Simplemente... Alex. Por El Bohemio de Caracas. Alguien observa a la Hermandad. Un vehículo recorre a toda marcha la carretera cuasi desierta. Es un Ford modelo Fiesta que anda casi al límite de velocidad establecido para dicha vía, hasta llegar a una curva y luego, unos cuantos metros más adelante, divisa la entrada de una propiedad. Era la puerta principal del Rancho Causeway. El vehículo frena poco a poco y luego se dirige a la misma, deteniéndose en la garita. Después que el vigilante toma nota del vehículo y del conductor, se abre el portón y el Ford Fiesta enfila por el camino de granzón que conduce a la mansión. El conductor se quejaba del estado de la vía. -¡Qué mierda con este camino! ¿Por qué será que el Gran Hermano no manda a reparar este camino? ¡Qué tacaño es ese viejo!- Quien manejaba el vehículo era Dylan. Llegaba de Portland, estaba haciendo diligencias cuando le tocó presenciar un hecho ocurrido en un mall de la ciudad. Estaba bastante nervioso pues, vio que la protagonista de aquellas escenas de combate cuerpo a cuerpo entre dos mujeres era una chica a la que había jodido meses atrás: Alejandra. Después de sortear uno de los tantos baches que presentaba el camino, vociferó: -Ya se va a enterar Gordon... Esa chica se recuperó ¡Y vaya cómo! Pelea mucho mejor que aquella noche...- Sonó su teléfono celular. Debido a que constantemente maniobraba su volante tardó en atenderlos por lo que el teléfono repicó varias veces, hasta que al fin pudo tomarlo y contestar. -¿Hola? ¿Hola?- -¿Dylan? ¡Por Dios Santo! ¿En dónde estás?- Era la voz de Harold Warren. -Estoy aquí, dentro del rancho, tratando de sobrevivir a este maldito camino que el Gran Hermano no piensa mandar a reparar...- -Ah okey, muy bien, pronto nos reuniremos en lo que llegues. Ya Gordon habló conmigo respecto a lo que le contaste que acababas de ver- "Rayos" Pensó Dylan después de oír que Harold ya se había enterado de lo que había hablado con Gordon hace una hora. -Muy bien ¿En donde van a estar?- -Te esperamos en el salón Secoya, tú sabes en dónde queda- -Okey- Contestó Dylan e inmediatamente cortó. Ya estaba cerca de la mansión. Llegó al estacionamiento, aparcando su auto en el primer sitio libre que vio. Inmediatamente se fue a la mansión, dirigiéndose al lugar citado. Luego de recorrer un trecho largo del pasillo principal, dobló hacia unas escaleras, bajando. El salón Secoya quedaba en el segundo sótano de la mansión, un sitio poco transitado y menos utilizado para reuniones, por lo que Dylan, al principio renuente a conversar con Harold lo que había visto horas, se tranquilizó al saber que no todos en la Hermandad iban a enterarse "Espero que de verdad más nadie sepa de esto" pensó. Luego de llegar al segundo sótano, recorrió el pasillo principal del nivel hasta llegar a una puerta de madera maciza de secoya. Era la puerta del salón y estaba cerrada, por lo que procedió a tocar, de inmediato le abrieron, era el propio Harold. -Hermano Dylan, pase- -Gracias hermano Harold- Dylan pasó y se topó con la presencia de Gordon, Martin, Tom, Mildred y Rosemary. No le agradó para nada ver a más personas de las que esperaba encontrarse en el salón. El gesto de Dylan generó un poco de tensión en el ambiente. -Hola Dylan, a ver ¿Qué viste exactamente en Portland?- Preguntó Tom. -Hermano Harold...- Dylan miró con cara de pocos amigos a Harold. -¡Ya sé, hermano Dylan! ¡Ya sé! Se me olvidó decirte que también conversamos con quienes, por decirlo de alguna manera, se han topado originalmente con este problema- -"Ja, ja, ja"- Reía Rosemary de manera sarcástica, burlándose de las irónicas apreciaciones de Harold. -Muy bien, vamos al grano Dylan. Dinos exactamente qué viste- Gordon empezó la reunión de manera casi brusca para evitar discusiones en el salón. Todos se dirigieron a una mesa ubicada casi en el centro del recinto y allí se sentaron. -Bueno, Gordon, como sabrás, estaba en el estacionamiento del mall de Hammer Street cuando vi lo que te conté- Dylan iniciaba su relato. -¿Estas seguro que era ella?- Preguntaba Martin. -Sí... Completamente seguro... Era ella... La reconocería a ella... y a su estilo de pelear, Martin, mira que a mi no se me olvida tan fácilmente lo que nos hizo- Contestó Dylan inmediatamente, al tiempo que Martin bajaba la mirada. Luego de haber apaleado a Alejandra aquella noche, los tres se dirigieron a un hospital ubicado al otro lado de Astoria, en donde trabajaba el doctor George Finlay, una de las máximas autoridades médicas de dicho centro asistencial, reconocido por la ciudad como buen galeno... Pero a la vez era miembro de la Hermandad. Apenas ingresaron a emergencias para que atendieran a Martin y a Dylan, Gordon, que era el que quedó más entero de los tres, mandó a llamar al doctor. Así lo había planeado Martin en caso de que sufrieran algún percance, que para ellos mismos resultaba improbable, solo que no contaban con la bravura de Alejandra. Como lo había previsto Martin, el doctor Finlay estaba de guardia esa noche, por lo que los atendió y los mandó a pasar al pabellón. Días después, el doctor llamó a Gordon para notificarle de algo, pues le había tomado unas radiografías. El propio Gordon pensaba que, efectivamente, se había fracturado alguna de sus manos, producto de los golpes que le propinó a la mexicana pero no, ese no era el caso. El doctor Finlay le mostró las placas y después de explicarle que no tenía nada, le habló de la Hermandad, que él y Martin eran miembros de la misma y que había sabido acerca del nacionalismo y patriotismo que el verdugo de Alejandra profesaba, por lo que le habló de la organización y le propuso unirse a ella. Al principio Gordon estaba escéptico, pero tal era el verbo y la palabra del doctor que terminó accediendo a la invitación del galeno a visitar la sede de la Hermandad, ubicada al noreste de Portland. Una vez allí, confirmó que Martin era miembro de dicho grupo, le hablaron de lo que era dicha organización y de una necesidad que la misma tenía: Estaban buscando a un nuevo instructor de artes marciales para los miembros del grupo puesto que Martin sufrió la recaída de una peligrosa lesión en una vértebra, de la cual nadie en la Hermandad estaba enterado hasta esa noche en la que el doctor Finlay se la descubrió. -Así que por consejos del doctor, Martin tuvo que poner su cargo a la orden. Aunque seguiría ligado a la Hermandad pero con rango inferior, puesto que había sido derrotado por una latina en lucha cuerpo a cuerpo; tal situación la aceptó el ahora ex entrenador de defensa personal de ese grupo fundamentalista protestante. Y cómo fue Gordon Banks quien terminó de ejecutar la tarea, la Hermandad decidió enrolarlo a sus filas, por recomendación del propio Martin. Es por eso que vemos a Gordon en ese grupo, ya adoctrinado. Pero aún así, Gordon no se enteró del verdadero motivo por el que lo llamó su amigo Martin para darle una lección a nuestra protagonista. Eso sólo seguían sabiéndolo Tom, Rosemary y Mildred. Nadie más. Por lo que ahora, lo vemos transformado en otro norteamericano "blanco, anglosajón y protestante"... a ultranza. -Reconoces su forma de pelear... todavía, Dylan... En serio te entiendo... Te creo...- Habló Mildred. -Sí. Ustedes hubieran visto cómo acabo con una negra corpulenta, más alta que ella. Al principio la metió en problemas, pero después no fue rival...- -Bueno, pero por lo poco que me contaste dices que ella ahora pelea mejor- Intervino Gordon. -¡Definitivamente! Por la golpiza que le dimos, era para que terminara en un hospital y por mucho tiempo- -Efectivamente paró en un hospital- Ahora Rosemary tomó la palabra. -Y eso le causó un trauma. Tanto que perdió un año en la universidad. No la vimos más- Tom. -Es verdad, yo por lo menos no la vi más- Confirmaba la pelirroja. -Entonces debemos entender que se recuperó... bastante rápido- Comentó Martin. -No lo sé pero creo que no era descabellado haberle hecho un seguimiento. Claro, para ese momento no hacía falta. Ustedes tres acabaron con esa chica, por lo que nos desentendimos del asunto. Y ahora viene Dylan y dice que la mexicana ahora pelea mejor que aquella noche- Harold hablaba mientras se quitaba los lentes y los limpiaba con su pañuelo. -Sí, señores...- Dylan miró al piso con cierto dejo de preocupación. -Bueno, quisiéramos escuchar cómo fue que ganó la pelea- Pedía Tom. -Bien, la pelea empezó cuando una pareja, hombre y mujer, intentó asaltarla a ella y a su amiga...- Dylan comenzó el relato. Describió los detalles. De cómo se desarrolló, de cómo su rival la puso en aprietos y logró salir de ellos, de cómo se confrontó a una experta en artes marciales con una peleadora callejera. Y de cómo la mexicana le puso punto y final a la pelea acabando con su rival de manera fulminante. Todos los presentes, a excepción de Harold y Gordon, claro está, fruncían el ceño y hasta temblaban, como Rosemary, o sudaban frío por recordar ciertas escenas, cómo en el caso de Martin y Mildred. En definitiva, nuestra amiga los había marcado de alguna manera, aunque en dos ocasiones Tom lo interrumpió para decirle que estaba exagerando. -No, hermano Tom. Les estoy diciendo la verdad. Esa latina, aparte de saber pelear, es muy fuerte, para ser una mujer de pequeña estatura es una peleadora... temible, diría yo... No podemos subestimarla- -Eso se lo dijimos a Martin desde un principio- Decía Rosemary. -Un consejo que aceptó a regañadientes- Continuaba Tom. -Es que esa chica no revestía peligro... Pero tuve que vivirlo en carne propia... Debo admitirlo, esa chica me ha dado una lección que yo no olvidaré jamás- Agregaba Martin en medio de su congoja. -¡Hermanos! ¿Qué les pasa? ¿Ahora se ponen muy respetuosos con alguien que se metió con nosotros? ¡No se ablanden ahora!- Clamaba Harold. -Ella nos faltó el respeto ¿Ya se les olvidó?- Intervino Gordon. Los demás callaron. -¿En que piensa, hermano Dylan? Lo noto nervioso- Harold miraba de manera inquisitiva a Dylan. -Solo espero que no esté pensando vengarse de nosotros...- Soltó Dylan. -¿Vengarse? ¿Dices vengarse? ¿Y de nosotros?- Preguntaba Gordon al tiempo que Rosemary y Tom se sintieron sobresaltados por tal posibilidad. Luego empezó a soltar unas carcajadas. -¿Se acobarda usted, hermano Dylan?- Volvía a preguntar Harold. -¿Yo? ¿Temerle a esa latina? ¡Por favor, hermano Harold!- -Así parece...- -¡Es que simplemente alabo su manera de pelear! ¡Esa chica mejoró su estilo de combate! Creo que es segundo o tercer dan en un estilo de karate que todavía hoy no alcanzo a identificar. Estoy seguro- Tal aseveración hacía que Rosemary, Mildred y Tom se mirasen unos a otros con cierto temor reflejado en los ojos, aunque no lo hacían patente para evitar que los demás se diesen cuenta. Intervino Gordon. -Mejoró... dices- -Sí, mejoró- -Y no alcanzas a identificar su estilo...- -Tú mismo peleaste contra ella- -Es cierto... y por los movimientos que viste que hacía... Creo que voy a revisar mi biblioteca- -Parece que asistimos al nacimiento de un nuevo estilo de karate- Dijo Martin. -No lo creo mucho, pero puede ser probable... Aunque la principal característica de ella no reside en su estilo... porque puede tomar movimientos y técnicas de formas diferentes y mezclarlos... Pero aún así esa no es su fortaleza- Analizaba Gordon. -¿Y entonces?- Interrogaba Rosemary. A continuación, Gordon empezó a hacer una exposición en la que intervenía Martin para agregar algunas ideas acerca del karate. También hablaba Mildred. Después de varias consideraciones, Gordon concluyó: -Esa latina tiene un gran espíritu- -Creo que sí- Apuntalaba Martin. -Ja, ja, ja, ja... creo que ustedes están sobre dimensionando este asunto- Intervino Harold. -Hermano Harold...- Quiso hablar Dylan. -¡No! Ustedes se están preocupando mucho por alguien insignificante ¿Se va a vengar de nosotros? ¡Que lo intente! Además ¿Ella sabe que se metió con alguno de nuestro seno?- Miraba ahora a Tom, Mildred y Rosemary, el terceto de amigos que llevó un simple problema pasional universitario a una organización fundamentalista yankee. -No lo creemos... En verdad no creemos que sospeche que se metió con una organización como esta- Responde Tom. -Bueno... Esperemos que así sea. Si ella vuelve a cruzarse en nuestro camino... ya verá. Solo que esta vez actuaremos con la diligencia correspondiente de limpiar nuestra tierra...- Miraba a Gordon, quien responde lacónico. -Sí- -De todos modos, si ella se queda tranquila, portándose bien, no pasa nada. Pero si ella planea vengarse, como "temen" ustedes- Hacía énfasis en la palabra temen- Entonces le irá peor... Olvidémonos de este asunto y subamos por favor- Se dio por concluida esa reunión, no sin antes pedir Dylan que ninguno de los asistentes comentara con alguien más sobre el tema. Con ese compromiso, todos procedieron a abandonar el salón. Harold se dirigió a las oficinas administrativas de la mansión, burlándose del asunto en su fuero interno, mientras que Gordon se fue al gimnasio, totalmente circunspecto, como si le restara importancia al tema de la latina. En cambio Dylan comentaba con Martin sobre la posibilidad de enfrentarla nuevamente en combate, puesto que ya alcanzó el cinturón negro. Entre tanto Rosemary, Tom y Mildred se dirigieron al estacionamiento a seguir discutiendo aparte. -¿Tu crees que la mexicana vuelva a alzar su mano en contra nuestra?- Preguntaba la pelirroja a Tom. -No sabría decirte ¿Tú que opinas, Mildred?- -Quisiera vengarme de lo que me hizo esa perra- Mildred se recuperó por completo de la pelea que sostuvo con nuestra amiga y fue promovida a la cinta azul. No había avanzado mucho, por lo que volvió a hablar para decir: -Voy a entrenar más duro- Llegaron al estacionamiento y seguían comentando el tema. Una vez allí se despidieron y cada cual abordó su automóvil y salió del Rancho Causeway. Primero salió Mildred, luego Tom dejando atrás a Rosemary. Cuando el mustang del pitcher de la universidad de Oregon estaba a punto de salir del rancho, la pelirroja lo llamó a su celular. -Tom ¿Ya Mildred se alejó?- -Acaba de cruzar el portón ¿Qué ocurre, Rose?- -¡Espérame, Tom!- Colgó la pelirroja. Tom cruzó el portón y avanzó unos cuantos metros de la carretera en dirección a Portland antes de orillarse y esperar el audi de Rosemary. Solo esperó unos instantes cuando avistó el vehículo de la pelirroja, el cual se detuvo delante del suyo. Los dos se bajaron de sus automóviles. -Bueno ¿Qué ocurre, Rose?- Preguntaba Tom. -Sé sincero, Tom ¿Tú crees que esa mexicana en verdad quiera vengarse de nosotros?- Rosemary se mostraba inquieta. -Estás muy preocupada, Rose, muy preocupada- -La verdad es que lo estoy- -Recuerda que todo esto empezó por ti... Y yo decidí ayudarte porque somos amigos- -Cosa que agradezco- -Decidí pedir ayuda a este grupo y... Mira. Es evidente que este problema se nos salió de las manos...- -¿Tú crees que ella fue a la policía a denunciar lo que le pasó con Martin, Dylan y Tom?- -Sí... Es posible- -Bueno- Rosemary sacaba de sus bolsillos una cajetilla de cigarrillos, tomó uno, lo encendió con un yesquero que tenía en la mano al salir del auto y empezó a fumarlo, nerviosa. -Pero te digo una cosa, Rose: Si la latina acudió a la policía... Igual no nos podrá hacer nada- Rosemary soltó una bocanada y lo miraba un poco escéptica, así que Tom prosiguió- Recuerda que esta organización sabe protegerse así misma. Hasta ahora los jueces no han actuado en contra de la Hermandad- -Los jueces no han actuado contra nosotros...- Repetía la pelirroja mientras miraba al cielo al tiempo que soltaba humo otra vez. -Recuerda a Wilson, el textilero. El juez tuvo que soltarlo, luego de la charla que debió tener con Harold- -Okey- -Y los encargos que Gordon y otros hermanos han estado haciendo- Tom comenzó a recordar las golpizas que la Hermandad encargaba a su nuevo instructor. -Ya me olvidaba los contactos que tiene esta Hermandad- -¿Estás más tranquila ahora?- -No te creas... La verdad es que temo que esa mexicana me vea y...- -¡Vas a seguir!- Tom se desesperó un poco -Una pregunta ¿Por qué no aprendes a pelear?- -De nada serviría, no soy buena en esto de las artes marciales... y esa latina es toda una experta. Tom discúlpame pero tengo miedo, de verdad, presiento algo- Fue a abrazarse con Tom. -Tranquila, amiga, tranquila que una extranjera no nos hará nada... No te preocupes- Después de unos instantes en los que Tom transmitía a Rosemary su confianza por el hecho de estar protegidos por la Hermandad, ambos abordaron sus vehículos y enfilaron a Portland. Tom estaba confiado de la aparente invulnerabilidad de su grupo, lo mismo que su líder, el Gran Hermano, así como los demás miembros de la Hermandad; pero lo que no saben es que alguien en el otro extremo de los Estados Unidos les ha puesto el ojo mediante un trabajo de inteligencia. Los casos ocurridos con la justicia del estado de Oregon han llamado la atención de los congresistas de Washington, especialmente el de un senador popularmente conocido por su primer nombre y su segundo apellido: Giles W. McGreen. Y no era para menos. Era senador por su estado natal, Oregon, un personaje íntegro y honesto que mientras cursaba estudios en la secundaria supo que su carrera, su verdadera vocación, era la política. Le sentaba tan bien ese oficio que apenas se enroló en el Partido Demócrata comenzó a destacar. Pero el fruto de su trabajo tardaría años en cosecharse y ahora lo vemos en el Congreso de los Estados Unidos representando al estado que lo vio nacer. Mientras Tom y Rosemary llegaban a Portland, en ese mismo instante Giles recibía a unos amigos suyos en su oficina de Washington. Conversaban animadamente hasta que uno de ellos le tocó el tema del textilero de Portland. -Oye Giles ¿Qué va a pasar con el textilero aquel de Portland?- La pregunta la hacía Robert Tracey, un abogado de Baltimore amigo suyo. -Habíamos solicitado al gobierno de las Bahamas que lo extraditara a nuestro territorio, pero supimos que el hombre ya no estaba en el archipiélago. No saben en donde está, le perdieron la pista- -Es una lástima- -Sí... Lo teníamos pillado en las Bimini... A bordo de un yate... Disfrutaba de la "dolce vita". Después nos enteramos que se la pasaba en Turcas y Caicos, más al sur; luego desapareció- -¿No se habrá escondido en Cuba?- Interrogaba Michael Maxwell, un joven corredor de bolsa y a la vez estudiante de derecho, amigo de Tracey. -Yo, personalmente, no lo creo... A menos que haya algún contacto suyo allí... Sin embargo... Me parece muy poco probable que esa cofradía tenga nexos con el gobierno de Castro. Recuerden que es una organización racista cuyos militantes odian a los negros, a los judíos... y a los latinos... Y si son comunistas, mucho más- Miraba al corredor de bolsa a la vez que hacía un gesto de negación. -Todo es posible, senador McGreen- Insistía el joven. -Conozco a esa gente, señor Maxwell, y le repito, no van a inmiscuirse con ese tirano- Giles hizo énfasis en esta última frase y luego prosiguió con una especie de exposición de las características de la Hermandad, haciendo ver que se trataba de un grupo verdaderamente fanático, integrado por auténticos fundamentalistas cristianos. En eso, su secretaria abrió la puerta para decirle que tomara una llamada en su teléfono. -Senador McGreen, es su señora esposa...- -Muy bien, gracias Dorothy. Caballeros, si son tan amables pueden esperarme en el vestíbulo...- El senador rogó a sus visitantes que lo esperaran afuera. -No te preocupes, Giles, salúdala de mi parte- El abogado Tracey no puso reparos, al igual que Maxwell. -Bien...- Salieron todos y dejaron a Giles atender la llamada. La secretaria había dicho que era su esposa cuando en realidad se trataba de su contacto que lo estaba llamando desde Portland. Su informante, que seguía los pasos de la Hermandad, lo había puesto al corriente de la situación en Oregon desde hacía un par de meses. Giles, aunque sabía que su línea telefónica era segura, siempre procuraba hablar en clave. -¿Qué ha pasado con el ganado?- -Hasta ahora sigue pastando con tranquilidad- Contestó una voz femenina. -Bueno, loba, ya llegará el momento en que la manada se mueva...- -Una pregunta tío Bob ¿Qué pasó con el tejedor? ¿Se perdió en el Triángulo de las Bermudas o qué?- -¡Ah! Ja, ja, ja, ja, ya te imaginas que no lo hemos atado todavía...- -No me has dicho nada- -Eres buena observadora, loba- -Sabes que lo soy... Bueno, tío, ya debo colgar- -Muy bien, "lobata" ja, ja, ja, cuídate... Cuando se muevan, ya sabes- -Okey- La voz femenina colgó. Era evidente que Giles conversaba con alguien acerca de la Hermandad y del textilero en fuga. Sin duda ese alguien estaba tras los pasos del grupo. Después de pensar por unos instantes, Giles se levantó, se acomodó su traje y salió al vestíbulo. Allí lo esperaban el abogado Tracey y el corredor Maxwell. -Robert ¿Tienes algo importante que hacer después de venir aquí?- -En realidad... Sólo iba a comprar víveres al final de la tarde ¿Por qué?- -¿Y usted, señor Maxwell?- -Dentro de un par de horas iré a la universidad- -Bueno, los invito a unos tragos ¿Vienen?- -Está bien ¡Vamos!- A Robert se le dibujó una sonrisa mientras que Maxwell solo asintió. -Dorothy, si llaman, diles que salí al Congreso, para cualquier cita que hablen conmigo mañana por la mañana. Si quieres, cierras la oficina hoy temprano, Dorothy- -Muy bien, senador McGreen- La secretaria agradeció el gesto de Giles con una dulce sonrisa. -Hasta mañana, Dorothy- -Hasta mañana senador- La secretaria también se despidió de los visitantes. Los tres se dirigieron a un local cercano. Y en ese mismo instante, pero en la costa oeste del país, sucedían dos cosas. La primera tenía que ver con la persona que se comunicó con Giles. Era una joven detective amiga del senador y ex agente del FBI, que se encontraba en Portland realizando una auténtica operación de espionaje. Su nombre es Gertrude Myers y estaba en Oregon sola, haciendo labores de seguimiento a la Hermandad y para ello se hacía pasar como una mujer ejecutiva que realizaba negocios en la región para una firma comercial de Virginia, por supuesto ficticia. Estaba tras el líder de la Hermandad, su misión era esa: tratar de identificar a los cabecillas del grupo, aunque esa tarea estaba un poco adelantada ya que Giles le suministró una lista de posibles sospechosos. Llevaba poco más de un mes y le quedaban fondos para otros 20 días y así regresarse a Washington con las identidades de los líderes de la Hermandad. -Voy a mudarme de este hotel- Pensó la detective, así que decidió recoger sus pertenencias y bajar a la recepción para pagar todo el hospedaje. Ya había ubicado otro hotel. No sabía, sin embargo, que su jefe tenía familiares en ese estado y que bien por su amistad con él, podría quedarse en casa de alguno de ellos. Tarde o temprano iba a hacerlo. El otro suceso tenía como protagonista a Arthur, que conducía rumbo a Astoria llevando a su esposa Erin y a Alejandra como pasajeras. Había ido a Portland en un taxi, directamente a la comisaría a buscarlas. Después se dirigieron a un hospital a hacerle unos exámenes de emergencia a Erin, debido al desmayo que sufrió durante el asalto, así como para examinar a Alejandra luego del combate. Tras esperar por los resultados de dichos exámenes, marcharon a Astoria. -¿Cómo pudo sucederles esto?- Arthur preguntaba todavía molesto. No era la primera vez que hacía esa interrogante desde que las ubicó en la comisaría. -Ay, Arthur...- Erin solo se lamentaba, mientras que Alejandra permanecía callada en el asiento trasero. -La verdad es que la inseguridad en Portland se está convirtiendo en un asunto delicado. Por cierto Alex, muchas gracias por defender a Erin, aunque lamento que hayas pasado por esto- -No se preocupe señor Arthur- Contestaba Alejandra con una tranquilidad que llamaba la atención a sus compañeros de viaje. -Arthur, debiste verla. Tienes como empleada a toda una campeona- Decía Erin. -Eso lo sé, Erin, lo que pasa es que ella no compite ¿Cierto, Alex?- -Muy cierto...- Alejandra contestó con una sonrisa en sus carnosos labios. -Se ve que estabas segura de ganarle a aquella ladrona...- Erin volteó para verla y mirarle a los ojos. -Bueno, solo hice posible por no dejarme vencer...- Seguían comentando el asunto, aunque conforme recorrían el camino se iban tranquilizando. Alejandra se lamentaba por tener que echar a la basura la indumentaria con que se había marchado a Portland, debido al estado en que quedó tras la lucha. Se vio obligada a cambiarse el pantalón por otro que momentos antes había comprado. También debió ponerse una chaqueta y cerrársela, debido a la camisa. Cuando faltaban pocas millas para llegar a su destino, Arthur les preguntó por el negocio que fueron hacer. -Bueno, como afortunadamente se encuentran bien, ahora les haré una pregunta...- Miró a Erin de reojo. -¿Cuál?- -¿Qué tal con el negocio?- -¡Ah!- Se limitó a decir Erin. -¿El negocio? ¡Ah ok!- Alejandra recordó de lo que habían hecho temprano. -Pues, Arthur, cuando lleguemos a casa te diremos- -Pero ¿Por qué no me dicen ahora?- -Tranquilo, mi amor- Erin le dio un tierno beso en la mejilla, tranquilizando a Arthur quien intuyó lo que podrían decirle. Iban a decirle que podría convertir su local de comida rápida en una franquicia y que el mercado en Portland, a pesar de todo, se veía atractivo y accesible. Regresando a la capital económica de Oregon, Gertrude estaba bajando del taxi y se dirige a un centro empresarial, un complejo de oficinas ubicado al este de la ciudad. Se bajó del vehículo en ese lugar con el propósito de pernoctar allí por unos minutos antes de abordar otro taxi y dirigirse a otro hotel. Una típica maniobra revestida de cierto aire de espionaje secreto. Y así sucede. Consigue otro taxi y le pide al conductor que la lleve a su destino. Una vez allí, se registra en recepción, recibe las llaves y sube a su habitación. El hotel es modesto, de tres estrellas de categoría. Pasa el tiempo y anochece. Gertrude estaba preparando todo el material para su investigación, pero repentinamente se aburre. Decide salir a divertirse un poco. Es una aficionada al cine, así que lo primero que se le ocurre es ver la última superproducción estrenada en Norteamérica y para ello ubica en una guía turística una sala en donde la tengan en cartelera. Llama a la administración del mismo para confirmar que la están pasando y así aprovechar de reservar una entrada, corriendo con la suerte de conseguir una para la función de las 8 y 30 PM de esa misma noche. Se viste y cena. Son ya las 7 y 50, sale a la calle, rumbo al sitio de esparcimiento elegido. El cine estaba ubicado a unas seis calles del hotel, en una avenida-bulevar, por lo que decidió ir a pié, llegando en pocos minutos al edificio en donde se emplazaba la sala de proyección. Llega a la taquilla, retira su entrada, compra un vaso grande de refresco y una bolsa, de igual tamaño, de papitas fritas. Son las 8 y 20, faltan diez minutos y se entretiene viendo los afiches de otras películas. A falta de cinco minutos para la función, abren la sala y el público pasa. Ella se prepara para olvidarse de su verdadero oficio por un par de horas... Las cuales pasan de manera placentera para ella, llegando a las 10 y 30. Sale del cine y se antoja de comer una hamburguesa, dirigiéndose a un local situado a tres calles más adelante, yéndose a pié. Cuando iba por la segunda y pese a que había un considerable número de transeúntes en la vía, es abordada por un individuo quien de manera muy sigilosa logra colocarse a un lado suyo para ponerle en un costado una filosa navaja. -¡Quieta, nena! ¡Vamos a esa calle! ¡Vamos! No hagas nada- Advertía el ladrón. -Estás cometiendo un error, amigo... un grave error- Le responde Gertrude con mucha tranquilidad, sin perder la calma. -¿Un error? "Ja, ja, ja" muchacha ¡No te hagas la graciosa!- Masculla el caco. El antisocial logra llevarla a una calle que desemboca en la avenida. Se trataba más bien de un callejón estrecho y oscuro. Y solitario. Una hora después, a una comisaría de la policía de Portland llegan dos patrullas, la primera con dos agentes y un individuo detenido a quien, antes de meterlo en un calabozo, lo hacen revisar con un médico forense destacado en la delegación, pues estaba visiblemente golpeado, con un ojo cerrado y la boca partida, además de quejarse de dolores en un brazo. De la segunda desciende otro agente y... Gertrude, quien va a la recepción de la comisaría a formalizar la denuncia por asalto e intento de homicidio. Por tratarse de una detective en una misión, prefirió dar otro nombre y otro apellido, aprovechando la falsa identidad facilitada por los contactos que en la CIA tiene su amigo, el senador Giles. A la funcionaria que tomaba nota de la denuncia le llamó la atención el aplomo con que actuaba Gertrude, quien se desenvolvía tranquilamente, como si nada grave hubiera sucedido pese al trance por el que tuvo que pasar. Justo cuando iba a retirarse, pasa cerca de la recepción, en un pasillo lateral, el antisocial escoltado por dos agentes. Gertrude lo ve y cruza miradas con el caco quien se puso muy nervioso, miraba hacia delante e intentando apurar el paso, solo que sus custodios no lo dejaban. Al final, la detective llegada de Washington se retira de la comisaría después que el caco cruza una puerta, rumbo a las celdas. La funcionaria, extrañada por la situación, preguntó a un compañero quien estuvo en el procedimiento: -¿Qué es lo que ocurre aquí? Ese ladrón llega lastimado y aquella chica no tiene ni un rasguño. Y encima lo mira y lo atemoriza ¿Ustedes lo apalearon o qué?- -No, no lo apaleamos- Responde lacónicamente el agente. -¿Y?- Insiste la agente. -Ella se defendió. Nosotros recibimos el llamado de la central, reportando el asalto a una dama en el callejón Webster y fuimos lo más rápido que pudimos. Cuando llegamos, vimos una escena que nos dejó sorprendidos: ante numerosas personas, la chica, la víctima, se estaba defendiendo a puño limpio del caco... y no solo eso, lo estaba moliendo a golpes y patadas, como una experta en lucha o algo así. Luego de ver un rato esa escena, reaccionamos y procedimos a separarla del antisocial, justo cuando le estaba aplicando una llave a un brazo, se lo iba a partir. Todos los presentes en el sitio dijeron que el hombre la estaba asaltando. Corrieron al callejón al escuchar los gritos de la dama, pero que no tuvieron necesidad de intervenir cuando de repente la mujer empezó a forcejear y a dominar al ladrón, desembocando en una pelea...- -¿En una pelea? ¿No podemos detenerla por violar el orden público?- La agente seguía sin entender. -La chica actuó en defensa propia... y tiene testigos de eso- El agente se retiró y la funcionaria pasó a sistemas la identidad del agresor, llevándose una sorpresa: El caco estaba solicitado por diversos delitos, e incluso sus facciones coincidían con el perfil de un sospechoso por asalto en un centro comercial de Hammer Street ese mismo día. Se trataba del mismo hombre que intentó asaltar a Alejandra y a Erin en horas de la tarde. Su nombre era Andrew Morley y su destino ya está marcado. -Definitivamente... Ese patán mereció el castigo... de una mujer- Sentenció la funcionaria. Mientras el hombre estaba en la celda, doliéndose de las lesiones producidas por su inesperado enfrentamiento con una chica peleadora, Gertrude iba tranquila, en un taxi rumbo al hotel en donde recién se hospedó. ¿Qué tan lejos llegará esta chica investigando a los sospechosos por conspiración, quienes integran un grupo racista? A esa misma hora en Astoria, Alejandra le contaba a Ginnette lo ocurrido a ella y a su jefa en Portland. -Y así fue como pasamos el día por allá, Ginnette- -Ay, Alex, yo concluyo que a ti también te busca gente poco amigable...- Ginnette se puso irónica. -¿Será o no será? Bueno... Lo cierto es que tuve que pelear una vez más...- -Una vez más...- -¿Y tú Ginnette? ¿Qué tal la entrevista?- -Bueno, me hablaron del cargo que tienen vacante y del perfil del personal solicitado- -¿Y? Es un trabajo en un bufete ¿O es que buscan a alguien especializado?- -Sí, Alex. Buscan a un abogado mercantil. Recuerda que yo todavía no me especializo, apenas voy por la mitad de la carrera- -Si es verdad, pero ¿Te ofrecen "casarte" con la firma? ¿Cómo son las condiciones laborales"- -Son atractivas, ofrecen un paquete anual muy tentador. Pero te digo más, Alex- -¿Qué?- -No soy la única que opta por el cargo. Hay tres aspirantes más- -¿Te harán una prueba?- -Sí, me harán una prueba. Van a llamarme en el transcurso de esta semana- Siguió Ginnette hablándole de todo lo concerniente a su entrevista laboral. Al final, Alejandra le deseó suerte y también decidió marcharse a su habitación, por lo que se despidió de su amiga. -Bueno, querida, mañana debo levantarme temprano. A pesar que ya sabe que tiene posibilidades de convertir su negocio en franquicia, el señor Arthur quiere que Erin y yo hagamos una exposición a Stanley y al resto de la gente del local. Eso será temprano, así que me voy a dormir- -Esta bien, Alex, que pases buenas noches- -Buenas noches, Ginnette- Se despidieron abrazándose y cada una se retiró a su recámara. Alex estuvo un rato en su cama reflexionando muchas cosas, pensando en la suerte que ella y Erin corrieron en Portland. También pensó en su anterior rival. Lo mismo en el caco que se había dado a la fuga. Ignoraba que ya había sido aprehendido por la policía y que se aprestaba a pasar una larga noche en las celdas de una comisaría. Y tampoco sabía que el caco ahora está tras las rejas por culpa de una chica tan aguerrida y valiente como ella: Gertrude. ¿Qué conseguirá la detective durante las próximas dos semanas? ¿Cómo le irá a Alejandra en esos días? ¿Rosemary dormirá tranquila ahora? ¿Mildred querrá desquitarse? ¿Y Dylan? Ya los sabremos en el siguiente capítulo. Continuará. Comentarios a: vene_wanderer73@hotmail.com