TRAS LAS MURALLAS DE LAS AMAZONAS Por Plutarco de Malatesta CAPITULO II A la mañana siguiente Mec que así se llamaba el esclavo, se despertó al oir el ruido producido por unos cerrojos al abrirse bruscamente, le dio tiempo a ver que estaba en una peque¤a celda sin ningun mueble antes de que entraran dos agresivas guerreras. -­vamos , en pie ­-, ‚ él así lo hizo, y fue sujetado por de- tras por una de ellas , que le innovilizó los brazos , la otra saco un puñal y se acercó amenazadoramente, un es- tremecimiento recorrió a Mec, pero la amazona no le hizo ningun daño, se limitó a rasgar sus harapos de arriba a bajo, en segundos no llevaba nada encima a excepción de la correa, que no habia podido quitarse por mucho que lo intento, por la dureza de sus nudos. La mujer envainó el arma y salió del cuarto. La que lo sujetaba lo empujó contra una pared y alli lo solto, el instintivamente se tapo los genitales, ella, una morena algo mas baja que el, pero en buena forma como todas las guerreras, lo abofeteó. ­ Entraron la del puñal y otra mujer, cada una portaba un cubo grande de agua en cada mano. La que le habia hablado volvio a hacerlo: ­ brazos en cruz y separa las piernas, ¡ vamos­¡¡ El contenido de dos cubos se estrelló contra él, el pri- mero en la parte superior, el segundo a la altura de los genitales ­ quieto ahi­ , el quedo petrificado con el cuerpo for- mando un aspa. La morena le sujeto por el cuello con la mano izquierda y controlandolo asi, comenzó a frotarlo con una especie de esponja, cuando llego a la entrepierna sus movimientos se hicieron suaves y ritmicos, obligado a mantener la mi- rada de ella por la presa del cuello, vió como una sonrisa cruel se dibujaba en sus labios cuando sin poderlo evitar una erección vino a delatarle frente a su dominadora. el comenzo a debatirse entre las manos de la amazona ata- cado de deseo. entonces ella lo solto de improviso. Un nuevo golpe de agua le hizo comenzas a tiritar, aunque no hacia frio alli..La mujer se le acercó de nuevo y le tomo por los cabellos, jaló y le obligó a quedar doblado, formando un arco hacia un lado, puso el pie sobre su pierna doblada, tras la rodilla y empujó, el cayó de rodillas, asi recibió un nuevo remojón que cayó en casca- da desde arriba sobre sus cabellos. Quedo asi algo mas aseado, libre de las manchas de polvo del camino y de las sucias ropas que habia llevado hasta alli. La guerrera que habia llevado hasta entonces la voz can- tante lo tomo entonces por la correa y se hizo cargo de él, dejando atras las mazmorras y conduciendolo, en soli- tario, por pasadizos. Cuando salieron a la luz del dia la claridad lo deslum- bro, pero se vió obligado a avanzar por el dolor que le producia una seria rozadura que la apretada correa habia ya producido. Andaban por las calles, bastante concurridas ya a esa ho- ra, esclavos y mujeres libres se volvian a mirarlos, pues no era habitual dentro de la urbe el ver a una guerrera conducir a tirones y empellones a un esclavo pateticamen- te desnudo. ­ lo lleva a la plaza, vamos a ver..., - mirale, ha recibido ya un buen castigo.. - debe ser un fugitivo... Los comentarios llegaban a Mac como a traves de una nube, pues su estado emocional oscilaba entre el abatimiento profundo y una angustiosa sensacion de temor entre todas aquellas mujeres hostiles, al mismo tiempo le embargaba una gran verguenza al verse en aquella situación despoja- do de toda su ropa. LLegaron a una plaza, en medio de la misma, habia levan- tada una tarima, con un poste a modo de mastil, a dos me- tros del suelo un travesaño lo cruzaba. Sobre la tarima, de cuatro palmos de altura, esperaba otra guerrera, llevaba sobre la cabeza un casco de guerra de los que tan feroces les hacian parecer en las bata- llas,era de oscuro metal adornado con una fila de agudas puntas .En la parte central, desde la frente hasta la nu- ca, a modo de mortifera cresta, el casco protegia la par- te lateral de la cabeza hasta ceñirse bajo la barbilla, un protector de nariz quitaba expresividad al casi oculto rostro, del que solo se veian los grandes ojos y la boca, sensual. A parte del casco solo lucia el ancho cinto sobre la cor- ta tunica sin mangas, ningun otro correaje, protector o arnes la ceñia, estaba descalza sobre las maderas, el prisionero, que se sentia tan devil, penso que nunca le habian parecido las guerreras tan exuberantes y podero- sas fisicamente como desde que habia sido capturado de nuevo, aquella a la que estaba siendo entregado ahora le parecia hermosa como una diosa de la guerra. Ella lo empujó contra el poste y le hizo levantar los brazos, se los ató al travesaño. Tomo`una fusta y se dirigió a la multitud que se habia reunido junto a la tarima: ­ ¡ esta es la suerte que espera a los esclavos fugitivos­¡¡- dijo esto con los dos brazos levantados por encima de la cabeza , sujetando la fusta, se volvió hacia el prisionero que quedó frente a ella, atado y estirado, desnudo e indefenso, el vió como la mujer preparaba el golpe sin poder hacer nada por evitarlo, se contrajo, es- condió el rostro lo que pudo y cerró los ojos. el cuero mordió la piel sobre el cuello, el siguiente golpe, de revés, cruzó el hombro y el pecho por el lado de la dere- cha, una y otra vez la amazona blandia la fusta alcanzan- do sin fallar al preso alli donde queria, lineas violace- as empezaban a surgir sobre los muslos, los brazos, las caderas, el cuello... Las mujeres jaleaban a la torturadora para que siguiera su castigo ­ acaba con el ­ .- ­arrancale la piel a tiras ­.- ­des- trozalo ..no se perdera gran cosa.. El dia habia llegado a la hora decimocuarta, por dos ve- ces habia cambiado el turno y una nueva guardiana habia ocupado su lugar sobre la tarima, cada una de ellas habia hostigado, a ratos, al prisionero, con distintos grados de dureza y distintos efectos sobre su victima. El sol caia inmisericorde sobre aquel lugar,durante toda la jornada el gentío habia circulado alrededor del enta- blado, el numero de hombres que se veian en aquella plaza era superior al habitual en las calles de la ciudad, es- taban siendo conducidos alli para asistir al escarmiento del profugo. en aquella calurosa hora no habia demasiada gente observando, llegó una mujer seguida, a tres pasos de distancia, por un hombre, ella era, cosa poco frecuente entre las amazonas, rubia, aunque de duros ojos oscuros, de porte arrogante y altivo y vestia la corta tunica es- cotada y sin mangas que era el vestido mas habitual en aquella estacion del año, ceñida por un cinto del que pendia un delgado puñal, llevaba, hechada hacia atras so- bre la espalda, una capa de jefa de escuadra de tela muy fina. Él, vestido a la usanza de los servidores personales, llevaba al cuello un collar de cuero con una argolla y ca- minaba con la cabeza gacha y en actitud sumisa, era joven y estaba afeitado y depilado, lo que acentuaba el aspecto delicado y gracil de su cuerpo que era menudo y delgado de musculos muy poco desarrollados. LLegaron junto a la tarima y a un gesto de ella , el hombre se colocó junto a la amazona, que comenzo a mirar el espectaculo, cuando vió que la mirada de su servidor permanecia fija en las tablas frente a sí, lo tomo por los cabellos y le irguió la cabeza, sujetandosela. En el escenario, la representación continuaba, la guerre- ra que se ocupaba ahora del esclavo habia atado una cuer- da larga a los dos tobillos, uno a cada cabo, de modo que sujetandola por el centro tenia una especie de riendas con las que controlaba los pies de su prisionero, de vez en cuando jalaba con fuerza y él, con los pies en el ai- re, quedaba dolorosamente suspendido de las mu¤ecas, sin dejarle recuperar la verticalidad ella le hostigaba con la fusta sin atender a sus cada vez mas deviles suplicas y lamentos, en aquel punto el estado del esclavo era ya lamentable, victima de sus torturadoras y de la terrible sed que sentia. Cayo la noche y en la plaza solo quedaban el prisionero y una nueva guardiana, esta acababa de empezar su guardia apenas media hora antes y estaba fresca y de buen animo. -Agua.....- el prisionero intentaba con su nueva cuidado- ra conseguir lo que las otras le habian negado, con ex- cepcion de una que se la habia otorgado en muy peque¤a cantidad. La amazona se levanto de donde estaba sentada y se despe- rezó como una gran gata, tomo una cantimplora y con movi- mientos lentos y felinos se acercó al cautivo, quedó frente a el de modo que los erguidos pezones casi lo ro- zaban,muy lentamente quito el cierre al recipiente, ella con los ojos clavados en el rostro desencajado y febril, el con mirada desesperada seguia los movimientos del pre- ciado liquido. Cuando la guerrera elevo la cantimplora el extendio el cuello para recibirla, pero paso de largo, la mujer tomo un largo trago y luego chasqueó los labios y exaló con satisfacción, luego lentamente paso la lengua por los gruesos y humedos labios con deleite. -agua...­..el ruego fue nuevamente desoido,en lugar de eso ella derramó buena parte del resto sobre el pronuncia- do escote de su túnica, que se ciño a sus hermosos pe- chos. A la luz de las antorchas su piel tenia un saluda- ble color dorado y las gotas de agua relucian sobre ella, pequeñas cantidades habian quedado embalsadas en el hueco que formaban sus claviculas y sobre los concavos senos, que se ofrecian como refrescantes frutos, él no pudo re- sistirse al impulso y alargo el cuello buscandola con sus labios, la centinela no se aparto ni cedio su posición, pero con unos reflejos que asombraron a su prisionero, lo sujetó con su mano libre por el cuello antes de que con- siguiera tocarla, ‚él aún trató de luchar por unos instan- tes tratando de alcanzar su objetivo, ella , en una for- zada posición por lo cercanos que se encontraban, lo dejó hacer sujetandole con la fuerza de su muñeca, hasta que el cautivo se rindió y entregó su cuello , lacio y vencido entre los dedos de su cuidadora. Manejandolo como un peso muerto, lo puso contra el poste, el esclavo, sujeto con los brazos en alto,desnudo el escualido cuerpo y marcado por los golpes de sus torturadoras, derrumbado, pese al calor de la noche comenzo a temblar en manos de la implacable y potente vigilante, ella lo notó y esto pareció divertirla, co- meenzó a hablarle en tono suave y muy bajo, que contrastaba con la actitud con la que le estaba dominando, la voz apenas era audible fuera de los contornos de la tarima..- .-¨ cres que estoy aqui para servirte, esclavo. aun no sabes como debes dirigir- te a una guerrera?..te voy a enseñar a comportarte..si quieres agua..­suplica ­.. En la soledad de la noche, el hombre , en el mismo tono de voz empleado por ella, se vio obligado a buscar los terminos mas serviles para dirigirse a su do- minadora pidiendo el liquido que tanto necesitaba, al cabo de largos minutos la mujer hizo un cuenco con su mano izquierda y vertió agua, se la ofreció al preso y este bebió con avidez, aun no habia terminado la exigua cantidad y ya la mano se habia abierto, el lamio con rabia y la mano se cerro sobre su boca inmovili- zandola. .- ...se acabó, si vuelves a pedir mas, no solo no te la dare sino que te hare tragar arena....muestra tu agradecimiento por el agua recibida.... Solto la presa del cuello y puso los brazos en jarras, El hombre se dejo caer agotado hasta quedar colgado sujeto solo por las ataduras de las mu¤ecas, las piernas dobladas rozaron las de la amazona y se apresuro a abrirlas a ambos la- dos para evitar seguir haciendolo, sus ojos quedaron a la altura de los duros pechos, vio que el puño derecho de ella se desplazaba hacia atras y amenazaba con descargarse de un momento a otro sobre él, de pronto comprendio que habia dejado transcurrir varios segundos desde que ella dictara su última orden, sin perder mas tiempo comenzo a hablar, buscando de nuevo los terminos mas adecuados para conseguir evitar el golpe, durante un rato el puño airado siguio en alto, luego lentamente fue bajando !-Silencio ahora !..no hablaras mas mientras no te lo ordene ..¨entendido? él fue a responder, pero lo penso mejor y afirmó con la cabeza. Luego la vio alejarse hacia el otro extremo de la tarima donde aparentemente se olvido de él.