La historia de Daniel. Conociendo a Verónica By Dan the diverman dmmbsr@gmail.com Empiezo a conocer a la novia de mi padre, no deja de seducirme con su musculatura. Tras un domingo muy intenso, me levanto el lunes y veo que estoy solo. Reviso que no haya nadie por la casa, entro en la habitación de mi padre buscando algún rastro que me indique que Verónica volverá, pero no tengo suerte. Me preparo el desayuno, me pongo un bañador, pongo algo de música y me relajo en las hamacas del porche trasero. Es el comienzo del verano, hoy no hay demasiado viento y a primera hora de la mañana se está muy bien tomando el sol. Escucho la puerta de la casa, me levanto a saludar y me sorprende ver que es Verónica, sola. Lleva unas llaves en una mano, mientras que en la otra unas bolsas de viaje abultadas que parecen llenas de ropa y en el suelo hay otras. Creo que me acostumbraré a ver a la nueva novia de mi padre, y simplemente con este pensamiento empiezo a excitarme. La saludo, le ofrezco ayuda y me lo agradece, me acerco, agarro un par de bolsas, pero cuando intento levantarlas se quedan en el sitio, pero, cuanto pesa su equipaje!! Viendo mi cara de sorpresa y sonrojo, se disculpa “perdona, esas bolsas deben llevar mi equipo de entrenamiento, y es bastante pesado, ya las llevaré yo”, me da un beso en la mejilla, me lo agradece, y sin mediar más palabras, agarra las asas de las bolsas que no pude coger y las levanta como si no pesasen nada, me dice que se va a poner cómoda, y que ahora sale, me quedo mirando como sube las escaleras hacia el cuarto de mi padre. No puedo retirar la vista de esos gemelos, como vencen la tensión del cuero de sus altas botas, llevándolo al límite de rotura, me quedo tan traspuesto que solo cuando se funde en la oscuridad del pasillo veo como se marca su trasero en esos pantalones de cuero, como se me ha podido escapar ese culo, es perfecto. Lástima que se quiera poner más cómoda, con esa ropa estaba arrebatadora. Me sirvo una cerveza y me siento de nuevo en la hamaca. No han pasado cinco minutos cuando aparece Verónica por la puerta, con una botella de agua grande en la mano, me pregunta si me puede acompañar, enmudezco al ver su cuerpo con tanto detalle, lleva un bikini demasiado pequeño para su cuerpo, prácticamente tres triángulos de tela unidos con unas tiras finísimas, que deja poco a la imaginación. El simple peso de la botella hace que su brazo muestre un músculo enorme, un bíceps que deseo apretar, sentir toda su dureza, sus abdominales, aunque no los está flexionando, denotan su firmeza, estoy seguro que un buen golpe en su barriga tiene que ser doloroso para el agresor, me pierdo en mis pensamientos, me doy cuenta de mi erección, me sonrojo, miro a otro lado, cruzo las piernas, me doy cuenta de la mancha incipiente, cuando escucho que me repite de nuevo si me puede acompañar, trago saliva para poder articular palabra y la invito a sentarse en la hamaca que tengo a mi lado. Se acomoda, intento evitar el contacto visual, debe pensar que soy un pervertido salido. Se vuelve a disculpar “Siento haberte dejado coger esas bolsas, te podías haber hecho daño, te acercaste demasiado rápido y no me di cuenta las bolsas que intentaste coger, mi equipo de entrenamiento básico pesa muchísimo, y a veces se me olvida que lo normal es que la gente no tenga mi fuerza". Me empieza a picar la curiosidad, le pregunto a que se refiere con entrenamiento básico y me dice que cinco veces al día debe hacer series de brazos y hombros con mancuernas. Me viene a la cabeza las mancuernas que usaba mi madre, quizás de 1 kg, y no me encaja, se lo comento y se ríe,me mira profundamente y entre sonrisas me dice que las suyas son algo más pesadas. Continúa con su conversación, “Sabes? me preocupa que te pueda afectar el que tu padre tenga una novia, soy consciente del dolor latente que hay en vuestro hogar, me preocupa que puedas pensar que estoy aquí para sustituir a tu madre o para hacer que tu padre se olvide de ella. Tu padre me habla mucho de tu madre, es como si la hubiese conocido, y se que para ti fue y es muy importante." Empiezo a recordar a mi madre, se me nubla la vista, se me forman lágrimas y empiezan a descender por mi mejilla, siento el abrazo cariñoso de Verónica, le respondo acariciando su espalda, pero no me percato del espectáculo de ese tacto, tengo la mente en otro sitio, el abrazo dura un tiempo impreciso; hasta que no me relajo no me suelta, al final, cuando me percato de la situación, empiezo a disfrutar de su aroma, me fijo en su cuello, en los músculos que lo forman, en su anchura, en como le cae ese pelo ondulado, dibujando unas formas sinuosas que contrastan la delicadeza de su piel, de su pelo, de su aroma con la dureza de sus abultados músculos. Me suelta y mirándome fijamente a poca distancia, se disculpa por mencionar tan alegremente a mi madre, sabiendo lo que significa para mi o para mi padre, le insisto en que es culpa mía, que no debería emocionarme, me agarra con fuerza de la mano, me fijo en sus antebrazos llenos de cordones de músculos, esa visión me impide pensar en mis manos que serán siendo aplastadas, de repente se da cuenta de que no me circula la sangre, mis dedos están blancos, veo que me suelta alarmada, a la vez que me coge con ternura los dedos, “Lo siento otra vez, a veces se me olvida lo fuerte que soy, cuando me emociono pierdo un poco el control", empiezo a ser consciente del dolor en mis manos, pero su ternura es suficiente para calmar cualquier dolor. En ese momento, parece que contactamos, “¿Que opinas de mi aspecto?, ¿Te preocupa que la novia de tu padre tenga un cuerpo como este? ¿Que pasaría si un día que salgamos los tres, te ven conmigo unos amigos tuyos, o una novia?”, bromeo con ella, le preguntó que a que se refiere, que qué tiene de especial, nos empezamos a reír, ella para justificar su aseveración pone sus manos en la nuca, tensa los brazos, flexiona los abdominales, expande los deltoides, extiende sus muslos a la vez que los tensa revelando su increíble masa muscular y por último esgrimiendo una sonrisa seductora, empieza a flexionar alternativamente sus pectorales haciendo bailar sus grandes tetas, ante esta imagen no puedo más que correrme, menos mal que me había puesto una toalla estratégicamente para poder disimular un poco. Ya cambiando a un tono más serio, me dice, “Generalmente la gente siente repulsa por las culturistas, incluso por las mujeres con algo de músculo, aunque no estén tan desarrolladas como yo son insultadas y despreciadas, siempre lo consideran algo poco femenino, desde que empecé a entrenar, a desarrollarme, he sentido este rechazo, pero aunque yo estoy acostumbrada, siempre me preocupa que la gente que quiero pueda sentirse mal por mi presencia. Después de tanto tiempo he aprendido a disimular mis músculos, y puedo taparme”, no doy crédito, le contesto “Todo lo contrario, creo que eres una chica muy atractiva, tus músculos te hacen aún más sexy” veo que se sonroja, se acerca y me da otro abrazo, esta vez me aprieta un poco, le acaricio la espalda, puedo sentir sus músculos tensos, montañas de fuerza comprimida capaz de aplastarme con sólo un pensamiento. Cuando se retira veo que tiene lágrimas en los ojos, “Soy muy afortunada de haber encontrado a tu padre, el me quiere como soy", parece que se ha sentido rechazada muchas veces; le pregunto por su historia, suspira, se toma unos segundos, y me narra su historia, “Me casé muy joven, apenas había cumplido 20 años, dos años después nació mi hija Blanca, esos fueron unos años muy felices, montamos un gimnasio, en el Juan, mi marido llevaba los papeles, y yo me encargaba de la recepción, ninguno hacíamos un uso importante del gimnasio, era un negocio más, pero en esa época te permitía relacionarte, conocer gente, y el ambiente era muy saludable; fueron pasando los años y Juan fue cambiando, cada vez era más arisco, el amor se fue disipando, ya no éramos más que los padres de Blanca y unos compañeros de trabajo, cuando llevábamos 13 años casados, Juan empezó a beber demasiado, llegaba borracho por la noche cuando yo dormía, con un carácter muy violento, a veces, sin venir a cuento me pegaba, tras varias de estas agresiones, me replantee mi existencia. Blanca tenía 11 años, y aunque no debía ser testigo de esa violencia, no podía criarse sin una figura paterna, así que decidí empezar a entrenarme, para así poder defenderme de Juan. Dado que teníamos el gimnasio opté por desarrollar mi fuerza, Juan no era demasiado fuerte, por lo que podría aguantar mejor sus envestidas si me desarrollaba. Hable con el entrenador del gimnasio y le encantó la idea de que quisiese hacer ejercicio. Tengo buena genética, por lo que los progresos fueron evidentes en muy poco tiempo, a mi entrenador le preocupaba mi aspecto, cuando llevaba un año me confesó que empezaba a estar sobremusculada, le insistí que que eso no existe, cuanto más músculos mejor, quería tener un cuerpo suficientemente duro como para que los golpes de Juan no me hiciesen nada; pese a las quejas de mi entrenador, siguió entrenándome, cuando llevaba dos años era la persona mas fuerte del gimnasio, hombre o mujer, tuvimos que actualizar el equipamiento para poder cansarme en mis rutinas diarias. Juan se había ido relajando, aunque ya no me pegaba seguía emborrachándose, Blanca apenas se daba cuenta, porque era muy pequeña, y las borracheras eran por la noche,cuando ella dormía. Mis músculos intimidaban a Juan lo suficiente como para no sacar los pies del plato, había funcionado mi estrategia. Durante el tercer año de entrenamiento, me dedique a definir mejor mi musculatura, a obtener el aspecto que tengo hoy en día, ya no se trataba de asustar a Juan, o de protegerme ante una agresión suya, se trataba de exaltar el cuerpo que había cultivado durante los últimos años, de crear un cuerpo digno del mejor campeonato de culturismo. Un día, Juan regresó del bar borracho, como otras tantas veces, pero esta vez debió olvidarse de en lo que me había convertido, e intentó pegarme, estando frente a mí, cerró su puño llevó su puño hacia atrás para coger velocidad, y cuando lo lanzó contra mis abdominales decidí quedarme quieta, flexionarlos un poco y aguantar su golpe, el impacto apenas lo sentí, empecé a reirme de su intento, esto lo irritó mucho, así que intentó pegarme otra vez, esta vez en la cara, pero esta vez, cuando ya parecía inevitable el golpe lo paré con mi mano izquierda, agarré su puño y empece a apretar, sonaban los huesos ceder ante mi presión, el antebrazo se hinchaba, se llenaba de venas llenando de sangre los músculos que tanto había entrenado, entre sus lamentos y lágrimas del dolor producido, vi que empezaba a derrumbarse, a caerse al suelo, levanté el brazo izquierdo, aún con su puño agarrado, el estaba totalmente lacio, como una muñeca de trapo, me tomé mi tiempo para disfrutar de esta imagen, estaba desahogando los años de relación frustrada, de miradas de desprecio, de maltrato psicológico, aún no había recibido lo que se merecía, armé mi puño derecho, y le asesté un golpe con toda mi fuerza en el estómago, el puño desapareció en su flácida barriga, era tal la fuerza del golpe que lo levanté con el brazo hasta que todo su cuerpo colgaba del brazo derecho, aflojé mi mano izquierda, me quedé en esa posición de superioridad aguantando su peso tan solo con mi puño derecho hasta que me había relajado, por fin le había devuelto parte de lo que me había hecho, retiré el brazo y cayó redondo al suelo, y se quedó allí tirado toda la noche, rodeado de su propio vómito. Durante los siguientes dos mese no bebió nada, y cuando me miraba temblaba, viendo el efecto que tenía sobre el, decidí mostrar mi musculatura en todo su esplendor, vestía con prendas que ensalzaban mis músculos, faldas cortas, que señalaban mis cuadriceps, me ponía tacones altos por casa, para que se inflasen los gemelos, llevaba simplemente un top que dejaba a la vista mis abdominales, así como los hombros, deltoides, y como no, los bíceps que tanto temía Juan. Cuando sabía que iba a llegar, hacía ejercicios con mi set de mancuernas, para inflarme al máximo, y que el sudor sobre mi piel diese el brillo a mis músculos para que pareciesen aún más grandes. He de reconocer que disfrutaba de cada momento de su terror. Esta situación duró dos años más hasta que un día, cuando regresaba del gimnasio, me encontré a Blanca en casa con un ojo morado, estaba sola en casa y los ojos los tenía rojos de haber llorado un buen rato. Blanca ya tenía 16 años, así que decidí que este era el límite, a partir de ahora viviría sin su padre, y me iba a asegurar de eso. Tenía tiempo hasta que Juan llegase de su borrachera diaria, así que recogí todas la cosas de Blanca y las mías, me lo llevé todo a casa de mis padres, allí deje a mi hija y todas la cosas, me disponía a darle la última paliza a ese malnacido. Me fui a casa, esperé a Juan en el dormitorio, aguardé tras la puerta a que llegase Juan, unas horas mas tarde, escuché la puerta abrirse, había llegado la hora, escuchaba como se acercaba al cuarto, la adrenalina empezaba a regar mi cuerpo, me sentía indestructible, cuando entró en el dormitorio, cerré la puerta. Él, al escuchar esto se giró y al ver mi expresión de ira, le mudó la expresión a una de pánico, ahora era consciente de lo que iba a pasar, de lo que iba a sufrir, empezó a suplicar, a llorar. Mi cuerpo rebosaba energía, mis músculos querían guerra, y la iban a tener; tenía claro que a partir de este día, la relación con Juan sería totalmente diferente. Había tenido tiempo para planear como hacerle sufrir, como mantenerle consciente, no quería que Juan se perdiese ni un minuto del sufrimiento que merecía, para ello, tenía que dosificar mi fuerza, no podía darle un buen golpe al principio, porque esto terminaría demasiado pronto, quería alargar su agonía. Empecé con una serie de golpes rápidos a su cara y a su pecho, sin demasiada fuerza, pero mucha velocidad, a Juan no le daba tiempo a ver de donde venía la lluvia de puñetazos, empezó a sangrar por el labio, los ojos, la nariz, se le empezó a deformar la cara, la intensidad de los golpes lo fueron arrinconando contra una esquina, y la sucesión de puñetazos lo mantuvo erguido ya su cuerpo no aguantaba más, las piernas le fallaban, alzó la vista para ver a su Verónica totalmente inflada, los músculos brillaban con el sudor del esfuerzo, la sonrisa maquiavélica que lucía, irradiaba superioridad, lo manejaba como si fuese un peluche, Juan no tenía posibilidad alguna de responder con nada, así que lo único que pudo hacer fue insultarme, me dijo entre balbuceos que mi cuerpo era el de un hombre, el de un chulo de playa, esto me irritó, sabía que mi cuerpo no era el ideal de belleza para casi nadie, y que Juan sentía repulsa por cada centímetro de mi, y mis músculos le parecían despreciables, perdí el control, cesé los golpes rápidos y le asesté un gancho con toda mi fuerza en el mentón, lo levanté del suelo medio metro. Tras esto cayó al suelo, prácticamente inconsciente, tosía sangre, evidentemente el castigo que le había propinado al pecho le había dañado algo por dentro, estaba disfrutando cada instante. Era hora del segundo round, lo cogí de las manos, y como un muñeco de trapo, lo apoyé sobre la esquina ensangrentada cuando logré que su postura fuese estable, a modo de pera de boxeo, empecé a trabajar su cara, no se veían los puños de la velocidad, el cuerpo de Juan, intentaba en vano caerse al suelo, pero los golpes continuos lo mantenían erguido, para terminar la serie aguanté su cara con una mano estiro el brazo para levantarlo del suelo, lo llevo al centro de la habitación como un muñeco de trapo lo tiro al suelo, y lo dejo allí retorciéndose de dolor, la cara ya no es reconocible. Dejo que pase un rato, es momento de trabajar las piernas un poco, a horcajadas sobre su pecho, mirándole lo que le queda de cara, para despejarle un poco le golpeo cuatro o cinco veces con toda mi fuerza en ambos lados de la cara, consigo su atención, en ese momento me deslizo un poco hacia abajo y empiezo a ejercer presión con mis fuertes muslos, se tensan, veo mi cuadriceps inflarse, abrazando el pecho de Juan, esta situación me excita, esta demostración de fuerza bruta me pone, empiezo a segregar líquidos, esto solo sirve para que apriete más, como me resulta incómoda la posición, me dejo caer a un lado, apoyando el codo sobre el suelo, lo abrazo por el pecho con mis piernas, empiezo a apretar, poco a poco, disfrutando de cada momento, siento como las costillas ceden a la presión, estoy en éxtasis, miro hacia abajo para ver mis cuadriceps como nunca los había visto, los abductores que tanto he entrenado están sirviendo para algo, no puedo más y me corro, esto hace que mis piernas se tensen, es tal la presión que Juan deja de gemir, de quejarse, se queda inconsciente, cuando termina mi orgasmo me relajo, ya con Juan inconsciente deslizo un poco las piernas hacia abajo y vuelvo a apretar, ejerzo mucha presión, Juan no reacciona, vuelvo a llegar al orgasmo. Me relajo un poco, no quiero matarlo y creo que falta poco. Me incorporo, verifico su pulso y me tranquiliza el ver que aún vive, me examino y estoy llena de salpicaduras de sangre, pero aún no he terminado, me acerco al baño cojo un vaso de agua y se lo echo por encima, parece que reacciona, empieza a suplicarme que lo lleve a un hospital, le aseguro que aún no he terminado, era la hora del tercer y último round, en el que por fin podría desatarme, podría asestarle los golpes que se merece, quizás esto si sería un entrenamiento para mi, hasta ahora, apenas había usado parte de mi fuerza, esto había sido un calentamiento. Levanté lo que quedaba de Juan y lo apoyé contra la pared, para evitar que se cayese le coloqué entre una cómoda y un galán, más o menos estaba estable, comencé con una serie de golpes con ambos brazos, en cada golpe ponía toda mi alma, mis puños penetraban muy profundo en su flácida barriga cada vez más, cuando se arqueaba para caerse arremetía con un gancho que lo levantaba del suelo y volvía a su posición inicial, cuando empecé a cansarme, decidí que ya era suficiente, cesé el ataque y vi el amasijo de carne en que se había convertido, se derramó hasta el suelo, le volví a tomar el pulso, vi que estaba vivo, me limpié la sangre salpicada y me marché." Tras escuchar toda la historia sin interrupción me quedé atónito; busqué su cara, y tenía la mirada perdida, ya no lucía la sonrisa que viste siempre, estaba en silencio, recordando detalles de su pasado que ya no era necesario compartir conmigo; compartimos el silencio un rato, pero conforme pasaban los minutos y digería la historia, me iban asaltando preguntas ¿Como podía tener más de 38 años esta belleza?, tiene una hija que debe tener por lo menos 15 ó 16 años, ¿Cuando pasó todo esto? ¿Sobrevivió el marido a la paliza?¿Que pasó con la policía, la arrestaron por esto?¿Porqué no me asusta toda esta situación?, todas estas preguntas rondan mi cabeza, pero no me atrevo a hablar, creo que ella necesita su tiempo. Pasan unos minutos y por fin Verónica rompe el hielo, “Supongo que te estoy asustando con mi historia", la tranquilizo “En absoluto, se que nunca le harías daño a las personas que te quieren, pero me asalta una duda, que pasó con tu marido, ¿sobrevivió? ¿Te denunció por la paliza?”, mirándome espeta “Si, un amigo común me dijo que lo hospitalizaron durante varios meses, el justificó sus lesiones con un accidente de moto, una vez que salió del hospital se le quedaron secuelas físicas y psíquicas que no podrá superar. No creo que cambie su versión, me tiene mucho miedo.” Continúo con mis pesquisas “Y Blanca, tu hija, ¿como es que no la conocemos?” hace una pausa, parece que esté midiendo las palabras, al cabo de un minuto me dice “Tu padre lleva intentando salir conmigo varios meses, han sido innumerables las veces que me ha invitado a salir, pero había pasado poco tiempo desde que había mandado a Juan al hospital; sin embargo su persistencia, su continuos halagos van haciendo mella y llega un día en que decido decirle que si, que me gustaría conocerle un poco mejor; además, con este cuerpo es muy difícil encontrar hombres interesados en una relación aunque sea un polvo rápido, les intimida mi musculatura, que sea mucho más fuerte que ellos; casi ningún hombre ve más allá de mi masa muscular. La primera cita que tuvimos fue hace una semana, y tu padre fue un galán, se portó muy bien conmigo, me llevó a casa de mis padres cuando terminamos la cena y se despidió con un beso en la mejilla, podía ver que estaba excitado, no podía disimular su erección, lo agarre, lo apreté contra mí, sentía su miembro sobre mi abdomen y le comí la boca, hacía muchos años que no disfrutaba de un hombre corriendose en sus pantalones con un solo beso, fue gratificante, nos despedimos y al día siguiente, en el gimnasio me declaró su amor, aunque me asustó un poco me animé a salir de nuevo, esta vez nos dejamos llevar, y terminamos aquí, ha sido un fin de semana muy intenso; pero hace solo una semana que salgo con tu padre y aún no ha habido tiempo para presentados a Blanca a ninguno, antes de hacer esto debo asegurarme que no teneos problemas conmigo, que podemos convivir, porque ahora, no hay nada que me gustase más que vivir con vosotros dos. Hasta ahora la relación con tu padre no puede ser mejor, el me adora, y me lo demuestra cada instante, le gusta mi cuerpo y lo pasamos muy bien juntos, se que el no tiene dudas respecto a mí, sin embargo le preocupa que una persona como yo, viviendo en su casa pueda afectarte a ti, más aún cuando tengo una historia y una hija adolescente. Esta mañana, sabiendo la preocupación de tu padre respecto a esta situación le pedí que me dejase a solas contigo para poder charlar, conocernos un poco mejor y poder pulsar tu opinión respecto a toda esta situación. No hace falta que me respondas ahora, y comprenderé que me rechaces, creo que sois una familia estupenda y se que si no soy yo, tu padre encontrará a una mujer que lo quiera como yo.” Me quedo atónito, pensaba que mi padre me odiaba, y sin embargo estaría dispuesto a dejar a esta diosa si le digo que me cae mal, debería revisar mi relación con el. Le respondo “Por ahora, lo que se de ti no puede ser mejor, desde que mi madre falleció, mi padre ha estado muy perdido, no ha dado con ninguna mujer que lo satisfaga y la primera vez que lo he visto feliz desde que todo esto pasó ha sido este fin de semana, está relajado y eso es muy bueno. Estoy deseoso de conocerte mejor, y por su puesto, si tu hija se parece en algo a ti, me preocupa que me pueda enamorar perdidamente de ella” , se ríe escandalosamente, parece que se haya relajado; cuando deja de reír se levanta de la hamaca, se agacha sobre mi, me agarra por los hombros y me levanta en peso hasta que nuestras caras están enfrentadas, me da un beso en los labios y me deja suavemente sobre la hamaca, me dice “eres como tu padre te describió, creo que lo vas ha hacer muy feliz, a el y a mi” se da media vuelta y se va hacia la casa, no puedo dejar de mirar como se flexionan sus gemelos conforme sube los peldaños hacia el salón. Continuará ...