COMO CONOCÍ A MINERVA Por Esper, esper_cl@yahoo.es Siendo gerente de finanzas de una empresa mediana de mi cuidad, Santiago de Chile, me correspondió relacionarme frecuentemente con Minerva, quien era la ejecutiva de uno de los bancos que atendía nuestras necesidades financieras. A todo esto, mi nombre es Pedro, tengo 40 años, soy divorciado. La relación entre los dos fue bastante cordial. Minerva respondía con mucha diligencia y nunca llegamos a tener algún inconveniente, así como su banco tampoco lo tuvo con nosotros. Si bien no se puede afirmar que en esa instancia llegamos hacer amigos, tuvimos siempre una relación cálida, y más de alguna vez conversamos someramente algunos temas personales. No pensé en ella como alguien como pare tener sexo ni entablar una relación de pareja, más aún considerando que en esa época yo tenía novia. Sabía que era separada y tenía una hija. Calculaba que su edad estaba en los últimos 30. Era de una personalidad agradable, lo cual se acentuaba con el hecho de que reía mucho y con mucha facilidad. Más aún, era sorprendentemente grato que muchas conversaciones de negocios entre ella y yo era matizadas por chistes, sin que se perdiera la concentración y la seriedad que la circunstancia ameritaba. Físicamente no era lo que se dice una mujer bonita, en el sentido de parecer una de esas modelos que aparecen en la TV. Sin embargo, la encontré siempre muy atractiva en su propio estilo. De estatura algo superior al promedio, tenía una complexión muy robusta. Noté en su momento una espalda muy ancha y brazos muy gruesos. Sus piernas eran gruesas, al igual que el resto de su cuerpo. Su cintura era ancha, sin embargo era lo suficientemente angosta para que se destacaran sus caderas y trasero, el que no se veía nada mal. Era de tez morena, y su pelo liso hasta los hombros, lo llevaba teñido con rayos de sol. Habitualmente vestía con un traje de dos piezas en pantalones. En lo que se refería a vestimenta y peinado, pensé que era una típica ejecutiva bancaria. ******** En el verano pasado me fui por tres semanas de vacaciones fuera del país. Al regresar a mi trabajo una de mis primeras actividades fue leer los correos electrónicos y la correspondencia en general. Dentro de ella había un sobre en el cual afuera estaba mi nombre, el de la empresa y un rotulo que decía “Personal”. Por ello mi secretaria no lo abrió como lo hacía con la correspondencia comercial, la que según mis instrucciones debía entregarse a mi reemplazante. La caligrafía de ese sobre me parecía familiar, pero no reconocí en su momento quien era la persona que lo enviaba. Al abrirlo me quedé de una pieza. Textualmente decía: “Pedro: Lamento contarte que he sido despedida del banco por reducción de personal. Dado que nuestra relación fue siempre muy grata, creo para los dos, no podía dejar de despedirme de ti siempre deseándote mucho éxito en lo laboral y en lo personal. No he encontrado aún un trabajo estable, pero estoy en este momento en Puerto Montt ayudando a mis familiares a reorganizar su empresa que está con problemas. Existe la posibilidad de que sea algo definitivo, pero francamente no quisiera dejar Santiago. Voy a estar acá a lo menos un mes más. Bien querido Pedro, te saludo con un gran abrazo y espero que nos encontremos a la vuelta de la vida Minerva” Debajo de su mensaje estaba escrito su correo electrónico personal y un teléfono celular. Pensé de inmediato si podría ayudarle a encontrar trabajo, usando mis contactos. También me hice el firme deber, y deseo desde luego, de llamarla ese mismo día, cosa que hice como a las 6 de la tarde desde la oficina. Ella: Aló Yo: ¿Minerva? Ella: (reconociéndome la voz) ¡Pedro! ¡Qué gusto me da escucharte! Yo: Pues a mi también me da gusto escucharte. Oye, me dejaste helado con la noticia Ella: En fin, así es la vida. Pero como ya sabes algo de trabajo tengo. Yo: Si, eso me tranquiliza Acto seguido me relató algunos detalles de lo que estaba haciendo Yo: ¿y tu hija? Ella. Está bien, por fortuna. Ya tiene 18 años, y va a entrar a la universidad. Está en Santiago con mis padres, quienes la van apoyar económicamente de ser necesario Yo: Pues me alegro de eso Ella: ¿y tú como estás? Yo: Pues bien, gracias. ¿Sabes? No puedo dejar de decirte que con nosotros fuiste una muy buena ejecutiva. Para la empresa fue un gran apoyo. Ella: Muchas gracias Pedro, me conmueven mucho tus palabras. Te lo agradezco de verdad. Yo: Amén quiero decirte que para mí en lo personal fue muy grato trabajar contigo, dada tu calidez y personalidad. Ella: Si Pedro, lo sé, y para mi también fue un agrado trabajar contigo. Yo: Bueno, mujer espero que no nos perdamos, hablemos de vez en cuando. ¿Tienes Messenger? Ella. Siiii, si tengo Messenger anótalo y nos comunicamos. Yo: Bueno mujer, ya estamos en contacto Ella, Bien Pedro, un abrazo, bye Yo. Un beso, Bye ******** Sucedió que a los dos días mi terminamos el romance con mi novia. Más bien ella terminó conmigo, cosa que me dejo bastante dolido como ocurre en estas situaciones. Pensé en ese momento que iba a ser un buen relax conversar luego con Minerva, lo que hice en esa misma noche. Nos conectamos y le conté lo que me sucedía. Le dije que de todas maneras no quería hablar mucho de ese tema, que prefería una conversación grata como la de siempre. Ella me aceptó eso. Yo: ¿y tú? ¿Tienes novio? Ella: No, estuve viviendo con una persona, pero terminamos hace 2 meses. Yo: Entiendo Ella: desde entonces no he estado con nadie. Yo: Pasando a otro tema, ¿te gusta algún deporte? Ella: pues siiii., he sido muy deportista toda mi vida... Si crees que soy gorda, te equivocas. En realidad soy maciza y corpulenta, pero no gorda. Aunque reconozco que deseo bajar unos tres kilos. Yo: Precisamente siempre pensé que eras así y no gorda. Ella: jajajaja, está bien es broma. Yo: pero cuéntame que deportes has hecho Ella: Bueno desde muy pequeña practiqué natación. Incluso competía. A los 9 años comencé a practicar Tae kwon do. Yo: ¡No digas! ¿Y lo haces hasta hoy? Ella: Si, soy cinturón negro, cuarto dan. Aunque ya no compito como antes, lo practico unas dos veces por semana. Eso me ayuda a estar en buen estado físico. Además me encanta. Yo: ¿y cómo nunca me habías contado? Ella. Normalmente no lo cuento, pero ahora que nos estamos haciendo más amigos, lo hago. Yo: caramba voy a tener que irme con más cuidado contigo. Ella: jajajajajajaa… Tú eres muy buena persona, no me pelearía contigo. Pero ten cuidado de todas formas ¿eh? Yo: Jajajajaja está bien. Ella: Supieras como les fue una vez a unos de delincuentes conmigo. Yo: Cuéntame eso Ella: venía con una amiga de vuelta de una cena. Era cerca de mi casa y nos habíamos ido caminando. En eso se nos acercan tres tipos, con la intención de asaltarnos. De repente me fijé que no llevaban armas, ni pistola ni navaja. Entonces decidí atacar. Yo: ¿cómo lo hiciste? Ella: Al primero le mandé una patada frontal rápida, que le dio en plena nariz, quedó sangrando en el suelo, y después supimos que estaba quebrada. El segundo se quedó perplejo sin reaccionar, entonces le hice un barrido de pies. Antes de que se pusiera de pié, le di un puñetazo en la cara, y como resultado también le quebré la nariz. . Yo: ¡Increíble! ¿Y el tercero? Ella: El tercero algo alcanzó a reaccionar. Estaba de costado mío y me mandó un golpe de puño que me dio en la parte de arriba de mi brazo. Era un tipo bien corpulento y alto. Yo: ¿Y te hizo daño? Ella: ¡¡Nada!! Piensa que en entrenamiento se reciben cientos de patadas ahí donde me pegó el tipo. Luego el imbécil quiso mandarme él patadas. ¡Imagina!, patadas a mí, que es lo que más se entrena en el Tae kwon do. Yo: Sigue… Ella: La primera patada iba directo a la cadera. Dejé que el golpe me llegara, por que esa parte es tan resistente como el brazo donde me pegó. Vi que estaba con zapatillas deportivas, así que sabía que no me haría daño. Le tome el tobillo entonces, le hice una llave y el tipo cayó fuerte de pecho a pavimento. Se golpeó en la cara y comenzó a sangrar, y para rematar le di un golpe que le pegó en el cachete y quedó fuera de combate. Yo: Genial, súper rápido Ella: Los dos primeros me tomaron unos 15 segundos. En total fue muy poco tiempo, me ha tomado más tiempo contártelo de lo que me tomó dejarlos fuera de combate. Yo: ¿Y llamaron a la policía? Ella: Si pero primero le pedí a mi amiga que le dijéramos que los habíamos encontrado ahí tirados. No quise meterme en enredos de estar contando que los había puesto fuera de combate. Imagina tener que ir a declarar en el juzgado cosas así. Yo: Increíble historia. Ella: Después supe que los tres tuvieron que ser internados en el hospital. Yo: Y Tu físico, ¿lo obtuviste por las artes marciales? Ella: Primero fue la natación. Fue ahí donde desarrollé las espaldas anchas y brazos gruesos. Claro que el Tae kwon do me dio mucha fuerza. Yo: ¿Eres fuerte? Ella: Si, mucho. Yo: ¿Tanto como para cargarme? Ella: ¿A ti? Con la mayor facilidad de lo aseguro. Yo: ¿de verdad? Ella: Si, ¿cuánto mides y pesas? Yo: 1,75 y 80 kilos. Ella: Te podría levantar en un santiamén como si fueras un almohadón. Yo: ¿cómo lo harías? Ella: De destintas formas, en mis brazos, sobre mis hombros. Pero te aseguro que lo haría con la mayor facilidad. Una vez cargué a dos compañeras, una en cada hombro que pesaban unos 55 kilos cada una. Yo: Me impresionas. ¿Y tú? ¿Cuánto mides y pesas? Ella: mido 1,70 y debo andar por los 75 kilos. Después de esa conversación, me quede pensando en ella. Me di cuenta que lo que me había relatado de artes marciales y su fuerza, me provocó mucha atracción en ella e incluso excitación. Nunca me había hecho la pregunta si me gustaban mujeres de ese tipo, y la verdad es que si. ******* En los siguientes dos meses continuamos conversando por Messenger y ocasionalmente por teléfono. Hablamos muchas veces de juntarnos cuando viniera a Santiago, cosa que no sucedió en ese tiempo. Se produjo algunas situaciones de coqueteo, lo que ambos tomamos con humor. En un momento se dio para que habláramos el tema de cual tipo podría ser nuestra relación. Ella: Sabes, Pedro. A riesgo de parecer dura quisiera decirte algo. Yo: Si, como no, dime. Ella: Hemos hablado bastante en el último tiempo de muchas cosas, pero muy poco de nuestras últimas parejas. Si: Si Minerva. Eso es cierto, pero continúa. Ella: Bueno. Lo que sucede es que mi relación con mi última pareja no está bien terminada, lo cual me tiene algo confundida. El ha hablado conmigo y quiere que volvamos. Además ando bastante tensa con el tema de que aún no encuentro un trabajo estable en Santiago, como quisiera. Yo: Creo que se adonde vas… Ella: Si, se que me entiendes. Adonde quiero llegar es que no quisiera complicarme la vida aún más con la idea de romances contigo. Eso podrá darse o no darse en el futuro, nunca se puede descartar. Pero eres un gran amigo y eso es lo que quiero contigo. Yo: Está bien Minerva, acepto lo que dices. Eres una gran persona, y para mi tu amistad es algo muy valioso. Creo que aparecimos en nuestras respectivas vidas en los momentos en que nos necesitábamos. Ella: Es tal cual como dices. Me reconforta que pienses así. Pasó el tiempo y se dio que una de las empresas del holding en el cual trabajo se produjo una vacante de jefe de finanzas. Pensé de inmediato que Minerva podía ser un candidato. Me contacté con ella y por supuesto que se interesó. Viajó a Santiago, y antes de ir a la entrevista pasó a visitarme a la oficina, nos tomamos un café y conversamos cálidamente. Le di un par de consejos acerca de lo que necesitaba la empresa a la cual postulaba. Dio la entrevista y después fue llamada otra. A los dos días recibo un llamado de ella Ella: Pedro… Yo: Si, Minerva. Ella: ¿que no sabes la noticia? Yo. No, no se nada, ¡no digas que quedaste! Ella: Siiiiii, el lunes empiezo Yo. ¡Caramba! ¡Qué alegría me da! Ella: Pues siii, ¡te pasaste! Francamente te debo una. Yo: No me debes nada mujer, pero de todas maneras tenemos que celebrarlo. Ella: Pues trato hecho, pero yo te voy a invitar, ¿eh? Y no digas que no, quiero hacerlo. Yo: Está bien, con gusto. ******** Tal cual estaba convenido, el lunes comenzó su trabajo. Pasó un mes y me llama para invitarme a la cena acordada. La pasé a buscar al a su casa y nos dirigimos al restaurante. Estacioné mi auto y fuimos caminando a la cena. Poco antes de llegar me di cuenta que se me había quedado el celular en el auto. Yo: ¿sabes? dejé le celular en el auto. Adelántate tú y yo te alcanzo. Ella: Bien. Fui al auto y recogí mi celular. Cuando regresaba, salen intempestivamente tres tipos de una casa. Uno de ellos me mira en forma amenazante El: ¿qué te pasa? ¿Tienes algún problema? Yo: No me pasa nada. No sé que te pasa a ti. Era un tipo más o menos de mi estatura, pero muy corpulento. Era de esos gordos fuertes. Sin que yo lo provocara me hace una zancadilla y me da un fuerte empujón que me botó al suelo. Yo: Oyeeee, ¿estás loco? El tipo se vía decidido a tener una pelea conmigo, y yo no alcanzaba en ese momento a entender la razón. En eso aparece Minerva, quien por fortuna para mí alcanzó a percibir cuando caí al suelo. Minerva: ¿qué pasa aquí? El tipo: ¿Y tú quien eres? ¿Su novia? Minerva: Eso no importa, vi que lo empujaste y no creo que él te haya hecho algo. El tipo: Está bien, no pasa nada, olvidémoslo. A nadie le voy a pegar delante de su novia. Minerva: ¿cómo que no pasa nada? ¿Sales en compañía de dos amigos así a pegarle a la gente? En eso habla uno de los amigos y nos explica que Sergio (el agresor) les había apostado que era capaz de vencer a una pelea al primero que apareciera. “Nosotros, somos sólo espectadores, no nos íbamos a meter”, agrega. Minerva: Pues me parece una vergüenza lo que hace Sergio. Y ustedes (dirigiéndose a los dos amigos) también están mal. Deberían detenerlo. Sergio: Mira gorda. No te metas más. Tu amigo se salvó de mi paliza, así que es suficiente por hoy. Minerva: En primer lugar no me llames gorda. En segundo lugar esto no ha terminado, por que seguramente ahora vas a escoger al próximo tipo que pase para pegarle. Sergio: (riéndose burlonamente) ¿Y qué vas a hacer? ¿Pegarme tú? Ni aunque fueras karateca lo lograrías. Te advierto que soy oficial de ejército en retiro e hice mucho entrenamiento en artes marciales. Minerva: No soy karateca, sólo quiero detenerte para que no hagas más estupideces. Me di cuenta en ese momento que se avecinaba una pelea con Minerva. No sabía el alcance de su habilidad, de modo que tenia dudas si iba a poder con ese Sergio, quien se veía muy fuerte y capaz de resistir cualquier golpe. Los dos amigos seguían expectantes sin intervenir. Yo: Minerva, vamos nos, evitemos más problemas. Ella me mira. Su rostro reflejó que estaba en la duda si hacerme caso o seguir discutiendo e incluso trenzarse a golpes. Sin embargo, fue Sergio quien iba a definir lo que vendría. Sergio: (con su risa burlona) Anda gorda. Dame un golpe si quieres, y te vas tranquila. Dicho eso, se inclinó y puso la cara levemente de costado como para recibir un golpe. Minerva: Bien, tú lo pides, y te lo voy a dar, especialmente por llamarme gorda Sergio: Anda, pégame. Vi entonces como Minerva se ponía de lado con el pie derecho atrás, aunque no parecía una posición de peleador. Estira su brazo derecho hacia atrás como preparando un golpe, empuña la mano y lanza un golpe que le da a Sergio en un cachete. Un golpe así quizás a mi me habría dejado noqueado, pero a Sergio no le hizo mucho. Sergio entonces comienza a reír. Iba a decir alguna mofa seguramente, cuando repentinamente Minerva le da un golpe rápido y corto con su puño izquierdo el que estaba en posición de defensa. Fue algo tan rápido, que Sergio, creo que ni siquiera lo vio. El golpe le dio en pleno ojo, y empezó a aparecer sangre. Su sonrisa burlona desapareció y se vio que acusó un gran dolor Minerva: Esa fue la lección número uno. ¿Me dejas darte otro golpe ahora? Anda se buenito, déjame golpearte de nuevo. Sergio: Si pegas fuerte ¡eh! Minerva: ¿lo crees? A ver, pégame tú ahora, si me alcanzas, claro… Sergio estaba estupefacto. Realmente no sabia que hacer. A continuación Minerva le dio un golpe fuerte con su puño derecho en las costillas. Sergio lanzó un grito de dolor. Minerva: Vamos, trata de pegarme tú. Uno de sus amigos le dice “Sergio, da por perdida la apuesta mejor, creo que no vas a poder con ella”. Sergio: ¿Están locos? Por ningún motivo. En eso trata de sorprender a Minerva con una derecha directa a su cara. Ella la esquiva lo toma con su mano izquierda del antebrazo y le da un golpe circular con sus nudillos en la muñeca. La reacción de Sergio fue un alarido. Con ello Minerva logró que perdiera la fuerza en su mano derecha. Luego Sergio le manda una patada recta a Minerva, quien aplica un tratamiento igual al anterior. Esquiva la patada lo toma del talón y le golpea fuerte el tobillo. Sergio emite otro alarido pierde el equilibrio. Se pone de pié y muestra una cojera. Luego Minerva le mandó un golpe en la cara que le dejó la nariz sangrando. Minerva: No debiste mandarme esa patada, quizás yo también puedo mandarlas. Minerva: mejor lo dejamos hasta acá, ¿no crees? Sergio se quedó sin responder. Mostraba mucho dolor en las partes que habían sido golpeadas por Minerva. Minerva: Mira, si quieres seguimos, pero te advierto: hasta el momento tendrás sólo hematomas. Las próximas pueden ser quebrazones de huesos. Y como te dije aún no he mandado patadas. Sergio: Está bien, tu ganas. Minerva: y espero que no golpees más sin provocación. Eres un peligro público. Sergio: Está bien, está bien En eso uno de los amigos que vio asombrado la pelea, le pregunta a Minerva “oye, ¡eres impresionante! ¿Eres karateca?” Minerva: ya les dije, no soy karateca. El amigo de Sergio: pero practicas alguna de las artes marciales. Minerva: Cuando niña practicaba ballet. Y mejor lleven a Sergio al hospital, su nariz puede estar rota. Cuando dijo eso del ballet, me miró y me hizo un guiño. Tuve que contener la risa. Nos fuimos dejando a los tres tipos que no salían de su estupefacción. Yo: Si quieres nos vamos y dejamos para otro día la comida. Ella: Si, tienes razón, y esperemos que estos tipos se alejen y nos vamos. Por precaución espero que no tomen la placa de tu auto. Yo: Si, es lo mejor. Ella: ¿Qué tal si nos vamos a mi casa y pedimos comida por teléfono? Pero la cena que yo te iba a invitar queda pendiente de todas maneras. Yo: Muy bien. ******* Llegamos a su casa, pedimos comida y nos pusimos a conversar. Inevitablemente la pelea fue tema. Yo: Al menos sé que no debo llamarte gorda. Ella: jajajajajajaja. Claro que si tesoro, tu puedes. Pero no creo que mi cuerpo esté para merecer ese apelativo. Yo: Si, tienes razón. Ella: (me toma mi cachete y me da un beso en la mejilla). Lindo, tú eres muy bueno conmigo. Yo: ¿Por qué decidiste pelear con ese tipo? Ella: Tú sabes que en artes marciales, se nos dice que debemos evitar las peleas, que son sólo para defenderse y especialmente para superación personal. Sin embargo, creo que el tipo merecía una lección. Yo: De acuerdo, ¿pero pensabas que podrías con él? Ella: Francamente si, los buenos peladores no son camorreros como él. Alguien que tenga algún dan en artes marciales, no va andar provocando peleas de esa forma. Yo: y ni siquiera le mandaste patadas…. Ella. Como viste no fue necesario, Preferí no darlas, son muy peligrosas. Yo: Entiendo. Y si el tipo te hubiera dado algún golpe, ¿lo habrías resistido? Ella: Depende de la zona, pero para qué me iba a arriesgar. Y además me habría ensuciado. Yo: jajajaja Ella: ¿quieres darme un golpe en el estomago para probar mi resistencia? Yo: ¿en serio? Ella:¡¡¡Claro que si!!! Se pone de pié y me muestra con el dedo, el lugar donde quería que le pegara Ella: vamos, dame un buen golpe. Le di un golpe con mediana fuerza y mi puño obviamente rebotó en su estómago sin que acusara dolor. Ella: Me pegaste muy despacio, puedes más. Con más fuerza. Yo: Es que no quise hacerte daño. Ella. No me lo vas a hacer, tranquilo. Yo: Bueno. Como quieras. La golpeé en el estomago varias veces, con toda mi fuerza, ella ni siquiera se movió y mi mano quedó adolorida. Yo: Buena tu resistencia, pero para serte franco no me sorprende. Ella: Gracias. ¿Sabes? A algunos hombres no les gusta que la mujer sea fuerte, o al menos más fuerte que él. Yo: Francamente no es mi caso. Me da lo mismo. ¿Por qué lo dices? ¿Acaso has tenido alguna experiencia relacionada con eso? Ella: Si, así fue como me separé de mi primer marido. No fue la única razón pero creo que influyó. Yo: ¿quieres contarme de eso? Ella: Nos conocimos practicando Tae kwon do. Un poco antes de llegar a cinturón negro, nos pusimos de novios. Teníamos el mismo nivel. Incluso en los mismos torneos nos tocaba enfrentarnos. A veces ganaba yo, y a veces él. Yo: Ya ¿y? Ella: Cuando nos casamos ya éramos cinturón negro y él lo dejó. Yo no del todo. A los meses de que nació nuestra hija lo retomé. No trabajaba entonces. Entré a estudiar administración en vespertino. Mi vida entonces se repartía entre cuidar a mi hija, estudiar en vespertino y practicar artes marciales. De lunes a viernes pasaba entre 4 y 6 horas practicándolas. Eso fue durante unos 4 años. En estas horas hice muchos ejercicios también. De pesas y aparatos. También estudié algo de otras disciplinas como kárate y kung fu. Yo: Me imagino que ya tenías bastante fuerza y que ahí la desarrollaste más aún. Ella: Es tal cual lo dices. Cuando nos separamos yo ya iba por segundo dan. Antes de eso nuestra relación ya se había estado deteriorando. Nunca me voy a olvidar de un día que estaba intentando abrir una llave de un balón de gas que estaba muy apretada. Mientras fue a buscar una herramienta para abrirla yo intenté hacerlo y lo logré con mis manos. Yo: Mi imagino que para ti no tuvo importancia. Ella: para mi no, pero para él si la tuvo. Me quedo mirando irónicamente y me dijo “eres bien fuerte por lo que veo”. Yo le contesté: “ lo que pasa es que yo estoy en entrenamiento y tú no”. Yo: ¿y qué te dijo? Ella: Me dijo que quería estar casado con una mujer normal y no con una superwoman y que tenía que dejar el entrenamiento. Yo me molesté mucho con él. Le dije que era una mujer normal y que no pensaba dejar los entrenamientos porque es mi pasión. Yo: ¿Y qué siguió? Ella: De ahí no nos entendimos más y finalmente nos separamos a los dos meses. Después de esa discusión no volvimos a tener sexo. Yo: en conclusión, ¿de quién crees que fue la culpa? Ella: De los dos. Quizás debí dejar el entrenamiento o haber hablado con él para que fuera más comprensivo. Pero en fin, ya pasó y creo que de todas formas íbamos mal. Yo: Interesante… ¿Y has tenido más casos en los cuales a los hombre no les guste tu fuerza? Ella: me he dado cuenta que ha muchos les atrae, pero no van más allá, o sea no tratan de entablar alguna relación conmigo. No se si les asusta o qué… No faltan los que sólo buscan una aventura. Yo: Los que buscan sólo una aventura, lo hacen independiente de que la mujer sea fuerte o no. Ella: Si, tienes razón. Yo: Ya tu actual novio, ¿le atrae tu fuerza? Ella: ¿Cuál actual novio? Yo: (algo asombrado). Me contaste que estabas reintentando una relación. ¿No fue así? Ella: Fue así. Pero el maldito solo quería sexo, y tenía sus affaires por otros lados. Yo: Oh, entiendo. Quizás no quieres hablar de eso. Ella: Más que no querer, creo que no vale la pena. La verdad es que eso habría una posibilidad para tener yo otro tipo de relación con Minerva. En realidad me atraía mucho y sentía que congeniábamos muy bien. No descartaba que ella pensara lo mismo conmigo. Me dijiste que a ti no desagradan las mujeres fuertes, ¿no es así? Yo: Si, así es. Yo estaba de pié para ayudar a recoger la mesa, cuando veo que ella comienza a acercárseme con una sonrisa maliciosa. Yo: ¡Epa! ¿Qué me vas a hacer? Ella: ¿qué pasa? Tienes miedo? Yo: No, sólo que me sorprendes. Me tomó con sus dos manos en mis ante brazos. Yo traté de zafarme sin lograr resultado ya que su fuerza era realmente descomunal. Luego se agachó, con una mano me tomo por detrás de la pierna y me alzó cargándome en sus hombros. Yo: Jajjajajajajaj ¿por qué haces eso? Ella: ¿No te acuerdas que una vez me preguntaste si era capaz de cargarte? Yo: jajajja Claro que si. Ella: Bueno, ahora lo tienes. ¿No te gusta? Yo: jajajaj si, es agradable Entonces me bajó. Creí que hasta ahí quedarían las cargadas, pero lo volvió a hacer ahora subiéndome en sus brazos como a un niño. Me volvió a bajar. Ella: Quiero que me abraces La tomé por sus inmensos hombros y ella me abrazó rodeándome por la cintura. Yo: No me vayas a destrozar ¿eh? Mide tu fuerza. Ella: Jajajajaa. Me comenzó una erección, de lo cual creo que ella se dio cuenta, pero nada dijo. Puso su cachete junto con el mío y nos mantuvimos así un rato. Yo la acariciaba en el pelo, le di dos besos en las mejillas y le mantuve la boca pegada a su cachete. Ella entonces corrió su cara y nuestros labios se tocaron y nos dimos un beso prolongado. Fue así como comenzó nuestra relación, la que se mantiene.