EL SEXO Y LA SUPERVIVENCIA DEL MAS FUERTE
POR JANE E. BRODY/THE NEW YORK TIMES NEWS SERVICE

Las mujeres siempre han sabido que no son "el sexo débil", sin embargo un antropólogo de la Universidad de Washington acaba de demostrar esta teoría.
No es que las mujeres vivan más que los hombres cuando el ambiente es propicio, sino que pueden aventajar a los varones cuando el medio ofrece las peores condiciones imaginables, afirma el doctor Donald K. Grayson.
El investigador explica que esta diferencia esta basada en la capacidad reproductiva de las mujeres, para la cual la naturaleza debió haberlas equipado a fin de sobrevivir a los grandes desafíos ambientales, como hambre y frío.
Es difícil imaginar condiciones más extremas que las que vivieron dos trágicos grupos de colonizadores al quedar atrapados, durante el invierno, en solitarios pasos montañosos. Grayson estudió los dos casos para determinar la supervivencia por géneros.
El primero fue el famoso grupo Dooner que al viajar en carreta cubierta desde Illinois a California no pudo escapar de los bosques de Sierra Nevada, cuando una tormenta de nieve cayó sobre la región el 1 de octubre de 1846.
Aislados en las montañas durante seis meses, los 89 miembros de la expedición Donner pusieron a prueba toda clase de tácticas de supervivencia y, al final, recurrieron al canibalismo luego de que uno a uno de los emigrantes moría.
Grayson estudió las estadísticas de supervivencia. Esto es, cómo la edad, sexo y tamaño de la familia influyeron en la mortalidad de los viajeros, de los cuales, 40 jamás llegaron a su destino.
"Los niños más pequeños tienen menores depósitos de energía y nutrientes que los adultos, -explica- mientras que los ancianos son menos capaces de responder al frío y, por consiguiente, pierden más calor por la piel". á
El resultado: 83% de los mayores de 50 años perdieron la vida, mientras que 63% de los niños menores de 5 años murieron antes que se efectuara el rescate del hambriento grupo.
No debe sorprendernos que los miembros de grandes familias tuvieran una tasa de supervivencia mayor, pues contaban con un sistema de apoyo que les fue de gran utilidad en lo emocional y en lo físico.
Sin embargo, lo más asombroso es que el número de fallecimientos masculinos duplicó la tasa de muertes femeninas: 57% de los 53 hombres murieron contra 28% de las 34 mujeres del grupo, además de que los varones sucumbieron con mayor rapidez.
Por ejemplo, de quienes trataron de escapar a pie de la montaña, calzados con zapatos para nieve, todos los hombres murieron mientras que todas las mujeres sobrevivireron.
"Las mujeres están mejor equipadas biológicamente que los hombres para soportar el frío y el hambre", concluye Grayson.
"Son más pequeñas, con una masa corporal 17% menor a la de los varones, por lo que necesitan comer menos para sobrevivir. Además, tienen casi el doble de grasa corporal -alrededor de 27% de su peso-, en tanto que los hombres sólo tienen 15% de grasa.
La distribución de la grasa en las mujeres es subcutánea -por debajo de la piel- y como la irrigación sanguínea es muy escasa este tejido funciona como un excelente aislante. Si exponemos hombres y mujeres al frío, las mujeres lo tolerarán mejor".

LA COMPAñIA WILLIE

Grayson investigó el destino de otro infortunado grupo de colonos. Diez años después del desastre Donner, una tropa de 429 mormones europeos (La compañía Willie) emprendió la marcha desde Iowa City en busca de mejores condiciones de vida en Salt Lake City, centro de la Iglesia mormona.
Estos hombres, mujeres y niños no pudieron viajar en carretas cubiertas tiradas por caballos, así que después del recorrido en tren desde Iowa City, empujaron sus carretas hasta Salt Lake City -cinco personas por vehículo de 100 kilogramos.
El patrón de mortalidad fue parecido al del grupo Donner. "En esencia, descubrí casi lo mismo", afirma Grayson.
"Aunque quedaron atrapados durante mucho menos tiempo -apenas cinco semanas, tres de las cuales recibieron ayuda de Salt Lake City-, la tasa de mortalidad masculina fue tres veces mayor que la de mortalidad femenina". Traducción de José Ignacio Rodríguez y Martínez.