TRAS LAS MURALLAS DE LAS AMAZONAS por Plutarco de Malatesta CAPITULO IV Corria el cuarto dia sobre la tarima cuando Mec, que se encontraba en estado de semi inconsciencia, notó como una de las mujeres lo apoyaba contra el poste y lo sujetaba con su cuerpo contra el, luego sintio como sus muñecas eran liberadas de sus ligaduras y como caian inertes los brazos a los costados, trato de mover- los pero no pudo, las piernas tampoco le respondian apenas y vio que no caia al suelo porque la mujer lo sujetaba contra si, noto como ella lo desplazaba sobre uno de sus brazos y colocaba el otro detras de sus piernas, la cabeza, que es- taba apoyada sobre el hombro de la mujer, perdió su sujección y basculó hacia atras cuando ella lo elevó en volandas. Lo último que Mec pudo percibir antes de perder totalmente el conocimiento es que estaba siendo colocado , boca a bajo, sobre el lomo de un caballo. Durante los dias que siguieron el prisionero siguio en estado febril de semiin- consciencia y, dejado al cuidado de las sanadoras, restañaron sus heridas y le alimentaron con hena, bebida fuertemente reconstituyente cuya formula las amazonas guardaban estrictamente y que era desconocida fuera de sus dominios Entre brumas veia Mec, en los breves espacios que mantenia la consciencia,a sus cuidadoras aplicandose en su recuperación con la misma determinación que pusie- ran sus compañeras en sumirle en ese estado . Cuando gracias a estos cuidados pudo abandonar el lecho,una de las centinelas entro al cuarto para conducirlo al gran patio central, acostumbra- do ya al trato suave de las sanadoras, recibió con sorpresa el cambio al modo despótico de la guerrera, de forma que cuando fue empujado hacia la puerta sus debilitadas piernas flaquearon y Mec cayó al suelo , la centinela portaba en la mano una larga cuerda plegada , la uso a modo de latigo para azotar al caido, una sola vez. .-! En pie, vamos!-,separo las piernas y le amanazó con proseguir el castigo, elevando a media altura la mordiente cincha, cuando ‚él pudo reincorporarse ella avanzó su posición sin retirar la amenaza, el reculó hasta que su espalda se apoyó contra las dos paredes de una esquina de la celda, entonces ella bajo el brazo y termino de acercarse,- Mec habia adoptado de inmediato la posición protocolaria de subordinación ante una guerrera: ligeramente encogido, con los pies juntos , brazos en los costados y cabeza inclinada hacia adelante, con la vista fija en el suelo. El lenguaje gestual era sumamente importante en la relación de los esclavos con sus dueñas que eran inflexibles a la hora de exigir su cumplimiento. El trato raramente era neutro, cuando una amazona se encaraba con un cautivo lo hacia tomando una posi- ción de control y dominio y esperaba de él que rindiese pleitesía, cualquier ac- titud dudosa de no ser claramente sumisa y apaciguadora podia reportar un casti- go, voluble y de dureza inprevisible, y no por ello menos inquietante. La carcelera permaneció unos instantes frente a Mec con las piernas separadas y la barbilla elevada, como retandole a revelarse, finalmente , conforme con la actitud del prisionero, prosiguió con su proposito y ató un extremo de la cuerda al cuello del hombre, luego asi sujeto, lo condujo, por los sombrios pasillos del edificio prisión, hacia la luz del gran patio. Alli la guerrera, que habia manejado al preso sujetando la cuerda a escasos centimetros de su cuello, le fue soltando cuerda, obligandolo a caminar en circulos concentricos cada vez mas grandes.Tras unos dias de ese tratamiento Mec recuperó casi por completo la mo- vilidad de sus miembros. una mañana, cuando por el alto ventanuco de la celda se filtraban las primeras luces, Mec fue arrancado del lecho y conducido, caminando a tropezones, practica- mente dormido, hasta una estancia contigua, cuando dos valdes de agua fria caye- ron sobre él, terminó de despertarse entre alaridos, estaba en una sala de lim- pieza, desnuda y fria, de valdosas brillantes y suelo con ligera pendiente para facilitar el flujo del agua hacia las canalizaciones del desagüe junto a las paredes. Vió que, entre risas, dos guerreras se estaban despojando de sus corre- ajes y armas y los depositaban en unos ganchos de la pared, les siguieron las po- lainas y las túnicas, hasta quedar solo con unas pequeñas piezas de tela que les cubria sucintamente el puvis, por delante de forma triangular y por detras en forma de cordón que se unia a la cincha de la cintura. Una de ellas, se recogió el largo pelo negro con una cinta de cuero en una cola de caballo y tomó, de un peque¤o cubo, con la mano una porción de pasta de con- sistencia blanda, y se acercó a Mec, ella le superaba considerablemente en peso, era una mujer exuberante, de carnes prietas y pechos inhiestos, lo tomó con la mano libre por detras del cuello y comenzó a extender la pasta espumosa por las zonas que aparecian mas mojadas. No tardó en unirse la otra guerrera, que con un cazo de agua en la mano lo fue derramando sobre Mec. El estado de excitación en el que el prisionero habia entrado se hizo rapidamen- te evidente, pues el no tenia forma de ocultarlo, cuando ellas lo vieron se mi- raron y rieron las dos al tiempo, la que enjabonaba a Mec le hizo a la otra un gesto en dirección a la puerta que permanecia entornada, y la otra guerrera se dirigió a ella y la dejó discretamente cerrada. Cuando se unió a los otros ocupantes de la estancia la mujer tenia cogido a Mec por detras del cuello y le enjabonaba cadenciosamente los genitales mientras se contoneaba, el hombre alternaba los gemidos con la respiración entrecortada y noto el tibio cuerpo de la otra mujer que se aplastaba contra el suyo al tiempo que le sujetaba fuertemente por los brazos. La que tenia delante puso sus ma- nos enjabonadas a ambos lados de la cabeza del hombre y se aproximó tambien a él frotandolo sensualmente. La excitación del prisionero habia llegado a su punto maximo cuando la amazona que lo enfrentaba le sujetó sin contemplaciones por el miembro erecto. La miró y alcanzó a ver en el semblante ahora adusto, el gesto que le hacia a su compañera para que le soltara y le dejara solo en sus manos. LA actitud de ella habia cam- biado radicalmente, tenia la expresión dura, de superioridad, que tan bien cono- cia en sus dueñas, con gesto fiero y altivo lo arrastró al centro del cuarto, y Mec fué consciente de que lejos de decaer su excitación se mantenía creciente. Aún con sus tendones intactos, aquella guerrera hubiera podido dominarle a su antojo, desforzado, no era sino un juguete en sus manos y, así sujeto, la imagen misma de la indefensión mas absoluta . la erección de un esclavo era algo que una guerrera no dejaba pasar por alto, aunque por su caracter involuntario no recibia el tratamiento de una falta de respeto, sino mas bien como un tributo, solo era tolerada cuando, caso muy frecuente, aparecia bajo el latigo o los golpes de una dominadora, o en el curso de un castigo disciplinario. En los demas casos debia ser, como cualquier manifestación de iniciativa, autonomia , in- solencia o susceptible de corresponder a pensamientos no acordes con su condi- ción de rendido siervo, sometida, dominada y humillada. La musculosa guerrera comenzó, con su mano libre, la derecha, a abofetearlo de derecha a izquierda y de izquierda a derecha, al tiempo que lo mantenia doloro- samente sujeto. !manten las manos a los costados!!.- Mec recibia los impactos directos intentando mantenerse en pie, pues la caida así sujeto , le asustaba y trataba de mantenerse cerca de ella para que no es- tirase demasiado. La mujer dejó de golpearlo abrió mucho la boca y paso la len- gua por los sensuales labios, la mano que hacia presa apretó aún mas y se movió primero a un lado luego al otro , arriba y despues abajo y así siguió, el hombre que sentía dolor, experimentaba al mismo tiempo un intenso placer, al fin entre extertores , jadeos temblores y combulsiones rindio el tributo que su dominadora le exigia.Cuando ella le soltó, el, temblando, cayó de rodillas. La amazona ven- ció con su fuerte pierna la casi nula resistencia que ofrecia el laxo cuer- po,terminó de derribarlo completamente, y, durante unos instantes, su pie jugó con el cuello indefenso llevandolo hasta el borde de la asfixia. Mec caminaba por las calles de la urbe custodiado y conducido por una gue- rrera, ella marchaba delante y él, que habia sido lavado, rasurado y vestido con una corta túnica limpia, la seguia a corta distancia. De su collar de esclavo, de cuero con una argolla metalica, pendia una cadena que llegaba algo mas abajo de su cintura, pero la mujer no hacia uso de ella, se limitaba a hacerse seguir por el hombre. LLegaron frente a un edificio de regulares dimensiones , al fran- quear la puerta, como en todos los lugares bajo el control de las guerreras, una centinela les salió al paso. -¨Quien es?- La encargada del prisionero jaló de la cadena y le hizo colocarse junto a ella, luego le miró, cuando vió que la actitud de él era la correcta habló .-Este esclavo ha sido convocado por las reeducadoras, se le ha marcado como sirviente de una centúride.- miró al cautivo y le hizo un gesto con la cabeza, una orden muda, al tiempo que daba un ligero tirón de la cadena.El comprendió, mostró su antebrazo derecho por la parte interior, allí por encima de la cica- triz de la muñeca que indicaba que habia sido desforzado, una serie de signos, tatuados, indicaban toda su historia bajo el dominio de las amazonas, en último lugar, con el color mas vivo que los otros y con la piel aun enrojecida a su al- rededor habia un extraño simbolo seguido de un nombre: DUNA, pero para el hombre así marcado aquello carecía de significado, pues aunque era una persona culta, no sabia leer la lengua de las Amazonas. Portadora y cautivo esperaban en una antecamara, ella permanecia de pie con las piernas ligeramente separadas, con las manos cruzadas en la espalda sujetando la cadena del esclavo, al que habia ordenado que esperase arrodillado, a su lado. El examinaba distraidamente las marcas de su antebrazo y dejaba que su mente di- vagara por los recuerdos que le traian. Recordó como habia llegado a su situación actual, cuando fué capturado, por pri- mera vez, por sus temibles amas. En aquellos tiempos Mec, hombre de letras en su pais de origen, perteneciente a la minoria de los cultivados y eruditos, viajaba en una carabana de mercaderes como escribano e interprete. Al anochecer de un tragico día la carabana habia sido asaltada por una gran partida de bandidos, en un inhospito paraje, tierra de nadie donde inperaba la ley del mas fuerte. Los guerreros que custodiaban la carabana y el resto de integrantes de la misma, sorprendidos en emboscada, fue- ron aniquilados, a excepción de un pequeño número de supervivientes que ampara- dos en la confusión y las sombras que ya caian sobre el lugar consiguieron esca- bullirse y salvar la vida, Mec fue uno de ellos. Perdido y en solitario, vagó por el territorio desconocido alimentandose de ba- llas silvestres y raices, pues no consiguió cazar nada.Al quinto día desfalleci- do, subió la ladera de una colina boscosa, confiando encontrar algún nido entre las ramas de los arboles o algún otro tipo de alimento, entonces oyó voces y ruidos de cascos de caballo.Se escondió a tiempo para no ser descubierto y poder observar de quien se trataba y vió a un grupo de jinetes armados, tras uno de los caballos atado por una cuerda al cuello andaba a trompicones un prisionero, lle- vaba los brazos atados por detras de la espalda a la altura de los codos, se fi- jó primero en él porque lo reconoció como uno de los guerreros que guardaban la carabana. Luego para su sorpresa al fijarse en los jinetes descubrió que se tra- taba de mujeres, mujeres armadas y vestidas como guerreros, algunas llevaban la cabeza descubierta y otras portaban casco, un casco de oscuro metal, rematado con agresivos pinchos a modo de cresta, se ceñian con anchos cintos y correajes de los que pendian dagas y espadas,. En brazos y piernas, algunas tambien en los hombros, lucian protectores metalicos con salientes agudos que a buen seguro podian causar serios destrozos en una lucha cuerpo a cuerpo.Desde donde se en- contraba Mec podía verlas ahora bien, a unos metros por debajo del nivel donde él se encontraba, el grupo cruzaba bajo su atenta mirada. Eran todas jóvenes y fuertes de cuerpos morenos que al hombre le parecieron extrañamente hermosos pues eran poderosos y entrenados como los de un guerrero sin dejar de ser rotun- damente de mujer, le recordaron a algunas acrobatas que viera en espectaculos circenses en alguno de sus viajes pues del mismo modo le habian parecido turva- doramente hermosas aquellas mujeres modeladas por el mucho ejercicio. El fuerte calor de aquellas tierras hacia que vistieran cortas túnicas que des- cubrian piernas y brazos y se sujetaban a los hombros por delgadas cinchas.Re- cordó que en la carabana había oido hablar de que viajaban cerca del territorio de las Amazonas , pais dominado por mujeres guerreras que solo permitian en sus dominios la entrada a los hombres en calidad de esclavos y que eran inplaca- bles en la lucha y crueles en la victoria de modo que habian mantenido desde tiempo inmemorial su territorio y aún habian sojuzgado por las armas a pueblos vecinos de modo que estos les rendian tributos y pleitesía. Dedujo que aquellas no podian ser otras que ellas, esto pensaba cuando una de ellas al pasar dirigió la mirada hacia donde el se encontraba, se ocultó ra- pidamente mas de lo que lo estaba tras un arbusto, pero el movimiento brusco hi- zo que su pie empujara una rocas pequeñas que alli había. Rodaron, y al rodar arrastraron otras, un pequeño túmulo se desprendió ladera abajo, las mujeres no pudieron por menos que oirlo y verlo, la comitiva entera se puso en guardia, y dirigió sus miradas hacia donde Mec estaba,‚ éste creyen- dose descubierto inició una huida hacia la cumbre de la colina, las mujeres lo vieron entonces, una de ellas, al parecer la jefa, gritó una orden a una de las que tenía mas cerca, la guerrera descabalgó de un salto y inició una persecución por un terreno en el que su cabalgadura no sería sino un inpedimento.Las demas formaron algo parecido a un circulo con las grupas hacia el centro en lo que pa- recia una maniobra defensiva, previniendo un ataque o emboscada. Mec jadeaba hacia la cumbre, y cada vez sentía y oia mas cerca la presencia que se le aproximaba inexorablemente, en un peque¤o llano de la colina, sintiendose alcanzado se volvió, miró a su alrededor y solo la vió a ella. la Amazona frenó su carrera cuando ya lo había alcanzado, para examinar al enemigo que se le en- frentaba, vió a un hombre devil y desarmado sin ningún aspecto de guerrero, que boqueaba ostensiblemente por el esfuerzo de su huida, cuando habló lo hizo en un dialecto extraño pero entendible para Mec , conocedor de lenguas, por sus seme- janza con la lengua de toda aquella regi¢n. Mientras la veia acercarse lentamen- te el comprendía el significado de sus palabras.-!Date preso, extranjero, o mue- re!- ‚l vió que pese a llevar armas al cinto no iva a hacer uso de ellas.Cuando al fin se produjo el contacto, inevitable, entre la perseguidora y el persegui- do, demasiado cansado para intentarlo de nuevo, se produjo un forcejeo y el vió que ella queria derribarlo al suelo, el sintió miedo pues comprendía que estaba siendo capturado y que la captura tendria consecuencias imprevisibles y se resis- tió con todas sus fuerzas pero en breves instantes estaba inmovilizado en el suelo boca arriba con la guerrera a horcajadas sobre él sujetandole las manos a ambos lados de la cabeza..Despues de aquella derrota Mec se dió por vencido, . _¨Quien eres extranjero?!- tu aspecto es extraño !habla!- La mujer habia sujetado su brazo izquierdo con la rodilla y habia incrustado el antebrazo derecho bajo su barbilla presionando hasta dejarle el aire justo para poder valbucear su respuesta. -era viajero de una carabana..fuimos asaltados...- elegia palabras sencillas pa- ra hacerse entender en un dialecto distinto aunque parecido. Ella se incorporó y con un gesto le indicó que lo hiciera él tambien, luego lo empujó para que caminara delante de ella. Pronto llegaron junto al grupo, las mujeres habian descabalgado, eran seis ade- mas de la captora y el otro prisionero, ahora eran nueve personas bajo el sol intenso. los últimos metros hasta el grupo los hicieron por terreno llano, la mujer ha- cia abanzar a su prisionero junto a ella dandole pequeños empujones, cuando es- tuvieron frente a las otras la guerrera cogió por los cabellos a su preso y puso su pie tras la corba del hombre , empujó y lo hizo hincar las rodillas,con una mano sujetaba sus cabellos con la otra una de sus muñecas y con una de sus pier- nas una de las del hmbre doblada, por detras de su rodilla, de modo que él no tenia posibilidad ninguna de moverse. Así sojuzgado lo enfrento a la que parecia la jefa de la partida. Las oyo hablar y vió que podia entenderlas sin problemas -Cuenta la misma historia que el otro prisionero.- -eso prueba que dicen la verdad,..está bien tu te ocuparas de él durante el via- je. Así había llegado por primera vez a la urbe donde ahora se encontraba, sus dedos se deslizaron por la cicatriz de su antebrazo que cruzaba la mu¤eca. La manifiesta devilidad de Mec y su actitud sumisa desde el principio habian conseguido librarle durante mas de una año de ser desforzado, lo cual era una practica muy generalizada, sin embargo un mal día al termino de la jornada de trabajo en una brigada de limpieza a la que habia sido asignado, cuando fueron conducidos al barracón donde pernoctaban y se les distribuyó el sustento, Mec pensativo dejó este junto a si sin terminar, otro preso, Oraz, que llevaba mucho tiempo en poder de las Amazonas, y que tenía tendencia a descargar con sus com- pañeros el mal caracter que debia reprimir ante sus amas, le arrebató el cazo. Cuando Mec lo vió, protesto y quiso recuperarlo, pero Oraz le propinó un certero puntapié enla boca del estómago, Oraz era peque¤o y estaba desforzado, pero ha- bia desarrollado una rara habilidad para pelear con los pies , le hizo caer y le golpeó varias veces en el suelo, pero una de las veces que volvio a intentarlo- resvaló y cayó , Mec se agarro a él intentando reducirle, en medio del corro que se había formado de esclavos, con el consiguiente alboroto, cuando las guardias llegaron, Mec sujetaba al otro hombre en el suelo, los dos fueron separados gol- peados y conducidos a celdas aisladas, cuando el rápido proceso se produjo Mec fué sometido a desforzamiento por su atisbo de conducta violenta.