Crónicas de un Manganzón. Por El Bohemio de Caracas. La Panadería. Hola a todos... acabo de despertarme... ¡coño! Cargo un ratón muy arrecho encima... es que esta mañana llegué de tomarme unas birras con unos panas, ex compañeros de la universidad apenas vine me tiré en la cama. Bueno... Estuvimos reunidos en casa de uno de ellos, un carajo que trabaja en una oficina de estudios geodésicos perteneciente a unos ingenieros. Es que el pana se acaba de graduar de geógrafo... fíjense, estudiamos juntos administración, luego de recibirse en esa carrera decidió estudiar Geografía en otra institución y ahora terminó la carrera. El último año el tipo consiguió trabajo en esa oficina, hizo una tesis basada en su trabajo y ya, ahora es licenciado. El tipo me llamó al teléfono muy contento y me invitó a su casa. Bueno, como yo nunca tengo algo que hacer, me fui y cuando llego me encuentro con que había invitado a casi todos los muchachos que formamos el grupo en la facultad de administración... fue una noche que pasamos bien, bien de pinga, mucha alegría pues, además de festejar el logro de nuestro pana, significó el reencuentro de unos amigos después de mucho tiempo. Bueno, estuvimos ahí, departiendo alegres, compartiendo nuestras experiencias de los últimos años. A unos les había ido bien desde que se graduaron, ejerciendo la profesión. Otros no pudieron ejercerla debido a que no tuvieron buena fortuna de conseguir un empleo relacionado con la carrera, dedicándose a otras cosas, como por ejemplo, comerciantes informales. Incluso, hubo uno que empezó de esa manera y ahora tiene su propio negocio: dirige una franquicia de bebidas. En cambio, cuando yo les conté como me iba, dijeron casi al unísono: "¡TU NO VAS A CAMBIAR!... " después se echaron a reír. Como ustedes saben, soy un vago, un manganzón, condición que adopté en quinto de año de bachillerato, el último antes de ir a la universidad. Tuve suerte de aprobar el examen de admisión de una universidad de aquí de Caracas y así estudiar administración... aquí terminé de adoptar esa vida libertina que todavía me caracteriza. No me da pena decirlo, pero tardé en graduarme más de lo previsto. Los muchachos que estaban allí en casa del pana licenciado en Geografía se graduaron casi todos juntos, unos seis. Otros dos lo hicieron una año después y yo lo hice al año siguiente. Tarde dos años de más en sacar la carrera, pero no me avergüenzo, viví mi etapa de la universidad como quise, la disfruté. Además del dueño de la casa, estábamos alrededor de nueve carajos. Imagínense, diez tipos con unas cuantas cajas de cerveza festejando el éxito de una pana. Transcurrió así la tarde, luego llegó la noche. Se habían retirado cinco panas, los que estaban casados. Vaya, no les dije que habían unos cuantos que se habían casado y todo, formando hogar, mientras que yo era de los pocos que andaba soltero y sin compromiso, que fuimos los que nos quedamos en casa del flamante licenciado hasta la madrugada. Estos éramos Raúl, Jonathan, Víctor, Conrado (el dueño de la casa) y yo. Ya estábamos un poco pasados de tragos ("un poco" ¡ja!) y ustedes saben como se comportan las personas cuando están bajo esos efectos. A algunos les da un ataque de extroversión que lo que hacen es "festejar" mostrándose alegres, otros se vuelven melancólicos. Algunos les da por ponerse pendencieros (son los que no deben beber) y otros, que suelen ser callados cuando están sobrios, de repente se ponen conversadores. Bueno, hasta los bebedores son también una fauna que tiene sus diferentes tipos de especies... los que nos quedamos estábamos tan cansados de gritar, de reír, de joder, que nos dedicamos a sentarnos a conversar, a recordar viejos tiempos. Víctor y yo demostramos tener resistencia a la bebida. No es por nada, amigos, pero no suelo rascarme tan fácil. Tanto tiempo yendo de rumba en rumba que aprendí a beber. Víctor, que como a todos los demás lo conocí desde el primer semestre de la carrera, era otro que estaba acostumbrado a la buena bebida. Era rumbero, pero muy comedido. Los otros tres ya estaban visiblemente ebrios, pero aún así me sorprendió su lucidez. Algo inusual en ellos que ya con dos botellas de cerveza encima se soltaban, pero esta vez estaban tranquilos, relajados. En ese contexto empezamos a conversar un poco acerca de lo que han sido nuestras vidas en los últimos años. Empezamos a hablar de muchos temas, de deportes, del trabajo de cada quien (yo no tuve nada que agregar, por supuesto), de la situación que atraviesa nuestro país en casi todos los ámbitos (político, económico, social). Claro, aquí hicimos comentarios sobre ese tema tan delicado que ha dividido a la sociedad de mi país, pero no tiene caso hablar de eso, más bien voy a saltármelo para decir que inevitablemente caímos en el tema de las mujeres. Sí, cada quien habló del tema. Conrado nos decía que su novia estaba de viaje visitando a unos familiares en el exterior. Raúl y Jonathan estuvieron por la tarde con sus respectivas novias y después se vinieron para la casa de Conrado. Jonathan iba a traer a su jeva, pero esta se negó a venir, lo mismo iba a hacer Víctor, pero su media naranja se enfermó de repente. "¿Y qué carajo haces aquí?" le preguntamos. El hombre se nos quedó callado, solo se limitó a decir que teníamos tiempo sin vernos. Es que el nuestro era un grupo muy unido en la universidad. Cada uno habló de sus relaciones. Por lo general decían que iban bien. Finalmente me preguntaron por mi vida sentimental, les respondí que en este momento andaba solo y sin compromisos. "¿Qué pasó con la chama que tuviste en la universidad?" me preguntó Raúl. "Simplemente la dejé" contesté para luego agregar antes de que me preguntaran: "Era muy peleona, por nada se enrollaba. Llegó a amargarme la existencia en par de ocasiones..." "Esa chama tenía cara de cuaima" dijo Conrado. Era cierto, mi última novia era una arpía, creo que ya se los dije en una entrega anterior, no se la llevaba bien con todas mis amistades, en especial con Conrado. Nunca llegaron a hablarse pese a que se trataba de uno de mis mejores compañeros y amigos. Conrado siguió "Esa jeva siempre andaba pendiente de formarte peos, Pancho. Siempre le buscaba la quinta pata al gato". "Peleábamos mucho, sí" respondí. "En los últimos momentos de nuestra relación buscaba pretextos para discutir conmigo. Ya no eran los celos, también pelea por otras cosas, muchas veces sin sentido. Fue algo insoportable y de verdad fue sano romper esa relación". "Todavía recuerdo cuando ella quiso golpearte... " dijo Víctor. La verdad es que esas palabras me dejaron mudo, pues se trataba de un tema que no quería abordar, pero Víctor siguió: "Esa mañana, no recuerdo por qué fue, pero yo llegué buscando a Pancho y me lo consigo discutiendo con Paula. Ella te iba a lanzar un golpe pero se lo detuviste en seco. Una pregunta, Pancho ¿ella sabía pelear? Pues me sorprendió cómo giró la mano para golpearte. No sé que hubiese pasado si te alcanzaba con ese gancho, ja, ja, ja." "No me iba a dejar tan fácil, Víctor" riposté de inmediato. Y así empezamos a discutir sobre si ella me hubiera noqueado si me llegaba a conectar ese gancho. Comenzamos a debatir si Paula hubiera tenido la suficiente fuerza para ello, cayendo en una discusión que después se generalizó. "Las mujeres no tienen más fuerza que uno" sostenía Raúl. Conrado lo apoyaba, mientras que Víctor decía "Yo no me confío, he visto muchas cosas" "¡Películas será, ja, ja, ja!" rió Raúl. Entonces aproveché y les conté a ellos lo que vi en bachillerato, la pelea entre Mariela y Yubisay, detalle a detalle. Las describí como unas expertas en artes marciales y todo eso. "Podrán pelear karate, kung fu y esas cosas, pero a un hombre no vencen" insistía Raúl que ya se tornaba como el más escéptico del grupo. Pero Víctor hizo una acotación "Puede ser que así sea. Si una mujer entrenada en esos estilos de lucha se enfrenta a un hombre que no sepa pelear, tal vez. Pero de resto, no lo creo". Y así seguía la discusión hasta que habló Jonathan: "Ustedes no han visto nada, señores. No saben nada". Nos quedamos callados porque Jonathan no había pronunciado ni una sola palabra al respecto. Entonces decidimos escucharlo. "A ver ¿qué quieres decirnos, pana?" interrogó Víctor. Jonathan comenzó a echar el cuento... "¿Ustedes recuerdan la panadería en donde nosotros íbamos a desayunar en las mañanas?" "Sí" respondimos casi al unísono y Jonathan siguió preguntando "¿Ustedes recuerdan a una tipa que había en la caja de esa panadería? Ella llegaba por las tardes a partir del mediodía. Una caraja de tez blanca y cabellos negros como la noche, bien simpática ella". "Bueno, yo más o menos recuerdo" dijo Raúl, prosiguiendo "Esa chama era bonita vale, pero después no la vi más ¿Qué hay con ella?". "Yo también me acuerdo, era una chama bonita a la que nunca la vimos de pié, siempre estaba allí, en la caja de esa panadería que por cierto ya no está. Demolieron el edificio" Soltó Conrado. "¿Qué pasó, Jonathan, tuviste algo con ella?" le preguntó Víctor. "Bueno, cuando nosotros comenzamos a estudiar los últimos dos semestres dejamos de ir allá. Nosotros n graduamos y después nos desentendimos de la universidad. Pancho, tú que te graduaste dos años después ¿la seguiste viendo?" Respondí que no. "Yo seguí yendo para allá y después no la vi más, desapareció de la noche a la mañana ¿Por qué Jonathan?" "Yo tuve algo con ella. Fue después que nos graduamos. Yo seguí yendo para allá, no solo a comprar los cachitos más sabrosos y baratos de la ciudad, sino para verla a ella" "¿Y como se llamaba?" preguntó Víctor. "Verónica. Su nombre era Verónica" contestó Jonathan quien a partir de ahí empezó su relato, por lo que no lo interrumpimos más por un largo rato. "Ella llamó mi atención. Tenía un cabello negro azabache bastante largo. Su piel era blanca. Sus ojos negros, nariz perfilada y una boquita delgada. Su rostro era precioso, como lo recordarán... "cada uno de nosotros asintió con la cabeza "... pero había algo en ella que me llamó la atención. Ella siempre iba con un suéter, no sé por qué pero siempre iba abrigada. A veces iba en chaqueta, por si llovía. Yo comencé a echarle los perros, a cortejarla ¿y saben qué? ¡ella me respondía lo mismo!. Claro, no me la ponía tan fácil, pero ella también gustaba de mí" "Seguía yendo, para verla a ella y contemplar ese rostro tan lindo, tan simpático. No hablábamos mucho debido a su trabajo, por lo que le dije que la iba a esperar cuando cerraran la panadería para acompañarla. Ella aceptó gustosa, me dijo que pasara a las nueve de la noche, hora en que cierran. Bueno, así lo hice, me quedé esa misma tarde por la universidad, me metí en la biblioteca para leer algo y así matar el tiempo. Cerraron la biblioteca a las ocho y volví a pasar por la panadería para confirmarle que la estaba esperando. Me devolví a la universidad a conversar con algunos panas y cuando se hicieron las nueve, me fui inmediatamente a esperarla." "Llegué justo en el momento en que estaban bajando las rejas. Ella se quedó en la caja, contando lo recaudado. Me vio y con un gesto me dijo que esperara. Terminaron de cerrar, pasaron unos minutos y luego el postigo de la reja se abrió y de allí salieron algunos empleados de la barra. Después salió ella... señores... ¡esa chama tenía un cuerpazo! ¡que Dios se lo guarde!. Andaba con su sempiterno suéter, pero vestía con un par de blue jeans ajustados al cuerpo que la mostraban como una escultura. Se gastaba un culo muy bonito, paradito, una cinturita tentadora y me sorprendió con sus piernas, las tenía gruesas, pero torneadas, tanto muslos como batatas." "Me llamó y me dijo vámonos. Salió con otras dos chamas que también atendían la barra. Bajamos juntos por el bulevar, llegamos a la avenida, las dos chamas abordaron un autobús y quedamos Verónica y yo, solos. Le pregunté si tomaba el metro para ir a su casa y me dijo que sí. Ibamos por el mismo camino, solo me faltaba saber qué sentido iba a agarrar, pero me lo tomé con paciencia y seguimos charlando mientras caminábamos. Terminamos de conocernos. Me sorprendió su edad, ella tenía 26 años. Le pregunté que qué estaba haciendo ella trabajando allí, respondiéndome que esa panadería era de un tío suyo. Se encontró desempleada de pronto y su tío la puso a laborar ahí, agarrando aunque sea fallo, como dicen por ahí. Llegamos al metro, le pregunté hacia dónde agarraba, me dijo que hacia Palo Verde, que se quedaba en Los Cortijos. Salí coronado, pues yo me bajo en Petare, la penúltima estación." "Seguimos hablando, seguimos conociéndonos. Hablamos de nuestros padres, de nuestras familias, de lo que hacíamos, ustedes saben todas esas cosas que se necesitan saber. Pasaban las estaciones y pronto surgió confianza entre los dos. Aprovechaba de echarle los perros de tanto en tanto, riéndose ella para después casi cuando llegamos a su estación, me soltó un piropo. Fue suficiente para bajarme en Los Cortijos y seguir conversando con ella. Esa noche fue inolvidable. Después, seguí yendo a la panadería nada más que para buscarla y hacerle compañía. Luego tuvimos algo más y al cabo de solo un mes, nos empatamos." "Yo estaba muy contento. Pude controlarme a una jeva que me gustaba de verdad en tan solo un mes. Y lo mejor era que ella también gustaba de mí. Pensé que esa relación iba a ser duradera, bueno, uno sabe todo lo que conlleva tener novia o pareja, todo tiene sus altas y sus bajas, pero yo estaba tan ilusionado... Siempre la veía en pantalones. La mayoría de las veces usaba pantalones ceñidos al cuerpo, pero siempre llevaba suéteres, chaqueta o camisas manga larga. No me importaba. Le pregunté que qué hacía por las mañanas, que incluso la llamaba a su teléfono celular y no me contestaba sino que me devolvía el ring casi al filo del mediodía. Me respondió que producto del horario del trabajo, del que incluso le tocaba salir a las 11 de la noche, llegaba tarde, y muy cansada, a su casa y se echaba a dormir para despertar bien tarde por la mañana. Me dijo que era muy dormilona, cosa que no le creí." "Lo cierto del caso es que durante el primer mes de la relación, siempre le pedía que saliéramos juntos. Siempre le decía para vernos un domingo y así compartir todo el día. Me decía que no, que no podía. Yo ya estaba empezando a perder la paciencia por las actitudes evasivas de esa muchacha. Dejé de ir a buscarla y cuando eso pasaba, llamaba a mi casa al filo de la medianoche, para preguntarme que era lo que pasaba, que por qué no la fui a buscar. Bueno, así fue como pude amansarla." "Una noche, mientras íbamos a la estación del metro, ella dijo que sentía mucho calor. Claro, como se la pasaba todo el tiempo con un suéter encima ¿no vas a tener calor? Le dije. Bueno, nos paramos en una esquina, próxima a la estación del metro y fue finalmente cuando pude apreciar su figura de la cintura para arriba. Por cierto, no les comenté que ella me abrazaba muy fuerte cuando nos besábamos. Yo la tocaba y la sentía dura, como una piedra. Llegué a preguntarle que qué comía, si hacía ejercicios. El único ejercicio que yo hago es dormir, me contestó. Bueno, uno a veces sabe cuando te mienten, pero de todos modos yo le seguía la corriente, para no estar jalándole mecate, que al parecer a ella le gustaba. Le fascinaba que le rogaran y a mi eso no me gusta, pero qué se le va a hacer. Entonces, paramos en un rincón y ella se quitó su suéter..." "Muchachos... esa mujer tenía un cuerpo impresionante. Andaba con un top sin mangas muy ceñido al cuerpo. Señores, esa jeva tenía los brazos gruesos. Estaban marcados, gruesos y lindamente torneados. Tenía un busto pequeño, pero que igualmente se le veía firme. Muchachos, ella tenía un cuerpo que indudablemente se lo mantenía en un gimnasio. Se veía fuerte, femenina, pero fuerte. Tenía porte atlético, si, pero no era musculosa y ustedes saben que a mi no me gustan las mujeres fisiculturistas, de esas kiludas, con mucho músculo; para eso me basto y me sobro yo ja, ja, ja, ja..." nosotros también reímos. "Sin embargo quedé sorprendido. Era atlética, pero estaba más buena que comer con las manos. Entonces, abordamos el metro y fue cuando decidió decirme la verdad: era instructora de aeróbic. Trabajaba en un gimnasio por las mañanas y por las tardes iba a la panadería. Yo le preguntaba por qué si ganaba un buen sueldo en el gimnasio ella iba a la panadería a trabajar de cajera. No me lo quiso decir esa noche, terminé de acompañarla hasta la puerta de su edificio y entonces me fui a casa." "Tanto le dije para salir un día que al final accedió. Fue un sábado, puesto que el tío, dueño de la panadería, le concedió un fin de semana libre. Nos fuimos a un club en Barlovento el sábado por la mañana. Apartamos una pieza cuando llegamos e inmediatamente nos fuimos a la playa a disfrutar del sol. Muchachos estaba acompañado de una beldad, de una escultura hecha mujer. Increíble, todo el tiempo que ustedes fueron a esa panadería y no apreciaron la belleza de jeva. Bueno, solo debo decirles que tenía el cuerpo esbelto, producto de los ejercicios y que tenía un par de piernas de campeonato olímpico." "No escatimé palabras para halagarla. Me dejó tan conmovido que empecé a decirle los piropos más lindos que se me pudieran ocurrir. Bueno, allí la seducción apareció entre nosotros dos y a la noche, cuando nos fuimos a la pieza a dormir, bueno... ustedes saben..." Salió Conrado, rascado, a preguntarle a Jonathan "¿Hicieron el amor, carajito?" contestando nuestro cuentista casi airado "¡Por supuesto, mano! ¡hicimos el amor!". Siguió hablando Jonathan, una persona introvertida que no suele hablar mucho. Esa noche, indudablemente bajo los efectos de los tragos, decidió tomar confianza y contarnos sus intimidades con esa cajera de la panadería. "Fue una noche intensa. Ella era pura dinamita... de pasión, una hembra en toda su potencia... hicimos el amor toda la noche, con una fogosidad tal que a la mañana siguiente no podía levantarme... me sentía tan livianito que quise quedarme durmiendo en la cama todo el día siguiente. Ella era la pasión hecha mujer." "Ese fin de semana lo pasamos en grande. Nos regresamos el domingo por la tarde, puesto que yo tenía que trabajar temprano el lunes. Ella también debía ir al gimnasio. El siguiente mes pasó sin mucha novedad. Ella me había dejado tan enfermo de erotismo, de pasión, de amor, que salíamos todos los viernes por la noche... y siempre terminábamos amaneciendo en un hotel." Luego preguntó a Raúl: "Raúl, tú decías que las mujeres no tienen fuerza... déjame decirte que una vez, luego de hacerlo, yo me puse encima de ella, que estaba acostada boca abajo... ¿sabes qué hizo?" Raúl hizo un gesto de negación con su cabeza "Nos dieron una habitación que tenía una cama ortopédica... muy dura, pero cómoda... Verónica se despertó... estiró su cuerpo debajo del mío, me dijo que me quedara quieto y... comenzó a hacer flexiones de pecho teniéndome a mí encima... hizo 20 repeticiones" "¿Cómo es eso?" preguntó un incrédulo Raúl, quien resumía la sorpresa del resto de nosotros quienes estabamos escuchando atentos el relato de Jonathan. Raúl volvió a preguntar "¿Hizo flexiones de pecho teniéndote a ti encima suyo? ¡Por Dios! Pero ¡Si tu eres una vaca! ¡Pesas mas de 90 kilos!" Jonathan era corpulento, un tipo de contextura gruesa que medía 1,80 de estatura. Esto nos dejó mirándonos unos a otros, boquiabiertos. Le pregunté yo "¿Cómo era esa Verónica? Sabemos que era simpática, pero como yo la recuerdo, tal vez era una chica de pequeña estatura" Jonathan responde "Ella medía alrededor de 1,70... pero ya les dije que tenía un cuerpazo. No pensé que sería tan fuerte. Le pregunté como hizo para ser tan vigorosa y ella solo me salía con evasivas, que en ese momento los combinó con jugueteos. De verdad ella tenía fuerza, pues en esos jueguitos que hicimos en la cama después, me costó mucho dominarla. Incluso, vi como sus brazos, que a simple vista se veían gruesos pero sin mucho músculo, de repente tenían unos bíceps de un tamaño considerable para una chica. Luego, cuando estiraba los brazos, los bíceps desaparecían, como si no los tuviera, fue extraño. Pero esa no fue la única demostración de lo que podía hacer." "Una tarde, llegué temprano a la panadería para verla. La saludé y conversamos un rato, antes de que se hicieran las cinco, que es la hora de la tarde cuando esos negocios se llenan de gente. Intercambiamos palabras, pero la noté tensa. También vi a su tío, que también andaba serio, así como a algunos miembros del personal. Le pregunté a Verónica qué era lo que pasaba y me dijo que cuando la fuera a buscar, yo iba a saber. Quedé intrigado. Me fui a hacer unas diligencias y luego fui a la universidad. Como a las ocho y media de la noche fui a la panadería y vi que estaban cerrándola mas temprano que de costumbre." "Entonces, fue cuando conocí mas de mi novia... Pancho ¿tú dijiste que las carajas que pelearon el día de la fiesta del liceo eran expertas en artes marciales?" Le contesté que sí, por lo que prosiguió: "Esa noche entendí por qué Verónica estaba laborando allí. Ella estaba cazando a uno de los empleados de la panadería que la estaba sustrayendo dinero de la caja pero que nadie sabía como." Siguió el cuento "Cuando llegué, el local estaba cerrado, pero el postigo seguía abierto. Estaban dentro el dueño, su esposa y varios empleados, entre ellos Verónica y todos ellos rodeaban aun chamo, un morenito mas o menos alto que tenía una pinta de choro, de ladrón. Yo siempre me pregunté qué hace un tipo así de mal encarado trabajando allí. El señor estaba airado, reclamándole el por qué de sus acciones. Esa noche sorprendieron al carajo. El tipo negaba todas las acusaciones y se puso muy altanero con su jefe. Le pidieron que devolviera un vale que había pedido pero el tipo se negaba. Trataron de llegar a un acuerdo amistoso con él, pero el moreno se comportó de manera muy altanera y hasta grosera. De repente, el señor llamó a Verónica, mi novia." "Parecía que tenían las cosas preparadas. Verónica se acercó a su tío y este se puso a decirle cosas, mientras que los otros empleados abrían la reja por completo. ¿Qué hacen? Si ya es tarde, me pregunté. No tardaría en tener, mejor dicho, ver la respuesta. Fue algo que me dejó atónito." "Cuando la reja estuvo completamente abierta, de par en par como para recibir clientela, el señor, la señora y los otros empleados que quedaron allí se apartaron de Verónica y del moreno, quienes habían quedado frente a frente en el centro del recinto para los comensales. Verónica le dijo unas palabras al tipo y este, quien no le llevaba sino unos cuantos centímetros en estatura, seguía mostrándose hostil, cuando de repente adoptó una actitud retadora. Entonces... Verónica le propinó una patada en la cara que nos dejó fríos a todos los que estábamos presentes." ¡El cuento se puso interesante! Pensé yo... los demás escuchas abrieron más los ojos, menos Raúl. Jonathan prosiguió "La patada de Verónica fue algo impresionante. Estaba a centímetros del moreno y de repente alzó la pierna derecha como si fuera a patear pero con la diferencia que el tacón de su zapato impactó en la barbilla del tipo. Fue una patada rapidísima." "El tipo se fue hacia atrás para chocar contra el mostrador de la nevera de los dulces fríos. Entonces, Verónica le tiró varios golpes combinados. Izquierda, derecha, izquierda, derecha, izquierda, derecha... todos fueron unos ganchos conectados al estómago del morenito, quedándose sin aire." "Al ultimo gancho, el moreno se dobló hacia delante, producto de la falta de aire y de repente ¡zas! Verónica le ha metido una patada giratoria en la cara. El carajo fue despedido hacia fuera de la panadería, cayendo al piso de la acera, boca abajo. Caminando como si estuviera en una pasarela de modelaje, Verónica se acercó, se puso sobre él con las piernas a ambos lados a la altura de sus costados, se agachó y entonces, rodeó el cuello del pobre morenito con su brazo derecho y conforme apretaba, lo hacia arquear la espalda al tirar de él hacia arriba. O sea que el sufrimiento del moreno era triple: no lo dejaba respirar, ahogándolo, su brazo lo pasó justo donde la quijada se une al resto del cráneo, dando la impresión de que le fuera a arrancar la cabeza y encima le lastimaba la espalda. El pobre hombre empezó a llorar, pero Verónica le dijo algo a su oído, no pude escucharlo y de repente alzaba mas su candado, haciendo sufrir al tipo quien abría la boca para respirar mas aire. Se le escuchó un gemido de dolor. Entonces, cuando pensábamos que le iba a partir la espalda, Verónica lo soltó, tirando la cabeza del tipo contra el piso. Verónica se limpió las manos, fue a buscar sus cosas y después me llamó, como si nada hubiera pasado." "El hombre quedó inconsciente en el piso, sangrando por la nariz. Un par de empleados lo recogieron y lo metieron a la panadería, al rato llegó la policía. El dueño del local habló con los agentes y denunció que el moreno lo estaba estafando y robando. Así que en lo que el pobre morenito recuperó el conocimiento se lo llevaron. Luego cerraron la panadería como si nada. Verónica me tomó del brazo y después nos fuimos. Fue impresionante." "Verónica sabe pelear karate y boxeo tailandés. Me lo fue contando todo en el camino, desde cómo aprendió a pelear, hasta el seguimiento que le estaban haciendo al carajo. Me contó que el morenito en cuestión había robado a un familiar suyo. lo denunciaron, pero nunca llegaron a aprehenderlo. Un día su tío le habló de un carajo de quien sospechaba lo estaba robando y cuando le describió al moreno entonces Verónica supo que era el mismo ladrón. Ella comentó a su tío que quería joderlo y así planearon como iban a desquitarse de él por partida doble." Nos quedamos callados. Jonathan miró el vaso de cerveza, se tomó otro trago y entonces suspiró, mirando hacia el techo. Víctor le preguntó "¿Todavía estas con ella o ya terminaron?" A Jonathan no le gustó la pregunta, pero aún así se dignó en responderle "Duramos empatados un tiempo, unos seis meses... Luego terminamos" cuando dijo esta última palabra se le quebró la voz. Nos dimos cuenta y Conrado le preguntó "¿Quieres hablar de eso?" Jonathan comenzó a hablar, pero hacía un esfuerzo por articular frases y palabras. "Ya la relación se estaba deteriorando. Se perdieron muchas cosas, como el respeto, la comunicación... la alegría... poco a poco nos fuimos dejando, hasta que... un día... " Raúl se puso a su lado y le dio una palmada en la espalda "Estaba caminando por un centro comercial cuando la vi... besándose con alguien... eso me llenó de dolor y de furia... me fui a mi casa y la desgraciada esa me fue a buscar parta allá esa noche..." Prosiguió tomando aire "Esa noche estaba solo en casa, viendo televisión... cuando tocaron el timbre... fui a ver quien era... y era ella. La condenada fue a mi casa a decirme que terminamos la relación... qué ridículo ¿no?... ¡fue a mi casa a decirme que me mandaba pa'l coño!... ¡qué riñones tuvo!... pero eso no todo... "Jonathan hizo un largo silencio mientras bajaban lágrimas de sus ojos. Eso, me conmovió. "Pasó a la sala. Hablamos... entonces discutimos... le pregunté en qué le había fallado yo para dejarme así... mas vale que no le hubiera hecho esa pregunta. La muy desgraciada dijo que se había cansado de mí... empezó a decirme cosas... vainas... que me lastimaron mucho... hasta que tuvo la osadía de decirme que... yo no era el hombre indicado para ella... que ella estaba buscando al hombre ideal, pero no lo consiguió en mí. Pero la muy perra me lo dijo de mala manera... muy mala manera... no sé por qué coño hizo eso." "Cuando lo dijo, me sentí abatido, pero ante todo, herido en mi orgullo. Como ya sabía que no teníamos mas nada, entonces le exigí que se fuera de la casa. Ella iba caminando rumbo a la puerta, cuando, ustedes saben, la gente en esas situaciones se reprocha cosas... le hice reproches y... ¿Saben con qué me salió?" Hicimos silencio, solo lo mirábamos para que él mismo nos diera la respuesta. "Que yo era poco hombre para ella..." Sus lágrimas se hacían más abundantes. Tanto que empezó a enjugarse los ojos con su pañuelo. Siguió "Eso me enardeció... me enfurecí... la bicha esa era tan perra que me dijo eso... que yo no servía como hombre... no joda... le brinqué encima..." Hizo silencio. Nosotros esperamos que continuara con el relato, pero esta vez el silencio se prolongó. Hasta que Víctor le preguntó "¿qué pasó?". Jonathan no aguantó más y se echó a llorar. Quiso articular palabras pero no pudo, solo pronunció esta frase "Le brinqué encima... y me jodió... me escoñetó... como a aquel moreno de la panadería..." Entendimos entonces y lo dejamos tranquilo, dándole nuestro apoyo para que no se hundiera más en la vergüenza... Cambiamos de tema. Jonathan se calmó y entonces seguimos hablando de otras cosas. Casi al amanecer cada uno se marchó a sus respectivas casas. Yo llegué y me pregunté qué será de la vida de esa Verónica. Que cómo era posible que una chica venciera en una pelea a un tipo de 1,80 de estatura y más de 90 kilos de peso. No la conseguiré en aquella panadería, el edificio donde se encontraba fue demolido. Bueno, eso lo averiguaré con más detalles. Mientras tanto, me prepararé un café bien pero bien fuerte, para que se me pase esta resaca... Después tendré que bajar a la panadería de la esquina a comprar algunos víveres. ¿Y si me encuentro a otra Verónica? ¡Ja! ¡Ay! ¡Que mal me siento!... pero ¡estoy contento! A pesar de los pesares... Nos vemos.