HISTORY 2

L MAMA DE SABRINA

Por : BARBARA DEL HIERRO

Historia exclusiva para JUDOFEM PRODUCTIONS

Hola de nuevo! Les agradezco a todos por sus E-mail y las palabras de aliento que le han dado a mi pequeña contribución al JUDO FEMENINO con mi Página de Historias. A continuación quiero contarles algo que me sucedió hace años atrás, en mis tiempos de estudiante de Colegio.

No sé que piense Ud. al recordar su vida de estudiante, pero a mí realmente me invade la nostalgia. Para una chica latina es siempre emocionante recordar nuestro primer beso, la primera caricia... y el delicioso despertar a la sexualidad. Una de las cosas que también extraño es el compañerismo que se desarrolla en esa época. Precisamente Sabrina es una de las mejores amigas que recuerdo. Crecimos en el mismo barrio, jugamos los mismos juegos y asistimos a la misma Escuela y Colegio. Lo que voy a contar sucedió cuando teníamos 16 años. Una noche en que teníamos que preparar un examen de Gramática para el día siguiente, me quedé a dormir en casa de ella. Mis padres no pusieron ningún reparo y cerca de las 7 p.m. estaba junto a Sabrina repasando los verbos irregulares, sentadas en la mesa del comedor.

La madre de Sabrina, Susana Gómez, era una mujer cuarentona, realmente muy sexy para su edad. Se había divorciado cuando Sabrina tenía 5 años así que le correspondió a ella criarla con mucho amor y sacrificio en medio de una sociedad que como la venezolana, es muy machista.

Según contaba Sabrina, su madre era muy aficionada a los deportes violentos: había jugado scoccer en su juventud y practicaba karate a raíz de un robo que sufriera al salir de su trabajo una noche hace algunos años atrás.

Al ver sus piernas deliciosamente torneadas y que exhibía coquetamente con los shorts blancos que llevaba, era fácil adivinar sus habilidades deportivas. Los pequeños pero poderosos músculos de sus brazos se erguían orgullosamente mientras limpiaba el piso de la cocina... pero eran sus hermosos pies - que llevaba descalzos - los que me ponían algo inquieta.

Instintivamente volteé a ver los míos, enfundados en mis sandalias de pescador y sentí escalofríos al rozar sin querer las plantas de los pies de Sabrina, que ni siquiera se dio por enterada. Debajo de la mesa me descalcé para sentir mejor los pies de ella y me estremecí de placer cuando sentí el contacto con las frías baldosas de la cocina. Las tres estábamos descalzas y eso realmente me excitaba.

"Bueno chicas, suban a acostarse. Es tarde ya y deben estar frescas para su examen de mañana." Dijo la Sra. Gómez mientras terminaba de lavarse las manos en el fregadero de la cocina.

"Oh, vamos..." protestó Sabrina mientras estiraba las piernas y brazos perezosamente. "Aún es temprano. Son apenas las 10 p.m."

"He dicho que arriba" replicó cariñosamente su madre al tiempo que besaba la mejilla de su hija.

"Esta bien. Vamos Bárbara" dijo Sabrina mientras arreglaba los libros. "En la cama podremos charlar un poco" me susurró complicemente mientras me tomaba del brazo para levantarnos.

"Buenas noches Sra. Gómez" me despedí. "Buenas noches, querida. No conversen hasta muy tarde" respondió mientras apagaba las luces de la cocina. Pronto toda la casa quedó en silencio.

Creo que charlamos casi una hora. De moda, de chicos, de lo que se conversa en esa edad. Luego poco a poco me fue invadiendo un dulce sopor hasta que me quedé profundamente dormida. De pronto algo me despertó. En medio de la oscuridad del cuarto me senté en la cama. Sabrina dormía profundamente a mi lado. Sus largos ronquidos no había sido el ruido que escuché. Allí estaba de nuevo. Era un grito!. Caminé en puntillas por el cuarto y abrí despacio la puerta. Allí estaba otra vez aquel grito! Era de una mujer, no había la menor duda. Y la única que podía ser era la mamá de Sabrina. Bajé deprisa las escaleras y al llegar al hall me encontré con un espectáculo increíble: La Sra. Gómez estaba en judogui, lanzando patadas y gritando en medio de la sala.

"Kiaiiii" gritó de nuevo. Me senté en el último peldaño de la escalera para ver de cerca aquella bella demostración. Por espacio de cinco minutos admiré como lanzaba elegantemente golpes a rivales imaginarios, mientras se desplazaba con sus hermosos pies desnudos sobre las baldosas de la sala, saltando con agilidad sorprendente. De pronto lanzó un último "Kiaiiii", juntó los talones, pegó las palmas de las manos en sus muslos y muy solemnemente inclinó su cabeza. Era señal que había terminado sus katas nocturnas.

De pronto nuestros ojos se encontraron. "Lo siento, debo haberte despertado" me dijo mientras secaba el sudor de su frente con una toalla. "Son mis ejercicios de rutina. El karate es muy beneficioso para las chicas. Deberías practicarlo."

"Practico judo, Sra. Gómez" respondí mientras me acercaba a ella. "También es un lindo deporte" me contestó con cierto brillo en sus ojos. "Algo me han enseñado en la academia a donde asisto. Estás cansada Bárbara?"

"Por qué esa pregunta, Sra. Gómez"

"Quisieras hacer algo de judo conmigo?" Sentí que me iba a desmayar.

"No traje judogui, Sra. Gómez y además creo que debo irme. Mañana tenemos el examen, recuerda?"

"Te puedo prestar uno, tesoro. Y por favor, no me llames Sra. Gómez. Me haces sentir realmente vieja. Y tu ves que no lo estoy tanto. Llámame Susana, de acuerdo?"

"De acuerdo Sra. ... perdón ... Susana. Pero solo unos minutos, ok?"

"No hay problema linda. Espera aquí. Vuelvo enseguida"

Con la mayor tranquilidad del mundo subió los escalones. Mi corazón latía muy fuerte. Estaba a punto de hacer judo con una mujer de 40 años realmente muy atractiva. En el barrio comentaban cosas acerca de la Sra. Gómez. Cosas acerca de sus preferencias sexuales que obligaron a su marido a dejarla. Esas cosas que a esa edad no se entienden tanto. No se las entiende con la mente, sino con el cuerpo. Toqué mis bragas. Estaba empapada.

"Aquí tienes linda. Creo que te quedará perfecto. Póntelo."

"Me coloqué el judogui lo más lentamente que pude. Mis piernas me temblaban.

"Estás excitada, verdad?" me preguntó mientras retiraba los muebles para hacer espacio para nuestro combate.

"Algo", contesté mientras sentía que mis pezones se endurecían más y más.

"Calentemos." empezó a mover sus pies parada en sus dedos mientras con sus manos en la cadera se balanceaba eróticamente a uno y otro lado"

Entre tanto yo practicaba algunos UKEMIS y movía rítmicamente las muñecas preparándome para los agarres. Susana se veía realmente fuerte. Medía algo más de 1.75 m. y era pura fibra. Yo era más alta que ella pero eso no era ninguna ventaja. El NE-WAZA sería extremadamente peligroso con los musculosos muslos de mi bella rival. Caer en medio de ellos podría matarnos ... de placer!

"Ven acá, corazón. Aflojemos juntas los pies" Nos sentamos frente a frente y nuestros pies se encontraron rozándose y tocándose lujuriosamente.

Entrelazamos nuestros dedos y nos empujamos balanceando y arqueando los empeines.

"Se siente bien, verdad?"

"Así es", respondí mientras cerraba mis ojos y sentía que me mojaba completamente. Supuse que esa no era ninguna técnica de calentamiento. Quizás algún jugueteo sexual del Kama Sutra o algo parecido. Pero ambas estábamos disfrutándolo completamente.

"Comencemos!"

"De acuerdo, Susana"

Caminamos al centro de la sala. La fría baldosa estaba caliente, o eran las plantas de mis pies que me hervían por los juegos previos? Los muebles estaban apartados y la casa completamente en silencio. Cualquier cosa podría pasar entre dos hembras calientes.

"Cómo es el grito con que empiezan los combates en el JUDO?

"HAJIME, Susana"

"Ah ... si. Entonces ... HAJIME!"

Antes que me diera cuenta se adelantó hacia mi y tomó mis solapas. Me incliné amagando tomar sus piernas pero ella atrasó su cuerpo. Intenté entonces barrer, pero con rapidez increíble rompió el agarre de su mano izquierda y entró con IPPON SEOI NAGUE ... Zas! Directo al piso.

 

"IPPON, tesoro!. Déjame ayudarte"

Alargó su mano pero me incorporé rápidamente. Me dolía la espalda. Un consejo para los judocas que deseen competir. Dediquen algo de tiempo a entrenar sin tatami, o pagarán las consecuencias ... como yo aquel día.

"Es tarde, así que vamos el mejor de dos puntos, ok?"

"Esta bien" respondí mientras arreglaba mi judogui.

"HAJIME!" Entré nuevamente con ASHI BARAI. Susana retrocedió el pie y logré lo que quería ... el peso de su cuerpo estaba ahora en su pie derecho. Giré como un rayo y coloqué la plante de mi pie izquierdo en su vagina. Sonrió de placer al sentir el contacto. Sabía que estaba perdida pero disfrutaba del roce y del olor a sudor de hembras que se nos mezclaba a cada momento. Me eché para atrás y la lancé sobre mi espalda.

"IPPON, querida ... y de lujo con un hermoso TOMOE NAGUE" le dije sin ocultar mi satisfacción.

"Te ayudo?"

"No gracias. Está bien querida. No lo haces mal para ser una adolescente" respondió algo molesta mientras se incorporaba visiblemente dolorida.

"Para otra ocasión coloca al menos una alfombra" Bromeé mientras arreglaba mi judogui.

"Tienes razón, querida. La próxima vez lo haremos en el jardín. El césped será el mejor tatami."

"Suena interesante" respondí mientras entraba buscando el agarre. De pronto sentí como mi espalda daba contra el duro piso.

"WAZARI. Y continuamos con NE WAZA" Escuché a Susana decirme mientras rodábamos entrelazas alrededor de la sala.

Golpeamos contra el sofá y en una de las vueltas, mi pie lanzó un jarrón de una de las mesas. La lucha era realmente salvaje. Estaba completamente excitada. El olor de nuestras vaginas era penetrante y resultaba demasiado obvio. En una de las vueltas quedé boca abajo. Traté desesperadamente de tomar la posición defensiva, pero Susana era realmente una luchadora experimentada. Giró sobre si misma y se colocó encima de mi. Nuestras nalgas se rozaban mientras luchaba por tomar mi pierna izquierda. Al fin lo logró y la torció sin misericordia.

 

 

"Cómo te sientes, querida. Te rindes?"

"Nunca!"

"Como quieras amor" Continuó torciendo mi pierna mientras introducía mis dedos del pie en su boca jugosa.

"Aghhhh, que hace?

"Te gusta? Es el precio de la derrota."

Realmente estaba a su merced. No podía moverme y estaba disfrutando cada caricia que hacía su lengua en mis dedos.

De pronto me soltó y se colocó encima de mi. Abrió mi judogui y sin darme tiempo a nada, rompió mi sostén y lamió mis senos con desesperación. Aproveché su descuido y logré entrelazar mi pierna alrededor de su cuello. De pronto estaba encima de mi, pero completamente atrapada entre mis piernas.

Sin embargo, no pareció importarle pues empezó a morderme la vagina. Solté inmediatamente la llave y ella arrancó el pantalón e introdujo su lengua fresca y grande entre los pliegues de mis labios menores. Tomó con glotonería mi clítoris y empezó a lamerlo con placer.

"Te rindes ahora, Bárbara"

"Mmmmhhh ... no"

"Como quieras" Introdujo su dedo índice en mi vagina mientras se abría su chaqueta y colocaba sus senos sobre mi cara. Empecé a lamer con mi lengua sus pezones, mientras ella se retorcía de placer. De pronto sonaron los escalones. Era Sabrina que bajaba, despertada por el ruido de la lucha. Rápidamente nos soltamos y arreglamos nuestros judoguis.

"Qué sucede aquí?" preguntó ocultando sus ojo de la luz de la sala.

"Nada querida. Solo hacíamos un poco de ejercicio con Bárbara, pero ya terminamos."

Algo me decía que aún no había terminado conmigo la Sra. Gómez.

 

FIN

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uchimata@latinmail.com Agradeceré mucho que envíes fotos para ilustrar futuras historias como ésta.