Simplemente... Alex. Por El Bohemio de Caracas. La promoción. Son las 5 y 44 minutos de la madrugada. Todo el vecindario está callado, a no ser por el gallo del taller mecánico cercano y por los perros realengos que no dejan de ladrar. Alejandra duerme plácidamente. El reloj inexorablemente marca las 5 y 45 AM. Suena el despertador del radio con una melodía. En esta ocasión es un tema en inglés. Una balada suave hace que nuestra amiga se despierte poco a poco. -Uuuhhmmm...- Alejandra se mueve en la cama mientras estira su cuerpo. Bosteza un par de veces escuchando la canción. La oye completa. En la medida que la oye se va despertando mas y más, hasta que el tema musical termina. Es entonces cuando decide levantarse. Apaga el radio y seguidamente se echa al piso. Comienza a hacer flexiones de pecho. -Uno... dos... tres... cuatro... cinco... seis... siete... ocho... nueve... diez...- Las primeras diez flexiones las hace con suma rapidez. -... Once... doce... trece... catorce... quince... dieciseis... diesisiete... die... ciocho... die... cinueve... vein... te- Comienza a sentir el esfuerzo. -... Veinti... uno... veinti... dos... veinti... tres... veinti... cuatro... veinti... cinco... veinti... ¡seis!... veinti... ¡siete!... veinti... ¡ocho!... veinti... ¡nueve... ¡trein... ta!- Le costó hacer las últimas cinco repeticiones debido a que era la primera vez que llegaba a treinta. Descansó unos segundos y volvió a repetir los ejercicios. Hizo otras treinta para descansar y volver a repetir. En total hizo noventa flexiones. Sus brazos los sentía tensos, mientras el pecho lo tenía duro. Siguió con otros ejercicios de estiramiento hasta finalizar con abdominales: hizo 200 repeticiones seguidas. En total estuvo 10 minutos haciendo ejercicios. Al final hizo algunos ejercicios de respiración mientras se paraba en medio de la habitación, firme, piernas juntas. Cerró los ojos en actitud de concentración. Luego de unos instantes empezó a hacer katás. Hacía tiempo que adoptó la costumbre de levantarse temprano para ejecutar figuras de karate. -¡jey!... ¡uss!... ¡jey!... ¡uss!- Hacía toda clase de movimientos. Siempre en voz baja, para no despertar a Ginnette, aunque la concentración era igual de intensa. Cuando el reloj del radio despertador marcó las seis en punto, dio por concluida la sesión de figura. Se desvistió, tomó una toalla y fue a ducharse. Se sentía rozagante, liviana, como si hubiera descargado tensiones. Se bañó por 15 minutos y salió. Se dirigió a la habitación justo para ver cómo los rayos del sol entraban por la ventana y la calentaban. Ya casi eran las 6 y 20 AM y ya había actividad en el vecindario, pero su amiga no se despertaba. -Pos ¡Si es verdad que hoy no tiene clases temprano!- Se recordó nuestra amiga. Iba a su habitación a despertarla pero se detuvo. Alejandra seguía levantándose temprano, cómo lo venía haciendo desde hace dos años y medio, cuando llegó a Astoria. Sin embargo, en los últimos tiempos se sentía rara, ya que no iba a ir a la universidad. De hecho, habían pasado seis meses desde que la dieron de alta del hospital. Seis meses después de la derrota sufrida a manos de tres tipos. Pero nuestra amiga ya se había recuperado de todas lesiones y heridas físicas. Las únicas heridas que le costó trabajo cerrar fueron las psicológicas, pues estuvo cuatro meses yendo a terapia con la especialista en el departamento de asuntos estudiantiles de la universidad. No fue fácil, pero poco a poco pudo salir de ese túnel en el que su psique se había metido. Luego de secarse y vestirse, fue a la cocina a preparar el desayuno. Puso el radio de la cocina para distraerse un poco escuchando las noticias mientras hacía la comida. Ya no tuvo más pesadillas que recordaban tan lamentable hecho. Es más, ni siquiera pensaba en ello. Durante mucho tiempo se olvidó de la existencia de ciertos personajes que en su día la molestaron, como Rosemary, Tom, Mildred. Había desechado lo negativo para recuperarse, incluso dejó de preguntarle al oficial Buchanan sobre el proceso de investigación de que se seguía al asalto del que fue víctima. Lo hizo tres veces, en dos conversaciones telefónicas y en una cita que tuvieron. Buchanan estaba pendiente del caso que manejaba el departamento detectivesco de la policía de Astoria y se notaba muy preocupado pues, los sospechosos de la agresión prácticamente desaparecieron, no pudieron ubicarlos. Además, en esa cita, que fue cuando tuvieron tiempo suficiente para hablar, le manifestó que en Portland sucedían hechos similares de agresiones y que hasta ahora no han podido ser esclarecidos por la policía de esa ciudad. También le contó acerca del caso de un empresario textilero que había sido acusado de fraude. Las pruebas en su contra eran contundentes y de hecho fue encarcelado, pero un segundo juez que tomó el caso al inhibirse el primero, ordenó que lo liberasen ante las protestas y apelaciones de los fiscales, siendo todo un escándalo que en sus primeros momentos fue cubierto por la prensa, pero del que después no se supo más nada, pues también de manera inexplicable los periódicos y noticieros locales de radio y televisión dejaron de reseñar esa noticia. Lo último que Buchanan alcanzó a saber de ese hecho fue que el empresario voló a las Bahamas apenas salió de la cárcel. Por lo tanto, Alejandra dejó de recordar la pelea y todo lo que tuviera que ver con esa lamentable situación y más bien se dedicó a reconstruir su vida. Pero de todos modos tenía la sensación de que Mildred, Tom y Rosemary tenían algo que ver, pero no los acusó, ni siquiera se los nombró a Buchanan y a los detectives cuando estos recolectaban información sobre el caso. Por lo pronto, seguía trabajando en el local de comida rápida del Señor Windischmann, quien cumplió con su promesa de reengancharla apenas se recuperara. El primer día después de varias semanas de ausencia en él le sirvió a nuestra amiga para comprobar que contaba con la estima, no solo del dueño del local, sino también de Stanley y de sus otros compañeros de trabajo. Fue agradable el regreso. Pero lo más importante, no iba a quedarse desamparada económicamente, pese a que su padre Andrés le enviaba cierta cantidad de dinero. Su familia se enteró por fin de su existencia gracias a una llamada que tuvo que hacer. La hizo porque el maestro Reina la exhortó a hacerla "Yo no voy a decir que tú estás bien" le dijo en respuesta al pedido de nuestra amiga a que notificara a su familia que ella se encontraba bien. Mas bien liberó a su maestro y a sus compañeros de dojo del compromiso de tener que rendir cuentas a la familia. El maestro Reina, Apolinar, Rodrigo y Erubey participaron en un intercambio entre su dojo y una selección de karate de la ciudad de Salem. Luego de ver a Alejandra la primera vez, se devolvieron a México para regresar un mes más tarde y hacer efectiva su presencia en dicho intercambio; habían traído a varios peleadores del dojo y algunos otros de la ciudad de Guadalajara. El maestro Reina dio unas conferencias acerca de su modo de preparar atletas, mientras que sus senpai ayudaban a organizar torneos y clases especiales. El evento duró un mes, al cabo del cual el maestro Reina, Rodrigo y Erubey se regresaron, mientras que Apolinar se quedó, para realizar un curso en la asociación de karate del estado... y para algo más. Mientras organizaban el evento, Apolinar fue asignado a un gimnasio en el cual podría dar clases por un periodo indeterminado. Al principio iba a quedarse un par de meses pero sus conocimientos en la materia y su disposición para aprender lo obligaron a quedarse más tiempo. Luego de algunas semanas en Salem fue enviado a distintas ciudades y localidades del estado, hasta que fue a dar a Astoria. Allí ayudaría a recuperar a nuestra protagonista, quien se apuntó en el gimnasio en donde su amigo trabajaba. Lo hizo sola, pues Ginnette, para satisfacción de su amiga mexicana, seguía yendo a las clases de la universidad por su propia cuenta. Ya era cinta naranja. "Te voy a alcanzar, Alex" Le dijo en tono en broma una vez. Nuestra amiga solo atinó a sonreír. Estuvo viendo clases con Apolinar durante los últimos dos meses, cuando ya sus condiciones físicas le permitían hacer ejercicios y resistir las clases. Fueron ocho duras semanas de preparación para retomar y refrescar conocimientos. Apolinar la obligó a empezar desde cinta blanca, prácticamente, pero es que el nivel de Alejandra, pese al tiempo inactiva sin siquiera hacer un mínimo de ejercicios, era notable. "Definitivamente, Alejandra tiene pasta de campeona" pensó el senpai del maestro Reina y hasta le propuso participar en un torneo. La respuesta fue esta: -No- Sin embargo, Apolinar insistía. -¡Pero Alejandra ¿Cómo demostrarás tus conocimientos, tus progresos?- -Tranquilo, Apolo... ya llegará el momento, no te preocupes...- Fue la respuesta de Alejandra a quien ya la cinta café le estaba quedando pequeña. No quiso discutir con su amigo que en ese momento era su sensei. Apolinar recordó las palabras del maestro que si ella no quería competir que no la obligara. Pero Apolinar se preguntaba cómo iba ella a conservar sus conocimientos. Temía que buscara venganza o simplemente asumiera un comportamiento pendenciero. Y así se lo hizo saber en una seria conversación. -No te preocupes, Apolo, ya llegará la ocasión de probarme- -Alejandra, estás pensando en vengarte y eso no es correcto...- -No, Apolo. Te equivocas. Solo me defenderé. Sé que algún día me encontraré con el patán que me hizo esto... y será necesario que me defienda- La respuesta de nuestra amiga resultó un tanto enigmática. Le habló por teléfono al maestro Reina sobre sus progresos y su comportamiento. Este le dijo: -Déjala... Ella sabrá lo que hace. Mientras estés allá en Astoria, no te separes, sigue sus movimientos, su evolución- -Recuerde que pronto me iré a México, maestro- -Antes de irte, trata de que pueda ser promovida- -Muy bien- De hecho, la promoción de cintas era esta noche, en un evento en el que además había un pequeño torneo y una competencia de figuras. Alejandra no encontraba qué hacer en la mañana antes de irse a trabajar a las 10 AM. Ya Ginnette se levantó. -Buenos días, Alex...- -Buenos días, Ginnette ¿Qué tal?- -Bueno... tuve un sueño pesado, no tengo mucho ánimo hoy, suerte que tengo la mañana libre- -Je, je, je...- -Bien...- -Bueno...- -Oye Alex ¿Y tú? Te ves mejor hoy... Tienes un semblante que no veía en mucho tiempo...- Ginnette notó que su amiga tenía buena imagen. -La verdad... hoy me siento mejor... pero aún así...- Alejandra trataba de decirle que sentía ansiedad. -Desde que te inscribiste en las clases de tu amigo Apolinar has experimentado mejoría, Alex... Reforzaste las sesiones con la profesora...- -Así es... Bueno... Ginnette ¿Qué tienes que hacer de aquí a un rato?- -Pues... nada... ¿Por qué?- -Necesito hacer una práctica, hoy es la promoción... Y tú me ayudarás- -¿Ayudarte? ¿A qué?- -¿A qué crees tú? Además ¿No y que me ibas a alcanzar?- Le guiñó un ojo y al cabo de unos instantes, Ginnette entendió. -¡Oh, sí! ¡Si es verdad!- Desayunaron y al cabo de una hora las dos estaban en la sala del apartamento entrenando juntas. Primero con unos katás, luego comenzaron a practicar algunas llaves y golpes, para después finalizar con un pequeño combate. En el que por supuesto, Alejandra salió victoriosa. -¡No es justo, Alex! ¡Tu vas a ser cinta negra y yo apenas estoy por la naranja!- Protestó Ginnette desde el suelo proyectada por una llave de su amiga, quien aún la tomaba del brazo. -¡Bueno! ¡Está bien!...- Alejandra reía -Ahora te enseñaré algunas cosas que aprendí- Alejandra terminó enseñándole algunas técnicas que pudo desarrollar, las cuales dejaron asombrada a su amiga, quien al término de cada una decía que "Eso no lo enseñan en el gimnasio". Ginnette volvía a tener constancia, una vez más, del nivel de la mexicana. Después de dos horas de practicas, cerraron el improvisado entrenamiento con unos ejercicios. Aquí las dos estaban parejas, al respecto Alejandra dijo: -Oye, Ginnette, tienes una ventaja... tienes buena condición física para no ser atleta- -Debe ser fruto del tiempo en que vivía en la granja de mis padres- Sonrió Ginnette. -Bueno, si quieres vete... Yo practicaré un katá antes de cambiarme e irme al trabajo- -Me quedaré para verte, supongo que será el que ejecutarás esta noche ¿verdad?- -Adivinaste- Inmediatamente, Alejandra comenzó a ejecutar movimientos, los que sin duda mostrará en el momento de su promoción. Ginnette veía con atención y al cabo de unos instantes la mexicana terminó las maniobras, llevándose los aplausos de su amiga. -Alex... sin duda eres grandiosa... Asimilaste muy bien todas las clases en tan poco tiempo...- Ginnette la felicitaba. Alejandra se cambió y después se retiró a trabajar, mientras que Ginnette se quedaba en casa arreglando algunas cosas antes de salir por la tarde. Le prometió a su amiga que iba a verla en el gimnasio. Transcurrió el día. Todo normal. Hasta que finalmente se hicieron las siete de la noche. Alejandra se despidió de todos sus compañeros de trabajo y se dirigió al gimnasio. Había llegado el momento. En la siguiente hora, mientras llegaba al gimnasio, se preparaba y veía a sus compañeros, nuestra amiga se sumió en sus pensamientos, en recuerdos. Llegó al sitio. El gimnasio era pequeño, pero había tanta gente, entre maestros, peleadores y público en general, que el mismo tuvo un marco espectacular. El ambiente afectó a Alejandra en un principio, pero después se metió en lo suyo. Saludó a sus amigos; de tanto en tanto bromeaba con ellos, departía con Apolinar, quien en tres días debía regresar a México. Pero conforme llegaba el momento, sentía una tranquilidad y una paz interior muy especial. Vio las ejecuciones de los demás, desde cinta blanca hasta los cintas azules. Llegó el turno de los senpai o cintas café; Alejandra iba a ser la última de ese lote por lo tanto cuando el primero de sus colegas senpai empezó sus movimientos, decidió apartarse del grupo sentándose en un rincón, a solas, en posición de meditación. Se estaba preparando mentalmente. Y finalmente llegó su turno. -Alejandra... ¡vamos!- Dijo Apolinar. -Bien...- Fue lo que nuestra amiga atinó a decir antes de dirigirse al tatami. Saludó a los maestros presentes quienes evaluaban el accionar de los participantes, miró a su alrededor para después saludar con la mirada a Apolinar. No había visto a Ginnette, pero es que ella llegaría justo en el preciso instante en que la mexicana comenzaría su sesión de figuras. Cada movimiento lo hacía con la concentración y la gracia debidas, los cuales en un principio hacían de preámbulo a las técnicas, golpes y patadas que iba a mostrar en su repertorio. En la medida que avanzaba en sus maniobras, los presentes fijaban al máximo su atención en ella... Y por supuesto, los maestros y jueces, quienes vieron poco a poco la exhibición que nuestra protagonista comenzaba a dar. Apolinar se quedó complacido, primero, pues vio que Alejandra había asimilado todo lo que le enseñó, pero después se quedaría conmovido por lo que su pupila haría de inmediato. Quedó fascinado. Luego volteó a ver a los jueces. Todos, sin excepción, fruncían el ceño a cada maniobra que hacía la mexicana, recelosos si de verdad tales movimientos serían auténticos. Vio como entre ellos comentaban en voz baja. Pero no era todo, pues en la medida que Alejandra se soltaba más y más, el asombro de los maestros era cada vez más evidente. Ni hablar de los demás espectadores, muchos de ellos se quedaban boquiabiertos. Un compañero suyo del evento se le acercó y le preguntó: -Apolinar ¿Esta chica salió de tu dojo? ¿La entrenó el maestro Reina? ¿La ayudaste?- -Sí, ella es de la que les hablé- -¡Wow! Pues ¡Sí que es buena! ¿Cómo es posible que tenga un nivel semejante si tenía tiempo sin practicar? Además, ella tuvo un accidente ¡Y vaya cómo se ha recuperado! Lo felicito, Apolinar- -Gracias...- Otro compañero se le acercó y le dijo sus impresiones. -Al principio notaba que esos movimientos son pura acrobacia, pero nos pusimos a analizarlos. La verdad es que ella debe ser muy buena en combate... Mira los maestros, están fascinados ¡Y mira que no se dejan impresionar tan fácilmente!- -Sí- Solo decía Apolinar mientras veía a su amiga. Y así era. Sus maniobras, golpes y patadas a cada movimiento, eran espectaculares, pero los personajes más avanzados de las artes marciales que había en el gimnasio, entre ellos los maestros por supuesto, al principio dudaban de la efectividad del estilo de Alejandra, quien además de ejecutar los movimientos propios de un cinta negra, hacía otras cosas que dejaba perplejos a los presentes. Muchos se pusieron a analizar y de verdad le encontraban lógica a lo que hacía. Los más aventajados se encontraron con que nuestra amiga tenía un estilo propio, único y a la vez espectacular. Pero lo que no añadían a esos adjetivos era la palabra "letal". Había que verla en combate. Y eso que sus anteriores peleas que habían sido por su vida lo demostró aún siendo cinturón café. Cuando hubo terminado su rutina saludó a los jueces y también a los presentes. Todos estallaron en aplausos, pero Alejandra se retiraba tranquilamente a su rincón y hasta allá fueron a felicitarla sus compañeros y amigos, entre ellos Ginnette, quien le dio un fuerte abrazo. Mientras se retiraba del tatami, los maestros hacían evidentes gestos de aprobación. Había ganado, sin saberlo, la competencia de katá, puesto que ese no era precisamente su objetivo. Pero sí sabía una cosa. Que ya era cinta negra. Aunque sabía que el color de un cinturón no dice mucho acerca de la habilidad de un peleador, se sintió en la necesidad de cumplir con una asignatura que tenía pendiente a su llegada a los Estados Unidos. Y ya la aprobó. Luego de las exhibiciones hechas por los cintas negras, se entregaron los premios de las competencias, Alejandra recibió el suyo y después, en una sencilla ceremonia, vino la promoción de cintas y nuestra amiga recibió una nueva. Apolinar, Ginnette y sus compañeros la felicitaron, incluso Ginnette le asomó la posibilidad de enseñar en un gimnasio. -Todavía no, Ginnette, debo resolver algunas cosas y tú sabes- -¡Pero Alex!...- -Tranquila, amiga mía, todo a su tiempo- El evento finalizó y todos se retiraron. Alejandra y Ginnette llegaron a su domicilio, contentas y felices por lo que fue la ceremonia de promoción de cintas. La chica de Wyoming aún no entendía por qué su amiga mexicana no quiere dar clases, enseñar, pues por lo que ya conocía de las artes marciales, también por los comentarios que se hacían los presentes en el gimnasio, sabía que su estilo era único. -Y eso que no la han visto pelear, pero no en torneos, sino en combate real... ¡Y no saben que ha vencido a hombres muy corpulentos y muy, muy fuertes!- Se decía mientras conciliaba el sueño -¿En qué pensará en este momento?- Se preguntaba mientras se acomodaba en su almohada para dormir mejor. Alejandra estaba durmiendo. Y más que eso. Estaba soñando con Edgardo, su gran amor. Su primer novio la estaba felicitando pues, le estaba enseñando unas figuras y técnicas y Alejandra lo hacía muy bien. Pero después le hizo una observación, siempre en tono cariñoso. -Alejandra, estás blanda, debes hacer ejercicios cuanto antes, es necesario para que puedas hacer esto bien, lo sabes perfectamente- -Lo sé mi amor- Le contestaba. Alejandra no se había recuperado del todo, aunque los demás no se dieran cuenta. Todavía sus condiciones como peleadora estaban intactos, pero sentía que le faltaba fuerza. -Ya verás ¡Me voy a poner fuerte! ¡Y seré más fuerte que antes!- Le dijo a su novio con mucho entusiasmo mientras caminaban tomados de la mano por un paseo que se asemejaba mucho a los Campos Elíseos de París. Alejandra no concebía la idea de vengarse de sus agresores, pero estaba convencida que iba a encontrarse de nuevo en la necesidad de defenderse, era algo que ella misma no comprendía pues era una persona de paz, de carácter alegre y vivaracho pero lastimado desde aquella aciaga noche; sabía que debía estar preparada para cuando llegue el momento de levantar los brazos y girar las manos. Y así, con esa hermosa visión del lugar por dónde ella caminaba con su primer y único novio, se durmió plácidamente. Continuará. Comentarios a vene_wanderer73@hotmail.com