Simplemente... Alex. Por El Bohemio de Caracas. La Hermandad. El Mustang enfilaba rápido por una vía rural que salía de Portland por el noreste, rumbo a una campiña. Lo manejaba Tom, quien estaba acompañado por Rosemary. Ambos se dirigían a un lugar a varios kilómetros de la ciudad. -Vas a ver quién es Mildred- Soltó Tom. -Me muero por saber quien es ella, luego de lo que me contaste- Respondió Rose. Ambos miraban el camino. Luego de recorrer una solitaria carretera, pues se trataba de una vía rural, llegaron a la entrada de lo que parecía ser un rancho. Era un arco de cemento pintado de un blanco inmaculado en cuya cúspide se leía un letrero en inglés escrito con caracteres medievales. Habían llegado. "Bienvenidos a Rancho Causeway". Tras esperar que el vigilante de turno ubicado en una garita que estaba al lado derecho del arco verificara las placas del vehículo de Tom, las puertas automáticas se abrieron, pudiendo pasar. Se adentraron en la propiedad. El sitio parecía más una finca, con extensas zonas verdes, muchos árboles, incluyendo algunos ejemplares de secoyas jóvenes. Un lugar precioso. La carretera de la propiedad ya era de granzón y no de asfalto, por lo que Tom conducía con más precaución debido a lo irregular de la calzada. -Deberían de recoger fondos para arreglar este camino ¡Siento como las ballestas crujen! ¡Pobres amortiguadores!- Se quejaba Tom. -Vaya, este lugar es muy bonito- Dijo Rose en cambio, parecía maravillada por el paisaje. -¡Es que lo acabo de sacar del taller!- Tom volvía a bramar en referencia a su vehículo. Luego de recorrer un trecho considerable de camino, en el que debieron franquear una pequeña loma, apareció la sede de la Hermandad: era una mansión de considerable tamaño, de cuatro pisos de alto, un sitio bastante espacioso que contaba con un estacionamiento igualmente amplio en el que habían estacionados no menos de 15 autos. Tom reconoció el de Mildred. -Definitivamente vas a conocerla- Dijo al ver el Audi de su amiga. Luego de estacionar el auto, se dirigieron al interior de la mansión. El portero pidió a Rose identificarse. -Viene conmigo, McAllister. Está interesada en ingresar- Dijo Tom rápidamente. -Muy bien ¡Adelante!- Respondió el portero. Ingresaron al recinto. Estaban en el gran salón recibo. La mansión era definitivamente un lugar lujoso, con el recibo presentando una elegante arquitectura del siglo XVII. Éste estaba coronado por un inmenso candelabro. Rose quedó asombrada de tanta belleza, así como su espacio. -¡Vaya Tom! Ustedes se gastan una sede social enorme... ¡Y hermosa!- Pudo hacer la observación en confianza ya que no había nadie. Este detalle le llamó la atención. -¿Dónde están todos?- Preguntó. -Deben estar en el salón de reuniones. La verdad es que no me habían notificado de alguna asamblea hoy, Mildred no me había dicho absolutamente nada- Tom pensaba que a lo mejor era una reunión en la cual se estaba debatiendo su actuación en el pasado campeonato de beisbol universitario de Seattle. Temía que ya todos se hubieran enterado. Se puso un poco nervioso. Al rato pasó Clark, uno de sus compañeros en el grupo. Este lo saludó, pero Tom se apresuró en preguntarle. -¿Qué se está tratando en la reunión, Clark- -Nada, solo están jugando monopolio- -¿Jugando monopolio?- Repreguntó un Tom más extrañado todavía. -Si, a alguien se le ocurrió hacer algo distinto, pues como no había un tema en específico que discutir hoy, se le ocurrió que jugásemos monopolio. Había uno guardado en uno de los sótanos y el Gran Hermano Edward ordenó traerlo- Una sonrisa se dibujó en los labios de cada quien- La verdad es que están disfrutando mucho allí dentro. Si quieres pasa, ya que decidieron suspender las formalidades. Oye ¿No me presentas a tu amiga- -¡Ah! Te presento a Rosemary Smith, compañera y amiga de la universidad- -Un placer Rosemary- Saludó Clark extendiéndole la mano, a la que Rose estrechó respondiendo. -También es mío- -Bueno, vamos a pasar ¿Y tú Clark? ¿Adónde vas?- Dijo Tom. -A casa. Como no hay tema serio el día de hoy, pedí permiso para retirarme. Debo hacer unos negocios mañana temprano y voy a mi casa a ultimar detalles de la transacción- -Suerte entonces- dijo Rose. -En la vida no existe la suerte, Rose, nosotros mismos forjamos nuestro destino- Respondió Clark con cierto aire frío que incomodó a Rose. Acto seguido le sonrió y luego se retiró. -Hasta luego a ambos- -Nos vemos, Clark- lo despidió Tom. Rosemary estaba viéndolo incrédula. -¿Jugando monopolio?- -Bueno, al fin y al cabo esto es un club...- -Está bien- Suspiró Rosemary mientras daba un último vistazo al recinto antes de ir a la sala principal. La Hermandad. A finales de los años ochenta, un grupo de jóvenes de clase media alta, hijos de profesionales, empresarios y comerciantes, decidieron comprar el rancho Causeway para fundar lo que al principio parecía ser uno más de los clubes de jóvenes que se organizan mucho en el coloso del Norte. Pero, no era así. Los jóvenes en cuestión terminaron organizando una especie de cofradía secreta a la cual solo podían ingresar personas de raza blanca, de alto "target" social, de "honorable" reputación y de religión cristiana protestante. No aceptaban en su seno a católicos, judíos, ni a personas de bajos estratos sociales. Llamaron a seguir al pié de la letra el llamado "destino manifiesto" de los Estados Unidos para con el Mundo. Por último, tampoco aceptaban a gente con algún defecto físico y proclamaron la superioridad de la raza blanca por encima de las demás. Sus miembros debían profesar un odio militante contra los negros, judíos y latinos, grupos étnicos a quienes consideraban "perjudiciales" para el desarrollo y progreso de la sociedad yankee. Para "contrarrestar" a estas minorías, según la Hermandad, debía implantarse en la sociedad un sistema abiertamente formal de separación de razas, tal como sucedía en los estados del sur de ese país, región en la cual nació la más célebre y terrible de las agrupaciones racistas norteamericanas: el Ku Klux Klan. Este movimiento surgió en 1865, inmediatamente después de la Guerra de Secesión, en respuesta a la emancipación de los esclavos negros ordenada por el presidente norteamericano de aquel entonces, Abraham Lincoln, cuyo decreto que abolía la esclavitud provocó dicha guerra civil en ese país y también su muerte al finalizar dicho conflicto, a manos de un fanático sureño. Aunque fueron derrotados política y militarmente, los sureños esclavistas nunca aceptaron la libertad de la gente de color; por lo que las más altas clases sociales de esa región, hacendados, políticos, prósperos comerciantes, militares y hasta religiosos, por supuesto todos de raza blanca, decidieron fundar una organización que se encargó de sembrar el terror en los habitantes no blancos de los estados sureños. Y como se trataba de personas influyentes pertenecientes a la alta sociedad, se las arreglaron para establecer durante más de cien años un sistema de costumbres y leyes segregacionistas, creando un oprobioso statu quo similar al régimen del Apartheid que gobernó a Sudáfrica. Se las arreglaron durante décadas para que los negros fueran ciudadanos de baja categoría, impidiéndoles gozar de los más elementales derechos humanos y civiles, incluyendo el voto. Afortunadamente, en los años sesenta y setenta del siglo XX, se organizaron exitosos movimientos en pro de los derechos civiles de la gente de color y el Ku Klux Klan, que en la década de los años 20 llegó a tener más de tres millones de miembros en sus filas, fue eclipsado de tal forma que hoy día no tenga sino unos pocos centenares de militantes. Sin embargo, se habla de unos tres mil. No fue fácil quebrar la resistencia de este grupo que en su día funcionó como una auténtica organización terrorista. Primero usaban la desobediencia civil para contrarrestar las iniciativas en pro de la gente de color, apoyándose siempre en la influencia que la condición social de cada uno de sus miembros ejercía sobre las autoridades regionales. Después, para intimidar a los activistas y a todo aquel que se opusiera a sus ideas, visitaban sus hogares y frente a ellos encendían cruces. Si esto no funcionaba entonces apelaban a la violencia física: Muchos sufrían severas golpizas, eran torturados, incluso mutilados o simplemente asesinados. Estos excesos se hicieron tan notorios que hasta el propio Congreso y el Gobierno Federal de los Estados Unidos tuvieron que tomar cartas en el asunto. A pesar de los pesares, para la Hermandad esta era la principal referencia, el ejemplo a seguir. Sin embargo, a diferencia del mismo Klan y de otras agrupaciones que decidieron hacerse públicas en la actualidad, como las Milicias de Michigan, la Hermandad actuaba casi dentro de la más oscura clandestinidad, todo debido a que ahora la sociedad norteamericana es activamente celosa con los derechos civiles. Una sociedad que ahora condenaba de manera enérgica a estos grupos que se encargaron de hacerle un flaco favor a los Estados Unidos, país que este momento sufre ante el Mundo el más profundo descrédito, pues enarbola e impone a los demás países una bandera que dentro de sus fronteras es pisoteada cuando ahora se sabe que por años sectores fundamentalistas y racistas de su sociedad que, amparados en su estatus económico y social, han violado los derechos de los demás integrantes de dicha sociedad. Incluso, se sabe que el Klan mantuvo estrechas relaciones con la Alemania nazi de Hitler hasta el final de la 2da Guerra Mundial. Pese a ello, los integrantes de la Hermandad llevan a cabo sus reuniones de la manera más discreta posible. Como muchos de sus miembros son gente importante de la economía de Portland y sus alrededores, que tienen contacto con otros sectores productivos, incluyendo los medios de comunicación, siempre se las arreglan para mantener en secreto sus actividades. Ponen en práctica sus postulados fuera del rancho Causeway solo cuando es estrictamente necesario. En las reuniones y asambleas, los más altos miembros visten con túnicas, vestimenta similar a la del Klan, cantan himnos en los que se ensalza la superioridad de la raza blanca y también realizan eventos. Siguiendo esa línea, los títulos de sus altos miembros eran parecidos a los del antiguo movimiento sureño: en el Klan al máximo líder se le denominaba "Gran Brujo", en la Hermandad era "Gran Hermano", los lugartenientes del Gran Brujo eran llamados "Genios", mientras que en la Hermandad eran llamados "Sabios"... Por último, la Hermandad estableció contactos con organizaciones neonazis en Europa; y eso que siempre predican que la sociedad y cultura "WASP" de Estados Unidos es la primera... y supuestamente la mejor. En el salón principal, justo detrás del sillón en donde se sienta el Gran Hermano, líder del grupo, un cuadro de Nathan Forest, uno de los fundadores del Klan, rodeado por banderas de los estados esclavistas del sur y símbolos del Klan y de la Hermandad, domina la escena. El resto de las paredes del salón estaba adornado con pendones nazis y slogans racistas. Con esto se topó Rosemary cuando llegó al recinto junto a su amigo Tom, quien de antemano le contó lo que era la Hermandad, sus propósitos para con la sociedad. Y como ella era descendiente directa de los peregrinos, blanca, anglosajona y protestante, tal agrupación la sedujo. Ese día fue con Tom a la Hermandad no sólo para buscar a alguien que pudiera sacar de circulación a Alejandra: también quería ingresar al grupo. Y esto último fue lo que primero se resolvió. Después que Tom la presentó al Gran Hermano y a los personajes que allí se encontraban, éstos procedieron a suspender el juego de monopolio en el que se encontraban divirtiéndose para deliberar muy seriamente si admitían o no a Rosemary. Sin embargo, pese a que Tom presentía que la iban a aceptar, dado sus orígenes, el Gran Hermano resolvió, luego de conversar con los demás: -Necesitamos más tiempo para decidir si te aceptamos o no. Yo diría que dos días. Recuerda que esta es una organización secreta y queremos garantías de que no nos vas a sacar a relucir en la calle- Luego de una serie de advertencias para cómo ella debía referirse a la Hermandad en el futuro, y de la promesa de Rosemary al respecto, ratificando su deseo de ingresar al grupo, aceptando las condiciones y requisitos, el Gran Hermano dictaminó -Regresa en dos días para formalizar tu membresía, pues vemos que tus deseos de ser una de nosotros son sinceros; mientras tanto, que Tom te presente a tus futuros hermanos. Después conocerás la sede más a fondo- Luego de estas palabras, Rosemary se dirigió a Tom y ambos se abrazaron. Su amigo le sonrió y le dijo: -Considérate una más de la Hermandad- -Está bien, Tom- -Vamos a buscar a Mildred- -Ok- Salieron del salón principal y comenzaron a recorrer las instalaciones del grupo. Tom le guiaba por el lugar, mostrando las diferentes dependencias y explicándole para qué eran utilizadas. A la vez le presentaba a sus compañeros de grupo. Rosemary llegó a preguntarle que cuantas personas pertenecían a la Hermandad. -Unas 150 personas- Le contestó. -Es pequeña. Los hombres parecen ser mayoría aquí, Tom- -No te preocupes, aquí también el género femenino tiene presencia. Lo que sí es verdad que no vas a encontrar aquí es a algún homosexual. Todo aquél que tenga ese y cualquier otro tipo de desviación no tiene cabida en este lugar. Recuérdalo- -Ah. Perfecto- Seguidamente ingresaron a un salón que estaba habilitado como gimnasio. Allí se toparon con una clase de defensa personal en la que todos los alumnos eran mujeres. El instructor era el único hombre en la sala, pero había algo que dejó sorprendida a Rosemary: también era un jovencito de unos 20 años. Rosemary y Tom se quedaron en la puerta para observar la clase. -Ese es Martin Bond, el instructor de artes marciales de la Hermandad. Es cinta negra, por supuesto- Le dijo Tom. -¡Cielos! Pensé que el maestro aquí era un señor ya maduro- -Lo acaba de suceder como instructor- -¿Qué pasó con el anterior?- -Murió de un paro cardíaco- -¿Tan anciano era?- -No. Era un hombre de unos 35 años que se veía saludable. Así lo demostraba pues tenía una forma física envidiable. Un día estaba trotando por los alrededores del rancho cuando le sobrevino el infarto. Murió en el acto, no hubo nada que hacer. Después supimos que tenía un mal congénito, tenía el corazón más grande de lo normal. Nadie, ni siquiera su familia lo sabía, por eso ahora el Gran Hermano ordenó que todo aquel que quisiera entrar a la Hermandad debe pasar por un examen médico- -O sea que todavía no me han aceptado- -No te preocupes, tú vas a pasar ese examen- -Bueno...- Tom sabía que Rosemary podría pasar la prueba dado los antecedentes de la pelirroja como corredora de 100 metros planos en atletismo. Una actividad deportiva que practicó en la high school antes de entrar a la universidad. Luego, como se tomó en serio los estudios, decidió dejarla, aunque todas las noches iba al parque a trotar para mantenerse en forma. Mientras tanto, guardaron silencio para presenciar la clase. El joven instructor hacía los movimientos y las figuras que sus alumnas debían seguir. Por varios minutos estuvieron haciendo figuras cuando una vez terminada esa sesión, el instructor decidió realizar algunas demostraciones de defensa. Tom volvió a hablarle a Rosemary. -Vas a conocer a mi amiga- -¿Quién es?- -¿Ves a aquella chica de cinta azul que está en el otro extremo del salón?- Dijo Tom apuntando con la mirada. -Ajá- -Es ella- Rosemary se sorprendió un poco al ver la estampa de aquella mujer. Era alta, más alta que ella, por lo que se veía imponente. Tenía el cabello recogido y terminado en una cola de caballo y su semblante era serio. De todas las féminas de la clase, era la más avanzada, aunque no actuaba como asistente del instructor, sin embargo, cuando este ordenaba hacerse las demostraciones de combate, Mildred era la que le tocaba darle la clase práctica a sus compañeras, salvo cuando la maniobra era muy avanzada, cosa muy corriente, el instructor mismo se ofrecía. Pero justo en ese momento le dijo a Mildred. -Vamos a repasar algunas cosas de la clase de ayer. Como todas ustedes saben, Mildred se hará cargo ¡Mildred! Ya sabes- Todas habían hecho espacio alrededor del tatami, sitio en el cual se colocó la bióloga de ojos verdes. Hacía unos breves ejercicios de estiramientos mientras el instructor hacía la introducción y repaso a los movimientos y técnicas a practicar. -Ya verás a mi amiga- dijo Tom. -Vamos a ver de qué esta hecha- dijo Rosemary. Luego de hacer la reseña, el instructor ordenó a una de las alumnas a que tratara de atacar a Mildred para que esta demostrara la técnica defensiva que el maestro buscaba enseñar. Así lo hizo, siendo rápidamente dominada por Mildred quien luego de bloquear dos golpes, se agachó y girando sobre sí misma derribó a su atacante con una patada a una de sus pantorrillas, para después marcar con la otra pierna una patada sobre el estómago de su compañera derribada. El instructor explicaba la efectividad de dicha maniobra. Después Mildred le cedió el tatami a su compañera para que la realizara con otra, viéndose la diferencia en cuanto a agilidad y velocidad de la bióloga con respecto a las demás. Sin duda era la más avanzada de la clase. Minutos más tarde la clase terminaría. Mientras todas las chicas salían, Tom y Rosemary entraron al salón para saludar al instructor. Tom le presentó a Rosemary como la nueva integrante de la Hermandad. -Bueno, espero verte en mis clases- dijo el instructor. -Bueno... Puede ser, en un futuro- -Recuerda que aquí en Portland ha aumentado el índice de asaltos...- dijo el instructor mientras le aconsejaba que debía recibir clases de defensa personal. Pero Rosemary tenía otros planes y miraba a Mildred, quien se acercó al trío, atendiendo al llamado de Tom. -Hola Mildred, te presento a la nueva hermana, Rosemary- -¿Ya pasó el examen?- Preguntó Mildred. -Se lo harán la otra semana, pero lo pasará- -Ah ok, es un placer- saludó a Rosemary -Igual- respondió la pelirroja. -Oye Mildred, debemos hablar contigo respecto a un tema importante- Dijo Tom. Se despidieron del instructor y salieron rumbo a las áreas verdes de la mansión. Mildred quería respirar aire fresco. -A ver ¿qué quieres ahora Tom- -Quiero pedirte tu ayuda, Mildred, sé que no me la negarás- -Respecto a mi amiga aquí presente- respondió Tom señalando a Mildred. -Bueno, soy todo oídos- -Se trata de lo siguiente...- A continuación, Rosemary le hizo una exposición de todo. Empezó a hablarle de Alejandra. Mientras se daba esa conversación en aquel rancho cercano a Portland, a varios kilómetros de allí, en Astoria, la aludida estaba en un lugar de la universidad, charlando con Walter. Sostenía una conversación difícil con él, pues, se había decidido a decirle que no. Trataba de ser lo mas clara, suave y diplomática posible para no herir los sentimientos de su compañero. -Ay, Alex ¡Es que me gustas mucho! Me gusta como eres, tu forma de ser...- Imploraba Walter. -Lo siento mucho, Walter, pero no estoy interesada en tener una relación en este momento- -Vamos Alex...- En la medida que transcurría el tiempo, la charla se estaba haciendo más incómoda para Alejandra, pues, Walter arreciaba en ruegos y súplicas. Por un momento quiso abrazarla, pero Alejandra no se dejó. Seguía Walter rogando y rogando, pero la mexicana estaba firme en su determinación. Cuando pensaba que no podía soportar más escuchar a Walter, pues también le dolían sus ruegos, decidió terminar la conversación. -Walter: no quiero una relación con nadie ahora... lo lamento- Luego de estas palabras hubo un silencio entre los dos. Al cabo de unos instantes, Walter tuvo que reconocer que la decisión de Alejandra era definitiva y con un nudo en la garganta que casi no le permitía hablar, se despidió de ella: -Esta bien... Alex...- Se fue caminando por la vereda, cabizbajo, con los ojos lacrimosos. No le dio tiempo a Alejandra para más. -Walter... Walter... ¡Walter!...- Alejandra lo llamaba, pero era inútil. Vio como su amigo se alejaba de ella lo más rápido que podía. También sintió ganas de llorar. Sabía que le había destrozado su corazón y se sentía mal. Walter era uno de sus mejores amigos en la universidad y temía que pudiera cambiar con ella a partir de ese momento doloroso. No solo para Walter, también para ella. Para mantener esa especie de duelo que mantenía por su primer novio, a Alejandra le había tocado rechazar también a alguien que le había tratado de maravillas. -Ay Walter ¡Si tú supieras!- Dijo Alejandra. Es que Walter no la había dejado explicar el por qué lo había rechazado. Ya se estaba haciendo el mediodía. Alejandra debía ir a la parada del autobús para ir a trabajar. Se encontró en el camino a Marla, su amiga panameña quien al verla triste le preguntó qué le ocurría. -Oye Alex ¿Y esa cara?- -¡Ay, Marla! Acabo de destrozarle el corazón a alguien y a mi también me dolió- Respondió. -Uy, Alex ¿A quien le dijiste que no?- -A Walter, Marla... acabo de decirle a Walter que no, que no quiero una relación con él. -¡Por Dios! Pero si Walter es un buen chico, Alex- Dijo Marla luego de abrir la boca sorprendida por el nombre del pretendiente de Alejandra. -Lo es, no lo pongo en duda, pero no quiero tener novio ahorita ¿Entiendes? Iba a explicarle pero no me dejó...- Y así siguieron conversando durante todo el camino hasta llegar a la parada del autobús. Lo abordaron y en él cambiaron de tema. Alejandra vivía su vida de la manera más normal. Ya se había recuperado por completo de los golpes que los ladrones centroamericanos le propinaron, aunque todavía tenía problemas con el arco superciliar del ojo derecho, en el cual recibió una patada. Apenas se le notaba la lesión pero eso le preocupaba. Ginnette le había consolado diciendo que eso se arreglaba con una buena cirugía plástica. "Tranquila, que ganarás lo suficiente para costearte esa operación ¡Siempre y cuando no sigas cayéndote a golpes!" Le habría dicho su amiga en cierta ocasión. Pero ella tenía una extraña sensación que le decía que algún hecho de similar naturaleza iba a ocurrir, pese a estar viviendo en una localidad relativamente tranquila. Por lo tanto sentía la urgente necesidad de retomar las artes marciales, hacía ya demasiado tiempo que no practicaba. Llegó a pensar que tuvo suerte a la hora de enfrentar a los malhechores. Así que cuando dejaron de hablar del tema Walter, le manifestó a Marla: -Oye, Marla ¿Qué tal son las clases de karate que dan en el gimnasio?- -¡Alex! Pues yo pensé que estabas allí inscrita. Como pudiste con esos ladrones pensé que te habías anotado allí - respondió su amiga panameña. Ella y todos los amigos de Alejandra supieron la hazaña de la mexicana. Lamentablemente una enemiga oculta también lo sabía. -Bueno, es que en México yo practicaba. Desde que llegué aquí no he podido retomar el karate y necesito practicar ¡Es que el trabajo y los estudios me absorben todo el tiempo!- -Uy, amiga mía, pero ¿Qué ocurre?- Preguntó Marla sorprendida por la repentina ansiedad de Alejandra. -Ay ¡No sé! Simplemente necesito practicar. Eso es todo- -Oye, cuéntame cómo es eso que sabes pelear- A continuación Alejandra contó a su compañera y amiga canalera sus andanzas por el mundo marcial hasta que le tocó bajarse al llegar a su destino. Tuvo que hacerle un breve resumen. -Oye ¿Y hasta que cinta llegaste? - Preguntó Marla mientras veía a su amiga bajarse. -Llegué a marrón- Le contestó mientras bajaba de la unidad de transporte. Una vez en la acera se despidió. Tal respuesta dejó desconcertada a Marla, quien no sabía acerca de los colores jerárquicos de las cintas en las artes marciales y mucho menos su significado, por lo que no se imaginaba que estaba ante una karateca de altísimo nivel, pese al tiempo que llevaba inactiva. -¿Marrón? Bueno... - Se preguntaba mientras el bus reanudaba la marcha. Quedó pensativa por un rato. Alejandra se dirigió al local de comida rápida. Allí se encontró con su entrañable amiga Ginnette, se cambió de ropa colocándose el uniforme del local y se preparó para otra jornada de trabajo. Mientras tanto, a esa misma hora, un automóvil salía del rancho Causeway, en otra parte de Oregon. Era el Mustang de Tom. -Ya verá esa mexicana. Mañana iré por Walter y como él me rechace, va a ver...- Tom solo atinó a sonreír mientras aceleraba rumbo a Portland. Sin embargo pasaron cinco días, incluyendo el fin de semana... Son las 4 y 45 minutos de la madrugada del lunes. Todavía estaba oscuro. Pero Alejandra ya estaba despierta, hacía rato que salió de su sueño. No pudo dormir bien esa noche. Algo la tenía ansiosa, completamente aprensiva "¡Rayos! ¿Qué ocurrirá hoy?" Se preguntaba mientras miraba hacia la ventana contemplando la noche estrellada. En verdad presentía algo, pero no sabía exactamente qué. De repente tuvo la sensación, la necesidad de hacer algo. Primero se levantó encendiendo la lámpara de su mesa de noche. Arregló el despertador de su radio para que no se activara y después arregló su cama, para luego, aún a media luz, echarse al piso a hacer flexiones de pecho. -Uno... dos... tres... cuatro... cinco... seis... siete... ocho... nueve... ¡diez!... once... doce... trece... catorce... ¡quince!- No se sorprendió al saber que por primera vez en mucho tiempo lograba hacer quince flexiones de pecho sin mucho esfuerzo. Decidió repetir la rutina. -Uno... dos... tres... cuatro... cinco... seis... siete... ocho... nueve... diez... once... doce... trece... catorce... quince- Aún se sentía con fuerza para hacer otras quince repeticiones, cosa que hizo inmediatamente. Por alguna extraña razón se sentía vigorosa, o algo la impulsaba a hacer sus ejercicios matinales más de lo normal. Luego empezó a hacer los abdominales. Esta vez hizo el doble de lo que hacía regularmente, o sea, 200. Después siguió con otros ejercicios de estiramiento. Al terminar con los ejercicios, sintió todo su cuerpo en tensión. Es menester decir que ya habían pasado varias semanas desde los encuentros con los ladrones y desde entonces había aumentado la intensidad de los ejercicios, pero esa mañana los estaba realizando con una inusual fuerza. Sin embargo, Alejandra había notado algo: se sentía diferente, sentía vigor, fortaleza... Algo que hacía muchísimo tiempo no percibía. Y otra cosa, sus brazos estaban algo más gruesos y torneados, mientras que su abdomen, ya de por sí plano, comenzaba a dar muestras de definición en sus respectivos músculos. Pero a pesar de todo, seguía conservando su feminidad, en especial ese aire de modelo de pasarela que inspiraba su figura. A continuación, arrimó la cama hacia la pared para hacer un poco más de espacio en la habitación. Lo hizo sin mucho esfuerzo, sin embargo estaba tan concentrada ese momento que sería después, bien entrada la mañana al recordar ese momento, que se sorprendería. Se colocó en el centro de ese espacio que pudo habilitar dentro de su pieza; firme, con ambas piernas muy juntas y con los ojos cerrados en actitud de concentración... ... Y empezó a hacer con su cuerpo otra clase de ejercicios. Estaba haciendo figuras. Por primera vez desde que llegó a los Estados Unidos de Norteamérica, hacía dos años, empezó a hacer una rutina de katás. Por cierto, la misma que le dio el derecho a acceder a la cinta marrón, la última que adquirió. Pese al tiempo transcurrido, Alejandra recuerda con claridad casi meridiana los pasos para realizar esas figuras. Definitivamente algo iba a suceder ese día. Tenía ese presentimiento. Y se estaba preparando. vene_wanderer73@hotmail.com