descender lentamente.., el esclavo en su viaje hacia la ignominiosa po- sición de postración ante su dominadora,, pegado a ella, siente las duras y so- berbias curvas de la cruel belleza. esta , cuando tiene al vencido a sus pies, suelta parsimoniosamente la mano izquierda del caido. su voz suena gutural y profunda ,calma.., pero autoritaria. ­ponla en el suelo..obedece­­.-..la mano es cruelmente pisada y sujeta por la recia suela del escarpin derecho de la amazona, esto y la completa torsión de la muñeca derecha hace aumentar la expresión de dolor de Mec, a la vez que le hace quedar pateticamente doblado, caido, sujeto e indefenso ante una mujer que aún tiene su mano derecha libre . Con la calma que le proporciona el saberse mu- cho mas fuerte que su oponente Moara desenfunda su afilada daga que centellea con el mismo brillo acerado de sus ojos, con el ponposo tono oficial que las guerreras de alto rango usan con los esclavos y que ella aún no habia usado con él, la domadora proclama: -­esclavo, hete aqui postrado y sometido, tu instrucción ha terminado, yo tu domadora así lo afirmo, sufre pues mi marca que a todos los ojos dirá que lo he sido, cuidate de ofender con tus actos esta señal que ahora te impongo­... la daga mordió la carne del antebrazo de Mec por su parte externa , dibujando un signo desconocido para él, una divisa, a punto de perder el sentido por el dolor , el miedo y la sensación tan absoluta de impotencia, comprendió que habia sido marcado, de nuevo y de forma indeleble, como una pieza de ganado, y que su nueva marca hablaba de la mujer que concienzuda e inapelablemente habia acabado con cualquier vestigio de independencia o rebeldía que puediese quedar en aquel fu- gitivo que le fuese entregado.ella había rubicado su obra, y comprometá en ello su fama, abandonaba la estancia cuando se giró, deseosa de una última prueba. Se giró y como en ella era costumbre adoptó la postura que tan bien conocia el hombre, con lo brazos en jarras, el pecho alzado y musculos tensados, adelantó lentamente la pierna derecha, miraba al esclavo aún caido, que quedaba casi en el otro extremo de la amplia estancia, le miraba y callaba.Cuando pasaron unos instantes sin que la actitud de ella cambiara Mec comprendio que debía acercar- se, empezó a incorporarse. ! a rrastras esclavo.-­ .el obedeció, lentamente cubrió la distancia que los separaba, hasta casi topar- se con el escarpin cerrado y de alta caña que cubria el pie y parte de la pierna de su dueña. como no pudo avanzar mas no pudo por menos que fijarse en él, pues cubria casi por entero su campo de visión. ¡ quitameló.-...eso es ... -boca arriba ..!ahora!. Como ‚l no pudo hacer otra cosa sino cumplir ls orden, quedó de nuevo tendido desnudo, expuesto ante ella.Su pene mantenia la erección completa y se agitaba nervioso. -No voy a dejar que esto quede así.!.al decirlo presionó ligeramente el tumes- cente miembro con su pié, ahora desnudo- ella continuó hablando como si recitara- ! toda rebelión sera cas- tigada, toda insolencia humillada y toda altivez derribada..- Mec elevó las rodillas y cogió con sus manos el tobillo de la torneada pierna que tan dulcemente le torturaba, la respuesta no se hizo esperar, en el tono con- tenido pero amenazante que ella tan bien sabia emplear siseó -! gusano miserable..pón brazos y piernas en cruz..!contra el suelo,..ahora!..o te lo aplastaré contra el vientre hasta que no sea sino sangre y piel.! El obedeció, y la explicita amenaza hizo que su miembro se redujera hasta la mi- nima expresión, sin embargo el suave masaje continuó y de nuevo fue lo que antes era. De tal modo que a excepción de sus pies y sus manos, que permanecian fijos al suelo como si hubieran sido clavados, todo su cuerpo se agitaba presa del do- loroso placer que su dominadora le aplicaba. Abría los ojos cada poco y desde su postrada postura tras los turgentes pechos, magnificados por su primer plano, semejantes a cúpulas iniestas sobre el vacio, Mec veía la sonrisa torva y cruel de su vencedora. El desenlace fué rápido e intenso y solo cuando Moara vió que bajo su pie solo quedaba un cuerpo exausto , con la quietud y relajación de la muerte, que su esclavo no era sino un guiñapo a sus pies, incapaz en ese mo- mento ni de levantarse , soltó su presa. Lentamente giró sus pies y se dirigió contoneandose felinamente fuera de la estancia, dejando a Mec definitivamente fuera de su jurisdicción.