JUAN EL DOCTOR POR yonmar65@yahoo.com Me llamo Juan y soy tal como mi nombre, corto. Mido 1,65....y como a buen petiso, me atraen las mujeres más altas que yo. Soy ginecólogo, una profesión que algunos envidian y otros detestan. En mi caso, es algo que me realiza como ser humano y me da una inmensa satisfacción profesional. Por mis manos, mis ojos, mis oidos y mi olfato, han pasado muchas mujeres, todas en mi condición de doctor. De todos los tipos y gustos, edades, colores, tamaños y razas. A pesar de eso y dados mis 36 años y mi sexo, tanto las más entradas en edad como las jóvenes, suelen evitarme porque por pudor quizás, prefieren a mujeres ginecólogas. Trabajo en una clínica y tengo un consultorio particular, al que derivo a las pacientes que no puedo por falta de tiempo, atender en el hospital. Hace unos 5 meses, me ocurrió un hecho que recordarlo, aún me perturba. Los viernes comenzaba a atender a las 19 en mi consultorio; normalmente concurren muy pocos pacientes porque es el inicio del fin de semana. Un viernes lluvioso, de esos para olvidar, antes de salir de la clínica rumbo a mi consultorio, hablé con mi secretaria para preguntarle cuántos pacientes tenía. Me dijo que sólo una paciente (que se atendía por primera vez conmigo) había confirmado su turno a las 20, y que los anteriores habían sido cancelados. Mi secretaria es una mujer de 45 años, muy atractiva para su edad, de 1,75 de altura, voluptuosa y muy elegante. Pese a mis pedidos de que use ropa más cómoda (no tengo problemas con la ropa informal), ella suele usar blusas escotadas, polleras arriba de la rodilla, ajustadas a su cuerpo y siempre, tacos altos de unos 10 cm de altura. La verdad es que me atrae bastante y con casi 1,85 de altura en los tacos, me encanta verla cuando mira desde arriba con desdén, a mis pacientes más petisas. Pero nunca fuimos más allá a pesar de que ella está divorciada. Cuando iba por la autovía con mi auto, un camión hizo una mala maniobra y un auto que lo esquivó, terminó chocándome. Malhumor mediante, papeles de por medio y la lluvia que no paraba, cuando miré mi reloj, ya eran las 20:05. Llamé al consultorio y le avisé a mi secretaria que en media hora estaría allí, que por favor le cuente a la paciente sobre mi problema y que le preguntara si no tenía inconveniente en esperar. Le respondió que no. Cuando entré a la sala de espera, ví a mi nueva paciente esperando, con cara de pocos amigos. Era una mujer atractiva que aparentaba unos 30 años. Le indiqué a mi secretaria que la hiciera pasar al consultorio mientras me cambiaba de ropa (ya que estaba empapado). Unos segundos más tarde, entré al consultorio y la vi sentada. La saludé y pedí disculpas por mi demora a lo que respondió con una agradable sonrisa. Tal como mi primera impresión me indicaba, era una mujer de muy lindo rostro, pelo castaño y ojos color miel. Su boca bien formada y de labios carnosos, ocultaban una dentadura digna de las más agradables actrices de Hollywood. Nos presentamos mutuamente dándonos la mano y noté que la suya era bastante grande, quizás más que la mía (mis manos miden 19,4 cm). Se llamaba Laura y su voz era sumamente agradable, pese a la más de media hora de espera. Mientras completaba unos datos de su nueva ficha médica, mi secretaria me pidió retirarse antes de la hora acostumbrada porque tenía una reunión familiar. La autoricé sin problemas. Iba a extrañar mi beso y abrazo de despedida de fin de semana, pero bueno, se merecía un descanso. El tema es que quedé con mi nueva paciente, Laura. Me contó de sus irregularidades menstruales y de unos dolores en sus senos . Antes de revisarla, decidí completar los datos de la ficha y le pedí que se acercara a la balanza para pesarla y medirla. Me preguntó si se descalzaba y le dije que si no estaba con zapatos muy altos no era necesario. A pesar de eso, hizo un movimiento como para descalzarse y mientras yo me acercaba a la balanza con metro y la miraba de reojo para estimar su peso, se paró lentamente. Quedé atónito al ver que no terminaba nunca de hacerlo. Automáticamente miré a sus pies para ver que zapatos llevaba y me asombré más al ver que estaba descalza. Cielos¡¡¡¡¡¡¡¡....fue mi única y tonta palabra. Me reí como un estúpido al ver que mi cabeza no superaba la altura de sus hombros.... A simple vista parecía más alta que mi secretaria, con tacos y todo. Una sonrisa cortés y avergonzada fue su tímida respuesta. Se paró dando frente a la pared y le pedí que girara así apoyaba su espalda contra el metro. Cuando lo hizo, mis ojos quedaron por debajo de sus pechos, bastante grandes incluso para su altura. Si le sumo la plataforma de 12 cm de la balanza...casi era imposible alcanzar sus ojos con los mios. Primero la pesé. 98,5 kilos. Comparados con mis 64 kilos era bastante, pero no aparentaba ser obesa. Me reservé al final para medirla y de a poco, fui subiendo la varilla del metro...1,75...1,78....1,81...1,84...1,88...1,91...hasta que la barra horizontal alcanzó el tope de su cabeza...1,93.....¡¡¡¡cielos¡¡¡¡ por segunda vez....pero la cosa no terminó ahí..Viendo sus pies que casi sobresalían fuera de la plataforma de la balanza, le pedí que se corriera hacia atrás y se pusiera derecha porque estaba algo encorvada. Más asombrado que antes, la varilla del metro alcanzó el 1,97.... Alucinante por cierto. La tomé de la mano para ayudarla a bajar, lo que agradeció complacida. Su mano me parecía más grande que nunca...Mi cabeza volaba en fantasías de todo tipo que casi me impedían decir algo coherente. Mi corazón latía a mil... Para calmarme le pedí que se sentara y que me relatara más sus problemas...a los que casi no escuchaba imaginando lo que vendría después. Después de unos minutos y con plena conciencia de mi deber médico, decidí realizar un tacto. Nos paramos nuevamente (ya calzada) y aún más asombrado y encantado le comenté que mi secretaria me parecía enorme con sus tacos altos y que ella, incluso descalza, le sacaba más de 12 cm...(obviamente mi excitación era terrible)... Riéndose, me dijo que cuando era más joven detestaba los tacos altos, pero que ahora, no le molestaba usarlos. Bromeando le pedí que trajera tacos altos para la próxima consulta, así le podía hacer la ecografía parada....No se rió...calculo que porque no entendió el chiste.... Descarté de entrada algún embarazo y le pregunté que método anticonceptivo usaba... Para sorprenderme aún más, me dijo que hacía casi dos años que no tenía relaciones sexuales, desde que había roto con su pareja... Mi cerebro a mil, imáginandome en pocos segundos, la terrible calentura que debía estar almacenada en ese inmenso y por cierto super formado cuerpo. Cambié de tema para no alejarme de mis deberes...y hablando de bueyes perdidos, me contó que en su juventud (mierda, si todavía era joven) se dedicaba al atletismo. Hacía lanzamiento de bala, teniendo un record juvenil nacional, pero que una lesión la había relegado del deporte para siempre y que solo hacía tenis como amateur. "Dentro de todo no fue tan malo, porque con el atletismo me estaba musculando demasiado...llegúe a pesar 110 kilos"...este comentario me dejó tumbado. Esa mujer, alta, bella y fuerte...tenía que ser una locomotora sexual..... Por fin llegó el momento esperado...el tacto mamario y vaginal...¿cómo describir ese momento?... imposible de olvidar. Recostada en la camilla, sus piernas sobresalían.... en tanto que ella ocupaba todo su ancho. Se desprendió su blusa y cuando intenté poner una mantilla para que se desprendiera el corpiño y yo pudiera tocar sus pechos sin verlos, pero me dijo !"a esta edad no me avergÜenzo, aunque estén un poco caídos". Por supuesto que después comprobaría que estaba casi tan firmes como mis bíceps "Además quiero que me veas un lunar medio raro". Con cara de profesional...(y mi cerebro quemándose en mi cabeza)...inicié la palpación. Firmes, duros, enormes...con pezones inmensos, Consideré más de 5 cm de diametro y con la excusa de comparar ambos senos, dije que iba a medirlos. Cinta mediante y mientras miraba el "largo total" (un invento instantáneo para la ocasión)...comprobé que los pezones tenían casi 8 cm de diámetro... Ella cerraba sus ojos mientras yo sentía que su respiración se agitaba....NO comenté nada...quizás solo fuera mi ilusión... Hacía tiempo que tenía una enorme erección...pero fue ese hecho el que me hizo tomar conciencia de ello. Como si ambos nos hubiésemos dado cuenta al mismo tiempo, me dijo que sentía algo duro....Aproveché a palpar sus pechos de nuevo...y le reiteré que eran hermosos, que estaban sanos y que cualquier mujer se los envidiaría, por forma, firmeza y ni hablar por tamaño. Se rió y me dijo..."lo que siento duro me está tocando ahora el brazo"...QUE PAPEL"N...producto de su enorme tamaño, de mi corta estatura y de la altura de la camilla, sin querer, sin darme cuenta....mi pene estaba apoyado en su brazo....Rojo de vergÜenza le pedí disculpas...y me dijo riendo que era la primera vez que a un ginecólogo suyo le pasaba esto... Respondí pensando en voz alta..."y no va a ser la última", para ponerme más colorado que nunca... Conciente de mi desubicación le pedí atontadas disculpas...una vez más...y una vez más se rió diciendo que me quede tranquilo que esta no iba a ser la última vez que me visitara.... Y luego, el tacto vaginal...Coloqué la mantilla sobre sus piernas y tomando uno de sus pies, ayudé a flexionarla. Que enorme era. Obviamente ya jugado y desubicado más que nunca, le pregunté cuanto calzaba....Un lacónico 47 fue su respuesta. A pesar de su tamaño, eran delicados y fuertes. Sin que pudiera ver nada, se quitó su bombacha...y cuando introduje la mano, no pude evitar recorrer su interminable entrepierna. Con su mano tomó la mía y la llevó hasta su vagina, tragando saliva y cerrando nuevamente los ojos... Mi pulso acelerado como si hubiera corrido una marathón.. Su vagina era enorme...la más grande en la que mi mano había entrado. Podía engullir mi brazo como si se tratara de la boca de una boa. Conciente de mi situación, excitado como nunca...aproveché a "tocar" más allá de las necesidades médicas.... Mientras palpaba su útero, mis dedos rozaban su clítoris...excitándola como hacía tiempo no se excitaba. De repente comenzó a gemir y tomó mi mano libre con fuerza, su cadera empezó a moverse como si tuviera relaciones.... y cuando intenté sacar mi brazo, sus piernas se cerraron con fuerza impidiendo que lo sacara....así por más de 2 minutos.... Entre excitado y asustado, dejé de tocar su clítoris....y automáticamente...enfriamos el momento. Nos miramos a los ojos sin decir nada, durante unos interminables segundos. Mi mano aún en su interior...sonrío con ligera satisfacción....y después de otro silencio que decía mucho por si mismo....sacó mi mano con un "gracias por haber sido tan suave conmigo". Se paró a mi lado, enorme, desbordante...comenzó a vestirse a pesar de mis desorbitados ojos.... Me senté...traté de disimular el momento...pero era imposible...se sentó frente a mí...y mirándome fijo, me preguntó si había encontrado algo. nada...Ud está sana. (¿cómo decirle que había encontrado a la mujer de mis sueños más intensos?). A pesar de eso, le indiqué unos estudios sólo con la oculta finalidad de seguir víendola. Nos paramos frente a frente, ella más imponente que nunca. Le tendí la mano y ella solo tomo la pera con sus enormes dedos para darme un beso en la mejilla. Luego se agachó ligeramente, me tomó con sus grandes manos por debajo de mis axilas, me alzó hasta quedar a la altura de su cara y me dió un corto beso en los labios, cuyo sabor aún perdura en los míos.... Totalmente alborotado, le dije que en 2 o 3 meses, me gustaría verla de nuevo. Sólo me respondió que el viernes que viene volvería...en el último turno del día. Y que si quería, le diera el día libre a mi secretaria. Pero eso es otra historia....se las cuento más adelante.