LA JUSTICIERA ESCARLATA 10 by lindareyes127@hotmail.com "Una Justiciera a Tiempo Completo" Era una tarde gris y hmeda la de aquel d� y desde hac� varias horas ca� una llovizna fina pero persistente. Una figura de a caballo apareci por uno de los extremos de la calle real del pueblo, por la cual pocos transitaban debido al mal tiempo. La jinete -se trataba de una mujer, joven y hermosa- era nada menos que la legendaria y muy temida Justiciera Escarlata, legendaria tanto por su valent� sin par como por su belleza extraordinaria, y temida por la dureza de sus puos y lo r�ido y certero de sus disparos. Aun estando empapada de pies a cabeza, la muchacha se ve� tranquila. Vest� la aventurera unos ceid�imos pantalones negros que -por lo mojados- parec�n aun m� ceidos, marcando a la perfeccin sus curvas monumentales. Un cinturn de cuero negro rodeaba su cinturita, y sus esculturales caderas las abrazaba un cinturn canana de cuero marrn repujado, del cual pend� h�ilmente la pistolera con el Colt 44 cacha de n�ar. Las botas de la linda chica eran de igual material que el cinturn canana y la pistolera y ella las coronaba en los tacones -m� altos que lo usual, por lo dem�- con un par de grandes espuelas estrelladas. Portaba esa tarde la atractiva joven una chaqueta negra de fino cuero, para protegerse de la intemperie; era corta, hasta la cintura, y ella la llevaba abierta adelante, de modo de mostrar una linda y ajustada blusa escarlata de manga larga y cerrada al cuello con coqueto lazo en forma de flor. Pero no slo era la blusa lo que mostraba la intr�ida aventurera: Mojada por la lluvia, la prenda -de por s�ceida- se ajustaba aun m� sobre su torso, marcando ostensible y provocadoramente unos senos libres, hermosos y firmes, coronados por pezones erectos y retadores que -pegados deliciosamente a ella- se confund�n con la ceida blusa roja. Llevaba la Justiciera su hermosa cabellera en "cola de caballo", formando �ta un gran bucle, y bajo sus dos sienes luc� la muchacha sendos roba- corazones, como los usan las gitanas. Sobre su cabeza ten� un sombrero negro de alas cortas, asido al mentn con un cordn rojo-y-blanco, y del cual ca�n espor�icamente finos chorros de agua. Como siempre, usaba orgullosa el respetado antifaz escarlata, al cual acompa -antes de desmontar- con un "rouge" al rojo vivo sobre sus sensuales labios. Agilmente, la curvil�ea enmascarada se baj de su caballo alaz�, para seguidamente amarrarlo cerca de la entrada del bar, ya que ten� la intencin de tomarse unos buenos tragos de brandy para entrar en calor. Pero, al tiempo en que se encaminaba a la entrada del establecimiento, percibi del otro lado de la calle de tierra una trifulca entre varios hombres, y -sin pensarlo mucho- cambi el destino de sus pasos y hacia all�se dirigi; pues la guapa y escultural muchacha se preciaba de ser una justiciera a tiempo completo, de manera que donde hubiere camorra, donde hubiere pelea, all�estar� ella deshaciendo agravios e imponiendo justicia, enfrent�dose a quien fuere y a la hora que fuera. La Justiciera se acerc a los hombres en ria con paso seguro, caminando como una gata y ondulando sus espectaculares curvas en su andar; el revlver tambi� se mec� al ritmo del cadencioso paso de su duea, acompaando al muy bien formado muslo derecho en su delicioso vaiv�. Al acercarse m� al grupo, la monumental aventurera se percat de que eran tres matones - precisamente del tipo de hombres con quien ella gustaba pelear- que vapuleaban a un indefenso muchacho de no m� de veinte aos. La bella y valiente mujer -no muchos aos mayor que el chico- se indign ante el hecho, pero se autocontuvo en el acto; y con una voz retadora y algo burlona, se dirigi a los matones: - "Se creen muy guapos, tres hombres contra un muchacho. Por qu� m� bien no se miden conmigo, si es que se atreven?" Los hombres, quienes no hab�n notado la presencia de la audaz y atractiv�ima enmascarada, dieron un salto de sorpresa al escuchar su voz aterciopelada y firme, sorpresa que se convirti en una mezcla de temor y desagrado al voltear y encararse con la muchacha. Los tres conoc�n la leyenda de la Justiciera Escarlata y hab�n o�o hablar de sus hazaas como peleadora. Y, al verla por primera vez de cerca, quedaron impactados por la incomparable belleza de la chica, ahora m� que nunca realzada -debido a lo mojadas que estaban- por las ceidas ropas que forraban provocadoramente su cuerpo escultural. Pero, la rabia que les provoc la intromisin de la bella enmascarada fue superior a cualquier impulso ertico y al escalofr� que sintieron subir por sus columnas. Y equivocadamente pensaron que una mujer tan extraordinariamente sensual y bonita no podr� pelear tan bien como de ella se dec�. De modo que el m� atrevido entre los hombres se le enfrent dici�dole: - "De modo que t eres la Justiciera Escarlata. Eres en verdad bonita. Pronto veremos si eres tan buena con los puos como dicen algunos por all�" La muchacha -hasta ahora en actitud provocadora, con los brazos en jarra y quebrada la estrecha cintura, los pegad�imos pantalones negros casi a punto de reventar bajo la presin de sus curveadas caderas, sus fuertes muslos y su espectacular trasero- se puso en posicin de pelea, sus dos puos preparados a nivel de la cintura, y respondi serena: - "Vengan a averiguarlo. Uno por uno, o todos a la vez." T�itamente, los tres hombres optaron por lo segundo -"todos a la vez"- ya que no quer�n correr riesgos con la joven e intr�ida enmascarada. Algo de cierto deb� de haber en lo que de ella se contaba; adem� sab�n que, ella sola y sin ayuda de nadie, hab� mandado a prisin a decenas de malhechores. La Justiciera los esper sin inmutarse hasta el ltimo momento, cuando al ser atacada por el tr� repentinamente dio un �il salto hacia atr�, desviando con su diestra un puetazo del atacante de su derecha, esquivando limpiamente el golpe que le lanzara el de su izquierda y parando en seco y derribando, con una recia patada al estmago, a quien la atacara por el centro. Fallando el golpe, el atacante de la izquierda pas muy cerca de la muchacha, la cual lo agarr con una estranguladora al cuello con su acerado brazo derecho y, aplic�dole un duro rodillazo en la espalda, lo lanz h�ilmente al suelo. En escasos segundos, la ruda y curvil�ea dama del antifaz hab� roto el ataque concertado de los tres matones: Dos yac�n moment�eamente en el suelo pantanoso, lo que le permitir� a la bella vengadora encargarse del tercer hombre. Este ya estaba sobre ella, intentando furiosamente alcanzarla con sus puos. Diestramente la Justiciera par dos golpes, agach�dose esquiv un tercero, para luego -contraatacando- conectar ella dos magn�icos puetazos en los costados del matn. La muchacha lo mand a comer barro de un derechazo al mentn. Los otros dos agresores, reci� incorporados del suelo donde ella los hab� enviado hac� poco, atacaron por segunda vez a la linda y bien templada enmascarada; y por segunda vez ella los hizo morder el piso: Uno recibi de la chica un slido puetazo en la quijada antes de que pudiera siquiera alzar su brazo contra ella. El otro, incapaz de penetrar la slida defensa de la aguerrida mujer y de ni siquiera tocar el bello rostro enmascarado, tuvo que retroceder ante los fort�imos puetazos que ella le lanzara. En efecto, destrozando con sus recios puos la defensa del bravucn, la ruda y hermosa aventurera lo castig duro con dos magn�icos "ganchos" a la cara que, sac�dole sendos dientes, lo sacudieron como a un pelele. A todas estas, el chico vapuleado hac� poco por los tres matones segu� incr�ulo el desarrollo de la contienda. Cmo era posible que una mujer tan joven y tan bonita fuera capaz de enfrentarse y de someter a puo limpio a tres camorreros de profesin, como lo eran �tos?! Pues, evidentemente, era ella quien estaba ganando la pelea: Los hombres luc�n cansados y todos tres sangraban por el rostro. Ella, por su parte, se ve� fresca y no hab� sido -ni remotamente- alcanzada por los golpes de sus adversarios; ni siquiera hab�n podido tumbarle el sombrero. Su linda cara estaba hmeda del sudor y de la lluvia, pero se ve� hermos�ima adornada con el antifaz escarlata y los labios rojo fuego. El ciclo se repet�: Desordenadamente, los matones se lanzaban -cada vez con menos fuerza- sobre la escultural y diestra gladiadora. Esta -con blusa y flor escarlatas, ceid�imos pantalones negros, chaqueta y sombrero del mismo color- paraba los ataques con habilidad y contundencia, enviando a puetazo limpio -y con uno que otro rodillazo al estmago- a sus agresores nuevamente al suelo. Y si la pelea dur tanto fue por que la Justiciera as�lo quiso. En efecto, sus puos -bien que muy duros- a drede golpeaban m� bien rozando la cara de sus contrincantes. La muchacha no quer� noquearlos -cosa que muy bien hubiera podido hacer pegando de frente sus f�reos puetazos- sino m� bien vapulearlos y obligarlos a que se disculparan con el chico. Al cabo de pocos minutos, los hombres estaban francamente derrotados. Sangrando copiosamente por el rostro, ya no quer�n seguir siendo castigados por la muy recia y curvil�ea justiciera. Dos de los hombres se incorporaron del suelo a duras penas, no con el propsito de seguir peleando con la ruda chica sino m� bien con la idea de alejarse pronto de ella. Pero para la bella y recia enmascarada la funcin no hab� terminado: Har� que los matones pidieran excusas al muchacho -por la fuerza si fuere necesario- por haberlo vapuleado y humillado. De modo que la dura mujer del antifaz frustr las intenciones de los dos matones: De un salto los alcanz y -con sus fuertes manos- agarr a ambos por el cuello, oblig�dolos a presentarse ante el chico a quien antes humillaran. Como los hombres se resist�n a pedir disculpas, la linda y ruda aventurera los golpe duramente y sin clemencia, frente contra frente, para hacerlos cambiar de opinin. No le cost mucho a la chica lograrlo, pues los dos camorreros - impotentes y humillados- lo que m� tem�n en ese momento eran los slidos golpes de la muchacha. Casi de rodillas se excusaron ante el muchacho, para luego alejarse con el rabo entre las piernas. El tercer hombre corri la misma suerte: Adolorido y no pudiendo levantarse del suelo, a causa de la paliza que le diera la Justiciera, la fuerte y atractiva vengadora lo alz como si fuera un mueco de trapo, haci�dolo mantenerse en pie; luego, �ilmente ella se puso detr� de �, le dobl con fuerza el brazo izquierdo tras su espalda y lo condujo frente al chico. As�sometido por la muchacha y gimiendo casi, el hombre le pidi perdn, prefiriendo la humillacin antes que el duro y doloroso castigo con que lo amenazaba la guapa enmascarada. Esta, despu� de haber o�o las disculpas a satisfaccin, con evidente desprecio empuj al derrotado pendenciero, propin�dole una dur�ima patada en el trasero que literalmente lo hizo morder el polvo empantanado. Luego, cambiando radicalmente de actitud y de semblanza, la hermos�ima y atrevida justiciera se acerc al muchacho, quien aun no sal� de su asombro. Con gestos casi maternales, la valiente y curvil�ea vengadora le limpi las heridas al chico, para luego pasarle un brazo amistoso por el hombro y conducirlo con cario al bar, donde charlar�n y se tomar�n unos tragos. - "Despu� de esta pelea, ya no ser�brandy sino cerveza!", pens alegre la Justiciera Escarlata.