Simplemente... Alex. Por El Bohemio de Caracas. El ave fénix. Faltan cinco minutos para que sean las cinco de la tarde de un día sábado en Astoria. Abelardo estaba sentado en la mesa del café, leyendo un periódico. Llevaba aproximadamente media hora, justo el tiempo que le llevó leer el diario por completo. Y si le sumamos 15 minutos más, pues llegó al local a las cuatro en punto y para distraerse pidió un vaso grande de café y luego compró el único periódico vespertino de la ciudad en el expendedor de la esquina para luego regresar a la mesa, tendría exactamente 45 minutos allí sentado. Se daría cuenta del tiempo exacto que tenía esperando a su amiga Marla una vez terminado de leer y mirar la hora en su reloj. -¡Coño! Debe ser que la negra se está desquitando de mí- Llegó a decirse. Es que la panameña lo había citado en otras oportunidades y la había hecho esperar hasta por más de una hora. Pero Marla tendría alguna razón para tardarse tanto en su cita con su "pana" venezolano, pues no era una persona de esas que se resienten por la impuntualidad y devuelven malos favores. Finalmente apareció. Abelardo la vio llegar a la mesa pero no guardó el periódico inmediatamente. Siguió hojeándolo para demostrarle que tenía mucho esperándola y estaba aburrido. -¿Llevas mucho aquí?- Preguntó Marla. -Más de una hora- Contestaba Abelardo sin levantar la vista del diario. -Bueno, tuve que hacer una diligencia...- Comenzó a explicarle la razón de su tardanza mientras se acercó a saludarlo con un beso en la mejilla. Abelardo dejó de leer y dobló el tabloide, guardándolo. -Esta bien ¿Qué tal si nos vamos a otro sitio? Este lugar ya me aburre...- Sugirió Abelardo. -¡No! Todavía no; esperemos un rato más- -¿Y eso?- -Una amiga mía viene para acá. Antes de salir me llamó al celular y como yo calculé cuanto iba a tardarme, la cité aquí- -¿Cuándo llega?- -En unos minutos, no tardará en venir- Contestó Marla mientras miraba su reloj. -¿Una amiga tuya? ¿Me la vas a presentar?- Abelardo se puso sarcástico. -Bueno, ya debes saber quien es... creo que te hablé de ella...- -¿Sí?- -Pues ¿Recuerdas hace tiempo cuando te dije que una amiga sufrió un asalto y que estaba hospitalizada?- -Ajá- -Bueno, es esa misma. Tenía tiempo sin saber de ella. Me llamó y la cité aquí- -Ah ok... ¿Ya se recuperó? Supongo...- -Me imagino que sí- -Por lo que me contaste... tengo entendido que recibió una paliza que la dejó inconsciente... ¿Quien o quienes serían los desgraciados que le harían algo así a una dama?- -Sí... Vaya usted a saber... Solo unos cobardes harían eso... Pero ella es fuerte, pudo recuperarse. Asistió a terapias y todo eso. Pero vamos ver, tenía mucho tiempo sin verla, hablo de meses...- -Bueno, ya veremos- Inmediatamente Abelardo cambió el tema de conversación. No hablaron mucho, pues, al cabo de unos instantes, una chica elegantemente vestida llegó a la mesa. No la vieron venir, pues conversaban amenamente pese al dejo de fastidio que la espera provocó en Abelardo, así que la presencia de la chica fue tan repentina que interrumpió la conversación entre ambos amigos al saludar sorpresiva y cariñosamente a la panameña. -¡Hola Marla!- -Hola... ¡Alex! ¡¿Cómo estás?! ¡Tiempo sin verte!- -¡Bien! ¿Y tú, negrita? ¿Qué más?- -Oye Alex... te ves... ¡Te ves bien de verdad!- Abelardo quedó muy sorprendido. Inmediatamente reconoció a Alejandra pero quedó asombrado por la estampa que la mexicana lucía. Alejandra estaba elegantemente vestida, pantalón negro de lana y un top blanco sin mangas con cuello de tortuga. El venezolano se incorporó mejor para verla y notó que calzaba tacones, realzando aún más su figura que coronaba con una suelta y abundante cabellera negra azabache. No pudo esconder su impresión, mirándola de arriba abajo mientras ella y Marla se saludaban. -¡Pana! Pero... ¿Esta es la chama que yo conocí? ¡No parece haber estado hospitalizada! ¡Se ve preciosa! - Se dijo Abelardo en su fuero interno admirando la belleza de la recién llegada. Nunca se imaginó que había sido ella quien estuvo en cuidados intensivos. -¡Ah! ¿Pero a quien tenemos aquí? Hola Abelardo- Alejandra lo saludó al darse cuenta que la estaba viendo fijamente. Le interrumpió la "observación". -¡Ah! ¡Ho... hola! Hola Alejandra- La saludó todo cortado -Tiempo sin verte, vale ¡Te ves bien! - Aún así no escondió su impresión al ver a una chica muy linda. Marla intervino. -Oye Alex, lo dejaste "lelo", je, je, je, je- -Veo que sí- -¡Siéntate!- Marla la invitó a la mesa, pero fue Abelardo quien se levantó y le ofreció caballerosamente una silla. -¡Gracias, Abelardo!- La mexicana le agradeció el gesto con una tierna sonrisa dibujada en sus carnosos labios. Los tres latinos siguieron la charla. Y cómo había mucha alegría por la recuperación y reaparición de nuestra amiga, decidieron entablar la conversa en el idioma de Cervantes, pero cada quien conservando su respectivo acento, haciendo de la plática algo divertido, pues no se entendían cuando utilizaban ciertos modismos, frases y palabras propias de sus respectivas tierras natales. Alejandra era quien más hablaba debido a las preguntas que le hacían sus amigos, puesto que tenía tiempo prácticamente perdida. Dejó de ir a la universidad en el horario matutino, pues iba al gimnasio del campus solamente por la noche, a las clases de karate junto a Ginnette, cumpliendo con su año sabático; veía a sus amigos académicos muy poco, aunque siempre hablaba por teléfono con ellos. Sin embargo Marla notó en ella varios cambios, haciéndole ver el primero. -Oye, estabas perdida de verdad. Mat me dijo que te había invitado a una fiesta, lo mismo Janeth ¿Qué pasó? Nunca llegaste a ir- -La verdad es que he estado ocupada poniéndome al día en algunas cosas, tú- -¿SÍ? ¿Hiciste o haces algún curso o algo parecido? ¡Cuéntanos!- La canalera estaba ansiosa. -Bueno, sabes que desde mi retirada forzada, pero temporal, de la "U", solo me quedaba trabajar. Me sobraba el tiempo y al principio me aburría. Tu sabes, mucho tiempo libre- -Eso después de la rehabilitación ¿Verdad?- Intervino Abelardo. -Sí... Pos, primero seguí la terapia, comenzando con el reposo, luego empecé a hacer ejercicios poco a poco. Unas semanas después me reintegré a la chamba- -¿Chamba?- Se preguntaba Marla. -El empleo, negra- Le aclaró Abelardo. -¡Ah! Okey. Sigue por favor... ¿Cómo fue que te reintegraste al local? ¿El dueño supo lo que te ocurrió? Te hubiera sustituido, fácilmente- -Eso temí... pero el dueño del local vino a visitarme en el hospital tan pronto como Ginnette le contó lo sucedido. Me tiene cierta estima, me quiere como a su hija. Le doy gracias a Dios por haber puesto en mi camino a una persona como el señor Arthur. Y también le agradezco por tenerlos a ustedes... Se preocuparon por mí- A la mexicana se le quebró un poco la voz. Los muchachos se dieron cuenta y le dieron muestras de apoyo. Marla fue la primera en consolarla. Sabían, en especial Marla, que a Ginnette sólo le dieron un puñetazo en la boca que la dejó sin sentido, nada más, que fue Alejandra quien llevó la peor parte al pelear con los agresores, ya que la buscaban a ella solamente. Y todo el círculo de amistades de la mexicana sabía que la chica de Wyoming, reacia a hacer deportes en un principio y que había considerado las clases de karate como algo temporal, ahora sabe defenderse sola. -Tranquila, Alex... sé que pasaste por un duro trance, tú y Ginnette- -Gracias, Marla- -¡Y mira como te ves! ¡Te ves rozagante, niña!- -Oye Alejandra ¿Tu terapia incluyó cierta preparación física?- Pregunta Abelardo. -Ay, Abelardo ¡No empieces!- Le interrumpía Marla juguetonamente. -¡Es que no ves, Marla! Mira- Dirigiéndose a Alejandra -Hacía mucho que no te veía, pero por lo que puedo recordar eras más delgada... Y creo que sí lo eras- -Oye... vaya que sí, brother- La canalera vio con más atención la figura de Alejandra. Es que la mexicana lucía diferente. Abelardo hizo la observación del segundo cambio: Alejandra se veía bien, hasta radiante, pero su contextura física no era la misma. Se veía algo más gruesa. Mientras hablaba hacía gestos moviendo los brazos, los cuales colocó en la mesa. Abelardo notaba cierto aire en ella, pero cuando la mexicana apoyaba los brazos en los codos, él veía que se le abultaba un poco sus bíceps, al tiempo que miraba el resto de las extremidades superiores de nuestra amiga. Sobresalían sus tríceps y tenía cierto volumen en los deltoides: eran definitivamente musculosas. El venezolano y la panameña también observaron que tenía los hombros un poco fuertes; todo esto gracias al top que llevaba Alejandra. Pero Abelardo era más atrevido, pues, mientras Alejandra saludaba de pié a Marla, éste observó mientras la miraba de arriba abajo que su pantalón, pese a ser de diseño holgado por tratarse de una prenda de vestir elegante, además de ser de lino, lucía ceñido no solo en su cintura y caderas, algo que además resaltaba generosamente las curvas de su cuerpo, también en buena parte de sus muslos. Abelardo supuso que tendría las piernas algo gruesas, así que se aventuró a interrogar. -¿Estás entrenando en un gimnasio?- -Sí... pos, llevo unos seis meses ¿Por qué? ¿Se me nota?- Alejandra se miraba así misma al tiempo que ponía cierta carga de ingenuidad en sus palabras. -Óyeme, Alejandra ¡Te estás poniendo fuerte! ¡No vayas a sacar esos músculos de macho! ¿Eh? -Intervino Marla con una mezcla de humor y seriedad. -¡Ay! Pos ¡Claro que no, negra! Sólo hago ejercicios para estar en forma, tú. Recuerda que además hago deportes y que la disciplina que practico me obliga a mantener mis condiciones físicas...- -¡Sí es verdad que eres karateca! Se me olvidaba- -¿Karateca?- Un sorprendido Abelardo preguntaba. -¡Sí! Amigo, no te metas con ella, es experta en artes marciales- -¿En serio? ¿Le metes a las patadas y golpes? ¿Qué cinta eres?- -La última vez me dijiste que eras café o algo así- Interrumpió Marla antes que Alejandra respondiera la interrogante de Abelardo. -Sí, era cinturón café en aquel entonces. Ahora soy cinta negra, amiga mía- -¿Cinta negra? ¡Coño, mija! ¡Eres de armas tomar entonces!- Abelardo se sorprendía más. Alejandra siguió hablándoles sobre lo que hizo en esos meses; habló de su recuperación tras la golpiza (tema del cual sus interlocutores se habían cuidado de abordar desde un principio para no llenar de malos recuerdos a la mexicana), de cómo la policía no había podido capturar a sus agresores, así como de los comentarios de su amigo Buchanan acerca de ciertas circunstancias que rodeaban a casos parecidos que sucedían en otras partes del estado de Oregon. Habló también del reenganche a su empleo, de los ejercicios, del karate, en fin, de su rutina y de cómo la había tratado la vida últimamente... Y es que había pasado casi un año de lo sucedido. Once meses, para ser exactos. Luego de la promoción de cintas, Alejandra condescendió a asistir a las clases en el gimnasio de la universidad, junto a Ginnette. Y para complementar su regreso a la actividad que más amaba, decidió apuntarse en un gimnasio al que iba por las mañanas, bien temprano. Este quedaba a unas cuantas calles de su casa, por lo tanto decidió ir a pié. En un principio lo hacía caminando pero en la medida que se sentía más fortalecida, iba trotando. Llegaba al gimnasio y se machacaba haciendo toda clase de rutinas de ejercicios que incluían pesas y máquinas de multifuerza. Tenía seis meses haciendo esa rutina y nuestra amiga se sentía muy bien en todos los aspectos, tanto física como emocionalmente, pues en ellos concentraba su atención. Y en un tiempo relativamente corto se forjó un físico vigoroso, pero siempre conservando ese aire sensual y femenino característico de las mujeres latinas. Quería recuperarse a toda costa, aunque ya no pensaba más en el incidente. Los tres latinos siguieron charlando cada quien de lo suyo luego de saber que Alejandra estaba bien, recuperada del todo. Marla contaba de sus estudios, algo del que su amiga estaba enterada, y del trabajo. Abelardo habló de su carrera en la empresa de informática en donde laboraba. Y había más. -Oye Marla, pienso reintegrarme a la universidad, tú ¿Cuando puedo pasar por la División de Estudios de la facultad? Es que en las noches no he podido pasar, sabes, algo apurada por la hora para después tener que levantarme temprano al día siguiente...- -Tranquila, Alex, si quieres te hago el favor. Yo averiguaré... pero una cosa: no te pierdas, por favor, que el grupo te extraña- -Aunque me seguirán extrañando. Ustedes avanzaron y yo me retrasé un año- Alejandra volvía a ponerse triste. -¡Tranquila, mamita! Tranquila, entiendo eso pero no te preocupes. Estas floreciendo de nuevo y eso es lo que importa- la panameña la tranquilizó. -Serás como una suerte de ave fénix- Frase de Abelardo. -Un ave fénix... un ave fénix...- Alejandra pronunció dos veces esa frase, moviendo afirmativamente la cabeza. Le gustó y por eso le agradeció a su amigo sudamericano. Tras un par de horas en el café, los tres se levantaron, pagaron la cuenta y se dirigieron a la salida. Una vez en la calle, Alejandra se despidió de sus acompañantes. -Voy a casa de Walter- -¿Vas a visitar a Wallie?- Interrogó Marla. -Sí, tengo mucho tiempo sin saber de él. No lo he visto en estos meses- -Él siempre pregunta por ti ¡Qué raro que no se han topado en la universidad! Bueno, es porque él está trabajando en una firma de contadores- -¿En serio? ¿Y como le va?- -Hasta ahora nos ha dicho que bien. Que piensa hacer carrera allí- -Me alegro por él, ahora de verdad quiero verlo. Espero que hoy esté en su casa- -Es posible. Hoy es sábado. Trabaja en la mañana y en la tarde está en su hogar, estudiando. La verdad es que se aplica mucho el chico- -Me imagino. Bueno, nos vemos, amigos. Ya sabes Marla, cuento contigo- -El lunes mismo, te llamaré por la noche- -Bien, hasta luego Marla, nos vemos Abelardo. Por cierto ¿Cuándo vuelves a pasar por aquí?- -Si ustedes me llaman, aquí estaré. Todavía me queda un semestre de contrato y hasta ahora todo pinta para renovarlo, la gente de la empresa está contenta con mi trabajo- Abelardo mira a Marla y se infla, la panameña le da un codazo -No vale, en serio, los jefes me dijeron que si sigo rindiendo, podré firmar con ellos como empleado fijo al término de este contrato- -¡Me alegro, Abelardo! ¡Suerte! ¡Que estés bien! ¡Nos vemos!- -Nos vemos Alex- -Chao Alejandra- La mexicana se dirigió a la parada de autobuses mientras que Marla y Abelardo se dirigieron a una plaza cercana, a pedido del segundo. Una vez allí: -Marla, quiero contarte algo- -A ver... ¿Qué pasa?- -Alejandra nos contó que a sus agresores nunca los atraparon- -Sí... lamentable ¿No? ¿A qué viene esto?- -Bueno, resulta que hace tiempo estuve con mis compañeros de trabajo tomándome unas birras en un bar de Portland, un viernes por la noche- -¿Y?...- -Bueno, resulta ser que había un tipo, al lado de nosotros, que se puso a echar un cuento a sus panas... dijo que había peleado, que se había guindado a golpes con una mujer...- -¿Cómo?- -Bueno, no lo sé, no estoy seguro... el carajo aquel contó que había luchado a puño limpio con una mujer... con una latina... y que le había costado vencerla. Le dio una lección por haberse metido con una amiga suya... no recuerdo más nada...- -¿Le dio una golpiza porque... se metió con una amiga? No entiendo... ¡Abelardo! No estarás diciendo que...- -No, no estoy diciendo que fue aquel tipo, sería irresponsable, aunque quien quita que hubiese sido ese gorila. Uno no sabe, solo te digo que es mucha casualidad... porque ese tipo era muy corpulento y hablaba de la mujer a la que jodió como toda una luchadora, una guerrera que le dio pelea... -Alejandra les había contado que esa noche tres tipos la asaltaron a ella y a Ginnette, que había podido vencer a dos pero que no pudo con el tercero, mucho más grande y fuerte que los otros. Además, Marla escuchó la versión de Ginnette. -¿Tú crees que aquel tipo del bar pudo ser?- -Mira, negra, no sé. Pero de todos modos te pido que no le digas nada a Alejandra- -¿Por qué no?- -No quiero meterme en problemas aquí. Tu sabes, hay que cuidarse. Quiero ayudar a Alejandra, es una buena persona, muy buena gente, pero ¿Y si me equivoco? ¿Y si puedo difamar a alguien? Tú me entiendes... Aquí suelen ser muy duros a la hora de castigar a un extranjero... Pueden demandarme... Tu misma sabes como son las cosas aquí- -Sí, te entiendo... pero bueno...- En realidad Marla no comprendía bien la actitud de su amigo. -De todos modos, cualquier cosa, estaré pendiente, a ese tipo no lo vi más, pero si puedo ayudar en algo estoy a la orden, pero será a mi manera, hay que tener cuidado, mira que vivo en Portland y no es mentira sobre las cosas raras que Alejandra nos contó suceden allá. Ha habido extraños casos de agresiones que rayan en el sicariato, pues hubo un asesinato: un empresario fue muerto a golpes y hasta ahora la policía no ha podido esclarecer el asunto. Y el caso del textilero; se decía que era culpable de fraude, que las pruebas lo comprometían y aún así sale libre y vuela al extranjero ¿Qué está sucediendo aquí?- Abelardo hizo una exposición de motivos justificando su cautela al no querer decir que aquel hombre del bar era el agresor de Alejandra. -La verdad, Abelardo, no me gusta lo que ocurre... nada de esto me huele bien ... después dicen que la corrupción es propia del tercer mundo. Bueno- Marla lo acompañó al terminal de buses de Astoria. A la pequeña ciudad bañada por el Pacífico llegó la especie de un asesinato. El de un empresario, quien perdió la vida en un exclusivo club de Portland. Su cadáver fue hallado en un sanitario y presentaba signos de haber sido objeto de una golpiza bestial, pues sufrió politraumatismos generalizados en todo el cuerpo, siendo un fuerte golpe en la cabeza la causa de su deceso. Lo extraño del caso es que nadie, ni los afiliados ni el personal que trabaja en dicho club no vio ni escuchó nada. El caso se transformaba en otro "cangrejo", como lo llamaba Abelardo. En cierta ocasión el venezolano explicó a su amiga panameña que los detectives de la policía científica de su país llamaba "cangrejos" a aquellos casos que tras arduas investigaciones y pesquisas, no tenían solución aparente ni esclarecimiento alguno... y mucho menos, culpables. Y así mismo se cerraban. Alejandra llegó a casa de Walter, quien la recibió con mucha alegría. Hacía tiempo que no se veían. Pasó allí la tarde- noche hasta las nueve. Llegada esa hora se despidió de su compañero y amigo. -Bueno, Walter, fue un gusto verte de nuevo- -Igualmente, Alex. Espero te reintegres pronto a clases- -Sí- -Cualquier cosa, si quieres que te ayude, cuenta conmigo- -Gracias, amigo mío- Alejandra lo abrazó y lo besó en la mejilla. Pasó unas horas agradables con él y su familia; recordaron viejos tiempos y compartieron momentos agradables. En un momento dado, mientras ambos conversaban a solas en el banco, Walter le hizo rememorar aquellos instantes en que él estaba pendiente de ella, cuando le decía lindos piropos y ella se negaba a corresponderle. Juntos recordaron el momento en que la mexicana le cortó las alas de la ilusión cuando le dijo no a su petitorio de ser novios. Walter le dijo lo mal que se sentía, pero también vio la determinación de la mexicana, su firmeza pero a la vez su ternura, puesto que Alejandra lloraba mientras le decía que una relación amorosa entre ellos no podía ser. Alejandra iba pensativa camino a su casa. Tomó especial nota sobre esto último, pues, Walter le dio a entender que era una persona de nobles sentimientos, sin malas intenciones con respecto a la gente. Y que por eso la consideraba a ella como a una heroína, ya que para terminar ese tema, Walter pasó a recordarle sus dotes de peleadora y atleta. Sentía admiración por ella. Y para variar, también le dijo que se veía diferente... "Vaya, todos dicen lo mismo de mi cuerpo... definitivamente los ejercicios dieron resultados..." mientras pensaba, sentada ya en la butaca del colectivo, Alejandra flexionaba un brazo y veía como un pequeño pero robusto bícep se asomaba, como si la saludara sonriente. Estaba complacida por los efectos del entrenamiento con pesas y máquinas. El autobús enfiló hacia Newark street. Pasaron dos semanas. Una noche, Alejandra y Ginnette llegaron cansadas de una clase en el gimnasio de la universidad, cuando la chica de Wyoming se puso a revisar la contestadora del teléfono, topándose con un mensaje que le alegraría: era la voz de una secretaria que le citaba a una entrevista el siguiente lunes en un bufete de abogados, indicándole que debía llevar constancia de su trabajo actual en el local del Sr. Arthur, así como referencias personales. -¡Oye, Ginnette! ¡Qué bueno que te llamaron!- -¡Sí, Alex! ¡Me siento ilusionada! ¡Al fin se me dio la oportunidad de una entrevista! Por lo menos...- -Tranquila, amiga, que vas a quedar trabajando allí- Le animaba Alejandra. -Tú casi estas ejerciendo tu profesión con antelación, Alex. Espero ser yo la siguiente- -Bueno...- Hacía un par de meses que el Sr. Arthur Windischmann le hizo un nuevo contrato a la mexicana: ya no trabajaría en el local como personal de atención al público, ni como cajera, ahora se desempeñaba como auxiliar de la contadora del negocio, quien no era más que la esposa de su jefe, Erin O'Connor, quien además hacía labores de mercadeo, pues el Sr. Arthur deseaba convertir su local en una franquicia y tenía planes de crecimiento y expansión. Auxiliar de la contadora, un nuevo cargo en donde nuestra protagonista demostró estar bien preparada, pese a que iba a cursar el tercer año de la carrera. Es por esta razón que Alejandra ahora se vestía de manera elegante. Y por la que le tocó viajar a Portland ese mismo lunes, a la misma hora en que Ginnette iba a la entrevista en el bufete. El Sr. Arthur averiguó todo lo concerniente a las franquicias, puesto que quería convertir su negocio en una cadena de locales. Primero proyectó abrir otro local en Astoria y luego en Portland. Pero para esa ciudad envió a Erin y a la mexicana a visitar las oficinas de una firma mercantil especializada en franquicias que le había recomendado un amigo. Quería asesorarse bien en ese asunto. Erin y Alejandra se dirigieron a la capital económica de Oregon en el vehículo de su jefe, no quisieron ir en taxi. -Con este recurso ¿Vamos a ir en taxi? ¡Por favor!- Decía Erin entre risas mientras conducía. -¿Es que el señor Arthur se habrá vuelto tan tacaño?- Se preguntaba la mexicana. -La verdad es que no lo sé- Se fueron a las ocho de mañana y en menos de una hora llegaron a Portland. Ubicaron la oficina e hicieron la diligencia rápidamente, por lo que a las 11 AM ya estaban desocupadas. -Alex ¿Conoces esta ciudad?- Preguntó Erin. -No mucho- -Bueno, vamos a aprovechar el tiempo entonces- Erin enfiló hacia el centro de aquella urbe linda y moderna. Alejandra miraba a su alrededor, los edificios, las tiendas, los centros comerciales, todas aquellas edificaciones que hacían de Portland una ciudad con perspectivas futurísticas. "Es muy linda, de verdad" pensaba la mexicana. Finalmente se hicieron las 12 del mediodía y Erin sugirió almorzar. -Detengámonos aquí. Este restaurante es bueno, la comida es exquisita, el ambiente es agradable y todo a precios solidarios- -Bueno, pues muy bien- Alejandra se dio cuenta que el lugar era exclusivo. Apenas el auto se detuvo enfrente el parqueador del local se ofreció. Se dirigieron al interior del local en donde la recepcionista las atendió y las ubicó en una mesa. Pidieron el menú y al final, optaron por el plato del día. Mientras almorzaban, las dos entablaron conversación acerca del concepto de franquicia, de cómo iba a funcionar el negocio si finalmente se optaba por esa figura mercantil. Después hablaron de otros temas, saliendo un poco del ámbito del trabajo, siendo Erin quien tenía curiosidad por conocer más acerca de la mexicana. Arthur se la presentó poco antes de su boda y no volvieron a verse, hasta que decidió hacer de Erin la persona que llevara las cuentas del negocio; ambas llevaban apenas un mes trabajando juntas y no habían tenido tiempo de confraternizar un poco y conocerse más. -Así fue como llegaste a trabajar en el negocio de Arthur...- -Sí, señora Erin, fue una suerte. Es que Ginnette y yo no conseguíamos nada. Astoria no es muy grande y nada más pensar que debíamos venir a Portland... usted sabe- -Sí; debe ser agotador- -Hacer este viaje todos los días- -Cambiemos de tema. Así que practicas deportes ¿Verdad? Arthur me dijo que eras experta en artes marciales, al igual que tu amiga Ginnette- -Sí. Practico karate desde que tenía 16 años- -¿Qué edad tienes ahora?- -23- -Empezaste recientemente- -Sí... fue por iniciativa de mi novio... bueno, de quien fue mi novio... el único que he tenido hasta ahora- -¿En serio? ¿Sólo has tenido un novio?- -Ajá...- -¿Y qué pasó? ¿Cómo se separaron?- Erin hizo una pregunta que tocó la fibra más sensible de los recuerdos de Alejandra. Esta, luego de una pequeña pausa mientras degustaba la comida, respondió un poco circunspecta, con la seriedad del caso. -Se resistió a un asalto y lo asesinaron...- -¡Oh! ¡Lo siento Alex! ¡Disculpa por hacerte esa pregunta!- Erin de verdad se sintió apenada, intentó cambiar el tema pero Alejandra siguió hablando de él. -No se preocupe, ya superé eso. Más bien, le agradezco a él desde lo más hondo de mi corazón que me haya enganchado a las artes marciales. Siempre lo tengo presente- -En verdad. Me contaron que eres buena peleadora- -Eso dicen- Alejandra contestó con un sincero aire de humildad que conmovió a su interlocutora. -¡Ay, Alex! Arthur me contó que tuviste varias peleas, que han intentado asaltarte varias veces y has salido vencedora. Lástima que la última vez...- -Sí...- Alejandra la interrumpió, para después seguir ella misma- Eran tres tipos que sabían pelear. Las anteriores ocasiones fueron peleas callejeras, pero esta vez me topé con tres "colegas" míos- -¿Colegas tuyos? ¿Karatecas también?- -Sí... Eran expertos en artes marciales igual o mejores que yo... Así lo demostró el que me mandó al hospital- -¡Dios! ¿Y nunca los atraparon? ¿Los denunciaste a la policía?- -Sí, después de recuperarme y salir del hospital...- -¡Ay, cielo, lo lamento!- Para Erin fue inevitable abordar el tema del último asalto del que fue víctima nuestra amiga. Sin embargo, Alejandra le habló acerca de esa última pelea. Ya no tenía el mismo sentimiento de angustia, prueba de haber superado el trauma causado por esa última derrota. Le habló de lo que fue. -Ellos me confundieron con otra persona, pues decían que golpee a una amiga suya- -¿Sí?- -Pero tengo la sospecha que fue por otra cosa, en verdad- Alejandra hizo una pausa. -¿Qué quieres decir?- Erin estaba curiosa. -Ellos no me vinieron, me los mandaron- Erin quedó pensativa. Supuso que se trataba de una venganza y así se lo hizo saber. -¿Quieres decir que se trata de una venganza?- -Más o menos... no quiero pensar en eso todavía...- Alejandra contestó y esta vez trataba de poner punto final al asunto. -Bueno, esta bien...- Cambiaron a otros temas y siguieron con el almuerzo. Allí Alejandra se soltó a conversar y le regresó el buen humor que la caracterizaba. Terminaron de comer pero siguieron conversando como por una hora más, hasta que Erin vio el reloj. -¡Oh! Son casi las dos- -Bueno, paguemos la cuenta- -Yo pago, recuerda que fui yo quien invitó- -Bueno, señora Erin, está bien- La esposa de Arthur pagó la cuenta e inmediatamente se retiraron del restaurante. Afuera el parqueador les llevó el vehículo, pero esta vez fue Alejandra quien se apresuró a darle la propina. Quisieron regresar de inmediato, pero Erin sintió ganas de visitar el centro comercial y le propuso a Alejandra. -¿Qué tal si visitamos el mall que estaba cerca de la oficina?- -Me pareció muy bonito... y grande... ¡vamos!- Alejandra le respondió guiñándole un ojo. Y para allá se fueron. Llegaron al estacionamiento, ubicado en los sótanos de la edificación, aparcaron el auto e inmediatamente subieron a recorrer los pasillos del centro comercial. Caminaron y caminaron, viendo las vidrieras de las tiendas. Pero al fin y al cabo eran mujeres y los negocios que más visitaron fueron los de ropas, calzado y cosméticos. Ninguna de las dos quería marcharse a casa con las manos vacías y aprovecharon de hacer algunas compras, sobretodo Alejandra, que hacía tiempo no salía. Disfrutaron de lo lindo su estancia, lo recorrieron en gran parte, pues Erin volvió a mirar su reloj y esta vez sugirió el regreso a casa. -¡Ay, Alex! ¡Son las cuatro de la tarde!- -Bueno, ni modo, vámonos- Quedaron en ir otro día visitar lo que le quedaba del mall. El lugar les gustó. Hasta que fueron al estacionamiento. No recordaban exactamente donde dejaron el auto, por lo que recorrieron el lugar por unos minutos, hasta finalmente ubicarlo. El estacionamiento estaba repleto de vehículos, pero llamaba la atención la poca gente que había en él, de hecho, eran las únicas personas en todo el piso del mismo... hasta que se les acercó una pareja, un hombre y una mujer. El hombre, un tipo de estatura media, raza blanca, cabello castaño y penetrantes ojos azules, les dirigió la palabra preguntando por una dirección. -Oigan señoras, por favor ¿Pueden decirme dónde queda esta tienda, en cuál nivel?- -¿Cuál tienda?- Repreguntó Erin. -Esta- El hombre le extendió una tarjeta con su mano. Alejandra reaccionó rápidamente e impidió que Erin tomara la tarjeta. Su instinto le decía que algo andaba mal. -¡Erin!- La llamó y con un ademán le dijo que no tomara la tarjeta. La esposa de Arthur entendió y lo que hizo fue preguntar el nombre de la tienda, aunque ya estaba en alerta debido a la reacción de Alejandra. -¿Cómo se llama el negocio? Bueno, en realidad no conocemos mucho este lugar, es la primera vez que venimos a este sitio...- -¿Primera vez? Bueno...- el hombre miró a su acompañante, quien rápidamente se puso en el lado derecho del auto, en donde estaba Alejandra. Luego miró a todos y lados y acto seguido se guardó la tarjeta en el bolsillo para después meter la mano en otro y sacar a relucir una pistola. A Erin se le pusieron los pelos de punta. Alejandra también vio lo que sucedía y también se quedó turbada, al tiempo que la acompañante del antisocial la miraba con sorna cómo diciéndole que se quedara tranquila, que no hiciera nada. Esta era una chica de raza negra, de facciones duras y malos modos, poseedora de una presencia si se quiere algo respetable: 1.75 de estatura y de complexión gruesa. Vestía una chaqueta, franela manga larga, pantalones jeans y calzaba zapatos de goma. -Señora, deme las llaves del auto- Conminó el antisocial. -¡Pe... Pe... pero!- Erin se mostraba nerviosa. -¡Las llaves!- También el hombre se puso nervioso. -¡Ay!- Erin era una persona muy asustadiza y pronto los nervios hicieron presa en ella. -¡Erin! ¡Cálmate, por favor! ¡Haz lo que él dice!- Rogaba Alejandra al ver cómo ella perdía su serenidad. Entonces Erin sintió mareos, se llevó una mano a su frente, cerraba los ojos y hacía ademanes de desplomarse, ante la ansiedad y desesperación del ladrón. Alejandra, olvidándose que tenía a la otra antisocial enfrente, fue a dónde estaba Erin para tratar auxiliarla, pese a que el ladrón le apuntó con el arma al verla acercarse. Alejandra lo miró a él y a la pistola, mientras Erin se recostaba de la puerta del automóvil. -¿No la ve? ¡Se va a desmayar!- Dijo la mexicana al cabo de unos segundos. -¡Vamos! ¡Entrega las llaves!- El ladrón se puso más nervioso todavía y se acercó a Erin para tomarlas él mismo. La situación se tornó cada vez más y más tensa. Y a la vez, su acompañante se acercó a Alejandra y la tomó de un brazo. Nuestra amiga, que ya había dominado sus nervios y pensaba con serenidad, sintió cólera al sentir cómo la tomaba la antisocial, que también demostró ser firme. -¡Quieta, nena! ¡O vas a ver!- A diferencia del ladrón, la mujer mostraba sangre fría al decirle estas palabras. -¡Diablos! ¡Esta maldita!- Masculló el ladrón quien a continuación procedió a registrar a Erin. Pero cuando empezaba a registrarle los bolsillos de la elegante camisa de Erin, ésta trato de impedirlo, comenzando un pequeño forcejeo. Le tomó las manos al caco, aunque sin fuerzas dado que se sentía mareada. A Alejandra se le heló la sangre ya que el hombre todavía blandía la pistola. Pensó en dos cosas, pese al momento: O le pegaba un tiro o la golpeaba con la cacha de la pistola. Pero el hombre hizo otra cosa, le soltó una bofetada enviándola dentro del auto. Por lo que Alejandra sintió que podía actuar, ya que al ver la pistola y la acción del ladrón en el forcejeo, creyó que el arma no era tal. Algo dentro de ella se lo decía. "Si está tan nervioso ¿Por qué no termina de disparar?" Se preguntaba; así que decidió actuar. -¡Oye, mal nacido! ¡No la golpees! ¡Llévate lo que quieras! ¡Llévate el auto! ¡Pero no la golpees!- Clamaba Alejandra. -¿Qué te pasa, perra?- El ladrón se le acercó y también le propinó una cachetada de revés. Le volteó el rostro a Alejandra, quien no se aguantó más. Entonces, de manera muy rápida, le contestó propinándole una fuerte patada al estómago del caco, quien se quedó sin aire. A continuación, Alejandra procedió a zafarse de la acompañante del ladrón, comenzando a forcejear, puesto que también se le había ido encima. Le había tomado de ambos brazos al momento en que ella era agredida por el tipo. La mexicana se dio cuenta que la chica, pese a lo joven que lucía y además de alta, también era muy fuerte. Ahora le aplicaba un abrazo y comenzó a apretar. Alejandra se movía con todas sus fuerzas para liberarse, pero encontró en un fuerte pisotón suyo la llave para deshacerse de aquel abrazo. La chica sintió mucho dolor, pero no aflojó, por lo que Alejandra le dio dos pisotones más aderezados con un golpe a su nariz empleando su cabeza. Fue entonces cuando se liberó. La mujer había retrocedido unos pasos, con una mano en su nariz. En una acción rápida, Alejandra le dio una patada al rostro del ladrón, noqueándolo, al tiempo que lo desarmaba y se sorprendía: la pistola era de juguete. "Pos ¡Este desgraciado nos quería robar con una de juguete!" Pensó en español. Erin, quien estaba en el asiento delantero del vehículo producto de la bofetada recibida, vio como el hombre era enviado al suelo luego de ser pateado por su amiga, por lo que se había incorporado para ver mejor. Alejandra la auxilió. -¡Erin! ¿Estas bien?- Preguntó Alejandra. Su amiga le decía que sí mediante gestos, pues no podía hablar. Pero luego su expresión cambió, trataba de decirle "cuidado" con la mirada cuando vio que la antisocial le llegó a Alejandra por sus espaldas. Ya era tarde pues, la tomó de un hombro, la volteó y a continuación le dio un puñetazo que la envió hacia la puerta trasera del auto. -¿Con que sabes pelear? ¡Maldita! ¡Vas a ver!- La voz de la chica ahora era grave. Y por la forma de expresarse parecía recién salida de la cárcel. Tomó a Alejandra por los brazos y la envió al suelo, después se despojó de la chaqueta y quiso irle encima pero la mexicana pudo reaccionar rápido como para ponerse de pié y alejarse de su contrincante. El golpe la aturdió. -¿Sabes pelear? ¡Vamos!- La antisocial la retaba al tiempo que se le iba encima. Pero nuestra protagonista armó su defensa y la esperó esquivando los dos primeros golpes con agilidad, dejando desconcertada a la antisocial, quien arremetió nuevamente con par de nuevos manotazos que sí pasaron cerca del rostro de la mexicana. Tuvo que echarse hacia atrás. Su rival lanzó un derechazo, un gancho, para más señas, además le había puesto el pié a Alejandra con la intención de que ésta tropezara y cayera, pero se llevó una sorpresa. Alejandra le atajó su brazo, pero como tropezó, se fue de bruces. Ya lo había previsto. Su contrincante quiso forcejear con ella y usó su otro brazo con la intención de caerle encima, por lo que nuestra amiga debió sujetarle ambos y al tiempo que se iba hacia atrás le hundió un pié en el estómago. Resultado: la antisocial voló por los aires, en donde dio una vuelta de cabeza y cayó pesadamente sobre sus espaldas. Todo esto ante la mirada atónita de Erin, muda por estar todavía en shock. Alejandra se levantó rápidamente y vio como la negra se retorcía de dolor en el piso. Miró a todos lados para pedir ayuda, habían unas personas que estaban viendo de lejos la escena, sin embargo no se acercaban. Volvió los ojos hacia su contrincante y esta vez se alertó porque la negra se había levantando del suelo "¡Pero si estaba toda dolida allí!" Pensó nuestra amiga, confiada en que esa caída le hubiera lesionado la espalda a su rival, pero no fue así. La negra se le volvió a ir encima. Estaba hecha una furia, por lo que Alejandra se preparó para un aluvión de golpes, pero la antisocial la sorprendió. Y de qué manera. Como si fuera una pantera, la ladrona se le lanzó encima a nuestra amiga con una agilidad increíble. Un salto en plancha hacia delante digno de una peleadora profesional de lucha libre que asombró a Alejandra y a Erin. Con ambas manos le tomó de la pechera y la derribó, cayendo ella encima de la mexicana. Erin quiso gritar, pero se sentía mal. Las dos comenzaron a forcejear en el suelo, con la ventaja para negra, dada su corpulencia y peso. -¡Vas... aahh... a ver! ¡Uhnff!.. ¡Maldita!- Decía la antisocial mientras trataba de dominar a Alejandra. Colaba uno que otro puñetazo. -¡Unnhhgg!... ¡Chin...!- Alejandra soltó una imprecación en español mientras hacía esfuerzos por liberarse al tiempo que trataba de bloquear los golpes. La antisocial trataba de dominarla tomándole los brazos, al tiempo que intentaba abrirle las piernas a nuestra amiga con las suyas. Alejandra sentía como el peso de aquella negra la aplastaba y trataba de salir de esa situación embarazosa como podía. El problema era que la tenía sujetada de ambas muñecas y no podía abrir mucho sus piernas, pues ya supo de las intenciones de su rival: la había llevado al terreno de las peleas de gatas. Sintió la fuerza de aquella negra. Sintió cómo le apretaba las muñecas como si fueran verdaderos cepos de acero, solo que eran de carne y hueso. Ambas gritaban para darse fuerza y dominar a su rival, pero al cabo de unos instantes la negra se sorprendió por la resistencia que le oponía la mexicana. Pese a su apariencia, Alejandra también le demostró que era no solamente ágil, también era vigorosa y recia. La antisocial se esforzba mucho para tratar de aplicarle a su rival el peligroso compás de piernas, pero la mexicana, que ya sabía de este tipo de peleas, no se dejaba dominar, por lo que el duelo de extremidades inferiores era titánico. La elegante ropa de Alejandra quedaba en lamentable estado, lo mismo que la de su rival, debido a que peleaban en el pavimento del estacionamiento. Erin estaba en su auto tratando de tomar aire y cuando sintió recuperarse trató de ir al maletero del vehículo a sacar una llave de cruz que siempre lleva consigo. La iba a utilizar para golpear la cabeza de la antisocial, que no se le quitaba de encima a Alejandra pese a que nuestra protagonista luchaba valientemente para no dejarse dominar. También miró hacia donde estaba el tipo, desmayado por el golpe propinado por su amiga. Aún seguía allí, inconsciente. -¡Rayos! ¡Perra! ¡Eres fuerte! ¡Eres fuerte de piernas!- Le dijo la negra. Esta no se había percatado que el aspecto frágil de Alejandra era engañoso, pues su vestimenta, ya no tan elegante ahora, no delataba físico atlético que nuestra heroína se había forjado en el gimnasio. Entonces, viendo que no podía aplicarle el compás a sus piernas, decidió sentársele encima, por lo que empezó a moverse poco a poco, en la medida que la resistencia de la mexicana se lo permitía. Alejandra comenzó a desesperarse y empezó a luchar con todas sus fuerzas, pero la antisocial era muy pesada, tal vez unos 70 kilogramos o más la tenían contra el piso. Cuando la antisocial casi había logrado sentarse sobre ella, comenzó a propinarle los primeros golpes de lleno en el rostro a nuestra amiga. Llegó a conectarle tres golpes netos, antes que Erin le llegara por detrás y le propinara un golpe con la llave de cruz en la cabeza. La ladrona gritó de dolor y se fue hacia delante, pero el tercer puñetazo lo dio tal fuerza que atolondró un poco a Alejandra, que solo atinaba a tratar de absorber dicho golpe. Erin volvió a darle otro golpe, pero la negra soltó a Alejandra y con la misma agilidad de aquel prodigioso salto de plancha con que había conseguido derribar a la mexicana, rápidamente se puso de pié y arremetió contra Erin. Ésta le volvió a dar otro golpe, pero la antisocial le tomó la mano que la sostenía y se la arrebató. Acto seguido, le propinó un recto de derecha que de inmediato la envió al suelo, al tiempo que escuchaba un grito que resonó en el estacionamiento. -¡Maldita! ¡Déjala!- Alejandra gritó en español desde el suelo mientras trataba de asimilar el pequeño castigo al que la sometió la antisocial. Ésta volvió su mirada hacia atrás justo en el momento en que Alejandra se ponía de pié mediante un acrobático salto hacia delante, como los gimnastas. Luego nuestra amiga hizo una figura, mientras su rival la miraba de arriba abajo. Sin mediar palabra, sin perder ni un instante, la antisocial volvió a arremeter violentamente contra la mexicana, de la misma manera como la había derribado, pero Alejandra también avanzó un poco hacia delante con la idea de conectarle una patada frontal en la cara, pero solo alcanzó a darle en su pecho y aún así, logró el objetivo: frenar la embestida de aquella negra salvaje. Al tiempo que Alejandra le conectaba un recto de derecha a su cabeza, logrando así detenerla. La antisocial dio unos pasos hacia atrás, aturdida, producto del potente puñetazo recibido. Alzó un poco la vista solo para sentir como el empeine del pié derecho de su rival le partía la boca. Alejandra le propinaba una patada voladora, al tiempo que gritaba para imprimir más fuerza a la misma. Ese grito fue atronador. Tanto que llamó definitivamente la atención de todos los que se encontraban en ese nivel del estacionamiento. Los que al principio se percataron de la pelea habían llamado a los vigilantes y estos tardaba un poco en acudir al sitio, pues dentro del mall se había suscitado una emergencia en una tienda. Sin embargo, el inesperado combate proseguía y las personas comenzaban a acercarse. Unos vieron a Erin tirada en el suelo y procedieron a ayudarla. Sin embargo, no vieron al hombre que también robaba a nuestras amigas. Este se había recuperado y dado a la fuga, dejando a la negra batirse con la mexicana. Es que definitivamente entre los hampones no existe lealtad verdadera... La antisocial dio otros pasos atrás, mirando hacia arriba y fue a dar contra otro vehículo estacionado, accionando la alarma. El sonido de la misma era ensordecedor. Lucía indefensa con la mano a la boca y los ojos cerrados producto del dolor. Fue cuando Alejandra aprovechó para molerla a golpes, pues estaba posesa de una furia increíble, proporcionando a los presentes una demostración de cómo acabar a una persona sólo con puños y pies. Se acercó y primeramente dio una patada frontal al brazo de la negra para quitarle la mano de la boca. Después dio un par de pasos hacia atrás para arremeter inmediatamente con una combinación de golpes, rectos para ser exactos, al rostro de la antisocial, ya ensangrentado. Izquierda; derecha; otra izquierda; otra derecha. Seguidamente le dio una patada giratoria con su pierna izquierda también al rostro, moviendo a la antisocial hacia su derecha. La acomodó dándole un azote de revés con su mano derecha a su dolorida boca, haciéndole saltar un diente. Le propinó un codazo con su brazo izquierdo, esta vez a la nariz. Repitió la operación, pero esta vez, alzó el puño y con los nudillos terminó por romperle las fosas nasales, para rematar con un golpe seco de derecha a la boca. Otro diente se partía. Le tomó por la pechera y le propinó un cabezazo, se alejó un poco y le dio ahora dos patadas giratorias que la hicieron moverse hacia su izquierda, cayendo al suelo completamente groggy: Alejandra había acabado con una mujer más alta, más corpulenta y hasta más fuerte que ella. Temiendo que la fuera a rematar, dos hombres se le fueron encima y la tranquilizaron, al tiempo que llegaban tres vigilantes. Para ese momento se había aglomerado gran cantidad de personas alrededor, algunas de las cuales vitoreaban y felicitaban a Alejandra por esa exhibición de defensa personal. Erin se recuperó mientras estaba sentada sobre el capot de un vehiculo aledaño al suyo, en tanto los vigilantes llamaban a la policía al tiempo que varias personas lograban calmar a Alejandra, quien de manera firme, pero comedida, les pidió a los hombres que la soltaran, que se sentía bien, que no iba a matar a la antisocial. Una mujer, asombrada por lo que había visto, se le acercó y le preguntó: -¡Wow, niña! ¡Peleas fenomenal! ¿Qué practicas?- -Karate Do, señora- -¿Karate Do? ¿Qué cinta eres?- Le preguntaba uno de los que la habían separado. -Soy cinta negra... ¡Erin!- Inmediatamente se acordó de Erin. Y fue a donde estaba ella, ya se había recuperado. Los policías les preguntaban sobre lo sucedido mientras se llevaban a la antisocial, completamente desmayada y con el rostro ensangrentado. Como pudo, Erin llamó a su esposo, Arthur, desde su celular, avisándole de lo que le había ocurrido a ella y a Alejandra. -¡Voy para allá rápido!- Fue lo último que el señor Windischmann le dijo antes de colgar. Alejandra declaraba en el sitio. Inmediatamente llevó a los policías al rincón en donde había quedado noqueado el hombre. -¡Pero!... ¡Él estaba allí! ¡Lo dejé allí tirado! ¡El mal nacido huyó!- Se lamentó. -Ya estaremos buscándolo, señorita ¿Puede recordar como era?- El agente policial tomaba nota de la descripción que Alejandra hacía del caco, que ahora estaba huyendo. Conforme se aclaraba el asunto, se llevaron detenida a Mary Kate Harbor, una inmigrante jamaiquina que estaba solicitada por la policía de la ciudad de Mobil, estado de Alabama, por haberse fugado de la cárcel de mujeres del condado, en donde purgaba condena por estafa, hurto y lesiones; no habían podido identificar al acompañante. Alejandra y Erin fueron a la estación a rendir declaraciones y luego se trasladaron a una clínica afiliada al seguro que había comprado Arthur. Allí lo esperarían. La ropa de Alejandra terminó muy sucia, sobretodo su camisa, en cambio los pantalones casi se rompen. Los tacones estaban abollados, debido a que los empleó para propinar las patadas, en fin la facha de Alejandra era lamentable, pero no importaba. Mientras iban a la clínica, Erin hablaba con nuestra protagonista, alabando su valentía. -¡Alex! ¡Eres valiente! ¡Sí que sabes pelear!- -Bueno...- Fue lo único que atinó a decir Alejandra a las palabras de su jefa. -En verdad eres excelente peleadora ¡Te felicito!- -Gracias pero... Si tú no hubieras agarrado la llave de cruz y le golpeas... tal vez no estaríamos aquí hablando...- Recordó Alejandra un momento muy valioso por el que le agradeció. Le abrazó. -De verdad, sentí pánico al verte así- -Esa tipa me sorprendió. Parece que no solo sabe pelear como gata- -¿Como gata? No te entiendo- Alejandra le contó lo que era ese estilo callejero de pelea que tienen las mujeres, la llamada Pelea de Gatas. Le explicó que era el equivalente femenino de las "Peleas a Caballero" de los hombres. -La verdad es que ese estilo de femenino no tiene nada- remató Erin al tiempo que Alejandra sonreía por esa apreciación. Era la primera pelea callejera para Alejandra desde aquella derrota sufrida ante Gordon, Martin y Dylan, casi un año después. Y había vencido... y con autoridad. Recordó entonces las palabras de Abelardo semanas atrás. -"Serás como el ave fénix" ¡Guau!- Se dijo así misma. Pero, en el estacionamiento, mientras se retiraban todos los involucrados en el hecho, alguien hablaba por celular dentro de su auto. El personaje estaba casi excitado... más bien asustado, por lo que vio: -¡Pero!... ¡Te juro que era ella!- -¿Seguro?- -¡Sí, maldición! ¡Era ella! ¡La hispana de aquella noche! ¡Noqueó a una negra mucho más grande! ¡Resucitó!- -Bueno... Regresa rápido. Tienes que decirme cómo peleó. Es increíble esa historia tuya. Ven que se hace tarde- -Ok ¡Ya verás cuando te cuente! ¡Pelea como los dioses!- Inmediatamente después de cortar la llamada, arrancó el auto. Iba bastante apurado. El personaje que manejaba iba a retirarse del lugar cuando vio que Alejandra y Erin llegaron para abordar su vehículo y también retirarse. Lo habían estacionado justo al frente del suyo. Había reconocido a Alejandra, por lo que no se retiró, aprovechando de verla. Después presenció el intento de robo y luego el combate. Vio como Alejandra se deshizo del hombre y aniquiló a aquella mujer, de más envergadura física que la suya propia. Nunca salió del auto, pues no quería que la mexicana lo viera y reconociera. Porque el personaje en cuestión era nada menos que Dylan, el amigo de Gordon, uno de los que acabaron con Alejandra aquella noche. Y estaba hablando precisamente con Gordon, su amigo. -¡Por Dios! ¡Esta chica ha mejorado una enormidad! ¡Pelea un mundo!- Se decía Dylan mientras enfilaba a la sede secreta de la Hermandad a toda velocidad. Entre tanto, Gordon estaba sentado en su oficina, pensativo. -¿Así que estuvo aquí esa chica?- Se preguntaba una y otra vez. Continuará. ¿Comentarios? Escriban a vene_wanderer73@hotmail.com