Tras las murallas de las amazonas por Plutarco de Malatesta (Esta historia transcurre en el pasado......o tal vez en el futuro, despues de un nuevo comienzo) CAPITULO I La mujer se irguió sobre los estribos y miró a lo lejos, una sonrisa de triunfo se dibujó en su gruesos labios,­ lo habia encontrado!, expoleó y gritó al brioso animal , que al instante se lanzó al galope A poco mas de un tiro de arco, el hombre corria en campo abierto, tratan- do de salvar lo antes posible aquella distancia de monte pelado y sumergirse otra vez en las sombras ocultas de otro tramo de denso bosque, donde seria difilmente visi- ble. Entonces lo oyó, el inconfundible sonido le erizó el vello, el retumbar de cascos de caballo al galope se oia muy cercano. Giró hacia la dirección del sonido y la vió, tal como le habia parecido por el sonido era una sola, lo suficientemen- te cercana como para distinguir que era joven y fuerte, de larga melena negra ondulando al viento, aprecio inclu- so la expresión de su rostro que no hacia presagiar nada bueno, vió que se dirigia hacia él a toda velocidad, con el brazo derecho extendido y armado, durante el breve flash que duró escasos segundos, el cerebro del hombre trabajaba con gran rapidez y registró tambien que el arma elegida por la mujer, de entre las que solian portar las guerreras repartidas entre su cinto y la silla de su mon- tura,era una especie de porra larga de cuero que las ama- zonas empleaban cuando querian actuar con contundencia pero sin causar daños irreparables. Aunque era tarde para intentar escapar a la carrera, ins- tintivamente lo hizo, prefiriendo esto a enfrentar, de- sarmado, la acometida que se le venia encima. A los pocos segundos pudo sentir los resoplidos del ani- mal junto a su oreja izquierda y como estaba siendo ade- lantado, entonces algo le empujo con fuerza en la espalda y le hizo caer, cuando pudo levantar la vista, vio que algunos metros por delante la amazona habia hecho detener la galopada y estaba ahora girando. El se levantó y intentó huir de nuevo pero ella le cerraba el paso cada vez que lo intentaba cambiando de direccion. Cuando despues de derribarle varias veces ella vio que el fugitivo, tirado en el polvo, renunciaba a seguir inten- tandolo, muy lentamente puso pie a tierra, allí, en medio del monte, solos en muchos kilometros a la redonda, ella controlaba la situación totalmente, sonreia con aire de triunfo tan convencida de haberlo atrapado como si es- tuviera enrollado en cadenas del cuello a los pies. ­ rindete esclavo ­.- ella habia enganchado el arma al cinto y sostenía con ambas manos una correa larga de cuero. Juntaba y separaba los puños haciendola sonar al tensarla. Él se incorporó , era un hombre mas bien alto de unos treinta años, aunque su caracteristica mas acusada era una delgadez extrema , llevaba el torso desnudo y las costillas y el esternón se marcaban bajo su piel, los la- xos musculos estaban cruzados, aqui y alla, de antiguas marcas, indelebles ya, hechas sin duda por un mordiente latigo. ella era tan alta como el, pero mucho mas poderosa, de prietas carnes bronceadas por el sol y mode- ladas por el entrenamiento constante, llevaba el cabello lacio y negro cayendo en cascada hasta muy cerca del ancho cinto, el pecho abundante alto y firme, sustentado por potentes musculos pectorales, y los hombros anchos y re- dondeados; era al menos cinco a¤os mas joven y su rostro era fiero y decidido,de carnosa boca y dientes perfectos. Él se levantó despacio y abanzó hasta ponerse frente a ella, con la cabeza gacha, luego extendió ambas manos jun- tas, ella sonrió ante ese tributo a su superioridad, lue- go hablando muy despacio dijo .-aún no.-..,el levantó la vista hacia ella y entonces recibio una fuerte bofetada en el rostro que casi dió con el en el suelo, sonriendo torvamente ella volvio a hablar,..-otra...- El sabia que debia permanecer quieto ante el castigo, así recibio el segundo golpe aun mas fuerte que el anterior y, esta vez, cayo al suelo. .-­ de pie ..­.- el hombre obedeció, ­ extiende las ma- nos, ­ahora­.- la guerrera lo tomó por las muñecas y las hizo girar hasta poner las palmas de las manos hacia arriba, aunque estaba practicamente segura, queria asegu- rarse de que aquel era el hombre que buscaba y , efecti- vamente, encontro las marcas, dos gruesas cicatrices cru- zaban las delgadas muñecas, era sin duda un esclavo fugi- tivo, un servidor urbano pues habia sido desforzado; las cicatrices demostraban que habia sido sometido a la ope- ración en la que las amazonas intervenian los tendones de los brazos de sus servidores mas directos, los que convi- vian con ellas en sus ciudades, mermandoles en gran medi- da sus fuerzas y dejandolos incapaces de empu¤ar las ar- mas con exito contra ellas. La poderosa joven entrelazó sus manos con las de el y presionó con fuerza, la dinami- ca de la presión hizo que sus cuerpos se juntaran, luego según proseguia la presión el hombre se vio obligado a ir descendiendo hasta quedar de rodillas, sometido e inmovi- lizado, sus ojos quedaron muy cerca de los hermosos pe- chos que, inclinados hacia adelante, se ofrecian a su vista firmes y esplendidos, no pudo evitar una erección. -te rindes esclavo ?.- -si.... ella lo soltó -­muestralo ..!- el dudó por un instante, luego inclinó la cabeza.La gue- rrera llevaba polainas de cuero firmemente sujetas a las fuertes piernas,la protegian de las rozaduras de las cin- chas de la silla de montar, tenian incrustaciones metali- cas que en el frontal eran prominentes y puntiagudas, lo que las convertian en peligrosas armas si eran usadas pa- ra golpear. El posó los labios en el polvoriento cuero que recubria uno de los pies y esperó, tras unos instan- tes que le parecieron muy largos sintio como estaba sien- do atado por el cuello con una correa. aunque no osó re- sistirse, en el breve espacio que les separaba del caba- llo de su captora esta lo derribó dos veces jalando de el para conducirlo, luego hizo alarde ante el de su agilidad y potencia cuando sujetando el pomo de la silla monto en el animal de un limpio salto. desde la altura alcanzada ella elevó el mentón y le miro desafiante, el bajo rapi- damente la mirada tratando de no provocar su colera que el adivinaba terrible. - ­ hiaahh.-­.- el brusco arranque del caballo le sor- prendió y tuvo que hacer un esfuerzo para no caer y man- tener el ritmo de marcha al mismo tiempo. La amazona alternaba los trotes ligeros con una marcha cadenciosa en la que con el brazo extendido y relajado mantenia a su prisionero junto a su montura . Caia la tarde cuando empezaron a ver los primeros campos de trabajo, donde hombres encadenados se afanaban vigila- dos por guerreras armadas a pie y a caballo. Cuando las guardias de la primera empalizada defensiva les franquearon el paso y entraron en lo que ya era la urbe, el noto como la actitud de su dominadora cambiaba, puso el caballo a paso lento y flexionó el brazo aumen- tando considerablemente la tensión de la correa, lo que le hizo avanzar en una postura forzada y sometida, de al- guna manera ella lo mostraba como a un gran pez pescado que aun se debatia coleando, al mismo tiempo se irguió so- bre la silla y avanzo contoneandose , orgullosa de su captura En la ciudad, la mayoria de habitantes que se cruzaban eran mujeres, algunas vestidas de guerreras, otras con leves tunicas, pero tambien se veian hombres, casi siem- pre acompañando a mujeres, caminando tras ellas, a esca- sos pasos. muy pocos caminaban solos, y estos lo hacian con la cabeza gacha y actitud respetuosa, transportaban en sus manos algun objeto y parecian dirigirse a algun sitio concreto sin perdida de tiempo. Ellas miraban di- vertidas la escena que ofrecian la guerrera y su prisionero, ellos rehuian la mirada. Cuando llegaron a la fortaleza central la mujer descaval- gó y , arrastrando al cautivo tras de si, subió la escalinata. la guerrera que guardaba la puerta se volvio hacia el in- terior y con voz potente llamo: -­ Jefa de guardia.-­ Al momento llegó hasta ellos una guerrera que portaba un largo latigo enrollado, flanqueada por otras dos portado- ras de lanza. La primera mas robusta , era evidentemente de mas edad que las otras dos, alrededor de cuarenta años, aunque su aspecto era magnifico y su cuerpo entre- nado, vigoroso le pareció al prisionero sexualmente muy atractivo, no pudo evitar que su mirada resvalara por en- tre los correajes que ce¤ian el torso de la amazona y se detuviera alli donde el escote de la corta tunica dejaba al descubierto el inicio de unos pechos plenos y magnifi- camente erguidos. un tirón de la correa que le sujetaba le recordó la con- veniencia de una actitud menos peligrosa. -Es el esclavo fugitivo- dijo la captora -bien,..parece que no has podido ir muy lejos ¨verdad?.- la atractiva jefa del grupo sonreia al prisionero mien- tras tomaba la correa, su voz y sus ademanes eran dulces mientras lo colocaba frente a si, luego sin previo aviso le aplico un terrible golpe en la boca del estomago, el esclavo con un grito ahogado se doblo y cayo de rodillas. -­ encerrarle, mañana nos ocuparemos de él.- Luego se dirigio a la guerrera que lo habia capturado -bien hecho, presenta tu informe a la escriba, seras re- compensada.. mientras, el hombre era conducido casi en volandas por las dos mujeres de las lanzas hacia el interior de la fortaleza.