LA JUSTICIERA ESCARLATA 3 Linda lindareyes127.hotmail.com La Justiciera no pierde tiempo a la hora de hacer justicia con sus recios puños y su infalible Colt 44 Dura con los puños, rápida con el revólver.- Era de media tarde cuando entró al pueblo la Justiciera Escarlata, cabalgando un bello alazán que era su montura inseparable. Con agilidad y gracia, la chica desmontó y amarró el caballo a un horcón. Iba vestida la hermosa muchacha con unos pantalones negros muy pegados, marcándose nítidamente sus bien torneados muslos, sus amplias caderas, su perfecto trasero y su estrecha cintura, ceñida ésta con un cinturón de cuero negro y hebilla plateada. El cinturón canana, bellamente colocado alrededor de sus caderas, era de cuero marrón repujado y de él pendía en su pistolera un revólver cacha de nácar, atado con destreza al muslo derecho; del mismo cuero eran las muy buenas botas que siempre portaba, de tacón alto y acopladas con unas llamativas espuelas plateadas. La blusa era de color rojo escarlata, de manga larga y cerrada al cuello con una cinta en forma de flor; al igual que el pantalón, la blusa la usaba muy ajustada, marcándose con altivez sus hermosos y bien proporcionados senos. Ese día, llevaba suelto la atractivísima aventurera su largo pelo negro, el cual enmarcaba un bellísimo rostro signado por unos sensuales labios rojo fuego y un antifaz escarlata. No acababa de desmontar la bella mujer, cuando oyó una trifulca a poca distancia. Fiel a su apodo de justiciera, se dirigió al lugar de los hechos con paso sereno y firme. Su caminar era felino, moviéndose con porte y gracia mientras ondulaba, discreta y exquisitamente, sus magníficas curvas. Al acercarse al tumulto la hermosa enmascarada, se produjo un silencio. Todos la miraron con respeto y algunos con alivio, pues conocían su valentía y coraje. Lo que ella vió al llegar fue a un joven y fornido ganadero -de unos veintipico de años y ataviado con ropa cara y fina- quien con una fusta castigaba cruelmente a otro muchacho, de parecida edad pero menos fuerte. La valiente justiciera intervino de inmediato: Con mano férrea, asió al hombre por la muñeca que sostenía la fusta y lo lanzó al suelo de una eficaz zancadilla. El ricachón se paró al instante y se avalanzó lleno de furia contra la muchacha, dispuesto a despedazarla. Desafortunadamente para él, ello le sería imposible, pues la brava aventurera lo esquivó ágilmente a la vez que le asestaba un durísimo puñetazo en la boca del estómago; acto seguido, la bella joven remató con un izquierdazo al mentón que mandó al sorprendido camorrero trastabillando hacia atrás. Sin darle tregua, la Justiciera se lanzó sobre el hombre y con rapidez y habilidad le torció el brazo por detrás de la espalda. Así, todo golpeado y totalmente dominado por ella, la aguerrida enmascarada lo condujo con decisión y fuerza al bebedero de agua de las bestias, donde lo lanzó con un preciso empujón. Los presentes exclamaban de júbilo, y sobre todo de admiración, pues para la mayoría era ésa la primera vez que veían a la Justiciera Escarlata en plena acción. Pues muy pronto volverían a verla. En efecto, prodújose un nuevo silencio al acercarse al tumulto dos hombres, ricamente ataviados y también de contextura fuerte, pero de unos veinte años más de edad que el joven recién vapuleado. Al enterarse de lo sucedido, el más alto de los dos -quien resultó ser el padre del muchacho del bebedero- se encaró furioso con la valiente y hermosísima mujer: -"He escuchado hablar de tí, Justiciera Escarlata. Parece que te luces con los chicos y con los débiles; pues veamos qué tal peleas con los fuertes!!!" La Justiciera lo escuchaba con una leve sonrisa burlona esbozada en sus rojos y apetitosos labios; estaba plantada con los brazos en jarra y las manos en la estrecha y deliciosa cintura, la cual quebraba ligeramente como para resaltar su cadera y muslo derechos, forrados sensual y retadoramente por esos ajustadísimos pantalones negros. Así esperaba la muchacha el ataque del hombrón, quien sin aguardar respuesta lanzó un violento puñetazo dirigido al bellísimo rostro del antifaz. Como un torbellino, la recia enmascarada se puso en movimiento: Con el brazo izquierdo, paró y desvió certeramente el golpe del agresor; acto seguido, clavó un sólido "upper" de derecha en el estómago del hombre, quien se dobló sin fuerzas ante tan duro castigo; finalmente, la dura justiciera le conectó un potente izquierdazo en plena cara, esta vez con más fuerza que al muchacho, pues sabía que el padre era un hueso más duro de roer; pero, en todo caso, sólo lo sería luego de un par de horas, cuando despertara de la humillante paliza que le acababa de propinar la hermosa y valiente joven. Aun sorprendido por la violencia y precisión de los puños de la mujer del antifaz, intervino en la pelea el tercero de los ganaderos, tío del muchacho y algo más fornido que el hermano. Viendo las enormes habilidades de boxeadora demostradas por la bella enmascarada, el tío sabiamente prefirió no enfrentarse a sus puños. Más bien, tomó un grueso garrote que se encontraba cerca y con él atacó rabioso a la chica. Ella ni espabiló; apoyándose en su muy bien formada pierna izquierda, desarmó a su atacante con una certera patada que mandó por los aires al palo agresor. Con el impulso que llevaba, la escultural justiciera giró media vuelta, agachándose levemente, para asestar en seguida con la izquierda un duro codazo en plena boca del estómago del atacante. Continuando el impulso, la bella hembra terminó de girar para enfrentarse al hombre, a quien puso definitivamente fuera de combate con un fortísimo puñetazo a la cara, un derechazo esta vez. A todas estas, el joven camorrero había salido -empapado y sucio- del bebedero de los caballos. Sin pensarlo dos veces, fue en busca de su carabina, a la que tenía no muy lejos enfundada en su montura, y volvió corriendo al sitio donde la Justiciera Escarlata castigaba tan reciamente a sus parientes. La monumental muchacha estaba de espaldas, jadeando un poco luego de la pelea que ella acababa de terminar. El ganadero, rabioso y humillado, la apuntó con la carabina, a la vez que le gritaba: -"!!!Maldiitaaaa!!!!". Acto seguido, le disparó por la espalda. Pero, para su sorpresa y frustración, la hermosa y ruda gladiadora no se había olvidado de su presencia, aun en pleno combate cuando golpeaba inclemente al padre y al tío. De manera que no fue para ella una sorpresa oír el grito: Apoyándose esta vez en su poderosa pierna derecha, la aguerrida mujer se lanzó cual tigresa hacia su izquierda, dejándose caer en el aire y girando sobre sí misma en pleno vuelo; como un relámpago, apareció en su diestra el revólver cacha de nácar, vomitando dos fogonazos que fueron acompañados de sendas detonaciones, instantáneamente después de haber resonado el tiro de la carabina. Este último se incrusataría en un árbol o se perdería en la pradera; los dos disparos que hizo la muchacha, por el contrario, dieron nítidamente en su blanco: uno, en la recámara del rifle, inutilizándolo; el otro, en el antebrazo de su dueño, quien agachado gemía del dolor. La escultural y durísima hembra permaneció unos instantes en el suelo, en la misma posición en que habia caído y apuntando aun al herido, en caso de que intentara reaccionar; luego se levantó lentamente, se sacudió el polvo de sus ceñidos pantalones negros y volvió a "encuerar" su revólver con la maestría de un profesional, sabiéndose dueña de la situación. Serenamente y con orgullo, sintiéndose temida y admirada por todos los presentes, la Justiciera Escarlata se acercó a su caballo; montó, y en un ligero trote partió del pueblo, haciendo un leve saludo con la mano a quienes, llenos de admiración, se despedían de ella.