MARLENE III: La "seducción" By Guadalajara Por fin se pudo celebrar la reunión aunque en un ambiente un poco enrarecido, y después se daba un ágape en unos jardines anexos al local. Marlene se encontraba en un reservado contiguo y estaba siendo calmada por el jefe de personal. - Tranquilízate, vamos a terminar la fiesta en paz que ya ha estado bastante convulsa hasta ahora. Además, Búfalo evidentemente no estará en ella y lo de Nico, que así se llamaba el ex boxeador, sólo ha sido una frase desafortunada por la que ya se ha llevado un buen susto. Jack le tenía cogido el antebrazo y con la otra mano le acariciaba el muslo, que al estar apoyado sobre el asiento de la silla se mostraba inmenso. Le hablaba con gran tacto para tratar de no alterarla más, ya que sabía de sobra el peligro que la mujer entrañaba. Él la conocía perfectamente, ya que además de compañero de trabajo mantenía relaciones de vez en cuando con ella. Era un hombre de 188 cm., que lucía barba y coleta; y a pesar de ser de complexión bastante fuerte y un gran luchador de kickboxing, en las veces que había peleado con ella nunca había podido vencerla, ni en entrenamiento de artes marciales, ni cuando practicaban lucha en la cama o en el suelo: Marlene poseía una potencia fuera de lo normal. Ella, pasado el primer momento de excitación, ya estaba plenamente calmada - era una persona de bastante sangre fría llegado el caso -, aunque aparentaba seguir enojada. - Vale, ignoraré la barbaridad que dijo el enano ese, pero como vuelva a ver al gorila te juro que lo mato. - No te preocupes que estará un tiempo en fuera de juego, además, tal como le has dejado la cara puede que ni lo conozcas la próxima vez que lo veas. Ambos rieron durante un rato. Tras un pequeño silencio la mujer volvió a tomar la palabra. - Ahora iremos a esa fiesta y ¿ sabes qué ?, que esta noche me voy a llevar a la cama al hombre ese de la pajarita. - ¿ A Igor, el gerente ? - A ese mismo, me apetece apabullarlo y destrozarlo en la cama, que tenga agujetas durante una semana. Tú me lo presentaras a solas después. - Te advierto que está muy enamorado de su mujer, aunque no seré yo quien dude de tus dotes de seducción. Marlene pidió cambiarse de ropa porque su vestido estaba lleno de sangre. Un empleado del local le facilitó un conjunto de una bailarina, el más ancho que encontró. Consistía en unos pantalones elásticos acabados en unas borlitas que le llegaban a la altura de los gemelos, los cuales se mostraban espléndidos. El culo, grande e igualmente magnífico, se le quedaba completamente marcado con la prenda. Para la parte de arriba le dejaron un polo blanco sin mangas que daba la impresión de que iba a estallar. Los amplios senos y los pezones se transparentaban exultantes, ya que el mini sujetador que solía usar también se le había roto en la refriega. Los poderosos hombros quedaban totalmente al aire al no abarcar más la manga y la parte de la axila la tuvo que descoser un poco para que le pudiera entrar. Por debajo le llegaba a la cintura, dejando el ombligo y parte de los marcados abdominales también al aire. No era muy cómodo, pero para el fin suyo de esa noche casi se diría que era perfecto. Los dos hombres habían asistido al cambio de vestimenta: Jack, aunque acostumbrado a verla, nunca dejaba de maravillarse cada vez que lo hacía, y el empleado del local, que permaneció absolutamente atónito durante toda la operación, experimentaba un principio de erección, algo que nunca pasaba desapercibido para Marlene. - Creo que así estará bien, vamos a esa fiesta. Al salir agarró el miembro del empleado, apretándole con fuerza durante unos segundos. - Parece que te has excitado un poco, ¡eh, satirín!, le susurró al oído. El hombre tragó saliva y cuando le soltó, la erección era casi completa. Jack sonreía. - Qué te gusta. Aunque se podía decir que eran amantes, los celos no tenían cabida en su relación. Relación que por cierto se acabaría al poco tiempo, pero eso ya será otra historia. Mientras tanto los asistentes a la reunión ya habían terminado ésta y se encontraban en el jardín departiendo. En ese momento salieron Marlene y Jack cogidos del brazo, y la primera reunión con la que se toparon fue la del gran jefe, el anfitrión y el otro de los abogados. Marlene se quedó con ellos mientras que Jack siguió su camino. - Hola, me estaba cambiando de vestido, ya que el otro se me ha estropeado un poco. Por cierto ya le pasaré la factura de lo que me ha hecho su gorila, dijo poniéndole la mano en el hombro y dirigiéndose al anfitrión. - Si, si, si, fue lo único que alcanzó a decir éste, aún un poco atribulado y absorto en el busto de la mujer. Hubo un momento de silencio que rompió el gran jefe. - Anda, tómate una copa de champagne que estamos celebrando la buena marcha de los negocios, y la rodeó con el brazo por la cintura para acompañarla al camarero más próximo. La postura era un poco forzada debido a la amplitud de la espalda de ella. - Esos van a recordar este día durante mucho tiempo. Aunque son tipos duros, creo que los has dejado un poco asustados. Yo ya me he encargado de contarles también cuando liquidaste al Lobo en su propia mansión y rodeado de hombres armados. Tus enemigos, que ahora son también los míos, no tienen donde esconderse, concluyó soltando una carcajada. Marlene no decía nada, se limitaba a esbozar una sonrisa de suficiencia. Era una relación un tanto extraña, ya que aun siendo él el todopoderoso jefe, el trato era de tú a tú e, incluso, se percibía mayor ganas de agradar por parte del jefe que de ella: el poder intimidatorio de Marlene era absoluto. A todo esto habían llegado hasta el lugar donde estaba el camarero que, casualmente, era el mismo que había presenciado "tan de cerca" la pelea con Búfalo. Se soltaron y el jefe se acercó a coger una copa. Ella le dio un toque con el codo y empezó a decir: - Me ha puesto de tan mala leche el tipo ese que al primero que me contraríe le machaco todos los huesos del cuerpo, y acto seguido se colocó delante de la bandeja con los brazos en jarra y la cabeza ligeramente levantada, en pose autoritaria. La base del pecho quedó a la altura de la bandeja y pegada a ella, con lo que la visión del camarero era imponente. Era un muchacho de apenas diecisiete años que sujetaba con manos temblorosas la bandeja, en la ya sólo quedaban cuatro copas. Hizo el gesto de acercársela pero, lógicamente, no le quedaba espacio. - No, dámela tú, dijo con voz autoritaria mientras henchía el tórax para hacerlo aún más voluminoso. El temblor de las manos del joven iba en aumento: Separó una mano de la bandeja para ir a coger una copa y aquélla dio un pequeño vaivén que a punto estuvo de dar con las copas en el suelo. Recuperó el equilibrio como pudo y fue a alargarle una de las copas. - La más vacía de todas me vas a dar, fíjate bien, dijo imperativamente, y volvió a henchir el pecho tocando y desequilibrando la bandeja esta vez. Y lo que tenía que ocurrir, ocurrió: entre el temblor que iba en aumento, el pequeño toque de tetas de Marlene y el no saber qué hacer ni dónde mirar, al muchacho se le cayeron las copas al suelo. En ese momento le rodeó del cuello mediante un considerable manotazo y le trajo la cabeza hasta rozar uno de sus pezones; a la vez que tensaba su bícep para mostrarlo en plenitud y le clavaba los dedos. - Si estuvieras pendiente de lo que tienes que estar, y lo retuvo en esa posición más de diez segundos, girándole la cabeza paulatinamente. - No me pegue, no me pegue, por favor, no me pasará más, haré lo que me diga, balbuceaba el muchacho cuyo cuerpo dibujaba un ridículo escorzo. - Anda, pase por ésta, que me vas a mojar la ropa, ya que el chico sudaba profusamente, y lo soltó con displicencia cayendo de culo al suelo. - Creo que estoy recuperando mi humor, esta noche promete, dijo dirigiéndose al jefe y alejándose ambos del lugar. - Por cierto, Marlene, esta noche la podíamos pasar juntos, que a mí también me estás poniendo a cien. - Lo siento pero ya la tengo comprometida. - Se puede saber con quién. - Con Igor, creo que se llama, ese de las gafas y la pajarita. - ¿ Con Igor ?, el gerente, pero cómo ha sido eso. - Todavía no ha sido, pero le he dicho a Jack que me lo presente después. Lo siento pero no vas a poder contar con él en buena forma durante algún tiempo. Espero que no tengáis cosas importantes que hacer. Se despidieron con un guiño de ella y cada uno tomó un camino. Marlene, debido al sudor del camarero y a algo de champagne que se le había derramado al caerse la bandeja, tenía partes del polo mojadas, con lo que éste se le marcaba aún más. Entonces se fue a charlar con el resto de invitados: con todos menos con el gerente que lo quería reservar para el final y con Nico, que cuando la veía acercarse se quitaba de en medio como alma que lleva el diablo. Cada vez que llegaba a una tertulia el efecto era el mismo: todos se callaban de pronto completamente sugestionados para después lanzar cualquier pregunta intrascendente. Ella siempre llevaba la conversación a la "barbaridad" de lo que le había hecho Búfalo; a lo que todos contestaban: - "Desde luego, desde luego", y alguno incluso añadía: "se lo tenía merecido". Y entonces ella daba por terminada la conversación y se alejaba contoneándose bajo la mirada atontada de los ex contertulios. Pasados unos quince minutos decidió que ya había llegado la hora de que le presentaran al gerente a solas, y entonces buscó a Jack: - Oye, Jack, ya es hora de que me presentes a ese hombre, me voy a aquella mesa a comer algo y tú me lo traes. Jack se fue a buscarlo y le dijo: - Ven Igor que voy a presentarte a Marlene que quiere conocerte - Yo, yo, a mí. La verdad es que el hombre por un lado se moría de ganas de verla de cerca: había estado observándola de reojo cada vez que podía durante toda la noche, aunque por otro lado le infundía un poco de desasosiego. Lo que no sabía es cuan de cerca la iba a conocer y cuanto desasosiego iba a sentir en las próximas horas de su vida. Cuando llegaron a la mesa, Marlene estaba llevándose a la boca un canapé, con la boca arqueada de forma sensual, posición que retuvo un instante para que el espigado hombre la pudiera contemplar bien. - Uy, que me he manchado un poco la mano, y se frotó los dedos repetidamente con la otra mano exhibiendo el pico del bícep en flexión y relajación. Acto seguido le extendió la mano derecha para que el gerente se la tomara. Éste ya empezaba a notar cierta excitación. - Encantado, dijo con voz algo trémula, y le beso la mano sin atreverse a levantar la cabeza. - Os voy a dejar solos que me reclama el jefe, intervino Jack. - No quieres un canapé. Así estuvieron charlando un par de minutos de cosas banales. Bueno más que una charla se trataba de una serie de observaciones de ella contestadas por monosílabos entrecortados por parte de él, que al principio, y hasta que ella le insistió, le trataba de usted. Marlene se relamía comprobando que la turbación era aún mayor de lo que ella pensaba. Al fin, y cansada de pamplinas, le dijo: - Bueno, vamos a bailar ahí al lado que esta canción es de mis preferidas: era un especie de música relajante que sonaba de fondo en los jardines. Igor se quedó perplejo, ya que no entendía muy bien porqué aquella imponente hembra quería bailar precisamente con él, en su vida se había visto en una igual. No obstante el efecto inmediato fue una súbita subida de colores bastante evidente. - Va, va, vale, acertó a decir, y marcharon a una pequeño jardincito rodeado de celosías y contiguo al jardín principal. Marlene no quiso ir muy rápido, sino que pretendía saborear despacio el momento. Le puso las muñecas sobre los hombros, mientras que a él le colocó ambas manos agarradas lateralmente a la cintura. - ¿ Así está bien ?, le interpeló. - Si, si. El estupor iba en aumento. Al poco Marlene avanzó la posición y le asentó los férreos antebrazos, con lo que se acercaron los cuerpos, rozando con sus pezones el pecho del hombre y quedando las caras a escasos centímetro, ya que con el pequeño tacón eran de la misma altura. Era preciosa, con unos ojos verdes penetrantes, una nariz un poco grande de tamaño pero perfecta de forma y una boca amplia y lujuriosa. A Igor empezó a ponérsele duro el miembro. - Bailas muy bien rubito, dijo ella. Él sólo tragaba saliva. Siguió avanzando y ahora eran los bíceps los que estaban sobre los hombros del gerente, él la abarcaba lo que podía por la cintura. Todo el cuerpo estaba ya en contacto: las caras apoyadas lateralmente, los pechos aplastados uno sobre otro y los muslos también en contacto. Se sentía como un frágil juguete en manos de aquel macizo cuerpo - en toda la extensión de la palabra - que lo envolvía. La erección iba en aumento aunque él trataba de aplacarla. Marlene quiso dar una vuelta de tuerca más: a la vez que le cogía una mano y se la colocaba en su culo, empezó a darle pequeños mordiscos en el cuello. - Me gusta tu cuello, decía mientras ahora oprimía fuertemente el mismo con sus labios abiertos. El hombre daba un respingo cada vez que notaba un nuevo apretón. - Pero no estés ahí parado, que a mí también me gusta que me acaricien. Esto último de acariciar, y teniendo en cuenta los bruscos bocados que le estaba proporcionando en el cuello, sonaba un tanto eufemístico. Él comenzó a acariciarle el apretado y gran culo haciendo círculos de forma muy suave. - Así está algo mejor, y siguió con su progresión: le subió un brazo para que lo colocara en su espalda y ella le pasó el suyo por debajo para hacer lo mismo. Con la palma abierta y ayudada del otro brazo que lo tenía rodeándole el cuello lo estrujaba prácticamente sobre sí. Él tenía la sensación de estar aprisionado contra una pared. La única salvedad eran los senos, calientes y algo menos duros, que Marlene los restregaba arriba y abajo contra su pecho. El miembro lo tenía tan apretado contra los slips que parecía que le iba a estallar. Entonces notó en el mismo un bulto enorme y granítico: era el poderoso muslo de la mujer que se lo estaba oprimiendo. Aquello era ya cualquier cosa menos un baile. Estaba a punto de eyacular. Tras unos segundos de opresión Marlene se separó de pronto para evitar lo inminente (no quería que la primera fuese tan rápida) y dijo: - Venga, vámonos al hotel a seguir con esto. - Pero, pero, y sintió un tirón que prácticamente lo llevó en volandas. - Vamos a coger un coche que nos lleve hasta allí, decía tirando de él. Igor sacó algo de valor y se paró un momento para decirle con voz tímida y entrecortada: - Marlene, yo, yo, estoy casado y, hizo una pequeña pausa buscando las palabras, no me gustaría serle infiel a mi mujer. - Yo no quiero que te enamores de mí, sólo que pasemos una noche de sexo que no vas a olvidar en tu vida. Además no soporto una negativa, añadió apretándole con fuerza la mano de forma intimidatoria. Él no fue capaz de contestar nada, notó un tirón esta vez más fuerte y aterrizó con la cara sobre el abultado y recio hombro de Marlene. Salieron a la entrada y se dirigieron a una de las limusinas que estaban allí preparadas para llevar a los invitados al hotel, que estaba a unos minutos de la sala donde se celebraba la reunión. El chófer les abrió la puerta y se acomodaron en el amplio habitáculo del automóvil. Nada más arrancar, Igor, que estaba observando por la ventanilla un tanto pensativo ante lo que le estaba sucediendo, notó como una de las musculosas columnas que tenía Marlene por piernas se le desplomaba en el hombro derecho. - Por favor, quítame el botín. El gerente obedeció y le desabrochó los tres lazos que tenía en el tobillo para a continuación descalzarla con suavidad. Inmediatamente le cayó la otra pierna en el otro hombro con más contundencia todavía. Ella se dio cuenta que el chófer observaba por el retrovisor, con lo que accionó el botón que corría la cortinilla de la mampara. Cuando hubo acabado con ambos pies, Marlene flexionó las piernas y tiró del hombre hacia ella, quedando totalmente tumbado y con las dos piernas de ella apoyadas en su cuerpo. - No te gustan mis piernas, puedes tocar lo que quieras, le susurró. - Mu, mucho. Igor puso las dos manos sobre aquellas montañas de hermoso músculo que lo tenían prácticamente aprisionado y las desplazaba arriba y abajo por el pantalón ajustado. Cada una de ellas podía ser como las dos suyas juntas, duras como el granito y rabiosamente atractivas. Otra vez le volvió una considerable erección. De pronto Marlene, con un movimiento felino, retiró las piernas, dio una voltereta y cayó encima de él. - Ahora me toca a mí. le tomó la camisa por debajo de la pajarita y de un tirón se la rasgó de arriba abajo. - Déjame ver tu pecho. Seguidamente le colocó las dos manos en los costados, los senos sobre su miembro totalmente erecto, con las dos piernas le envolvió las suyas y con la boca empezó a besarle la base del tórax. Iba acariciándolo con los labios suavemente en trayectoria descendente y, de vez en cuando apretaba fuertemente acompañándolo de un apretón también con las manos y con las piernas. Así fue bajando muy lentamente. En cada apretón Igor no podía evitar pegar un fuerte grito. Cuando llegó al comienzo del pene, el hombre ya no pudo resistir más y se corrió explosivamente manchándole todo el polo. - Lo, lo siento. De pronto le invadió, junto a la sensación de placer absoluto, una sensación de pánico por si podía haberse enojado. Marlene se quedó mirándolo con fingida severidad durante unos segundos y acto seguido le agarró el cuello con fiereza. El gerente se quedó completamente paralizado. - No importa rubito, esto no ha hecho más que empezar. él tragó saliva aliviado. En estas se detuvo el coche porque ya habían llegado al hotel. El chófer abrió la puerta de ella para que saliese y después se fue hacia la de él para hacer lo propio. Se dibujaba en su rostro una mueca burlona, ya que había podido escuchar perfectamente los alaridos. Igor puso cara de no hacerle mucha gracia aquello, y Marlene que iba detrás lo captó todo. Cuando hubo cerrado ambas puertas y se disponía a montarse de nuevo, Marlene lo llamó. - Oiga, un momento. El chófer acudió quedando de espaldas al coche y a un metro aproximado de distancia. Se puso a su lado mirando en sentido contrario y le colocó la mano abierta en el pecho, a lo que respondió con una mirada de extrañeza, e inmediatamente lo estampó contra el coche con gran violencia. - Puedo hacer que la risa pase al llanto en un abrir y cerrar de ojos. El chófer no fue capaz de decir nada. La mirada de extrañeza había tornado a mirada de pánico. Entonces le tomó por una mano y se la retorció hasta que tuvo que hincar la rodilla en el suelo mientras lanzaba un grito de dolor. - Y ahora le vas a pedir perdón de rodillas a este señor. - Perdón dijo muy flojito. - Creo que no se ha enterado y aplicó más torsión al brazo, que fue respondida por un nuevo grito. - Perdón, perdón, decía ahora más alto, no fue mi intención. - Y también le vas a besar los pies, y dio un nuevo giro al brazo. - Nnn, iba a decir el gerente, pero se calló en tanto que observaba estupefacto la escena. El chófer obedeció inmediatamente y besó ambos pies. - Eso está mejor, le soltó el brazo y le empujo con el pie hasta dejarlo boca abajo en el suelo. - Que no se vuelva a repetir, añadió mientras le pisaba el cuello aplastándole la cara contra el asfalto. Había cumplido un doble objetivo: darle una lección a ese hombre y refrescar la memoria de Igor en cuanto a su incuestionable poderío. - Y ahora vamos a mi habitación, y se fueron ambos en dirección a las habitaciones, él con la camisa rasgada y por fuera de los pantalones y ella con el polo manchado y marcado.