Simplemente... Alex. Por El Bohemio de Caracas. La Amiga de Tom. -Uno... dos... tres... cuatro... cinco...- Amanece otro día. Alejandra acaba de despertarse y se encuentra haciendo sus flexiones de pecho. Los hace con determinación. -Seis... siete... ocho... nueve... uy... diez... once...- Acaba de pasar la barrera de las diez y ahora se propone a ver cuántas realiza esa mañana. -Do... ce... tre... ce... ca... tor... ¡uy! ... ce... ¡quin... ce!... ¡ah!- Termina de decir quince cuando ya no puede más y se tumba sobre el piso. Pero ya sabe que puede trascender de las diez, por lo menos hizo una más sin problemas. Ahora se va a la ducha, pero Ginnette se había levantado más temprano y está bañándose primero. -¿Ginnette? Ah ¿Y eso que te levantaste más temprano?- -No sé... simplemente mis ojos se abrieron y no pude dormir más. Llevo unos diez minutos aquí, ya salgo- -¿Hiciste el café?- -No, me levanté y me vine aquí. Por favor Alex, mientras salgo- -Bien- Se dirigió a la cocina a preparar el café. Estaba extrañada que su compañera y amiga se haya levantado tan temprano esa mañana, aunque ya el reloj marcaba las seis y veinte. Preparó el café y al rato sintió que Ginnette salía del baño. -Ya, Alex. Ve a ducharte, mientras termino aquí- Dijo su amiga consciente de que Alejandra debía irse temprano hoy. -Gracias- Y Alejandra se fue al baño. La nativa de Wyoming encendió el radio pequeño que acababa de comprar para oírlo en la cocina mientras prepara el desayuno. Generalmente es Alejandra quien lo hace, la mayoría de las veces para las dos debido a que es ella quien se levanta más temprano, algo que venía sucediendo desde hacía un buen tiempo tras el cambio de horario en las clases de su amiga. En otras ocasiones cada quien tiene ganas de comer algo distinto y se prepara su propio plato. Cuando termina de hacer el café le pregunta a su amiga mexicana. -Alex, voy a preparar unas panquecas ¿O te vas a hacer tu propio desayuno?- -Tranquila... ¿Por qué no inventas algo con esas panquecas?- -¿Que invente algo? Bueno... trataré- Rió un poco antes de ir rápidamente a la cocina con la taza de café. Se vistió rápido. En la emisora favorita de Ginnette estaban dando las últimas canciones antes de iniciar el noticiero matutino de las seis y media. Ginnette regresó a la cocina y se dispuso a preparar el desayuno, por lo que no se perdió la presentación de los narradores quienes de inmediato comenzaron a hacer la presentación con los titulares más importantes. Mientras tanto, Alejandra se duchaba tranquilamente. Todavía sentía su cuerpo tenso tras los ejercicios. Hacía tiempo que ya realizaba con facilidad las diez flexiones de pecho diarias, así que decidió que desde ese día iba a tratar de hacer más, intentando hacer quince, pero se dio cuenta que debía ir poco a poco. Al cabo de veinte minutos salió del baño, algo que siempre hace con precisión inglesa. -Ya vas a probar las nuevas panquecas que hice ¡Te van a encantar!- -A ver, a ver... ¿Qué les hiciste?- -Tranquila, pronto lo sabrás, ve a vestirte primero - Ordenó Ginnette mientras Alejandra la miraba con expresión juguetonamente contrariada, al tiempo que le dejó ver su curiosidad. Y la radio seguía dando las noticias. -Oye Ginnette ¿Qué tal te va con esa materia, Derecho Mercantil?- Preguntaba a su amiga desde su cuarto. -Ya estamos casi listos. Pudimos recuperar las clases perdidas. El profesor suplente cumplió con su palabra- -¿Respetó el plan de evaluación que les había dado el otro profe al principio del año?- -Sí. Pero es que podía hacerlo solo que ya llevábamos dos parciales presentados, casi el 50% de la nota. En un principio quiso hacerlo metiendo más materia de la que estábamos previsto ver, pero se quedó tranquilo- -Bueno ¿Y que tal con tus notas? No te había preguntado antes, pues no hablaste más de esa asignatura- -¡Ah! - Ginnette había comenzado el tercer año de su carrera y a los pocos días le contaba a su amiga el fastidio que tenía de ver la asignatura en cuestión. Culpaba al docente por su metodología, la cual hacía aburrida su clase. Sin embargo el profesor tuvo que ausentarse de la ciudad por motivos personales y la facultad envió a la sección un nuevo profesor. Allí cambiaron las cosas para Ginnette y el resto de los alumnos. -Recuerdo cuando venía y te contaba lo fastidiosa que eran las clases del profesor Mitchell ¡Menos mal que se fue! ¡Es que a nosotros nos costaba seguirlo!- -Lo recuerdo, Ginnette. Tú siempre tomándote tan a pecho esas cosas- -¡Ay, Alex! ¡No vayas a empezar con tus sermones!... - Replicó Ginnette antes de que su amiga pudiera seguir observándole su comportamiento nervioso ante ciertos docentes. En la emisora comenzaron a dar el segmento de nacionales. -"La policía de San Francisco, California, efectuó un allanamiento en un edificio de las afueras de la ciudad. Detuvieron a varios sospechosos..."- -Siempre comienzan con las noticias más tétricas ¿Y tú Alex? ¿Qué me cuentas de tus clases de impuestos?- -La verdad es que me siento muy interesada por el tema. Uno se entera varias cosas. No sabía cómo era el sistema de recaudación de impuestos aquí ¡He quedado sorprendida! - Respondía Alejandra mientras terminaba de vestirse. -Bueno, ya te enterarás de muchas otras cosas- -Pensé que ya había visto todo- -No has visto nada, bebé- -Bueno...- Seguían conversando sobre la universidad y todo lo relacionado con las clases. Pasaron unos minutos cuando uno de los locutores comenzó el segmento de deportes con una noticia que a ambas obligó a interrumpir su tertulia: -"Y abrimos las noticias deportivas anunciándoles que la selección de beisbol de la Oregon University venció anoche a la novena de Idaho University por 4 carreras a 0 en el marco del campeonato de la zona oeste de los inter universitarios nacionales de la disciplina, los cuales se disputan en Seattle..."- -¡Alex... ganamos!- -¡A ver, A ver! ¿Jugó Mat?- -¡A ver!...- Ginnette y Alejandra hicieron silencio para escuchar la voz del locutor. -"Con un jonrón con las bases llenas de Jack McIlvenny en la apertura del cuarto inning y con la labor de sus lanzadores, el abridor Tom Bridge, que mantuvo a raya a los bateadores rivales sin permitirles hits en seis entradas, y de su relevo Mathew Pennington que pudo controlar una reacción del equipo de Idaho en el cierre del noveno, luego de que se le embasaran dos jugadores mediante un hit y una base por bolas, los de Oregon concretaron su primera victoria en el certamen después de disputar tres partidos..."- Las muchachas se regocijaron con la noticia, sobretodo Alejandra, quien escuchó como el narrador de noticias pronunciaba el nombre de Mat. Ambas se alegraron mucho. Después el locutor hizo una descripción sobre cómo los jugadores de su universidad fabricaron las carreras ganadoras, cómo Tom Bridge maniató a los jugadores rivales desde la lomita y finalmente habló de la labor de Mathew como cerrador. -"El pitcher Pennington relevó a su compañero Bridge a partir del séptimo inning y también sacó a sus rivales de turno por la vía del uno, dos, tres en esa y en la octava entrada, pero en el noveno, luego de un out, permitió que Hutchinson conectara de hit, el cual impidió un juego perfecto para Oregon, y después se complicara al otorgar base por bolas a Weber. Los de Idaho parecieron reaccionar, pero Pennington ponchó al emergente Christian y después obligó a Queen a batear un elevado de foul que atrapó el receptor Caine, terminando el juego de forma dramática..."- -¡Wou! ¡Mat pudo controlarse y cerrar el juego"- Dijo Ginnette. -¡Dios mío! Se complicó ya en el final- Respondió Alejandra. -Pero tuvo arrestos para controlarlo todo- -Ese Mat tiene sangre fría para esas cosas ¡Definitivamente!- El narrador de noticias prosiguió con otros resultados de ese campeonato para después cambiar a otro tema. Las chicas estaban felices por el triunfo del beisbol de su universidad y más todavía porque un amigo suyo, Mat, fue protagonista directo de tal hazaña. Se hicieron las siete de la mañana y Alejandra salió a la universidad, mientras que Ginnette se ponía a adelantar una investigación antes de ir a clases a las nueve. Entretanto, en Seattle, los muchachos del equipo de beisbol de la universidad descansaban en el hotel. Tenían el día libre, el cual iban a aprovechar para entrenar con el fin de afinar detalles para el encuentro del día siguiente contra los locales, Washington State. Celebraron su primera victoria en el torneo anoche mismo, para después irse cada quien a su habitación pasada la media noche por orden del manager. Mat dormía plácidamente en su habitación cuando tocaron a su puerta. Se despertó ante la insistencia de quien se encontraba al otro lado de la puerta. Se levantó, todavía soñoliento y antes de tomar la perilla preguntó quién era. -Soy yo, Mat... Soy Tom, abre- -¡Ah! - Y con un gran bostezo abrió la puerta. Efectivamente era Tom -Pasa- Tom pasó y después de disculparse por despertarlo fue de inmediato al grano. -Oye, Mat: estuve a punto de anotarme un juego perfecto, un no hit, no run- -Aaajj... Yo también... lástima Tom, pero ganamos el juego- -¿Lastima? ¿No sabes lo que cuesta mantener un juego limpio?- A Mathew no le gustó para nada el tono con que habló Tom recordándole el significado de un "no hit, no run". -Oye, no sé si tu objetivo era ganar el juego o figurar tú solo para los scouts, pero si he de pedirte disculpas por eso, lo haré ahora: Discúlpame, no fue mi intención que aquel emergente me bateara un hit- -Mira, yo soporté seis entradas seguidas sacándolos a todos por la vía rápida, ni una sola base por bolas siquiera, pero tú solo lanzaste un tercio del juego ¿Qué te pasó?- -Oye, no lo sé- Respondió un Mathew consternado por lo que escuchaba. Tom se atrevió a despertarlo de su sueño para reclamarle... -Mira brother, disculpa que te increpe de esta manera, lo que pasa es que estoy presionado y efectivamente había scouts de las Grandes Ligas viendo el encuentro- Tom suavizó el tono de su voz. -Eso lo sé- -Y sabes que está en mis planes ir a lanzar allá. ¿Sabes que me dijeron que podría ir a la organización de los Marineros y que tengo posibilidades de lanzar en la Gran Carpa sin necesidad de pasar por las menores?- -También lo sé- -Solo te pido que cuando el entrenador decida relevarme contigo, me des una mano, por favor- Seguidamente le extendió su mano. -Está bien, daré todo lo que pueda dar de mi en la próxima oportunidad- Dijo Mat estrechando su mano. -Recuerda que eso redundaría en un beneficio para ti, eso te ayudaría mucho ¡Quien sabe si te toman en cuenta!- -Bueno, pero recuerda que no está en mis planes ir a las Ligas, sean Mayores o Menores. Igual cuenta conmigo, pero te digo, yo también juego para ganar, no me gusta perder, pero tampoco es para que te lo tomes así, que pienses que lo hago a propósito- El semblante de Mat era de absoluta seriedad. -Entiendo Mat, lo siento. Bueno, me retiro a mi habitación. Tienes suerte de que te asignaran una para ti solo- -Bueno...- Después de otra estrechada de manos, Tom se retiró de la habitación. Mat hizo un gesto de negación con su cabeza y luego se tiró a la cama; pensó seriamente en las palabras de Tom, pero después le restó importancia. Su conciencia le decía que lo más importante era que el equipo ganara. Al poco rato se encontraba roncando otra vez. Sería despertado junto al resto de sus compañeros a las nueve. Tom se dirigía al lobby del hotel. Pidió permiso al jefe de la delegación para salir del hotel a comprar un diario. Luego del partido festejó con los demás jugadores, pero fue el primero en recoger sus cosas y montarse en el bus que los trasladaría al hotel, también fue el primero en irse a su habitación y dormir. Le había dicho a Mat que varios scouts lo estaban observando pero también le dijo que estaba bajo presión. Mathew pensaba que esa presión era producto de la circunstancia antes descrita por su compañero de equipo, pero en realidad esa presión tenía su origen en otra cosa, en algo que tanto él como el resto del equipo, incluyendo el entrenador, ignoraban completamente. Sabían que una amiga de Tom los acompañaba en sus juegos alentándolos desde las tribunas. Era la única persona que les hacía barra. Se llamaba Mildred Withefield y precisamente se encontraba de vacaciones en Seattle cuando Tom le notificó que iba a jugar unos partidos en esa ciudad. Hasta aquí todo sería normal, una chica en tierra extraña apoyando al equipo de Oregon porque un amigo jugaba ahí, pero. Ese apoyo de Mildred tenía algo más. Se trataba de un miembro más de "La Hermandad". Como Tom, también era oriunda de Portland y era su compañera en ese grupo, La "Hermandad". Una vez que Tom salió a la calle, cruzó hacia la otra acera para comprar el periódico. Después se dirigió a una especie de plazoleta aledaña al hotel. Se sorprendió al conseguirse a Mildred sentada en un banco. -Hola Tom ¿Cómo amaneciste hoy?- Preguntó la chica, quien lo miraba fijamente con sus ojos verdes. -¡Ah! ¡Bien! Dormí bien. ¿Y tu? ¿Qué haces aquí tan temprano?- A Tom se sintió un poco nervioso pero después se recuperaría. Mildred le inspiraba cierta aprehensión, como si temiera que ella fuera a reclamarle por algo. -Me alegro. Espero que hayas repuesto tus energías y tus ganas. Anoche no lo hiciste nada mal, te esmeraste, como debe ser- -Sí, di todo lo mejor de mí- -Claro, pero aquel lanzador relevista arruinó lo que pudo ser un juego perfecto para tu equipo- -¡Sí! ¡Ese estúpido de Mat! Acabo de hablar con él- -¿Hablaste con él? - Preguntó la chica, alzando una de sus cejas al tiempo que se le dibujaba una sonrisa irónica en sus labios. -Sí, le pedí que tuviera un poco más de voluntad, de concentración- -Un poco más de concentración- dijo Mildred, también con ironía. -Bueno...- Mat se sentó en el otro extremo del banco. -Sabes que a la Hermandad solo ingresan los más capaces ¿Verdad?- -Ajá- -En lo personal yo no quería que integraras ese equipo de la universidad- -Pero dime ¿Qué otro equipo me iba a dar la oportunidad de mostrarme- -Mmmmm... la verdad es que tienes razón - -Oye Mildred, por favor no seas tan exigente - -Está bien. No lo seré. Pero recuerda que en la Hermandad hay personas mucho, muchísimo más exigentes que yo... - -Ok- -Y ellos son los que proclaman la superioridad de la raza blanca... Ay, a veces se extralimitan, pero bueno, se debe actuar así para buscar la perfección...- -Correcto... - contestó Tom, mirando al piso, todavía sin abrir el diario. -Espero que para la próxima puedes tener mejor rendimiento. Yo que tú aguantaría las nueve entradas, no permitiría que me releven. No crees que tú que cuando los diarios y noticieros reseñen la noticia "Oregon gana con no hit run de Bridge, quien lanzó todo el juego" ¿En la Hermandad no se van a contentar? ¡Piensa Tom! ¡Piensa!- -La verdad es que me lo imagino... Más respeto... Podrían ascenderme en la jerarquía ¡Definitivamente esta es mi oportunidad!- -¡Así se habla, Tom!- Dijo Mildred al ver que sus palabras habían hecho que su compañero de logia se había vuelto repentinamente optimista. -Gracias por tus palabras de aliento, Mildred- -De nada, para estamos nosotros, para apoyarnos mutuamente- después prosiguió al tiempo que se levantaba del banco, proporcionando a Tom una vista que hacía tiempo éste no veía -Nos vemos- Mildred terminó de levantarse y se marchó, no sin antes dispensarle a su compañero y amigo una mirada dura con sus ojos verdes. Esto hizo temblar un poco a Tom, pero no impidió que la mirara de arriba abajo con admiración. Y no era para menos. La conocía desde hacía mucho tiempo cuando ingresó a la Hermandad. Mildred fue la primera persona que le tendió la mano, prácticamente quien lo inició en las actividades de ese grupo. Una chica de piel blanca, cabellos negros y ojos verdes que medía alrededor de 1,75 de estatura y que poseía unas medidas casi perfectas. Casi, porque su cuerpo era el de una atleta. Para ese momento estaba ataviada con un vestido del tipo hindú, que le llegaba hasta un poco debajo de la rodilla, con el pecho y la espalda escotados, sin mangas en los brazos, por lo cual mostraba unos brazos portentosos, si bien eran delgados, estos lucían musculosos. El escote de la espalda permitía ver como los músculos dorsales estaban un poco desarrollados. Y como era casi ceñido al cuerpo, permitía que se le delinearan sus curvas. Tom comenzó a recordar tiempos pasados, sobretodo cuando comenzó sus actividades en la Hermandad. Mildred era una chica de unos 28 años de edad graduada en Biología en la misma universidad de Oregon, cuya facultad de ciencias se encontraba allí en Portland. Fue una muy buena estudiante, recibiéndose con honores en su graduación bajo el título de summa cum laude. Decidió quedarse trabajando en la universidad para la cual laboraba en el departamento de investigaciones. Tan joven y era una de las autoridades más respetadas de dicha carrera en esa casa de estudios. Pero además de ser una gran profesional, era una formidable deportista: Practicaba atletismo, baloncesto, tenis, natación y volibol; además fue porrista del equipo de fútbol americano de la universidad. Y por si fuera poco, también era experta en artes marciales, siendo el karate su especialidad, aunque allí no llegó tan lejos debido a sus múltiples facetas como atleta. Pero lo suficiente como para saber defenderse sola. Fue cuando Tom recordó que cierto día, luego de una reunión de la Hermandad, un miembro fue acusado de violentar las reglas del grupo. Después de ser "juzgado" por sus faltas, fue castigado. ¿Cuál fue el castigo que debía recibir? Sería perdonado si lograba salir airoso de un combate con uno de los otros miembros. ¿Qué como era eso? Fue encerrado en un salón en el que había solo tres paredes y una gran ventana de vidrio ahumado. No podía ver hacia fuera, pero los que estaban fuera podían ver hacia el interior del recinto. El hombre, un joven de unos 25 años, de contextura regular, 1,80 de estatura y unos 70 kilos de peso, estaba ansioso por ver quien sería la persona con la cual pelearía. Temía por su vida, pues, pensaba que a lo mejor lo iban a poner con algún tipo de más de 1,90 y 100 kilos de peso de los que había en el grupo, pero no. Más bien se sorprendió de sobremanera cuando la persona que abrió la única puerta del recinto y entró cerrándola a sus espaldas era nada menos que Mildred. Se quedó pasmado. Iba a pelear con una bella mujer que estaba ataviada con su tradicional traje de combate karateca, un judogui blanco ajustado por una cinta azul. Del otro lado de la ventana estaba Tom, a quién varios de sus compañeros le dijeron que iba a llevarse una gran sorpresa al ver quien pelearía con el "infractor". Y así fue, quedó boquiabierto al ver a su amiga y madrina en el grupo ataviada con su traje de pelea. Apenas cerró la puerta, Mildred se dirigió al centro del salón, colocándose justo delante del "infractor" quien estaba con una franela blanca, pantalones jeans y zapatos de goma, mientras que Mildred, como buena peleadora, andaba descalza. Luego de dedicarle una mirada inexpresiva se cuadró en pose de combate, alzando los puños, para después realizar unas figuras, katás, a una velocidad impresionante. Sus movimientos eran veloces y firmes. Un par de minutos duró su exhibición para después finalizar como había empezado, en pose de combate, quedándose fija, mirándolo profundamente con sus hermosos ojos verdes. Una voz que salía de una pequeña corneta ubicada en el techo le decía al infractor que "comenzaba su castigo". El "infractor" estaba desconcertado. No quería pelear con Mildred, una mujer. Pero la voz en la corneta era insistente, al tiempo que iba a dar la orden de pelear. El joven se negaba. Pero finalmente la voz ordenó que empezara el combate. El "infractor", que no estaba preparado para pelear, aún, fue sorprendido por una andanada de golpes que Mildred le lanzaba con fiereza, acompañados estos de unos gritos muy fuertes. Mildred le conectó un violento recto de derecha en la cara, luego uno de zurda en el estómago y después una patada de revés en la cara, todo a una velocidad trepidante. El hombre cayó al suelo boca abajo, mientras que del otro lado de la ventana los asistentes, menos el Gran Hermano, el jefe del a Hermandad, gritaban eufóricos. Tom estaba con la boca abierta. Mildred estaba de pie, luego de propinar la patada quedó en la misma posición con la terminó la maniobra de la patada esperando a que su oponente se levantara. Este lo hizo, tenía la boca ensangrentada. Después volteó para ver a Mildred, esta seguía igual. Entonces optó por atacarla. Le lanzó varios golpes seguidos, manotazos mas bien, en la secuencia izquierda, derecha, izquierda, derecha, le conectó seis combinaciones seguidas, sin parar, producto de la rabia producida por el ataque de Mildred. Sin embargo, no logró conectarle a su oponente femenina, puesto que ella los bloqueaba. En la séptima combinación que quiso darle, la chica le amarró su brazo derecho con su izquierda y el izquierdo con su derecha, aprisionándolos. Después le conectó una patada con la derecha en el estómago que le sacó el aire, luego otra con la izquierda que le impactó en sus partes íntimas. Ambas patadas las conectó en sucesión. Después le conectó de nuevo la derecha y se fue de bruces sobre sus espaldas: había dejado el pié hundido en el estómago de su casi ahogado oponente, por lo que el pobre hombre pasó volando por encima de ella que tenía la espalda en el piso, lanzándolo unos dos metros de distancia, cayendo el infortunado "infractor" pesadamente sobre sus espaldas. Luego Mildred se levantó del piso con acrobática agilidad y miró hacia la ventana, sintiendo la algarabía de los demás miembros del grupo. El hombre estaba en el suelo retorciéndose de dolor. Mildred se le puso a su lado, mirándolo nada más, esperando a ver si se levantaba. El hombre, herido en su orgullo varonil, se levantó como pudo y después de restablecerse volvió a lanzarle golpes, esta vez de forma tan desordenada que Mildred no tuvo problemas para bloquearlos. Tom seguía mirando, asombrado, del otro lado de la ventana. Entonces Mildred decidió ponerse a la ofensiva. Luego de bloquear un último golpe, conectó un gancho de derecha al estómago de su rival, seguido de otro gancho de izquierda, inmediatamente giró sobre sí misma para propinar una patada de revés, también al estómago, cosa que hizo que el "infractor" retrocediera y diera su espalda contra la pared. Entonces Mildred llegó y le propinó un castigo salvaje: Primero le conectó par de combinaciones de rectos a su cara, después cambió a ganchos, también al rostro. Luego del gancho de izquierda, hizo una maniobra con el mismo brazo: una vez que pasó por la nariz de su rival, clavó el codo en el abdomen, sacándole el poco aire que le quedaba, para después golpear su boca levantando el puño de ese mismo brazo. El hombre no caía, por lo que después puso sus manos a ambos lados de su cabeza y la estrelló a su rodilla derecha, partiéndole la nariz. Fue todo. El hombre se desplomó, desmayado, mientras que Mildred volteaba al vidrio de manera sencilla, sin gestos ni nada, solo la expresión de sus verdes ojos decían algo así como "cumplí". Los demás que estaban en la ventana estaban jubilosos. Mientras que el Gran Hermano hacía un gesto de aprobación con su cabeza. Abrieron la puerta y se llevaron al hombre inconsciente, mientras Mildred salía. La verdad es que la chica había acabado muy rápido con su rival. Fue una escena que Tom jamás iba a olvidar, porque a partir de ese momento debía respetar muchísimo a su "madrina" en la Hermandad. Con la escena de Mildred en posición de combate en su judogui, Tom recordó ese capítulo en su estada en la Hermandad, mientras veía a Mildred alejarse. Al siguiente día, el manager del equipo le encomendó lanzar como abridor ante los locales. Como siempre Tom tuvo una actuación casi perfecta en un juego que estaba muy igualado: en ocho entradas lanzadas con el score de cero a cero en la pizarra, solo permitió dos hits en un duelo contra el lanzador de Washington State quien había permitido tres incogibles. Logró controlar la arremetida de los rivales hasta la octava entrada cuando sintió dolores en su brazo de lanzar, por lo que el manager decidió sustituirlo. Eligió David Brown, un zurdo. Mat se quedó esperando su turno. Lamentablemente, en el noveno inning, al relevista Brown le conectaron un estacazo que se convirtió en jonrón, un grand slam que dejó al equipo de Oregon el terreno, mientras que los locales de Washington celebraban alborozados su ajustada victoria de una carrera por cero ante la desazón y tristeza de los jugadores del equipo de Mat. Mildred estaba en la grada completamente circunspecta, mirando fijamente a Brown. Entre tanto, Tom estaba sentado en el banquillo totalmente incrédulo. No se podía creer el desenlace del encuentro. Sabía que Brown era un buen lanzador, pero... Toda la delegación se apresuró en recoger sus cosas y retirarse al hotel, salvo el manager Anthony Wilkins, quien debía estar presente en la rueda de prensa por el equipo de Oregon. Ya en el hotel, los jugadores y demás miembros del equipo estaban tratando de distraerse, cada quien a su manera, unos estaban en el lobby simplemente conversando, otros se reunían en la habitación de algún compañero para jugar cartas o simplemente charlar acerca de lo que pudo haber sido el partido. Otros como Mat y el propio Tom, así como el desconsolado Brown se encerraron en sus habitaciones, esperando el siguiente día para prepararse para su regreso a Portland tal como estaba previsto si no clasificaban a la siguiente ronda del torneo. Como a las once de la noche, Brown salió de su habitación, pidió permiso al jefe de la delegación para ir a una farmacia a comprarse un medicamento. -Es que acaba de llamar mi madre pidiéndome que le compre unas pastillas. Allá en la casa se le terminaron y no tiene dinero para comprarlas. Por favor Roger, déjame salir, no tardaré- -Está bien Brown, pero no tardes mucho- Contestó el jefe de la delegación quien estaba en el Lobby. -Gracias Roger- Brown se dirigió a uno de los botones para preguntarle dónde quedaba la farmacia de turno más cercana al hotel. Luego que el empleado le indicara que había una a tres o cuatro calles, Brown enfiló a paso redoblado. No quería tomar un taxi dada la cercanía del establecimiento. Transcurrían los minutos y ya Roger y los demás que se encontraban en el lobby se aprestaban a subir cada quien a sus respectivas habitaciones. El jefe de la delegación advirtió que había pasado ya media hora y no vio regresar todavía a Brown. Comenzó a preocuparse. Todos los demás subieron pero él se quedó esperando. Transcurrieron 15 minutos más cuando decidió preguntarle al botones por el relevista. Estaba en eso cuando vio a alguien acercarse dificultosamente a la puerta del hotel. Era Brown que lucía mal, con un labio partido, un ojo hinchado y su ropa un poco sucia. -¡Oye, Brown! ¡¿Qué te pasó!?- Preguntó un preocupado y sorprendido Roger. -Nada... solo un par de estúpidos que me reclamaron por el jonrón que me conectaron...- Le costaba un poco articular palabras -... Un par de vagos que... bueno... parece que habían apostado a favor de nuestro equipo y me echan la culpa de la derrota... me gritaron que era un estúpido, un bueno para nada... me ofusqué por los insultos y peleé... eran dos pero ¡Les di su merecido!- -¡Vamos! ¿Te sientes bien?- -¡No! Tan solo estor golpes, pero más nada- Se metieron al hotel. A las tres de la mañana hubo de llevar a Brown de emergencia al hospital. Mientras dormía sufrió una repentina falta de aire, ahogándose. Afortunadamente la ambulancia llegó rápido al hotel y se lo llevaron rumbo al hospital más cercano, quedándose con él Roger y dos delegados del equipo. Los demás se regresaron a Portland, con otra preocupación en sus mentes ¿Qué le había pasado a Brown realmente? Tom sí lo sabía. Sabía que su compañero le había mentido a Roger al decirle que se había caído a trompadas con un par de individuos. Sabía que Brown era un tipo que poseía un amor propio y orgullo muy grandes, que cuando hacía algo, se esmeraba en hacerlo bien, perfectamente. Por eso respiró tranquilo cuando el manager lo designó rápidamente para relevarlo, pero esa tranquilidad dio paso a la decepción al ver cómo le conectaban aquel jonrón. Brown lanzó al suelo la gorra en señal de rabia e impotencia. Por ese orgullo sabía que no le iba a decir a Roger ni a nadie lo que le había sucedido realmente camino a la farmacia. Jamás iba a decir que quién le provocó esas lesiones en una pelea fue... una mujer. Había sido Mildred. Lo sabía porque la propia Mildred lo llamó a su celular inmediatamente después de que la ambulancia saliera del hotel llevándose al relevista. Lo llamó diciéndole: -Ya le di su merecido al cabrón ese...- Luego le colgó. Tom se estremeció, pero al cabo de unos minutos durmió tranquilamente. Al día siguiente, ya en el autobús que los trasladaba a Portland, se la pasaba pensativo. Se preguntaba si Mildred iba a contarle a los demás miembros de La Hermandad en la reunión del sábado en la noche cual había sido su desempeño en el torneo. A todas pensaba en ella, en lo buena que era luchando, pues ya había vencido a dos hombres "Quién sabe a cuantos más ha jodido y yo ni me he enterado", pensaba Tom. Inmediatamente recordó una cosa, mejor dicho, a alguien. Se acordó de Alejandra. La chica a la que Rosemary le había encomendado darle una tunda para apartarla de su camino a la conquista de Walter. La misma chica que había conseguido salir triunfante de aquel asalto frente a los maleantes en aquel solitario callejón de Astoria. También recordó que iba a pedir ayuda a La Hermandad. Después se le dibujó una sonrisa al encontrar a la persona idónea para esa misión que le encomendó Rose. -Mildred contra la latina ¡Wou! Será un buen espectáculo, pero confío en Mildred. Je, je, je, je- se dijo en su fuero interno. El autobús siguió su ruta a la capital económica de Oregon. Entretanto, ya a media mañana en la universidad, Alejandra sostenía una conversación con Walter. Charlaban de cualquier cosa, de cualquier tema, pero nuestra amiga estaba pendiente por si Walter comenzaba a echarle los perros. Sin embargo, transcurrieron esos minutos y Walter no se le insinuó, pero cuando se hicieron las doce del mediodía y a Alejandra le tocaba despedirse para ir al trabajo, a su amigo se le escapó una mirada tierna a la que Alejandra correspondió con un beso. -Adiós, Walter, nos vemos mañana- dijo Alejandra. -Nos vemos, Alex, hasta mañana- Walter hubiera deseado recibir ese beso en la boca. Le hubiera gustado apasionadamente unir sus labios con los carnosos y sensuales de su amiga y compañera. Otra jornada de trabajo comenzaba para Alejandra, mientras Walter veía como se iba el autobús. Después se dirigió a su casa. A poca distancia, escondida disimuladamente detrás de un árbol, observaba una enojada Rosemary, junto a su amiga Carol. -Ojalá que Tom haya encontrado esa ayuda que iba a pedir a la Hermandad- -Ay, Rose- Atinó a decir Carol mientras ambas se retiraban. Transcurrió ese día. Llegada la noche, Alejandra y Ginnette se dirigían a pié hasta su casa, aprovechando que no era muy tarde. En eso se acercó una patrulla de la policía de Astoria, el cual redujo su velocidad a la de los pasos de ambas amigas, quienes se extrañaron de tal actitud de los agentes policiales. Pero Alejandra se tranquilizó cuando reconoció a David Buchanan, el agente que la atendió el día en que ella se enfrentó a los maleantes guatemaltecos, no lo veía desde que la visitó en el hospital mientras la atendía. -Alex Méndez ¿Cómo está esta valiente niña?- Saludó el agente policial. -Agente Buchanan ¡Tiempo sin verlo!- Ella y Ginnette detuvieron la marcha al igual que la patrulla. -Tres semanas para ser exactos ¿Cómo te va?- -Muy bien ¿Y a usted? Veo que está trabajando- -Ya vamos a terminar el servicio. Estábamos recorriendo esta calle cuando la reconocí ¡Ah! Les presento a Howard, mi compañero- -Mucho gusto- saludó el colega de Buchanan quien conducía. -Igual- contestaron ambas al unísono. -Oigan chicas ¿Van a algún lado? Si quieren le damos la cola- -Agente Buchanan, están ustedes en servicio- Recordó Ginnette. Todos rieron. -Además, no quiero ocupar el puesto de aquellos desgraciados ¿Se acuerda?- Agregó Alejandra. -Sí, los recuerdo perfectamente. Por cierto, Alex, quería ubicarte para hablar contigo y felicitarte. No te imaginas la gran colaboración que nos prestaste- -¿Por qué?- Se apresuró Ginnette a preguntar. -Porque pudimos desarticular la avanzadilla de una banda de malhechores centroamericanos, tu amiga Alex se enfrentó a tres maleantes que eran extranjeros ilegales que pretendían quedarse aquí en Astoria- El agente Buchanan le explicó muy brevemente que los malhechores pertenecían a una pandilla que había estado cometiendo robos en Astoria y Portland últimamente. Tenía varios integrantes. La charla se había puesto tan interesante que Alejandra pidió a Buchanan que se bajara un rato de la patrulla para conversar. Este le complació. -Alex, descubrimos que eran integrantes de una pandilla que se había trasladado de Los Ángeles a Portland, pretendían establecerse aquí- -Me dijo que eran ilegales ¿Los deportaron?- -Sí, Alex, los que eran ilegales fueron deportados inmediatamente, los otros que tenían la "Green Card" vigente, cosa que me sorprende, fueron procesados, serán enjuiciados y condenados. Tienen un amplio prontuario policial... Yo pienso que debieron deportarlos también...- El agente Buchanan prosiguió a relatarle muy rápidamente lo ocurrido en esos operativos. Pedro Mosquera, Jorge Plata y Hernán Zapata eran los tres maleantes que quisieron asaltar a Alejandra. Los mismos que pensaron iban a cometer otra fechoría, pero nunca se imaginaron que se iban a encontrar a una guerrera. -Oye Alex, te admiro - Dijo el agente. -¿Por qué? No soy una estrella de cine- respondió Alejandra con mucha modestia. -Te defendiste fieramente de ellos. Lo sé porque se lo pudimos sacar en el interrogatorio. No te citamos a los tribunales porque se trataba de un asunto de Migración ya que descubrimos que estaban ilegales. Con solo sacarlos del país tenemos. Pero en el interrogatorio, uno de ellos, el jefe, no paraba de hablar de ti. Dijo que eras una fiera- -¿Qué? Agente Buchanan ¿A estas alturas todavía le sorprende que yo me haya podido defender sola?- Alejandra lo miraba con el ceño un poco fruncido. -Alex, recuerda que él es hombre- Intervino Ginnette, como queriendo echar leña al fuego. -¡No! ¡No! No es eso. Es que llama la atención el hecho de que a los maleantes les hayas roto algo más que narices, bocas y huesos ¡Los dejaste traumados, Alex! ¿Eres experta en artes marciales?- -Si. Lo soy - Alejandra miró sonriente a Ginnette, mientras que Howard, quien permanecía callado al frente del volante, intervino. -¿Qué practicas, Alex?- -Karate Do ¿Por qué?- -¿Vas a un gimnasio?- -No, no tengo tiempo ¿Qué es esto? ¿Un interrogatorio?- -No, no es nada de eso, tranquila- -¿Y entonces? Bueno, creo que ya saben que sé defenderme- Contestó Alex, quien aprovechó para hacerles un sutil reclamo acerca del deficiente patrullaje de ciertas calles de la ciudad. Los agentes escuchaban sorprendidos mirándose las caras, para después ofrecerles excusas y disculpas a las muchachas. Howard llegó a sonrojarse. -Bueno, hacemos lo que mejor podemos- -No es suficiente - Replicó Ginnette con falsa indignación. -Esta bien, está bien, ofrecemos disculpas por nuestro "deficiente" trabajo- Dijo Buchanan. -Tranquilo, agente Buchanan, no se lo tome tan a pecho, sabemos que para ustedes no es fácil, nada fácil- dijo Alejandra en tono conciliador para después dar paso a una conversación más amena. Después de unos instantes, el agente Buchanan se subió a la patrulla, Howard encendió el motor y una vez preguntó: -¿Están seguras que no quieren que las llevemos?- -No, señor agente, no se preocupe- Contestó Ginnette. -Bien. Que pasen buenas noches, señoritas- -¡Igualmente!- La patrulla se puso en marcha. -Oye, Alex ¿Cómo que le gustaste a ese policía?- -¡Uy! Espero que no. Hasta ahora he hablado muy poco con él, pero es buena persona, sin embargo...- Dijo una sonriente Alejandra. -¿No quieres tener nada con él?- -No. Tú sabes- -Bueno- Ginnette soltó un suspiro y cambiaron de tema mientras seguían su camino a casa. -Oye, Ginnette ¿Ya habrán llegado los muchachos del beisbol?- -Ya Mat debería estar aquí. Primero llegaban a Portland...- -Lástima que los hayan eliminado tan pronto- Ambas sabían la suerte que corrieron sus compañeros en el campeonato, por lo que siguieron su rumbo un poco apesadumbradas. Mientras, en la patrulla: -Buchanan. Parece que esa chica te gusta- -No, no es lo que tu piensas. Es que por las referencias de los pillos, la pintaron a ella como una campeona de karate. Aun me niego a creer que ella sola se bastó y se sobró para ponerlos en su sitio- Se apresuró en decir Buchanan. -¿Tu crees?- -Sí- -Bueno, David. Después no me vengas a decir que te recuerda a tu difunta esposa. -Howard- dijo Buchanan, en un tono que invitaba a su compañero a no tocar cierto tema. -Esta bien, David- Howard sonrió. Después lo hizo Buchanan, sin mirarlo. ¿Por qué será que al agente de la policía de Astoria le llama la atención Alex? Lo cierto del caso es que ambos se dirigieron a la estación a reportarse y entregar la guardia por ese día. Mientras tanto, Tom ya había llegado a Portland. Contó a sus familiares y amigos que cómo les había ido en Seattle. Después, casi a la medianoche, recibió una llamada de Rosemary. -Hola Tom ¿Qué tal? ¿Cómo les fue? Me dijeron que habían regresado ¿Qué pasó?- -Bueno, tu sabes, ya no estamos en el campeonato...- -Por fin ¿Cómo quedaste con los de la Hermandad? Dijiste que ibas a pedir ayuda...- -Tranquila, no he hablado todavía, pero ya se me ocurre una cosa...- Y así, Tom y Rose siguieron conversando y planificando la forma en que iban a tenderle la trampa a Alejandra. Ya Rosemary estaba decidida a enfrentar ese "problema" en el que se había constituido la mexicana. Tom había pensado en Mildred...