Forzudas-2 by SheHulk Paula Vázquez echa un pulso a María la campeona de pértiga Entró apartando de un empujón al portero y no se quitó las gafas oscuras hasta asegurarse de que no había ningún buitre con cámara. Identificó varias caras conocidas, Mar Flores con un tipo engominado que la achuchaba en la pista, Maribel Verdú más delgada y huesuda que nunca, alguna modelo, alguna folklórica... Se acercó a la barra y pidió un dry Martini, y puso dos dedos debajo de la botella de ginebra de modo que el camarero la llenó a rebosar. Ni rastro de Paula ni de la atleta, estarían ejercitándose en sendos camerinos. Por allí andaba también Ivonne Reyes con un top leopardo sorbiendo un líquido rosa por pajita, y también Inma del Moral, tan histérica como de costumbre. Se les acercó y brindó con Ivonne, apuró la copa, se le quedó mirando y pidió otra ronda. Paula es una fantasma que va de gorila, farfulló una tambaleante Inma encorvando los labios, cerrando un puño y mostrando un bíceps decente del tamaño de una mandarina sobresaliendo de su brazo alargado. Apuesto contra ella, alguien acepta mi apuesta? Sí, Paula es una chica dura, pero no tiene nada que hacer contra María, que hace pesas todos los días como parte de su entrenamiento, dijo Ivonne, quitando las pajitas y bebiendo lo que quedaba. No crees, Aitana? María Sánchez apareció con su top rojo y amarillo de la selección española de atletismo y debajo su vientre duro y pálido al descubierto. Levantó los brazos en un jovial saludo. Se la veía fresca y segura de si misma. La exhibición de su robustos miembros superiores confirmaba su autoconfianza. Llevaba el pelo recogido y una estrecha cinta en la frente y sonreía sin parar. Paula Vázquez se había envalentonado después de ganar un par de pulsos a otras celebridades en un programa de la tele italiana y la había desafiado. Ella aceptó enseguida y no quiso saber nada de recompensa económica. Mostrar su fuerza era parte de su profesión, y hacerlo frente a una amateur no tenía mayor mérito como para ser pagada por ello. De todos modos los organizadores, para dar mas morbo al asunto, se encargaron de difundir el rumor de una sustanciosa bolsa aportada por una misteriosa Asociación Femenina Internacional de Lucha de Brazo, AFIBRA. Para calentar el ambiente y de paso hacerse notar Mar Flores se subió al estrado y le echó un pulso a su último novio pijo. Los dos se reían sin avanzar gran cosa hasta que él empezó a tomarlo en serio y apretar duro. Mar lució una decente musculatura con su traje de noche y lo aguantó durante casi medio minuto antes de derrumbarse con una carcajada. Posó con los puños cerrados para el respetable y se bajó a trompicones. María la felicitó con unas palmadas en la espalda y comenzó unos estiramientos de brazo que tensaban al límite toda su elástica masa muscular. Trotando y chillando desde el fondo del escenario irrumpió Paula. Lucía unos vaqueros blancos de boca ancha que dejaban ver sus largos pies, un minúsculo top que le apretaba las tetas para arriba y sacaba partido a su esbelto vientre y en la frente una cinta ancha a juego dominando la larguísima melena descuidada que barría de un hombro para otro. Encaró a María y se quitó los brazaletes tipo hippie. María agitó los brazos haciendo temblar toda su espléndida musculatura. Ivonne también tembló derramando casi su cocktail rosa. Recordaba su encuentro con Paula en una taberna de Bogotá. Cuando llegó con Nelson, su preparador físico, Paula, que llevaba ya un rato echando pulsos a las clientes, estaba haciendo temblar a una gorda de pelo afro que se le derritió como un flan. Se sentaron hombro con hombro en mesas contiguas y fueron eliminando oponentes. Nelson, en cuclillas pegado a Ivonne, la iba guiando con consejos técnicos victoria tras victoria. La venezolana tumbaba a sus oponentes y miraba de reojo la mesa de Paula, que llevaba un ritmo frenético de eliminaciones. Una cría de sangre india y manazas inmensas la obligó a pedir un tiempo muerto. La chavalita infló el pecho, orgullosa, y Nelson le pasó la mano por la cabeza. Paula la llamó a su mesa, le mostró su palma y compararon tamaños. Las uñas de Pula sobresalían ligeramente. Le dejó que la agarrase a su gusto y luego colocó las yemas de los dedos entre los huesos de la mano de la india y apretó hasta hundirlos. La cría mostró los pequeños dientes afilados en un gesto de profundo dolor pero aguantó valientemente. El dueño del bar les dio la salida –ya toda la clientela se había arremolinado alrededor de las forzudas- y Paula empezó a doblar a la jovencísima india a un cm por segundo. Al pasar los 45 grados la cría dejó caer la cabeza y el áspero pelo negro le tapó los ojos apretados. Emitió un agudo chillido, incapaz de contener a Paula. Pero a un par de cm de la mesa Paula se detuvo. La cría irguió los ojos y la miró con infantil sorpresa. Venga apreta, se que puedes hacer más fuerza. Ya eres muy grande. La chavala bufó como un toro y sea por sus méritos sea por generosidad de Paula, recuperó algún cm. Comenzó a sudar, y no es fácil hacer sudar a una india. Se miró asustada como si fuese la primera vez que le ocurría. Redobló el esfuerzo y recuperó unos cm más. Animada por su logro se tumbó hacia atrás para hacer más palanca, rugiendo como un jaguar hembra. El público empezó a animarla. Ivonne se sentía paralizada. Rematada la clientela femenina había empezado con los hombres y tenía a un treintañero espigado al borde de la derrota, pero no lograba rematarlo. La intensidad de la pelea de Paula con la india le había cortocircuitado la musculatura. El propio Nelson se había girado para presenciarla, dándole la espalda. Una gota de sudor rodó por la frente de Paula y la hizo parpadear, al tiempo que perdía otro cm. La cría había igualado el combate y se había lanzado con todo contra el brazo de Paula, para aplastarlo bajo su peso. Era una maniobra de dudosa legalidad, pero la cosa ya no estaba para arbitrajes estrictos. Así echada para delante la cría mostraba a Paula lo anchos que eran sus hombros y lo gruesa que era la inserción de su pescuezo. El antebrazo de Paula empezó a temblar y su muñeca cedió al empuje de la cría. Se esforzó para recuperar la postura de la muñeca y lo logró pero a costa de perder más cm. Tenía su brazo en extensión casi completa, de modo que su bíceps luchaba en solitario contra tres o cuatro grupos musculares completos de la pequeña fiera nativa. Aún así le salió una voz potente. Ves lo fuerte que eres, a que no te lo imaginabas, en un par de años podrás conmigo. E inmediatamente apretó los dientes y comenzó una implacable recuperación. La cría ensayo tres o cuatro posturas desesperadamente, pero Paula parecía capaz de levantar un trailer cargado de granito. Pasó el punto medio y lenta pero irremisiblemente la aplastó contra la mesa, dejándola ahí un buen rato para tomar aire. Cuando por fin la soltó se fundieron en un cálido abrazo. Ivonne mientras había reventado al treintañero, pero nadie le prestaba mayor atención. El dueño del local tomó a Paula de la muñeca y la declaró campeona del concurso de pulsos. María ya no era una cría, o si lo era se había dejado enterrar bajo un cuerpo hiperdesarrollado, de modo que aparecía como una adversaria formidable. Ambas forzudas se mostraron sorprendentemente sumisas al referee, un culturista de cabeza afeitada que se había arrancado las mangas de la típica camiseta a franjas blanquinegras, cuando éste enlazó sus manos concienzudamente y las amasó entre las suyas. María incluso se permitió lanzarle una ojeada sugerente. Pero al grito de "Go" ambos rostros se deformaron con el esfuerzo. Los ojos se les hundieron y los pómulos abultados temblaron con pequeños latigazos. Apuesto 50.000 por Paula, escuchó Inma que la abucheaba a pleno pulmón. Hecho, contestó estrechando la mano de Aitana. María empezó a ganar terreno dificultosamente. Paula ensayó un par de maniobras de muñeca pero no pudo detenerla. Quizá había apuntado demasiado alto. De cintura para arriba María se había solidificado como una imponente estatua, solo que aquella estatua tiraba como una grúa de su brazo. Tras un par de minutos Paula estaba en una posición desesperada y su hercúlea adversaria no aflojaba lo más mínimo ni mostraba signo alguno de fatiga. Al contrario, su rostro se iba relajando, como si aquel esfuerzo fuese despreciable en comparación a las sesiones de pesas que se metía diariamente. Eres muy fuerte para no entrenar, le dijo. Paula quiso contestarle pero no reunió el aire suficiente. Desde que me desafiaste empecé a echar pulsos a los compañeros de gimnasio, y descubrí que podía con la mayoría de los musculitos. Ellos se forran de anabolizantes para ponerse grandes, yo entreno para ser más fuerte. Les cuesta aceptarlo, pero lo soy. Cállate.... ugh.... zorra.... María cambió la expresión, se puso seria y rechinó los dientes. Estrujó el soporte entre los dedos de la mano izquierda y tensó el pecho haciendo que sus tetas pequeñas pero bien formadas saltaran por los aires. Paula gruñó al borde de la derrota, con las greñas rubias pegoteadas a los hombros empapados. María la tenía totalmente doblada, pero esos últimos mm requieren cierta inercia, y las luchadoras se habían estancado en aquella postura. La robusta atleta cedió unos cm y lanzó una embestida, y luego otra, pero milagrosamente Paula lograba evitar que sus nudillos tocasen el cojín. Puta... no puedes conmigo... María embistió salvajemente. Su técnica era pobre pero su potencia muscular tremenda. Paula le trabajaba la muñeca de modo que desviaba lateralmente gran parte de su empuje. El coloso femenino se obcecaba en desbordar aquella hippie mañosa a puro músculo, pero la fibrosa Paula era dura de pelar. El cronómetro marcó los primeros 5 min de pelea. María sudaba ya también abundantemente. Ambos cuerpos brillaban y despedían vapor bajo los focos. Paula enganchó la punta de los dedos de su oponente y lanzó una cobra que le dobló la muñeca. María gimió mientras sus articulaciones crujían, pero su enorme brazo no se doblaba. Sin darle respiro Paula deslizó su puño hacia abajo y presionó muñeca contra muñeca con un potente e impecable gancho. Su bíceps alargado iba a salirse del hueso. María empezó a ceder. Marcando los impulsos con gruñidos y golpes de cabeza Paula concatenó una serie de tirones conquistando unos mm vitales con cada uno de ellos. Luego se hizo la calma. Ambas forzudas parecía completamente agotadas y el pulso se había estancado cerca del empate. Las luchadoras se miraron de nuevo, pero ya sin tanto orgullo, más bien suplicantes. El público estaba paralizado. Vamos Paula, túmbala, gritó Aitana. Pero fue María quien reaccionó. Decidida quizá a poner fin a la aventura de aquella deslenguada que había tenido en vilo su poderoso brazo durante ya 10 min. Los ojos de Paula estaban húmedos. Empezó a ceder. Buscó algún vigor restante que oponer a la hermosa hércules, sin encontrarlo. María se creció. Había sido siempre así de inmensa o era resultado de la batalla? El caso es que podría arrasar en cualquier categoría de bodybuilding. En comparación el cuerpo de Paula parecía afectado de hambruna. Un chillido congeló su avance. Aitana apretó los labios y los puños. Paula había hundido sus uñas en el dorso de la mano de María, que era ahora quien estaba gimiendo. Sin tiempo de reacción Paula estalló como una bomba. Se sacudió y liberó hasta el último gramo de fuerza que le quedaba dentro. El puño de María golpeó violentamente la mesa. Paula levantó los puños y comenzó a llorar de rabia, había vencido.