Crónicas de un Manganzón. Por El Bohemio de Caracas. ¡Qué par de muslos! Hola a todos... Han pasado unos cuantos días desde que estuve en casa de una amigo, ex compañero de la universidad, que se recibió de licenciado en geografía... También de una pequeña reunión que sostuvimos algunos de los panas en esa reunión charlando de diferentes temas, hasta que caímos en el de las mujeres, cuyo punto culminante fue el relato de Jonathan. La verdad es que lo siento por él. Fue manipulado y humillado por su novia de la peor forma posible. Y eso que no plasmo aquí su experiencia exacta, no pudo contárnosla con lujo de detalles debido a su vergüenza, pero aún así ¿Cómo pudo esa chica popinarle una paliza a un tarajayo que le doblaba en estatura y en peso y que se encontraba fuera de sus cabales? Es que un hombre se vuelve loco cuando de celos se trata. Y miren que después Jonathan nos mostró las huellas que ese enfrentamiento dejó en su cuerpo; lo que pasa es que no se los dije: nos mostró una rodilla, en la cual tenía una cicatriz producto de una operación debido a una fractura ¿Cómo fue eso? Bueno, el pobre quiso darle una patada a Verónica, ésta se la atajó y después le quebró la rodilla propinándole un codazo allí con tal fuerza que se la partió. Esa fue la única lesión que pudo describir como la sufrió, pues, porque solo se limitó a mostrarnos las otras: cicatriz en el arco superciliar de uno de sus ojos, un hematoma en su costado izquierdo que aun hoy no se le quitado, señal de que la pobre costilla ubicada ahí fue hecha trizas y el hombro derecho que todavía debe tratarlo con cuidado, porque parece que estuvo a punto de una luxación o algo así y no se le ha curado del todo. Bueno, supongo yo que Verónica también recibiría lo suyo, pues Jonathan no es ningún manco y mucho menos cuando está furioso, pero él mismo nos confiesa que fue derrotado por ella, por la cajera de una panadería que ya no existe. Todos quedamos consternados, en especial Raúl, quien era el escéptico de la conversa esa noche, aunque todavía seguía sosteniendo su tesis de que el hombre es físicamente más fuerte. Cuando nuestro amigo hubo terminado su relato, Raúl se me acercó y me dijo esto: "Hasta que no vea una pelea así, no creeré lo que le pasó a Jonathan. Puede que haya sido cierto, pero... ¡No sé!". Cada cual con su opinión. Y yo estoy empezando a formarme la mía. A continuación, el relato de una mujer que conocí en un centro comercial de aquí de Caracas. Por supuesto, sucedió días después de escuchar a Jonathan. Resulta que un día mientras estuve paseando por el mall más famoso de Caracas (No voy a nombrarlo pues sus dueños no me pagarán la publicidad que pueda hacerle aquí), me encontré con una caraja de la cual dije "¡Coooño, mano!". Se trataba de una chama corpulenta que andaba vestida con una prenda que le mostraba los hombros y parte de su espalda, una falda blue jeans que le cubría hasta sus rodillas, pero que estaba abierta a los lados unos cuantos centímetros y unos zapatos casuales de tacón mediano. Andaba de lo más informalmente elegante, tenía buen gusto a la hora de vestir. Iba yo subiendo las escaleras mecánicas cuando la vi, parada frente a una de las vidrieras de una tienda de ropa. La vi porque me llamó la atención sus pantorrillas, pues las tenía gruesas, pero eran de buen ver, pues estaban abultadas debido al tacones un poco elevados de sus zapatos, y en lo que yo casi estoy llegando al siguiente nivel, la tipa comenzó a caminar, dejándome impresionado: se gastaba un par de muslos que a la distancia se apreciaban majestuosos pues los tenía gruesos y torneados. Algo que me dejó loco. Y eso no es todo. La vi de espaldas al principio, por lo que no vi sus brazos, pero una vez en movimiento, vi que los tenía gruesos. En fin, ella se veía gruesa, aunque debo decirlo con toda sinceridad, la mujer, de la cintura para arriba, no se veía en lo absoluto ejercitada, mas sus piernas lucían como un par de poderosas columnas. Al parecer iba a algún lado, puesto que empezó a caminar a toda velocidad, pero para mi beneplácito, ella tomó las mismas escaleras por donde yo subí; me dije "¡Aquí viene, la voy a ver!". Decidí quedarme en el piso donde estaba, me hice a un lado como para ver una tienda y así esperar a que la caraja llegara y viera yo hacia donde se iba a dirigir, si agarraba algún pasillo del nivel o si seguía subiendo hacia los pisos superiores... y fue esto último, tomó la siguiente escalera y ahí me fui, detrás ella. Yo estaba fascinado, miraba hacia arriba, estando ella unos tres o cuatro escalones más arriba, pudiendo contemplar mas de cerca la proporción de sus pantorrillas: las mismas estaban abultadas, mostrando considerable volumen muscular y además, se veían lindamente torneadas. Su falda llegaba hasta las rodillas, por lo que de momento, cuando estaba parada, no pude ver sus muslos, pero si vi mas de cerca cómo era ella de la cintura para arriba. En efecto, sobre su cintura mostraba unos "cauchitos", señal de que estaba engordando y que tenía tiempo sin hacer ejercicios. Sus brazos eran gruesos, aunque no mostraban definición, pero su espalda era ancha, aunque no estaba muy marcada, siendo evidente que hizo ejercicios o que practicó algún deporte pero hacía mucho tiempo y que ahora estaba sedentarizada. Se me hizo que la tipa llegó a practicar halterofilia o en tal caso fisiculturismo, pues lucía corpulenta (y fuerte) aunque de esto último no le quedaban muchas huellas, salvo sus piernas. Llegamos al siguiente nivel, pero ella no se detuvo, tomó la otra escalera y fue hasta el último piso del centro comercial, el cual estaba destinado a una feria, un bowling, un local de maquinitas, video juegos y máquinas para niños y un espacio tipo terraza en el que se emplazaban algunos locales de comida rápida, así como algunos restaurantes al aire libre. Y yo también me fui hasta allá, pues a pesar de todo, sus piernas me habían hipnotizado... Al llegar a ese nivel, la muchacha comenzó a caminar, regalando a mis ojos el espectáculo de sus extremidades inferiores. Parecía que iba a una cita, pues caminaba a toda velocidad y veía como sus muslos se torneaban a cada paso, viéndose como a cada pisada se veían graníticos. Entonces se dirigió a una de las fuentes de soda de la terraza y sentó en una de sus mesas, disponiéndose a esperar, pues el mesero se le acercó para pedir su orden pero ella le dijo que todavía no iba a ordenar. Convencido de que no se iba a mover de allí, yo me dispuse a dar una vuelta por el sitio, después me dirigí hasta un punto cercano a la fuente de soda para verla, aunque sea de lejos. Me ubiqué estratégicamente y me senté en un banco, dándole la espalda en un principio y de tanto en tanto, volteaba para verla. Todo lo hacía con discreción, no vaya ser que la caraja se diera cuenta de que la estaba siguiendo. Bueno, me quedé un rato sentado, así aproveché para descansar, pues ya había dado varias vueltas al centro comercial antes de conseguirme a semejante especimen del sexo femenino... ¡Qué vergüenza! Estaba cansado porque lo que hice fue dar vueltas para ver las vidrieras de los locales... bueno, así pago tributo a mi vida de manganzón sedentario, barrigón lupuloso y dormilón... pero aún así ¡lo disfruto! Bueno, sigamos con el cuento. Estuve sentado por unos diez minutos. A cada tanto, volteaba a ver a esa muchacha de piernas gruesas. Dije muchacha, porque mientras subíamos, pude ver su rostro, pues ella miraba a todos lados, dejándome sorprendido. Era una chama, una joven a la que le calculo unos 25 años de edad. Su rostro era el de una niña, bien parecido, pues tenía lindas facciones. Tenía el cabello corto y un estilo de peinado que de verdad le lucía perfecto. La chama, como dije al principio, dentro de la informalidad, andaba bien vestida y arreglada. Estaba sentada, tomándose un café, esperando pacientemente por la persona. Yo me preguntaba ¿Será el novio? ¿Algún amigo o amiga? Pasaron unos minutos más y me levanté del banco para dar otra vuelta, viendo que la chica se iba a instalar allí por un rato muy largo. Caminé por los pasillos de ese nivel, viendo los locales que allí habían y después regresé a donde estaba, para ver que efectivamente estaba esperando a alguien y ese alguien había llegado: era una amiga. Ambas se instalaron a conversar animadamente y en lo que a mi respecta me dije "Bueno" y entonces decidí alejarme del sitio. Bajé hasta el penúltimo nivel y me dirigí a la feria, me metí en un local de hamburguesas nada más que para pedir unas bolsitas de salsa y mayonesa, así como unas servilletas, todo para cuando llegue a mi casa a cenar. Salí y di una última ronda a los locales, entonces, llegué a una librería y allí me metí. Era una de esas librerías en las que puedes tomar de los anaqueles revistas e incluso libros y hojearlos sin que los empleados te llamen la atención. Allí estuve, sin caerles a mentiras, mas una hora, pues aproveché de leer gruesos libros de diversos temas y géneros literarios, sobretodo de ciencia-ficción, tema que me apasiona. Leí muy someramente algunos títulos y después me retiré. Terminé de caminar y salí definitivamente del centro comercial. Ya era de noche y quería seguir distrayéndome caminando y viendo gente. Así que no tomé la estación del metro que queda a una cuadra de distancia del mall decidí irme a un bulevar, a pié. Iba recorriendo la avenida, rumbo al oeste, hacia un bulevar caraqueño que otrora era un lugar de esparcimiento, pues hoy está convertido en un gigantesco mercado de buhoneros, comerciantes informales, en su inmensa mayoría desempleados, que se dedican a vender cualquier cosa para sobrevivir, desde simples baratijas, hasta ropa y comida, pasando por CD's quemados. Pero va cayendo la noche y ellos comienzan a retirarse a partir de las siete, por lo que cuando llego al comienzo del bulevar, no lo consigo tan congestionado. Sigo caminando y entonces recuerdo que bajando por una calle, justo cuando hayas recorrido la mitad del bulevar, existe otro centro comercial que también es famoso, puesto que su inauguración es de más reciente data, incluso contó con gran despliegue publicitario en los medios de comunicación. Decidí ir allá. Son ya mas de las 7 de la noche, llego al sitio y todavía hay mucha actividad. pues la mayoría de las tiendas cierran a las ocho y a partir de esa hora, solo los niveles feria y diversión de ese centro comercial están concurridos. Hasta allí voy, a jugar un poco en las salas de video juegos. Mato mi fiebre allí como por una hora más y después salgo a recorrer el resto de la feria cuando ¡sorpresa! Me topo a la mujer que había visto en el otro mall horas antes. Estaba con la misma persona con quien la vi antes de irme, y al parecer tenían mucho rato, pues se aprestaban a retirarse. Sin duda que habían llegado primero que yo, que me vine a pié mientras que ellas llegaron allí en taxi o en el metro. O también puede que alguna de ellas tenga carro, bueno, solo son hipótesis. De nuevo me dio curiosidad. Por un momento pensé en abordarla, echarle los perros diciéndole que se gastaba "las piernas más fuertes que yo haya visto"... De verdad tenía ganas enormes de hablarle, claro está, si se me presentara la oportunidad, puesto que estando acompañada es posible que ni me mire cuando le hable, por lo que ligué que la piernona y su amiga se separaran cuando llegaran al metro, o que su amiga tome un taxi o algo así. Era difícil saber, pero bueno, me senté en un banco a esperar a que las dos se levantaran y caminaran. No transcurrieron más de 15 minutos para que así lo hicieran y entonces empecé a seguirlas a distancia. Las dos se dirigieron a la salida y entonces, para mi sorpresa, ambas se despidieron y la amiga tomó un taxi; la piernona entonces cruzó la avenida para dirigirse al bulevar. Me dije "¡Va para el metro!" Y enseguida me fui tras ella. La mujer caminaba rápido, muy rápido, ¡wuau! ¡Sí que tiene energía! Por lo que me costó darle alcance, me coloqué como a un metro de ella, sin levantar sus sospechas de que la estaba siguiendo. Finalmente llegamos al bulevar y esperaba que tomara el metro en la estación de la esquina, pero no, mas bien siguió el bulevar y caminando hacia el oeste, hacia donde iba yo en un principio. Eran mas de las nueve y media de la noche, todavía había gente en el sitio, pero como los buhoneros habían recogido sus tarantines, el bulevar se hallaba transitable. Y aquí la chica comenzó a desacelerar su paso. Cuando habíamos caminado una cuadra entonces vi la oportunidad de hablarle... y la abordé. Empecé por piropearle por las piernas. No pensé que a ella le gustara el cumplido y entonces, como todo caballero cortejando a una dama, le pregunté que cómo había llegado a forjarse unas piernas tan lindas y robustas. Fue cuando me dijo que estuvo durante mucho tiempo inscrita en un gimnasio. Y por ahí empezamos a entablar conversación. Entre otras cosas, me dijo que había estado en un gimnasio. Primero para complementar su preparación como lanzadora de bala, pero como descubrió que tenía buen potencial físico, pues, desarrolló musculatura muy rápido, decidió dedicarse de lleno a esculpir todo su cuerpo. Me dijo que empezó a trabajar sus brazos, obteniendo resultados muy rápidos y asombrosos, para después seguir con las piernas. "Ya me las ves" recuerdo sus palabras. La musculatura de las piernas la desarrolló muy rápido, sin mucho esfuerzo "entonces tienes buena genética" le dije, a lo que me respondió con un "gracias" que adornada su sonrisa. Y así, recorrimos todo lo que quedaba del bulevar conversando acerca de deportes. Ibamos caminando hasta que llegamos al final del bulevar. Allí enfilamos por una avenida rumbo a otra estación del metro. Una vez saciada mi curiosidad, le dije que iba a tomar el metro y le pregunté que hasta dónde iba. Me respondió que hasta la parada de unos autobuses que quedaba unas cuadras más adelante. Por un momento pensé en acompañarla, pero después dije "está bien... fue un placer" y así nos despedimos, no sin antes volver a echarle los perros con lo de sus piernas. Antes de bajar las escaleras de la estación, me antojé de comprar unos panes para llevarlos a la casa y así completar la cena. Entonces me devolví y me dirigí a una panadería que quedaba más adelante, justo hacia donde la chica de muslos graníticos iba rumbo a la parada de autobuses antes citada. "La veré de nuevo" me dije y enseguida enfilé rápidamente hacia allá. Justo cuando llegaba al local, unos cuantos metros mas adelante, había un tumulto. Un grupo de gente estaba ahí presenciando algo. Escuchaba gritos como "¡Dale, dale!" "Eso, métele duro!" Así como ovaciones. Inmediatamente supuse que era una pelea y antes de meterme en la panadería me fui a ver lo que pasaba. Mi sorpresa fue mayúscula... La muchacha con la que venía conversando largamente mientras caminábamos por el bulevar estaba forcejeando con un hombre... vi que estaba forcejeando, pues ambos se sujetaban mutuamente las manos en un duelo de fuerza. De repente, la mujer logró liberar una mano y conectó un golpe que hizo explosión en el rostro del tipo, haciendo que los presentes deliraran. Yo también quedé pasmado por la forma como la muchacha propinó ese coñazo... giraba la mano, no cabía duda. Entonces le pregunté a uno de los presentes, un chamito, que qué había ocurrido, cómo había empezado esa pelea. El jovencito me contestó: "yo estaba saliendo de la panadería cuando vi que un ladrón intentó robarle la cartera a esa tipa. La caraja no se dejó tan fácil, pues logró apretujar la cartera contra sí, pero el tipo quiso empujarla para quitársela, pero que va... la tipa es arrecha... así empezó todo". Después de despedirse, ella siguió rumbo a la parada de autobuses, pero cuando iba caminando justo al frente de la panadería, un tipo, que venía en dirección contraria, quiso arrebatarle la cartera. Como vio que no podía quitársela nada más salir corriendo, el carajo cometió el error de empujar a la muchacha para así lograr su cometido. Pero no le funcionó. La mujer pudo proteger sus pertenencias como podía, por lo que el ladrón, al ver que no logró nada importante al empujar, probó con golpearla... al rostro. Aquí prácticamente comenzó su fin. Digo su fin porque la mujer pasó a la ofensiva, tirando la cartera al piso y se le fue encima al caco, quien quedó estupefacto por la reacción de su "víctima". Ambos se enzarzaron en un forcejeo que fue lo que presencié cuando llegué al sitio. Justo cuando el muchacho terminó de hablarme, la mujer, después del golpe, volvió a sujetar al hombre y con una fuerza descomunal que nos dejó a todos boquiabiertos, agarró al caco y cambió de posición: ella estaba contra la pared y de un tirón pegó al tipo allí y ella comenzó a empujarlo contra el concreto. Fue una acción espectacular que hizo que los presentes se asombraran y después comenzaran a animarla. Unos hombres quisieron intervenir para ayudar a la dama, pero ella les gritó "¡No se metan, no joda! ¡Yo puedo sola! ¡Lo jodo yo sola!". Acto seguido tomó al tipo por su cabeza y empezó a pegársela contra la pared, dejándolo aturdido, luego le soltó un par de bofetadas y pasó a golpearlo con varias combinaciones a la cara y al estómago. El ladrón, un tipo alto, mas o menos de la misma estatura de la mujer, lucía indefenso ante el ataque de la chica, pues, era más delgado, pero aun así luchaba por parar las manos de su inesperada contrincante. El tipo respondió con un golpe directo al rostro de la tipa, quien lo acusó y luego volvió a lanzar otro, como para terminar de quitársela de encima y después huir. Pero... la mujer era muy fuerte, de verdad. Soportó los dos golpes y después volvió a tomarlo de sus brazos para evitar que escapara. Aquí quedé conmovido, no así algunos presentes quienes apoyaban a la fémina. Quedé conmovido, porque la fuerza de la mujer era evidente, muy evidente. Dominó al tipo y volvió a pegarlo contra la pared. Sus piernas se convirtieron en su punto de apoyo para practicamente pegar al caco contra el concreto, viendo cómo sus pantorrillas se abultaban más y sus muslos... parecía que crecían... se tornaron rocosos. Era un espectáculo ver como esas torneadas, lindas pero poderosas piernas se marcaban por el esfuerzo puesto por ella para tal empuje. El tipo le propinó una patada, pero no hizo daño. Entonces ella contestó elevando su rodilla y estrellándola contra sus bolas, haciendo que el hombre gritara. Aquí dije que ya no había mas nada que hacer. El tipo, presa del dolor en sus partes íntimas, dobló su cuerpo y entonces la mujer se dedicó a propinarle una andanada de golpes. Lo golpeaba en todas partes, en el estómago y en la cara sobretodo. El tipo quiso responder, pero, que va, la mujer estaba hecha una furia y no paró de golpearlo. Hasta que después lo agarró por un brazo y lo estrelló contra la cava de un pequeño camión frigorífico que estaba estacionado. El golpe sonó muy duro. La cara del pobre ladrón fue a dar contra la cava, partiéndose la nariz y después la mujer le propinó un fuerte pisotón en su espalda. Tal patada hizo gritar de dolor al maleante y a todos los presentes se nos puso la carne de gallina cuando vinos que el tipo se arqueó producto de ese tacle, como si le hubiera partido la columna. Afortunadamente para el ladrón, no fue el caso. Vi como la chica utilizó su bella pero musculosa pierna para acabar con el tipo, quien después se desplomó al piso. La mujer intentó rematarlo en el suelo propinándole dos o tres patadas, hasta que fue contenida por dos policías quienes le dijeron "¡Basta!, ¡Lo vas a matar! ¡No vale la pena! ¡Ya lo jodiste!". Después la apartaron del pobre caco quien suplicaba perdón. Los policías comenzaron a calmar a la mujer, mientras que otros agentes montaban al ladrón en la patrulla. Después que se calmó, la mujer pidió su cartera, que la había tomado el muchacho que me dijo lo que pasaba. Yo solo atiné a verla un poco alejado, quise intervenir para ayudarla, pero vi que a los hombres que intentaban calmarla y ayudarla, incluyendo los policías, los rechazaba. Aún así, todos los presentes estallaron en aplausos, ovacionándola y acto seguido, luego de recuperar la cartera, los lentes y, especialmente, la calma, la mujer se fue, rumbo a la parada del autobús. Sin duda era valiente... y poderosa... se marchó con la frente en alto. Yo, una vez recuperado del estupor que me produjo ese episodio, entré al local y compré los panes. Volví a recordar el cuento que nos echó Jonathan y entonces vi la persona que atendía la caja del local: era un chamo, así que sentí alivio ¿Temo encontrarme a Verónica? No lo sé. Así, asombrado y complacido por haber visto a una mujer que no solo era bonita, sino que también era fuerte y que sabía pelear, me dirigí a la estación del metro para irme a casa. Todavía me quedaba en la mente ese último pisotón que le propinó a su espalda. "Si le hubiera partido la columna, el tipo no se hubiera movido cuando lo subieron a la patrulla" pensé inmediatamente; sin duda eso me dejó impresionado, ver como su pierna estaba toda marcada, tanto muslo y pantorrilla estaban abultados, en toda su potencia... Sin embargo, hubiera querido ver más de lo que podía hacer esa mujer al utilizar sus piernas como par de tenazas sobre el cuerpo del antisocial... O mejor, que hubiera peleado estando en plenitud de sus condiciones físicas. Bueno, llegué a mi casa, cené... y me puse a redactar este relato. Nos vemos.