Yo les he escrito hace varios días
contándoles mis aficiones masoquistas, y la posibilidad de
practicarlas gracias a los castigos a que me somete nuestra nueva empleada
del hogar, Zulayka. Como ya lo he visto publicado (desde ya les agradezco la
atención), y en pocos días me han sucedido cosas nuevas, me
tomo la libertad de escribirles otra vez. Si ven interés en mi nueva
experiencia, me gustaría verlas publicadas.
Recuerdan que Zulayka me sorprendió
chupándole los zapatos, y ante mis súplicas, por el temor de
que fuera con el cuento a mis padres, aceptó que fuera su esclavo. En
principio por el solo hecho de castigarme y de esta forma calmar toda la
explosiva ira que la poseía por el reciente descubrimiento; y
más tarde (esto me lo confesó después), y a medida que
se inventaba nuevos 'sacrificios' y los poníamos en práctica,
por darse cuenta de que el juego no sólo le gustaba, sinó
también porque se había puesto cachonda perdida.
En ese primer día yo sufrí tres
eyaculaciones por otros tantos orgasmos de ella. Desde entonces (aunque no
tantas veces, porque desfalleceríamos) lo hacemos casi a diario. La
variante que más practicamos es la del jinete: ella se monta encima
mío y con el mango del plumero me fustiga para que galope. Si lo hago
mal, haciéndola caer de la cabalgadura, convierte el palo del plumero
en un supositorio y me lo aplica entre insultos que harían avergonzar
al Marqués de Sade. Es evidente que a veces la tiro a
propósito de la montura, pues este castigo es uno de los que
más me gustan.
Ahora paso a relatarles el motivo de mi nueva
carta. Ya habíamos hecho unas cuantas guarradas el martes por la
mañana, y estando ambos haciendo el 'jinete' pasillo arriba y pasillo
abajo, ya tenía las nalgas moradas de tantos golpes, cuando de pronto
se me hizo un nudo en el estómago. Al doblar el recodo del susodicho
pasillo, choqué de bruces contra unas larguísimas piernas,
portadoras de unos altos zapatos negros que reconocí al instante por
haber pasado la lengua infinidad de veces por ellos a escondidas..
Levanté la cabeza en medio de una extraña sensación, y
allí estaba, con una sonrisa irónica en los labios mi hermana.
Tanto yo como Zulayka no supimos qué decir, y fue mi hermana quien
dominando la situación, rompió el hielo, aprovechándose
muy bien de su ventaja.
-- Vaya, vaya, ya sabía que mi hermano era un
consumado masoquista --dijo mi hermana--, pero nunca hubiera pensado que
fuera tan experimentado como para tener un artículo en una revista
--agregó mientras esgrimía un ejemplar de la revista Lib--.
Por más que se cambian los nombres yo los reconocería
fácilmente, no ven que desde hace años que sé que el
cerdo éste me limpia los zapatos con esa lengua de mamón. A
partir de ahora lo hará con mis pies dentro, entiendo que debe ser
mucho más agradable, además, ya puedes comenzar, pues al leer
el relato con las orgías que os corréis, vengo la la mar de
cachonda y pretendo desahogarme.
Zulaika pretendió salvar la situación,
disculpándose y diciendo que sólo pretendía castigarme
por lo que hacía, pero restándole importancia mi hermana le
dijo que no se preocupara, que entre las dos me castigarían mejor.
Llegando al acuerdo (sin mi consentimiento) de que sería el esclavo
de ambas.
Acto seguido, mi hermana se dirigió
hacia el cuarto de baño ordenándome que la siguiera como
cabalgadadura de Zulayka.
--Llevo más de una hora con muchas ganas de
ir al lavabo --esto lo decía mi hermana mientras se bajaba la falda y
las bragas, quedando un hermoso coño al descubierto.
Se sentó en el retrete y me ordenó que
le lamiese el pubis mientras Zulayka se entretenía en clavarme los
tacones de sus zapatos en el culo. Una vez acabada la tarea me pusieron a
cuatro patas y montándose las dos encima de mi grupa, me ordenaron
dirigirme al cuarto de mi hermana. Una vez allí, y mientras me ataban
a la cama, supe que me esperaba el polvo más maravilloso de mi vida.
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