MARLENE IV: Una noche con Igor Atravesaron el hall del hotel entre las miradas de los presentes y montaron en el ascensor. Al llegar a la puerta de la suite dijo Marlene: - Deberíamos entrar como los recién casados, así que cógeme en brazos; y le indicó como tenía que hacerlo. Igor, que era un hombre sumamente delgado y de poca fuerza, a duras penas y con la ayuda de ella, pudo levantar un poco las piernas, pero al querer levantarla entera con sus noventa kilos de peso ya no pudo más: cayeron los dos al suelo entre risas de Marlene y cara de circunstancias de Igor. - Creo que no va a poder ser - No te preocupes, contestó ella, te cogeré yo, y dicho esto lo levantó como la que levante un listón de madera. - Eres mi bebé, y se lo aferró al pecho con fuerza para atravesar el umbral de la puerta. Una vez dentro, lo llevó hasta un hermoso y mullido sofá, lo levantó con facilidad por encima de su cabeza y lo dejó caer a plomo desde arriba dando un buen batacazo. - Oye, voy a ducharme, ¿Vienes conmigo? - Yo, yo, más tarde, respondió un poco asustado - Pues quédate ahí sentadito y quítate la ropa, que vuelvo rápido, dijo con determinación. Igor obedeció un tanto dubitativo, se quitó lo que quedaba de la camisa, la pajarita y los pantalones, para quedar en calzoncillos. Experimentaba una cierta zozobra porque nunca había engañado a su mujer, a la vez una sensación de ridículo por la situación en que se encontraba, pero estaba ansioso por verla aparecer. Al cabo de unos minutos salió Marlene por la puerta del dormitorio, con un albornoz blanco del hotel sin abrochar que le llegaba a mitad de muslo. Se veían los amplios senos cubiertos por un sucinto sujetador negro con encajes, los marcados abdominales, una especie de tanga a juego por el que asomaba parte del vello púbico y las largas y musculosas piernas en casi toda su extensión. Iba descalza y con las puntas de los pelos mojadas. Se acercó al sofá y le dijo - Voy a servir una copa para celebrar la ocasión y se abrochó con fuerza la cinta del albornoz a la cintura alejándose hacia la nevera con cierto contoneo. Igor se encontraba con los brazos cruzados entre los muslos, sin abandonar la sensación de ridículo, y observando fijamente la amplia espalda en V de la mujer. - Y ahora vamos a brindar, dijo sentándose en una mesa baja que se encontraba delante del sofá, de modo que quedó con las piernas completamente abiertas y las rodillas de él en contacto con sus ingles. - Hagámoslo con los brazos cruzados. Quedaron con los brazos entrelazados, brindaron y le dieron ambos un sorbo a la copa sin dejar de mirarse mutuamente: ella con sonrisa burlona y el con sonrisa un poco forzada. - Por esta noche, dijo ella. - Por nosotros, convino él tímidamente. Igor observaba el brazo de ella que, a pesar de estar envuelto en la manga del albornoz, se vislumbraba colosal. Marlene a su vez reparó en la delgadez del brazo del hombre y en la diferencia entre ambos, y decidió divertirse un poco humillando a su invitado. - Como veo que te gustan mis músculos te los voy a enseñar de cerca para que puedas apreciarlos en condiciones, pero también me debes mostrar tú los tuyos. De acuerdo. - Pero, yo, que te voy a enseñar. - No se hable más, creo que es justo, concluyó con determinación. Dicho esto se despojó del albornoz, dejándolo caer al suelo y quedando de pie con los brazos en jarra delante de él, con el pequeño sujetador y el minúsculo tanga. Igor no sabía hacia donde mirar, si a los inmensos muslos que los tenía justo delante de su cara, si al pecho cuya visión tenía en perspectiva desde abajo, si a los dorsales que se abrían plenos, si a los marcados abdominales, si a la maciza ingle, ... Marlene lo sacó de su ensimismamiento. - Vamos, empecemos, y se sentó encima de él, aplastándole el miembro ya erecto con su poderoso culo, y echándose con contundencia hacia detrás; quedando Igor totalmente estrujado contra el respaldo del sofá en una posición un tanto incómoda. La inmensa espalda de ella pegada a su cara era la única visión que tenía en esos momentos. - Vamos a ver, y se incorporó un poco para dejar que el hombre tuviera alguna perspectiva. Acto seguido se giró hacia él y levantó el brazo en posición estirada para, lentamente, ir flexionándolo hasta mostrar el bíceps en todo su esplendor. Igor estaba boquiabierto con la visión del brazo de Marlene completamente en tensión, que podía medir unos 45 cm., del gran pico del bíceps y del poderoso y recio antebrazo. - Puedes tocarlo y apretar lo que quieras. Él lo abarcó con ambas manos y apretó tímidamente con las yemas de los dedos, aquello estaba duro como la piedra. Notaba una excitación cada vez mayor, aunque refrenada por el culo de Marlene que seguía aprisionándolo. - Más fuerte rubito, no tengas miedo y aprieta con todas tus fuerzas. Igor no decía nada, aplicó más presión con sus dedos en el brazo de ella sin que surtiera ningún efecto. - Sí, sí que está duro, y proseguía acariciándolo con fruición. - Bueno, ahora te toca a ti. - Pero, yo. - Un trato es un trato. Marlene se levantó para sentarse al revés, sobre las piernas de Igor, y en ese momento su miembro, que llevaba un rato aprisionado, saltó como un resorte y se salió por la portañuela del calzoncillo. Ella, al fin, se sentó sobre las rodillas de él, con las piernas totalmente flexionadas y flanqueando las del hombre, en posición enfrentada. El miembro erecto de Igor quedó a pocos centímetros del ombligo de ella. Hizo un amago de cubrirse, pero desistió al comprobar la inutilidad de la maniobra. - Bueno, imagino que te apetece verlos de frente. Dicho esto, echó el cuerpo un poco hacia atrás e hizo una doble pose de bíceps: aparecieron dos bolas del tamaño de una naranja. La imagen era impresionante, contrastando la delgadez del gerente con la inmensidad de la mujer, que además estaba situada en un plano superior. - Puedes tocarlos otra vez. Igor alzó los brazos sin separar la espalda del sillón para tocar ambos brazos. estaba completamente extasiado, nunca había conocido a una mujer así, ni siquiera que se asemejara de lejos. La verdad es que, salvo a su esposa, tampoco había tratado a muchas mujeres en su vida. - Y ahora bésamelos despacio y con delicadeza. Iba buscando que se incorporara para que el pene entrara en contacto con su cuerpo. - Pero, pero, ... Por el mismo motivo Igor se resistía a hacerlo. - He dicho que me los beses, insistió ahora de manera incontestable. Y sin darle tiempo a responder, le tomó por la parte posterior de la cabeza y le acercó la boca al otro brazo de una manera un tanto brusca. El miembro del hombre chocó también con el vientre duro de ella. La excitante mezcla de miedo y atracción era cada vez mayor, y Marlene, que era consciente de ello, sonreía para sus adentros. Estaba disfrutando mucho de aquella noche, y lo que aún le quedaba... Igor estuvo durante unos segundos besando y acariciando el brazo de la mujer, que ahora lo extendía y lo flexionaba. A la vez se balanceaba un poco arriba y abajo llevando al gerente al borde de la eyaculación. Con una última flexión, más rápida que las demás, le aprisionó la cabeza entre el brazo y el antebrazo. - Bueno, ya está bien, ahora te toca a ti, y le soltó la cabeza con desdén. Esto hizo que el hombre tuviera un momento de relajación. Marlene adoptó una postura retadora, con los brazos en jarra y tomando aire, exhibiendo el tórax en toda su magnitud y con los grandes dorsales que se abrían macizos desde la cinta del sujetador. - Vamos. Igor no terminaba de decidirse. - Es que, me da vergüenza. Marlene no dijo nada, simplemente frunció el ceño con esa penetrante mirada que desarbolaba al más pintado. El hombre por fin se decidió e hizo algo parecido a una pose de bíceps, sobresaliendo mínimamente dos pequeños picos. - Ese es mi rubito, ahora vamos a verlos de cerca, y se aproximó a él tocando de nuevo el pene, que continuaba erecto, con su vientre. Tomó uno de los brazos con su mano, y casi lo rodea en su totalidad; el brazo del gerente apenas superaba los 25 cm. - Debes hacer más ejercicio cariño. Durante todo el tiempo empleaba un tono paternalista que dejaba bien claro quien llevaba las riendas de aquello. - Sí, respondió timoratamente él. Entonces agarró el brazo con el pulgar por debajo y con el resto de los dedos por encima. - Vamos a ver como están de duros, y mantuvo unos segundos la posición, observando el semblante de absoluta inferioridad del hombre. - ¡ Eh ¡, no dejes de flexionar. Igor había dejado de apretar. Rápidamente obedeció y notó como aquello subía un poco y se endurecía algo. - Así está mejor. Estaba recreándose en la suerte y quiso ir un poco más allá: apretó con todas sus ganas, aplastando completamente aquella pequeña prominencia y clavándole con fuerza los dedos. - ¡ Aaaaah ¡, soltó un grito de dolor. - Que no ha sido para tanto, tú también me has apretado a mí y yo no me he quejado, respondió con sorna. Acto seguido se levantó con fingida altivez y se puso al otro lado de la mesa, dejando allí sentado al hombre, con el brazo dolorido, la permanente sensación de ridículo y la también permanente erección. - Vamos, rubito, no te enfades y ven aquí. Igor dudó por un instante pero rápidamente obedeció y fue al encuentro de ella. Al levantarse volvió a introducir su miembro dentro del calzoncillo, ya que así se veía aún más ridículo, no obstante seguía notándose el bulto a través de aquél. A ella, por supuesto, no le pasó desapercibida la operación. - Ahora vamos a medirnos el perímetro del tórax, pero como no tenemos cinta métrica lo haremos con las manos. Esta vez voy a empezar yo. Le puso la mano abierta en el pecho, abarcándolo casi entero. - Podría estar mejor, le dijo acercando su boca hasta casi rozar su mejilla. Él no contestó nada. - Ahora levanta el brazo. Continuó "midiéndolo" por el lateral para después seguir por la espalda y continuar por el otro lateral hasta casi llegar al punto de inicio. Todo ello muy despacio, con la boca pegada al cuello mientras iba contando los palmos, y refregándose en todo momento contra el cuerpo del gerente. - Cuatro palmos más o menos, concluyó. Marlene mantuvo la posición, con la mano abierta sobre el pecho del hombre y frotándole su muslo derecho contra la entrepierna. Al fin la maniobra obtuvo sus frutos y el pene de Igor volvió a salirse bruscamente para chocar contra el muslo de la mujer. - Oye, y esto, dijo ella mirando hacia abajo y simulando sorpresa. - Pe, perdón, no he podido evitarlo. - Bueno, ahora tú. Mídeme el busto. Y se dio media vuelta para que empezara por la espalda. Igor quiso aprovechar el momento para volver a guardar su miembro en el calzoncillo, pero Marlene, que lo estaba observando con el rabillo del ojo, se volvió y le propinó un tremendo manotazo que le dejó la mano algo enrojecida, a la vez que lo fulminaba con esos preciosos y estremecedores ojos verdes. Él, por su parte, la contemplaba con los suyos completamente abiertos y mirada medrosa e incrédula. Aunque nunca hubo la más mínima duda, cada vez se sentía más como un frágil juguete sometido al capricho de aquella mujer. - Vuelve a intentarlo y te rompo las manos - ahora volvía a hablar con voz queda -. Me apetece sentir tu pequeño pajarito sobre mi piel mientras me mides. La verdad es que Igor estaba relativamente bien dotado. Acto seguido se volvió otra vez de espaldas y avanzó un par de pasos hasta quedar a pocos centímetros de la pared de la habitación. - Ya puedes empezar, cariño, y no olvides lo que hemos hablado. Igor avanzó y le colocó la mano derecha extendida sobre la sólida espalda. El pene a punto de estallar lo posó sobre la parte superior del culo. - Así, así esta bien, dijo ella. Ahora sigue desplazándote y sin dejar de rozarte nunca conmigo - esto último lo enfatizó bastante -. Mejor ve besándome el cuello a medida que te desplazas y sin separar los labios en ningún momento. El gerente obedeció inmediatamente: le retiró la corta melena y comenzó a besarle el cuello; mientras recorría la amplia espalda de la mujer a la vez que iba sobando el macizo y prominente culo con su miembro. Estaba a punto de correrse. - Uno, dos,... Marlene levantó su brazo derecho apoyándolo en la pared para que pudiera continuar. - Tres. Estaba girando y ya tocaba la teta izquierda de la mujer. - El cuello, no te olvides. Igor había tenido, lógicamente, que perder el contacto con el cuello para poder pasar por debajo del brazo. - Cuatro. En ese momento quedó casi frente a frente con ella, con su mano derecha tocando ambos senos e incorporado hacia delante para besar su cuello. Marlene aprovechó para echarse hacia delante: apoyándose con sus dos antebrazos en la pared buscó su boca para fundirse en un interminable beso de tornillo, propinado con todas sus fuerzas por parte de ella, que oprimía ferozmente la cabeza del hombre contra el muro. Igor seguía con la mano en ambos senos y llegó un momento en que empezó a faltarle el aire. Entonces notó como una pequeña convulsión y se corrió de nuevo de forma explosiva, manchando todo el vientre y los muslos de Marlene . - Lo, lo siento, volvió a decir. Ella volvió a atenazarlo del cuello mientras lo fulminaba con la mirada. A la vez sacó la lengua llevándola a su labio superior en un voluptuoso y amenazante gesto. Esta vez mantuvo la tenaza casi treinta segundos sin decir absolutamente nada. El gerente estaba paralizado de miedo y con la mirada fija en la lengua de Marlene, que se movía de forma cadenciosa. - No pasa nada rubito, la noche es larga. Y lo soltó dándose la vuelta y sonriendo para sí. Estaba disfrutando como hacía tiempo que no lo hacía. No había tenía tenido tiempo de reponerse del susto, cuando la mujer volvió a tomar la palabra: - Bueno, y ahora a la cama. - ¿ Ya ? Ella se paró en seco y giró la cabeza con gesto amenazante. No hicieron falta palabras, Igor inmediatamente se puso en movimiento en dirección al dormitorio. - Y ahora quítate ese calzón y túmbate en la cama. El hombre inmediatamente se bajó los calzoncillos, abrió la ropa de cama y se tumbó a esperar nuevas órdenes. Llegado a ese punto el acatamiento era ya total. Marlene, a su vez, se despojó del tanga y del sostén y se fue también a la cama, sentándose a horcajadas sobre el pecho de Igor. Ahora podía verle los senos en toda su plenitud: turgentes aunque no demasiado, redondeados como si estuvieran trazados con un compás y amplios, enormemente amplios. Las areolas no eran excesivamente grandes, pero los pezones sí tenían una longitud y calibre considerables, proyectándose hacia delante desafiantes. - Lo primero me vas a limpiar toda esta porquería que me has derramado encima; y con mucha delicadeza. Le extendió una pequeña gasa que había recogido de una silla. Si los brazos de Marlene eran fuertes, las piernas quizás era lo más poderoso de su cuerpo: largas, bronceadas, de piel tersa y con grandes grupos musculares. El hombre comenzó a frotarle la gasa por el cuadríceps, que en aquella postura se mostraba inconmensurable. Estaba experimentando otra nueva erección. Mientras que Igor seguía frotando el muslo de Marlene cada vez con más entusiasmo, ella echó el cuerpo para detrás para buscar su miembro, en una postura casi de contorsionismo, y al contactar con él se dio cuenta del estado en que ya estaba. Entonces ejecutó una voltereta hacia detrás para saltar de la cama. - No te muevas de ahí, le dijo mientras él permanecía con cara de desconcierto por la rápida maniobra. Al momento volvió con un preservativo que sacó del bolso. - Ahora vamos a poner esto y a lo nuestro. Se lo colocó rápidamente y se tumbó encima de él, con las manos sobre las clavículas, la boca en contacto con la barbilla y aprisionando el pene entre sus muslos. - Algunas veces...... ofrezco..... la posibilidad........ de luchar....... para dilucidar...... quien cabalga a quien. Hablaba sensualmente y entre frase y frase mordía su boca, cuello y mandíbula. - ...... pero contigo........ creo que........ sería absurdo........ y te podría........ hacer mucho daño. Igor se había decidido a tomar alguna iniciativa y mesaba los cabellos de la mujer entre respingo y respingo. - Así que montaré yo, concluyó. Acto seguido se introdujo el miembro del gerente en su vagina y comenzó a subir y bajar pausada y delicadamente, mientras no dejaba de mirarlo de forma insinuante. Paulatinamente los increíbles movimientos de pelvis fueron ganando en intensidad, aunque con la misma cadencia. Al cabo del minuto, cada bajada la realizaba con tal brío, que incluso estaba empezando a notar cierto dolor. Cuando llegó a la máxima intensidad, comenzó también a aumentar la frecuencia de movimientos poco a poco. Igor entonces comenzó a gritar sin poder evitarlo y, habrían pasado dos minutos escasos, cuando volvió a correrse. - Lo, lo siento, repitió de nuevo. Marlene no dijo nada, mantuvo la postura inclinada hacia él, con los brazos apoyados en la sábana a ambos lados de su cuerpo y sin articular palabra. Él también callaba, con esa misma sensación de placer infinito y cada vez más miedo. Temía que ella pudiera llegar a enfadarse de verdad. - Creo que vamos a cambiar de preservativo, dijo al cabo del tiempo. Fue de nuevo al bolso y trajo uno de esos preservativos con anestésico local, que se usan para retardar la eyaculación. - Ahora te vas a poner éste y agarró el miembro flácido del hombre. - ¿Pero aún está así ? - Es que... iba a responder - ¿Pero aún está así ?, volvió a decir dándole un apretón. - ¿Pero aún está así ?, y apretó más fuerte. Al tercer apretón el miembro del hombre comenzó a endurecerse. Marlene le colocó el preservativo, se echó a un lado y le propinó un tremendo empujón que lo tiró de la cama. - Ahora te toca a ti encima, y se tumbó totalmente en la cama con ambas manos detrás de la cabeza. - Y rapidito. Igor, que estaba incorporándose y reponiéndose del susto, se subió a la cama y se colocó encima de ella a horcajadas. Estaba alucinado contemplando aquel macizo y voluptuoso cuerpo, cuando ella lo sacó de su ensimismamiento. - ¿Qué esperas, rubito ? El hombre introdujo su pene en la vagina y se tumbó sobre el cuerpo de la mujer. Él era incapaz de impulsarse con fuerza en la misma postura que ella lo había hecho anteriormente. Se agarró a sus poderosos hombros y comenzó a impulsarse atrás y adelante. Cuando llevaban cerca de diez minutos, el gerente ya no tenía resistencia para seguir con aquel ritmo y empezó a mostrar fatiga, aunque la excitación seguía siendo máxima. Marlene que se percató decidió "ayudarle". Estaba comenzando a excitarse y no podía permitir que bajara el ritmo; hasta ahora había permanecido más o menos relajada dejando hacer al hombre. Se agarró a los barrotes del cabecero de la cama y comenzó de nuevo con los increíbles movimientos de pelvis. Cada vez que éste iba hacia atrás, ella lo acompañaba con un violento empujón hacia arriba. Marlene estaba empezando a excitarse por momentos. Pasados unos minutos, en que la agitación de ambos iba en aumento, ella rodeó la cintura del hombre con las piernas y su cuello con ambos brazos, comenzando una serie de movimientos convulsivos acompañados de intensos jadeos. La sensación de Igor era como el que estaba firmemente aferrado a un toro mecánico, Iban de un lado a otro de la cama y tan pronto estaba arriba como abajo, en medio de aquellos paroxísticos movimientos. Por fin alcanzaron ambos el orgasmo. Después de aquello, y sin solución de continuidad, tuvieron otros dos orgasmos más de igual o mayor intensidad. Nada más acabar el último, Marlene volvió a introducir el pene en su vagina y comenzó de nuevo el movimiento rotatorio que hacía que rápidamente se volviera a empalmar el gerente. Éste estaba alucinado, nunca lo había hecho más de dos veces con su mujer - generalmente una - y ya llevaba seis y volvía a tener el miembro duro apenas unos segundos después de haber acabado el último. - Ahora me vas a dejar que te amarre al cabecero. Igor se quedó paralizado de miedo. - No, amarrado no, que me vas a hacer daño. Esto sí enojó de verdad a la mujer, que abarcó la cintura del hombre con los dos muslos y apretó sin piedad casi hasta el límite. - Tú crees que necesito amarrarte para hacerte daño, imbécil. Igor no respondía, sólo gritaba de dolor - ¡ Contesta !. Tú crees que necesito amarrarte, y volvió a estrujar con todas sus fuerzas la cintura del desdichado. - Noooo, noooo, Acto seguido pasó su brazo por debajo de la espalda de Igor, le agarró el cuello por delante, y aplicó tensión que hizo que el cuerpo del hombre se arqueara de dolor. Simultáneamente volvió a presionar la cintura con los muslos. - ¡Aaaaaaah!, por favor. - ¿ Crees que me hace falta ?, ¿ crees que me hace falta ?, decía con voz suave pero apretando fuertemente los dientes con cara de indignación; y siguió aplicándole el correctivo con piernas y brazo, ahora de forma alternativa, durante unos segundos más. - Noo, noo, por favor. Aquello le estaba produciendo daño de verdad. Al fin cejó en el castigo y se dio media vuelta en la cama. - Y ahora me voy a dormir. Por si se te había pasado por la cabeza, ni se te ocurra salir de la habitación. Igor quedó en el otro extremo de la cama, dolorido pero sin apartar la vista de la impresionante espalda de Marlene. A la mañana siguiente el hombre seguía dormido, totalmente exhausto de la noche anterior, cuando notó unas caricias en la mejilla que lo hicieron despertarse. Era Marlene, que ya se había levantado un buen rato antes y había subido al gimnasio del hotel a hacer un poco de ejercicio. Estaba deslumbrante: sentada en el borde de la cama con un top apretado y ya en bragas, sudorosa aún del ejercicio y con todos los músculos en tensión. - Ya te he perdonado, pero ahora quiero que vengas conmigo al yacuzzi a continuar lo que dejamos ayer, eh cariño. - Bueno, convino él. Por un momento pensó en decir que no sabía si iba a poder, pero finalmente se abstuvo de hacer ninguna observación. Estaba bastante dolorido, con agujetas en todos sus músculos y algún incipiente hematoma por algunas partes del cuerpo, pero de nuevo su miembro volvía a sufrir una erección. Marlene sonrió para dentro al comprobar que seguía provocando tal atracción en el gerente. Aunque al final se había torcido un poco el tema, había disfrutado muchísimo la noche anterior, y ahora estaba dispuesta a poner la guinda al pastel. Y menuda guinda. Marcharon ambos a un gran yacuzzi que se encontraba en unos de los laterales del cuarto de baño de la habitación. Él completamente desnudo -hizo el amago de ponerse el calzón pero ella no lo dejó - y ella con su gimnástico atuendo que se fue quitando por el camino. - Y ahora quítame las bragas con suavidad, y flexionó el cuerpo, tocando con ambas manos el suelo y dejando el colosal trasero en primer plano. El culo era una de las partes de la mujer que no había podido contemplar con detenimiento hasta ahora: era enorme, respingón, pétreo e igualmente parecía dibujado con compás. Estaba tan embelesado, con las dos manos apoyadas lateralmente en él, que se le había olvidado el motivo último de lo que tenía que hacer. - Los he visto más rápidos. - Perdón - dijo por enésima vez -. Ya te las quito. Y comenzó a bajárselas lentamente saboreando el momento. Ya en la piscina, donde el agua les llegaba a medio muslo, Marlene volvió a colocar el preservativo en el miembro ya totalmente erecto de Igor y se lo llevó a un lateral, quedando ella contra la pared. - Soy toda tuya, león, a ver como te portas, y le tomó con una mano por la coronilla mientras que volvía a morderle el castigado cuello con la boca completamente abierta. Igor apoyó las manos contra la pared y comenzó a impulsarse como buenamente pudo, en tanto que ella seguía con los mordiscos que de vez en cuando cortaban momentáneamente la respiración del gerente. El resultado no era lo suficientemente fogoso como a Marlene le gustaba, así que decidió pasar a la acción. Rodeó el cuello del hombre con uno de sus brazos y le pasó una de sus piernas por detrás de las de él para emprender de nuevo su frenético ritmo. La primera consecuencia es que ambos cayeron a la piscina, Marlene encima e Igor debajo con la cabeza bajo el agua. Y así continuó durante unos minutos, ahora él debajo, ahora lo sacaba para meterse ella (era una marioneta que la mujer manejaba a su antojo por mucho que intentara oponer resistencia a ser sumergido), hasta que ambos llegaron finalmente al orgasmo. El placer fue intenso. Marlene, una vez concluido, le agarró de los hombros para ir a besarlo, a lo que él respondió de un modo un tanto sorprendente: intento zafarse de los brazos de ella con movimientos rápidos, como cuando a un niño lo tiene agarrado uno de sus padres e intenta inútilmente desembarazarse. - Debajo del agua no, debajo del agua no lo consiento, gritó muy enfadado. Esta vez no tuvo la prudencia que había aprendido a desarrollar aquella noche. Marlene sonreía para sus adentros observando la actitud un tanto pueril del hombre y cómo intentaba soltarse de forma infructuosa. Pero a los ojos de Igor no podía dejar que aquello quedara así. Le asió fuertemente con su mano derecha de la nuca. - Debajo del agua estarás las veces que a mí me de la gana, entendido, gritaba ahora ella. Y dicho esto le introdujo la cabeza hasta el fondo de la bañera. El hombre pataleaba y daba manotazos como podía. Cuando vio que bajaba la intensidad del pataleo sacó la cabeza de Igor del agua de un brusco tirón. Éste salió con la boca completamente abierta, jadeando entrecortadamente y a punto casi de llorar. - Podría estar toda la mañana metiéndote la cabeza en el agua, pero como me caes bien no voy a hacerlo más. Ahora bien, tengo la adrenalina a flor de piel y tengo que descargarla como sea (en verdad aquello la había alterado un poco), así que tú eliges: o me lío contigo a golpes o follamos otra vez. Seguía atenazándole la nuca y había acercado la cara del hombre a la suya. - No me pegues, por favor no me pegues, medio sollozaba el gerente. - Pues entonces ..... Lo levantó por ambos brazos y lo apoyó en el pequeño borde de la piscina, pegándole la espalda a la pared. Un breve roce del muslo por el miembro de Igor bastó para que se le endureciera, lo que aprovechó para colocarle el preservativo e introducirlo en su vagina. Esta vez los movimientos fueron brutales desde el primer momento. Lo tenía agarrado por ambos lados de la cintura y cada empujón de ella hacía que se levantase levemente del bordillo. Igor estaba con los ojos cerrados y mueca de pánico y con la cabeza inclinada hacia arriba. - Vamos, vamos, de vez en cuando daba un grito al que acompañaba con un fuerte puñetazo en la pared. Esta circunstancia se hizo continua cuando estaban llegando al final, incrementando, si cabe, la sensación de pavor que experimentaba el gerente. Cada puñetazo, perfectamente calculado cerca de la cabeza de él, retumbaba poderosamente en la pared. Era igual que al que, amarrado a la tabla, le tiran cuchillos que se clavan alrededor suyo. Por fin alcanzaron el clímax una vez más y ambos quedaron apoyados en el borde y con el cuerpo estirado dentro del yacuzzi. Tras unos segundos Marlene se acercó al hombre, y arrimando los labios a su oreja y colocándole la mano abierta en el pecho le susurró - Bueno rubito, no ha estado mal la noche, ¿no?.... aunque te podías haber portado mejor y no hacerme enojar tantas veces. El gerente no contestaba, estaba absorto mirando el bíceps flexionado que se apretaba contra el rotundo seno de Marlene en perfecta conjunción. - Y ahora vete a tu habitación a cambiarte que perdemos el avión. En diez minutos te recojo. Igor obedeció rápidamente y salió de la piscina con otro inicio de erección, Mientras, ella quedaba agarrada al borde de la piscina con ambos brazos extendidos y una gran sonrisa, observando la figura de aquel hombre desnudo que se alejaba hacia la puerta del dormitorio. - Hasta ahora rubito. - Hasta ahora, contesto él sin atreverse a mirar hacia detrás.